En el mundo entero flota en el ambiente una actitud de intolerancia en el que la razón es la primera víctima. Su ausencia pudiera preceder a un conflicto cuyas consecuencias son imprevisibles. Para muestra basta un botón.
Arturo Balderas Rodríguez
El conflicto Israel-Palestina ha impactado a la sociedad estadunidense, profundizando la división social y por extensión un mayor disenso en el plano electoral. Como es costumbre en su oportunismo, Donald Trump aprovechó la situación tan delicada para emitir una serie de comentarios ofensivos y reprobables en contra de la población judía en general. Trump ha sugerido que Israel tiene derecho a defenderse, pero en su referencia persiste el olor fascistoide que es tan común en las consignas de las hordas racistas que lo han apoyado.
Después del salvaje ataque de Hamas el 7 de octubre, 19 por ciento de los demócratas desaprobaban la forma en que Biden había manejado este asunto, pero en noviembre ese porcentaje creció a 34 por ciento (PBS y The Marist Institute). La cadena pública de televisión transmitió un debate entre estudiantes, académicos, periodistas y dirigentes, todos ciudadanos estadunidenses de origen árabe-musulmán. Sus respuestas tuvieron un tono de frustración, coraje y angustia por considerar que el presidente Biden los traicionó. A decir de los entrevistados, el único beneficiado ha sido el gobierno que encabeza Benjamin Netanyahu, quien ha despreciado sistemáticamente la solución de dos estados que es apoyada por la mayoría de los israelitas. Por esa razón se sienten obligados a abandonar la actitud conciliadora que han guardado durante mucho tiempo y exigir un mayor apoyo en favor de la población palestina.
Una de las secuelas de la respuesta de Biden se dio en Michigan, estado donde el mandatario obtuvo el triunfo en la elección de 2020 por un reducido margen de 150 mil votos. En la entrevista con los miembros de la comunidad árabe, los participantes opinaron que habrá una rebelión entre esta comunidad. Mientras 80 por ciento de sus votos fueron para Biden, como van las cosas sólo 5 por ciento le daría su voto nuevamente en las próximas elecciones; el resto se quedaría en casa.
Al margen de esas apreciaciones, el hecho es que hay división e insatisfacción en la sociedad estadunidense por la respuesta que el gobierno ha dado al conflicto, en la que 38 por ciento considera que ha sido correcta y 38 por ciento de forma equivocada. Para estos últimos, la ayuda a Israel en armamento debió canalizarse en apoyo a la población palestina devastada por los bombardeos israelíes y en recursos para la localización y captura del grupo terrorista que propició el ataque del 7 de octubre. Además, exigen que Biden haga un enérgico llamado a Netanyahu para que se retracte de la invasión de Gaza y, en consecuencia, se evite la matanza indiscriminada de la población palestina. En este sentido, la ONU exigió al gobierno de Israel que cumpla con las prevenciones humanitarias que la comunidad mundial ha establecido en relación con los conflictos armados. Por lo pronto, se ha abierto una brecha entre los demócratas liberales y los progresistas en torno a la forma en que el presidente debe responder a esta crisis. En momentos en que la popularidad de Joe Biden está bajo el agua, lo que menos le conviene es una división entre sus compañeros de partido que se pudiera reflejar en el ánimo de los votantes.
Uno de los efectos de la situación en Medio Oriente ha desatado una ola de islamofobia en Estados Unidos, cuya consecuencia inmediata fue el asesinato de un niño de 6 años de edad a manos de un fanático. Este evento es tal vez una de las razones de la preocupación de que 25 por ciento de la población piense que la violencia es necesaria para salvar la democracia. El caldo de cultivo para el odio y el fanatismo parece prevalecer en un sector de la sociedad que se niega a entender que la tolerancia es la única forma de vivir en paz.
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