EL DESORDEN GLOBAL
Frente a las políticas nacionalistas (a menudo opuestas) de los Estados en los que están separados, teniendo que jugar con las potencias mundiales que a menudo les instrumentalizan y, quizás lo más grave, sus propias divisiones (independencia, federalismo, qué orientación económica), el futuro del pueblo kurdo sigue abierto.
GILLES LEMÉE
El pueblo kurdo está en primera línea de de los enfrentamientos que desde hace meses sacuden Oriente Medio, en Siria-Rojava y en Irak, y sufre de manera permanente una severa represión en Turquía. Heredero de una larga historia, está dispersado en cuatro países y dividido políticamente. La solidaridad con la causa kurda invita a tomar en consideración muchos conocimientos indispensables.
Después de la Primera Guerra mundial, que supuso la dislocación del Imperio otomano, el contexto regional se modificó por entero. La cuestión kurda se plantearía en adelante en un nuevo marco: el de la Guerra Fría, porque ya había aparecido la URSS; el de la recomposición del campo occidental, con la entrada en escena de Estados Unidos y la rivalidad de los imperialismos; y el (actual) de un eje Moscú-Damasco-Teherán-Ankara.
Cuatro Estados regionales afirmarán su existencia a su manera. Turquía e Irán (antigua Persia) asumiendo una herencia secular nacional. Siria e Irak (Estado sin nación) con una identidad política y nacional por construir.
El pueblo kurdo (y su nacionalismo) quedará atenazado entre los nacionalismos locales (turco, árabe, persa y otros) que, por lo general, negarán sus derechos elementales, incluso su misma existencia, y, también, entre la política de las grandes potencias preocupadas sólo por sus intereses (estratégicos, económicos). Tendrá que posicionarse en conflictos que le superan y en los que, a veces, será instrumentalizado; por ejemplo, en la guerra Irán-Irak de 1980-1988, o en las guerras del Golfo de 1991 y 2003.
En Turquía: el nacionalismo turco contra los kurdos
El 23 de abril de 1922, Mustafá Kemal convocó una nueva Asamblea en Ankara y creó un contra-gobierno. El sultanato fue abolido el 1 de noviembre de 1922 y el 29 de octubre de 1923 fue proclamada la República turca. El 3 de marzo de 1924 fue suprimido el califato: desaparecía el Estado otomano.
Desde 1922, Kemal enunciaba así su programa: “el Estado que acaba de ser fundado es un Estado turco”. En 1924, las escuelas kurdas, las asociaciones y publicaciones kurdas fueron prohibidas; fue impuesta la lengua turca. Tras la firma del Tratado de Lausana (1923), que confirmaba la desaparición del Estado kurdo, estallaron muchas revueltas (18 en once años, de 1925 a 1936), causando un millón y medio de muertes y deportaciones. Por lo general (y sobre todo en la gran revuelta del Monte Ararat de 1927 a 1930), Gran Bretaña dio su apoyo a Mustafá Kemal. En 1939, el Kurdistán de Turquía fue declarado “zona prohibida a los extranjeros”, ¡y así se mantuvo hasta 1965!
En 1946, el parlamento votó el fin del partido único. Con la industrialización de Turquía se desarrolló progresivamente un movimiento social, así como el sindical, a pesar de dos golpes de Estado militares (1960 y 1971). También nacieron muchos movimientos kurdos. En los años 1970 se produjo una multiplicación de partidos de izquierda (incluso radicales).
Por parte kurda, en 1975 se formaron (entre otros) el PDTK (Partido Democrático del Kurdistán de Turquía), nacionalista, y el PSKT (Partido Socialista del Kurdistán de Turquía), que se pronuncia a favor de dos Estados socialistas, uno turco y otro kurdo.
En 1977, Abdullah Öcalan, militante del PSKT, publicó un manifiesto titulado “La Vía de la revolución”, que anunciaba como objetivo la independencia del Kurdistán de Turquía por medio de la alianza de los obreros y campesinos en la lucha armada contra el “Estado colonial turco”, la burguesía kurda y las organizaciones kurdas “comprometidas con el Estado turco”. En 1978, Öcalan transformó su grupo en PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán). Rechazó cualquier alianza con otras fuerzas de izquierda o de extrema izquierda, a las que combatía incluso con la violencia (llegando a cometer asesinatos).
