En un segundo mandato, y con un gabinete compuesto por personas que repiten como loros los planes de Israel de extender su guerra a Siria, Iraq e Irán, Trump es muy capaz de desencadenar un conflicto regional fuera del control de Estados Unidos o de Israel
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David Hearst, Middle East Eye, 14 noviembre 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández
David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye, así como comentarista y conferenciante sobre la región y analista en temas de Arabia Saudí. Fue redactor jefe de asuntos exteriores en The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Con anterioridad, fue corresponsal en temas de educación para The Scotsman.
Escenas como ésta se han convertido en algo tan habitual que apenas se perciben: un grupo de hombres cargados con sacos de harina son acribillados en el lugar donde se encuentran por un ataque israelí, una masacre cuyo único propósito es imponer la inanición masiva.
Publicar fotografías no borrosas de esta masacre es arriesgarse a que su contenido sea prohibido en las redes sociales, así que describiré la escena con palabras.
Una hilera de harina y trozos de cadáveres se extienden a lo lejos, en el norte de Rafah. Un ataque aéreo israelí había alcanzado un vehículo tuk-tuk cerca de un punto de distribución de ayuda en la zona de Miraj.
Siete cadáveres yacen tendidos en diversas posturas de muerte súbita, aunque sabemos que en total murieron 11. En primer plano, un hombre yace encima de otro, con cintas rojas de sangre que se extienden desde los sesos del que está debajo.
Detrás hay un hombre de costado. De él también salen hilillos de sangre. Sus ropas están cubiertas de polvo blanco, pues detrás de él están los restos esparcidos del saco de harina que llevaba.
Un caballo y un carro cruzan. Un niño se aleja. Los espectadores miran atónitos, sin saber qué hacer. La harina es preciosa. La vida humana, no.
Mientras esto ocurría, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, hizo saber que estaba «satisfecho con el número de camiones de ayuda que Israel estaba dejando entrar», y que no aplicaría sanciones como su país había amenazado con hacer el 13 de octubre.
Sus funcionarios afirmaron que Israel había dado «pasos importantes» para responder a las preocupaciones de Estados Unidos en relación con la situación humanitaria en Gaza, pero no dieron detalles sobre cuáles eran.
Sin duda, Blinken hablaba con el piloto automático. Pero su optimismo sobre la llegada de la ayuda no fue compartido por UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, que informó de que en octubre se había producido la menor entrada de alimentos en Gaza en un año.
La imagen en el espejo
Tampoco lo confirmaron los propios ejecutores de la inanición masiva, cada vez más seguros de sí mismos.
El general de brigada Itzik Cohen declaró a los periodistas israelíes que «no hay intención de consentir el regreso de los residentes del norte de la Franja de Gaza», y añadió que se permitiría la entrada «regular» de ayuda humanitaria en el sur del territorio, pero que «ya no quedaban civiles» en el norte.
Sus comentarios fueron retirados por sus superiores casi tan pronto como fueron pronunciados, porque constituían pruebas de facto de dos crímenes de guerra: el uso del hambre como arma y el traslado forzoso.
Si los demócratas realmente quieren averiguar por qué un número significativo de su base de votantes -jóvenes con educación universitaria, árabes americanos y musulmanes- abandonaron a una candidata de la «alegría» por las «fuerzas de la oscuridad», esta es la razón.
La alegre Kamala Harris se apropia de las escenas que tienen lugar en Gaza y el Líbano cada día tanto como el presidente Joe Biden o Blinken. Nunca se ha distanciado de la política de su administración en Gaza. Como ella misma ha dicho, estaba en la sala cuando se tomaron las decisiones.
Mi mensaje para ellos es el siguiente: no busquéis vuestra derrota en otra parte. Está ahí, en el espejo, frente a vosotros.
Lo mismo se aplica a cualquiera que siga argumentando que Israel debe ahora «terminar el trabajo»; código para acelerar la hambruna, el traslado forzoso y el asesinato en masa.
Esta es la mentalidad colectiva con la que el presidente electo Donald Trump está llenando su gabinete.
Haciéndose pasar por el candidato de «parar la guerra», Trump le dijo al crédulo imán de Hamtramck, Detroit, que él traería la paz. Y en uno de los trucos electorales más cínicos, el imán y sus colegas aparecieron en el estrado con Trump.
Pocos días después de las elecciones, Trump ya había empezado a llenar su gabinete con personas que han hecho todo lo posible para que Israel extienda la guerra por la región.
Los elegidos de Trump
Está Mike Waltz, promocionado por el sitio de medios sociales de Trump Truth Social como un «experto en las amenazas planteadas por China, Rusia, Irán y el terrorismo global».
Waltz, que será asesor de seguridad nacional de Trump, declaró a Fox News en septiembre que un acuerdo de alto el fuego y liberación de rehenes no pondría fin al conflicto. «Irán seguirá atizando el malestar porque quieren destruir Israel», dijo. «Hacer concesión tras concesión a Irán es en realidad lo que está desestabilizando la situación».
