El carbono negro no sólo es terrible para la salud humana, sino que los incendios forestales, cada vez más intensos, están cubriendo el Ártico con estas partículas oscuras, acelerando el deshielo.
Humo en el horizonte por un incendio en Canadá el 14 de mayoCHEYENNE BERREAULT / ANADOLU / GETTY IMAGES
Una vez más, vastas extensiones de campo canadiense están ardiendo, lo que amenaza ciudades y obliga a miles de personas a huir. Parece tratarse de un brote de “incendios zombis”, esto es, incendios forestales del año pasado que nunca llegaron a extinguirse del todo , sino que siguieron ardiendo bajo tierra, reavivando en la vegetación del suelo de nuevo este año. Han estado arrojando humo, como hicieron antes, sobre las ciudades del norte de Estados Unidos. Esa bruma está cargada del llamado carbono negro, una forma más oscura de carbono si se compara con su famoso primo, el CO2. El 16 de mayo, las emisiones mensuales de carbono de los incendios superaron las 15 megatoneladas, por encima de años anteriores.
El carbono negro está formado por partículas diminutas generadas por la quema incompleta de combustibles, ya sean árboles y suelos canadienses, o bien, combustibles para cocinar como madera, carbón vegetal, o carbón mineral. "El problema es que no se queman de forma eficiente", afirma Yusuf Jameel, que investiga el carbono negro en la organización sin ánimo de lucro Project Drawdown, dedicada a las soluciones climáticas, "por eso emiten muchas partículas y gases venenosos".
Según los investigadores, áreas del glaciar Thwaites en la Antártida Occidental pueden estar experimentando un "vigoroso derretimiento" debido al agua cálida del océano causado por el cambio climático.
En un hogar de un país en vías de desarrollo económico que utilice una estufa de leña para cocinar, la calidad del aire interior puede ser catastrófica y tener todo tipo de consecuencias para la salud, como problemas cardiacos, dificultades respiratorias y cáncer. Cuando el carbono negro emana de estos incendios forestales en el Ártico, oscurece el hielo y la nieve, acelerando drásticamente el deshielo: "Es un gran problema de salud y es un gran problema climático", dice Jameel, "y, sin embargo, apenas se menciona cuando hablamos de una solución climática potente".
El CO2 y el metano (CH4) acaparan toda la atención como los principales gases que calientan el planeta. Y con razón: la humanidad tiene que reducir masivamente sus emisiones lo antes posible para frenar el cambio climático. Pero, al mismo tiempo, estamos descuidando formas fáciles de reducir las emisiones de carbono negro.
Aunque no es un gas de efecto invernadero como el CO2 y el metano, el carbono negro tiene sus propios efectos significativos sobre el clima. Las nubes de humo oscuro de los incendios forestales, por ejemplo, absorben la energía del Sol y calientan la atmósfera. Mientras que el CO2 permanece en la atmósfera durante siglos (y el metano más o menos una década) el carbono negro vuelve a la Tierra al cabo de unas pocas semanas.
El humo llena el cielo tras el estallido de un incendio en el oeste de Canadá el 14 de mayo de 2024ANADOLU / GETTY IMAGES
Esta corta vida es una suerte, desde el punto de vista atmosférico, pero una desgracia para el Ártico y otros lugares frígidos donde cae el carbono negro. Normalmente, la nieve y el hielo pueden persistir porque son muy reflectantes y devuelven la energía solar al espacio. Pero si se espolvorean con carbono negro, la coloración oscura absorbe el calor: "Se pueden ver estas pequeñas partículas taladrando agujeros en el hielo. Es muy espectacular cómo el carbono negro puede absorber la luz solar y calentar las cosas", afirma Brenda Ekwurzel, directora de excelencia científica de la Union of Concerned Scientists. Y si se derrite por completo la nieve o el hielo altamente reflectante, se descubre un suelo o un océano más oscuro debajo, que absorbe la luz solar mucho más fácilmente, contribuyendo aún más a calentar la región.
Esto forma un bucle de retroalimentación. A medida que el mundo se calienta, los incendios forestales en las latitudes septentrionales son cada vez más frecuentes e intensos, ya que las temperaturas más altas absorben la humedad que queda en la vegetación. El calentamiento también proporciona más fuentes de ignición para estos incendios al fomentar las tormentas eléctricas: los modelos muestran que los rayos que caen en el Ártico podrían duplicarse a finales de siglo. Los incendios forestales se han vuelto tan intensos que incluso generan sus propias nubes de humo, que recorren el paisaje provocando nuevos incendios.