En 1984, después de que el general Evren, apoyado por la CIA, llevase a cabo su golpe de Estado “contra la subversión”, el PKK lanzó la “guerra selectiva contra el Estado turco” y “sus colaboradores kurdos” en el Kurdistán de Turquía (decisión del 2º Congreso en 1982). En 2000, el PKK (cuyo líder fue arrestado en 1999 y permanece en prisión desde entonces) anunciaba que ponía fin a la lucha armada. Sin embargo, conservó sus fuerzas militares, refugiadas en los montes Qandil en Irak. El balance de la lucha armada es un fracaso (al menos 40.000 muertos y unos 5.000 pueblos kurdos arrasados). Además, los kurdos de Turquía manifiestan un cierto interés por lo que ocurre en Irak, donde el Kurdistán iraquí ha obtenido un estatuto de autonomía (cf. infra).
Luego se adoptó una nueva orientación más política que militar. El PKK abandonó la idea de un gran Kurdistán independiente en favor de la autonomía de los kurdos en los cuatro Estados que se volverían federales. Öcalan propuso desde la cárcel el “confederalismo democrático”, inspirándose en el teórico libertario americano Murray Bookchin.
Se organizaron partidos legales prokurdos con el fin de buscar una solución política y ya no militar (seis de esos partidos han sido sucesivamente prohibidos de 1990 a 2012). El último en nacer fue el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) que hoy mismo (2022) está, también, bajo la amenaza de ser prohibido. El programa del HDP asume una orientación social, ecologista, feminista y en defensa de la comunidad LGBT. Plantea la autonomía (y no la independencia) del Kurdistán de Turquía. Estos partidos conquistaron sólidas posiciones en las ciudades del Kurdistán (donde la mayor parte de los alcaldes son kurdos) y en el Parlamento.
En 2002, el AKP (Partido de la Justicia y del Desarrollo, islámico-conservador) de Erdogan triunfó en las legislativas. Erdogan prometió avances en la cuestión kurda: se iniciaron negociaciones en Oslo que desembocaron en los “acuerdos de Dolmabahçe” que reconocían la identidad kurda en Turquía. En 2014 fue elegido presidente de la República. Pero en 2011 se inició la revolución siria. Erdogan apoyó a la componente islamista, que esperaba oponer al PYD (Partido de la Unión Democrática), partido hermano del PKK nacido en 2003 en el norte de Siria. El 7 de junio de 2015, el éxito del HDP en las legislativas (13% de los votos, 80 escaños) privó al AKP de la mayoría absoluta en el Parlamento. Inmediatamente, Erdogan rechazó los acuerdos de Dolmabahçe y puso fin al proceso de Oslo.
El PKK llamó entonces a retomar la lucha armada. Estallaron motines urbanos en las grandes ciudades del Kurdistán. El ejército respondió con una extremada violencia (en particular en Cizre en 2015, donde decenas de civiles fueron quemados vivos en sótanos de inmuebles).
En julio de 2016 fracasó un golpe de Estado contra Erdogan, lo que éste aprovechó para ampliar la represión contra la población kurda y contra toda oposición democrática en general (decenas de miles de detenciones). El mismo año tuvo lugar el primer ataque turco contra Rojava y la ciudad de Manbij (operación Escudo del Eufrates) (ver más adelante).
Desde entonces, es imposible disociar la política interior de Erdogan y la que desarrolla contra Rojava. En el interior, la represión anti-kurda no disminuye. De manera sistemática, las y los electos kurdos del HDP son autoritariamente destituidos y sustituidos por delegados nombrados por el poder central. Sus manifestaciones son atacadas por la policía y los lobos grises (fanáticos al servicio del poder), y sus dirigentes son detenidos (entre otros, Selahattin Demirtas, preso sin juicio desde 2018).
La baza nacionalista es más utilizada cuanto más desastrosa es la situación económica del país: desde el 1 de enero [2022], la lira turca ha perdido el 28% de su valor respecto al dólar (había perdido el 44% en 2021), ha estallado la inflación y la población se empobrece. No hay nada original en el intento de desviar la cólera hacia la vía del nacionalismo pan-turco…
En Siria: la esperanza de una evolución emancipadora
En 1946, Siria (bajo mandato francés desde 1924) se hizo independiente. La población kurda era muy minoritaria (unos 3 millones, el 15% de la población) en tres regiones a lo largo de la frontera turca. También es numerosa en las ciudades de Damasco y Alepo. Con los años, la comunidad kurda ha ido creciendo por la aportación de exiliados que huyen de la represión en Turquía e Irak.