Waltz es un enemigo acérrimo del alto el fuego. También lo es Vivek Ramaswamy, que junto con Elon Musk dirigirá un «Departamento de Eficiencia Gubernamental».
Ramaswamy dijo: «Tengo plena confianza en que, si se le deja sin restricciones, el [ejército israelí] será capaz de hacer el trabajo de defender Israel».
El empresario estadounidense Vivek Ramaswamy (izda.) y el consejero delegado de Tesla, Elon Musk, ambos fichados para un «Departamento de Eficiencia Gubernamental» (AFP).
Ahí está el embajador de Trump en Israel, el evangelista cristiano Mike Huckabee. Hay ciertas palabras que el próximo embajador estadounidense se niega a utilizar: «Cisjordania no existe. Es Judea y Samaria. No existen los asentamientos. Son comunidades, son barrios, son ciudades. No existe la ocupación», declaró a la CNN en 2017.
Está Pete Hegseth, que dijo en Fox News: «Creo que es el momento de que el gobierno israelí, y no el estadounidense, actúe contra Irán para evitar una bomba iraní. Occidente ha dicho desde siempre que no podemos tener a Irán, a los mulás con un escudo nuclear… Imagínense cómo quedaría la región y el mundo. Israel ya ha hecho muchas cosas encubiertas para hacerles retroceder, asesinando, pirateando sus instalaciones, dañando sus centrifugadoras. Van a hacer más de eso, porque está claro que esta administración no lo va a hacer».
Quien habla es el designado secretario de Defensa.
Para el puesto más importante de secretario de Estado de EE. UU., Trump ha seleccionado a Marco Rubio, que escribió tras su último viaje a Israel (el cuarto): «Los enemigos de Israel son también nuestros enemigos. El régimen iraní y sus apoderados -Hamás en Gaza, Hizbolá en Líbano, los hutíes en Yemen y una multitud de grupos en Siria e Iraq– buscan la destrucción de Israel como parte de un plan en varias etapas para dominar Oriente Medio y desestabilizar Occidente. El Estado judío está en primera línea de este conflicto, luchando con muchas vidas estadounidenses-israelíes compartidas».
Rubio considera poco menos que indignante que el Tribunal Penal Internacional esté meditando órdenes de detención contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y altos mandos del ejército: «La Corte no va a por Assad en Siria, que gaseó a su propio pueblo. No persigue a Xi Jinping en China, que está llevando a cabo un genocidio en tiempo real contra los uigures. En cambio, está atacando a un país cuyos militares han hecho todo lo posible para proteger las vidas de los civiles. La hipocresía es asombrosa».
¿Y a quién mejor para nombrar como enviado especial a Oriente Medio que a su compañero de golf?
Steve Witkoff, promotor inmobiliario neoyorquino, dijo de la reciente intervención de Netanyahu ante las cámaras conjuntas del Congreso: «Se sintió espiritual y, sin embargo, no es ésa la reacción que se percibe en muchos de esos demócratas».
Este es el coro que se supone debe guiar al nuevo presidente para poner fin a todas las guerras en Oriente Próximo y más allá.
El plan israelí post-Gaza
Pero esto es sólo una cara de un panorama en desarrollo. La otra tiene que ver con los planes de Israel para una administración Trump, que están saliendo a la luz.
Al asesor especial de Netanyahu y ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, ya le han enviado a la residencia de Trump en Mar-a-Lago, en Florida, para concretar qué asuntos quiere Trump que se resuelvan antes del 20 de enero, cuando el nuevo presidente tome posesión, y qué prefiere que Israel le deje.
Dermer se llevó información sobre el programa nuclear iraní y la amenaza potencial de que Teherán «avance hacia el armamento nuclear».
Dermer no abandonó Florida sin entrevistarse con el yerno de Trump, Jared Kushner, cuyos planes para una urbanización frente al mar en Gaza encantaron a los funcionarios israelíes.
Sonando cada vez más como una voz dominante, el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich dijo que había llegado el momento de anexionar Cisjordania, instruyendo a los funcionarios que supervisan los asentamientos «para comenzar el trabajo profesional y exhaustivo del personal para preparar la infraestructura necesaria» para extender la soberanía.
Y como informamos anteriormente, Daniella Weiss, líder de Nachala, un movimiento de colonos ortodoxos, está esperando a que los palestinos «desaparezcan de Gaza», pues tiene a miles de judíos a la espera de reasentarse allí.
Pero lo más significativo que dijo un ministro del Gobierno fue el detallado discurso del último ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Gideon Saar.
En un reconocimiento implícito de que Israel no encontrará la paz consiguiendo firmas en un papel de los jefes de Estado árabes, Saar dijo que los aliados naturales de Israel en la región eran sus grupos minoritarios oprimidos y sin Estado. Mencionó por su nombre a los kurdos y a los drusos.
Hablando de los kurdos, Saar dijo: «Es una minoría nacional en cuatro países diferentes, en dos de los cuales goza de autonomía: de facto en Siria y de iure en la Constitución iraquí». Los kurdos son «víctimas de la opresión y la agresión de Irán y Turquía», dijo, y añadió que «esto tiene aspectos tanto políticos como de seguridad» para Israel.