"Cada vez hay más incendios en las latitudes altas", afirma Brendan Rogers, que estudia los bosques boreales y el Ártico en el Centro Woodwell de Investigación Climática de Massachusetts. "El fuego ha sido una parte natural de estos ecosistemas durante miles y miles de años. El problema es que estamos asistiendo a una intensificación de los incendios inducida por el calentamiento climático muy por encima de las normas históricas, o incluso de lo que hemos visto en el paleoregistro", afirma. Los indicios encontrados en fósiles, anillos de árboles, capas de hielo y otros materiales de larga duración sugieren que estamos entrando en lo desconocido desde el punto de vista climático.
Los incendios más grandes, más intensos y más frecuentes producen más humo y carbono negro, lo que calienta aún más la atmósfera, intensificando aún más las llamas. Los incendios forestales del Ártico también liberan cantidades extraordinarias de CO2, lo que provoca un calentamiento adicional a escala mundial. El carbono negro que llega al Ártico —que ya se está calentando hasta cuatro veces más rápido que el resto del planeta— derrite más nieve y hielo, lo que provoca más calentamiento local, y más derretimiento, y más calentamiento, y así sucesivamente. La desaparición del hielo marino abre el Ártico a la navegación, que arroja más carbono negro procedente de la combustión de carburantes.
Aunque no hay forma de detener por completo los incendios del norte, sí hay maneras de prevenirlos. En lugares habitados por seres humanos, las líneas eléctricas son muy propensas a provocar incendios, por lo que enterrarlas bajo tierra ayudaría, aunque a un coste significativo. Y, en general, ayudaría volver a las estrategias indígenas, como hacer más quemas controladas de la tierra para eliminar los combustibles acumulados que pueden convertirse en yesca con una sola chispa. "Se puede poner fuego en el paisaje cuando y donde se quiera, y evitarlo cuando y donde no se quiera", dice Rogers. Los incendios más pequeños reajustan suavemente el ecosistema en lugar de arrasarlo, por lo que se produce menos carbono negro.
Un error de combustible provoca que salga humo de una bombas mientras los bomberos en formación se familiarizan con el equipo para extraer agua de una fuente natural durante una sesión de formación cerca de la ciudad de Quebec, el 1 de mayo de 2024. En respuesta a los incendios del verano de 2023, la organización ha aumentado su plantilla para esta temporada.ALEXIS AUBIN / GETTY IMAGES
Afortunadamente, podemos hacer mucho más contra el carbono negro que los seres humanos arrojamos directamente a la atmósfera. Una de las principales fuentes son los combustibles poco limpios para cocinar, como la leña y el carbón vegetal, sobre todo en India, China y el África subsahariana. Los combustibles fósiles menos contaminantes, como el gas licuado de petróleo, podrían actuar como combustibles de transición, pero el ideal final sería la electrificación, o los dispositivos alimentados por energía solar que enfocan la luz del sol para cocinar los alimentos. "La cocina limpia tiene que ser una solución de emergencia muy potente", dice Jameel. "El Banco Mundial calcula que se necesitan unos 10,000 millones de dólares al año para financiar soluciones culinarias, de modo que en 2030 todo el mundo tenga acceso a algún tipo de combustible mejorado para cocinar. Sin embargo, la financiación es 10 veces menor" Los costes sanitarios y medioambientales de la inacción ascenderían a 2.4 billones de dólares anuales, añade el Banco Mundial.
Las otras fuentes importantes de carbono negro son las industrias pesadas que queman carbón y el sector del transporte: pensemos en las nubes negras que salen por la parte trasera de los autobuses viejos. Así pues, el factor unificador son los combustibles fósiles: descarbonizar nuestra economía lo más rápidamente posible detendrá las emisiones de gases de efecto invernadero y de carbono negro, mejorando al mismo tiempo la salud pública. Al reducir las temperaturas globales, evitaremos que los incendios forestales empeoren aún más y que se arroje cada vez más carbono negro al Ártico, acelerando su rápido declive. "El cambio climático es el motor último de todo esto", dice Ekwurzel. "Así que esa tiene que ser la primera y principal solución: la reducción de los combustibles fósiles".
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Artículo publicado originalmente en WIRED US, adaptado por Manuel de León.
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