En 1957 se creó el PDKS (Partido Democrático del Kurdistán sirio), prohibido al de poco. Desde 1962, Damasco desarrolló la llamada política del cinturón árabe: miles de personas árabes sirias fueron enviadas a las zonas de población kurda; se les distribuyeron tierras y, al mismo tiempo, se le retiraron los derechos cívicos y culturales a la población kurda; entre 400.000 y 800.000 personas kurdas fueron declaradas “apátridas”. Por tanto, de entrada, hay un gran contencioso entre los dos nacionalismos.
En 1970 tomó el poder Hafez al-Assad (fracción nacionalista del partido Baas), al que sucedió en 2000 su hijo Bashar. La población kurda siria, cuya división (más de diez partidos) venía fomentada por Bashar, dudó entre la lealtad a Siria, combatir al régimen legalmente o la lucha armada. Débil, aislada, la población kurda, en su mayoría, optó más bien por un pankurdismo transnacional, correspondiente más o menos a la visión del PKK. En 2003, después de los motines de Qamishli, éste había creado su partido hermano, el PYD (Partido de la Unión Democrática). Desde 2004, mucha gente joven kurda, cansada de las sempiternas divisiones, se organizó en Comités Revolucionarios.
El año 2004 estallaron nuevas revueltas kurdas en Qamishli, Afrin y en la Jazirah, siendo reprimidas al precio de decenas de muertes y millares de arrestos. También en 2008 se produjeron nuevas revueltas con ocasión del Novruz (fiesta considerada como el Año Nuevo).
Cuando estalló la Revolución siria en 2011 (hay que conservar en la memoria que desde entonces hasta hoy día todos los acontecimientos se han desarrollado en un contexto de guerra), los Comités Revolucionarios de la juventud kurda se sumaron al movimiento en las ciudades, mientras que PYD y PDKS se mantuvieron desconfiados de los árabes.
Los movimientos kurdos se enfrentaron a un dilema: desolidarizarse de esta revuelta esperando a cambio obtener concesiones de Bashar (como fue el caso de los partidos de influencia barzanista; en general, los partidos en la órbita kurdo-iraquí, ver más adelante) que permitirían llegar a una autonomía como en Irak, o bien apoyar la revuelta popular.
En 2011, se creó (en Estambul) un Consejo Nacional Sirio que se presentó como representante de la oposición democrática siria: este Consejo (apoyado por Turquía y Arabia Saudita) rechazó tener en cuenta la reivindicación kurda. Las y los kurdos crearon, por tanto, un Consejo Nacional Kurdo Sirio, al que se adhirió el PYD en 2012. Éste participó en la lucha por su propia cuenta. Aprovechó el despliegue del ejército de Bashar en Alepo y Damasco para imponer su hegemonía, garantizando la seguridad militar en la zona gracias a sus milicias armadas, las YPG/YPJ (Unidades de Protección del Pueblo/Unidades de Protección de las Mujeres). Este despliegue de las fuerzas armadas de Bashar suscitó controversia, e incluso se sugirió una “complicidad” con el PYD. Como mínimo, se puede decir que en ese momento Bashar, con grandes dificultades militares, intentó librarse de la oposición armada kurda y que tácticamente dejó frente a frente a las fuerzas kurdas y al ejército turco del otro lado de la frontera.
Sin embargo, en general se admite que las PYD/PYJ son la fuerza principal entre la población kurda (beneficiándose de la experiencia de la lucha armada del PKK en Turquía, así como del refuerzo de un buen millar de sus combatientes, hombres y mujeres). La oposición del PYD a las otras formaciones kurdas (en particular el PDKS barzanista) es violenta, y es posible, si no probable, que algunos militantes hayan sido secuestrados, forzados a exiliarse o, incluso, asesinados… Los Comités Revolucionarios de la juventud también han sido puestos bajo tutela. Entre los barzanistas y el PYD perdura una rivalidad a menudo violenta.