Receta para una guerra regional
No es ningún secreto que Israel ha estado apoyando al Partido Democrático del Kurdistán, que domina la región semiautónoma del Kurdistán iraquí. Israel fue el único país que apoyó un referéndum de independencia organizado en el Gobierno Regional del Kurdistán en 2017, que Bagdad se negó a reconocer.
Por otro lado, las Unidades de Protección Popular kurdas, que controlan gran parte del noreste de Siria, son una rama del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, que ha llevado a cabo una insurgencia en Turquía durante décadas, y ambos son partidarios de Palestina desde hace mucho tiempo.
Pero, para cualquiera que esté sentado en Turquía o Irán, la declaración de Saar es una amenaza directa de injerencia militar por parte del propio Israel.
Como era de esperar, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan cortó todas las relaciones con Israel el miércoles.
Al filtrar sus conversaciones con el enviado estadounidense Amos Hochstein, Israel ha dejado claro su plan para Líbano, Siria e Iraq. No sólo quiere hacer retroceder a Hizbolá al norte del río Litani y cortar su ruta de suministro desde Irán, a través de Siria e Iraq, sino también desmantelar, o al menos debilitar profundamente, el eje de resistencia que Irán ha construido desde mucho antes de la invasión estadounidense de Iraq, aunque esa debacle aceleró enormemente la influencia regional de Irán.
El disparo inicial de Saar es una receta para la guerra regional. Convierte a Siria en el próximo objetivo de las operaciones terrestres. Amenaza a los dos ejércitos más poderosos fuera de Israel -Turquía e Irán- y es un desafío directo a la esfera de influencia regional de cada país.
¿Y los palestinos? Para ellos, Trump e Israel quitarán el polvo de las telarañas del «acuerdo del siglo», y -si tienen suerte, se quedan callados y dejan de lado todas las pretensiones nacionales como su bandera- podrán existir como trabajadores invitados, cuyas chozas estarán en una esquina de la desértica frontera con Egipto.
Por cierto, incluso el mapa de Palestina de Trump para 2020, chocante como era cuando se publicó por primera vez, se habrá reducido sustancialmente a día de hoy, si se reasienta en el norte de Gaza e Israel se anexiona dos tercios de Cisjordania.
Escalada sin precedentes
No puedo decir hasta qué punto alguno de estos planes verá la luz del día. Sí sé que el mundo árabe ha cambiado en los últimos trece meses más allá de cualquier reconocimiento. El equipo de Trump no está volviendo al mismo terreno de juego en el que tonteaba allá por 2017.
Como prueba de ello, recurro a Marwan Muasher, exministro de Asuntos Exteriores de Jordania y su primer embajador en Israel. Muasher fue uno de los autores de la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, el último intento serio de negociar una solución de dos Estados con Israel. Si alguien ha dedicado su carrera como diplomático a negociar la paz con Israel, es él.
Hoy, esto es lo que me ha dicho: «La opinión pública, no sólo en Jordania sino en todo el mundo árabe, se ha radicalizado mucho tras el 7 de octubre, y hoy nadie quiere hablar de paz. La mayoría de la gente piensa ahora que la única forma de acabar con la ocupación es mediante la resistencia armada, y eso nunca ha sido así, ni siquiera entre los palestinos».
«El 65% de los palestinos de Cisjordania y Gaza, en una encuesta realizada después del 7 de octubre, piensan que la única manera de acabar con la ocupación es mediante la resistencia armada. Y, por supuesto, más del 80% de los israelíes no quieren una solución de dos Estados. Netanyahu ha calificado la solución de dos Estados de recompensa al terrorismo. Así que aquí es donde estamos ahora».
Muasher piensa ahora que sólo una solución basada en el fin de la ocupación pondrá fin al conflicto. Eso sólo puede lograrse a través de la igualdad de ciudadanía para todos los que viven entre el río y el mar, dijo.
Trump, o cualquier futuro presidente estadounidense, haría bien en escuchar esta voz. El sionismo instintivo de Biden y el evangelismo cristiano de Trump están condenados como defensores de un proyecto sionista que ha fracasado. Hoy, Israel es un lugar diferente, incapaz de funcionar como Estado para todo su pueblo. Así también se ha radicalizado el mundo árabe para llevar la lucha a Israel en todas sus fronteras.
Al trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén, permitir que Israel se anexionara los Altos del Golán e inventar los Acuerdos de Abraham, el primer mandato de Trump creó las condiciones para el ataque de Hamás del 7 de octubre.
En un segundo mandato, y con un gabinete compuesto por personas que repiten como loros los planes de Israel de extender su guerra a Siria, Iraq e Irán, Trump es muy capaz de desencadenar un conflicto regional fuera del control de Estados Unidos o de Israel.
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Foto de portada: El presidente electo de EE. UU., Donald Trump, habla en Washington, D.C., el 13 de noviembre de 2024 (Getty Images/AFP).
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