En 2013, el PYD proclamó la autonomía de los tres cantones de Jazirah, Kobané y Afrin. El 29 de enero de 2014 se adoptó la “Carta del Contrato Social” (una especie de Constitución provisional) de Rojava, autoproclamada región autónoma. Este texto adoptaba los principios de laicidad, igualdad de sexos y reconocimiento de los derechos de las minorías étnicas y religiosas y se reconocían tres lenguas oficiales: el kurdo, el árabe y el siriaco.
En junio de 2014, Dáesh (Estado Islámico) estableció su califato en Irak y en una parte de Siria, y continuó su avance hacia el norte, pero fue frenado en Kobane (septiembre 2014-enero 2015) por la resistencia kurda, que jugó un papel determinante. El PYD lo aprovechó para crear las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias) mediante la fusión de las YPG con las milicias árabes en octubre de 2015. Unas fuerzas armadas en cuyo seno el papel ineludible que tuvieron las mujeres combatientes en la batalla de Kobane ha entrado en la historia y sirve de escaparate para la política de Rojava en relación a las mujeres.
Gracias a esta victoria, el pueblo kurdo pasó a primer plano de la escena y ganó la ocasión, por primera vez, de concretar una respuesta a sus reivindicaciones identitarias. Estas se concretaban en una experiencia geopolítica singular: la afirmación de lo que en adelante se denominará Rojava (Kurdistán occidental, en kurdo), que las y los kurdos llaman hoy Federación Autónoma del Norte y del Este de Siria (FANES), gestionada por la Administración Autónoma del Norte y del Este de Siria (AANES), según la concepción que defienden de una Siria federal. Tras la victoria de las FDS en la batalla de Raqqa contra Dáesh (noviembre 2016-junio 2017), esta federación se ha ampliado a siete cantones: tres kurdos (Rojava) y cuatro árabes liberados de Dáesh (entre ellos Raqqa). Así pues, cubre alrededor de un tercio de Siria.
La inspiración ideológica de la AANES proviene del confederalismo democrático de Öcalan, a su vez inspirado en el municipalismo libertario de Murray Bookchin. Definido en pocas palabras, se trata de ir hacia el final del Estado-nación federando comunidades de base (especie de municipios) en los que las mujeres tienen asegurada la paridad a todos los niveles. Hay que precisar que esta democracia ideal no deja de suscitar algunas críticas (ejercicio real de la democracia, respeto de los derechos humanos), sobre todo entre sus simpatizantes, que el marco de este artículo no permite desarrollar.
La existencia de Rojava chocaba de lleno con el panturquismo de Erdogan. Inició entonces una serie de agresiones armadas en su contra. Agosto 2016: operación Escudo del Eúfrates contra la ciudad de Manbij; enero 2018: operación Ramo de olivo entregando la región de Afrin a la ocupación turca y sobre todo yihadista. Hoy continúan las exacciones de todo tipo; octubre 2019: operación Fuente de Paz, contra las ciudades de Ras al-Ayn y Tell Abyad.
Frente a estas amenazas, la AANES adoptó una política pragmática de billar a tres bandas (entre Erdogan, Putin y Bashar) y los Occidentales (que dejaron a la población kurda muy sola –sin abandonarla por completo– tras su victoria sobre Dáesh), en la que se juega su supervivencia. Contra Turquía, la población kurda pudo pedir la protección del régimen sirio (milicias sirias que no eran fuerzas oficiales les ayudaron en la defensa de Afrin). El vínculo con los occidentales (que proporcionaron una ayuda aérea en batallas decisivas) es más bien fluctuante. Y sin la luz verde dada por Rusia a Turquía, el ataque de Afrin nunca habría tenido lugar ¡mientras soldados rusos luchaban junto a los kurdos en la batalla de Deir ez Zor contra Dáesh!
Actualmente, la principal amenaza para Rojava proviene de Turquía. Los objetivos de Erdogan son romper el frente kurdo (y al PKK en lo interno) e instalar en Rojava a una parte de los refugiados presentes en Turquía, para minorizar a los kurdos.
Lanzada el 19 de noviembre de 2022 (operación Marca de espada), la última agresión militar del ejército turco contra la región continúa. El 3 de diciembre, Turquía bombardeó 46 pueblos por medio de drones y aviones: decenas de víctimas civiles perdieron la vida. Los ataques turcos destruyeron principalmente infraestructuras civiles: centrales eléctricas, silos de granos, estaciones de bombeo de agua, gas y petróleo, escuelas, hospitales, huertas, bosques plantados para luchar contra la desertización y vías de comunicación. El Estado turco también lleva a cabo una guerra del agua en esta región desértica en un 80%, secando el cauce del Éufrates, lo que impacta en la vida de millones de personas. La región está en una situación de emergencia humanitaria, con la seguridad alimentaria y sanitaria amenazada.
Erdogan ha declarado que “no se plantea que la operación se limite a una operación aérea”, por lo que hace pesar la amenaza de una nueva invasión terrestre. Las reacciones internacionales se limitan, por el momento, a llamamientos a la “moderación”, dirigidos a Erdogan por parte de Biden, Macron y… Putin.
En Irak: nacimiento de un Kurdistán autónomo
La Sociedad de Naciones estableció en 1923 el territorio bajo mandato británico. Es un país árabe, en un 60% chiita. La población kurda, que habitaba en el norte y en su mayoría era sunita, rechazó estar bajo dominación británica y árabe. Gran Bretaña rechazó su autonomía: de 1920 a 1924 se sucedieron las revueltas kurdas, todas ellas aplastadas por los británicos. Siguió un corto periodo de compromiso (Inglaterra tomó en consideración a la población kurda, a quien necesitaba contra la amenaza turca en Mosul). Entre 1931 y 1937 y entre 1942-1943 estallaron nuevas revueltas encabezadas por el molá Mustafá Barzani. Los Barzani son dignatarios religiosos y jefes de un clan que federa varias tribus de la región de Barzan. Son conservadores. Derrotado por los ingleses, Barzani fundó en Irán la efímera república kurda de Mahabad (ver más adelante), y después se refugió en la Unión Soviética hasta 1958.
En 1958, el golpe de Estado del general Kassem derrocó al rey Faysal (impuesto por los británicos). Mustafá Barzani volvió de la URSS a la cabeza del PDK (Partido Democrático del Kurdistán) que había fundado en 1946 y que entonces se consideraba progresista (al reclamar, sobre todo, una reforma agraria) y nacionalista. Reivindicaba la autonomía (y no la independencia) del Kurdistán iraquí.
En los años sesenta estallaron movimientos sociales apoyados por el Partido Comunista iraquí: el PDK apoyó al general Kassem y participó en la represión de la revuelta campesina, afirmando al mismo tiempo una orientación de clase que ya no negará (¡el PDK participó en el asesinato de militantes del PC!).
Una vez victorioso, Kassem se volvió contra el pueblo kurdo: Barzani retomó la lucha armada en 1961 (hasta 1970) y reclamó (obteniéndola) la ayuda del Sah de Irán (¡a quien entregó militantes kurdos-iraníes refugiados en Irak!).
En 1970, Saddam Hussein tomó el poder y Barzani obtuvo promesas de autonomía… no cumplidas. En 1974, se reanudó la guerra entre el PDK, sus peshmergas, y Saddam. El PDK tuvo el apoyo de Irán hasta los acuerdos de Argel entre Irán e Irak (1975) sobre el control de las fronteras. Las fuerzas kurdas fueron derrotadas. Barzani se refugió en EE UU (donde murió en 1979).
Las luchas internas kurdas se fueron multiplicando. En 1975, Jalal Talabani fue excluido del PDK por Barzani y fundó el UPK (Unión Patriótica del Kurdistán) que se convirtió en el segundo gran partido kurdo de Irak. A menudo se situará cercano a Irán, mientras que el PDK tendrá preferencia por Turquía.
El año 1979 abrió un ciclo de acontecimientos en Oriente Medio. El ayatola Jomeini llegó al poder en Irán y llamó a los iraquíes (en su mayoría chiitas, como los iraníes) a derrocar a Saddam. Este último, apoyado por Occidente, lanzó en 1980 la guerra contra Irán: duró ocho años, hasta 1988. El PDK (dirigido entonces por Masud Barzani, el hijo de Mustafá) y el UPK fueron apoyados por Irán y ayudaron a las tropas iraníes. Saddam desencadenó entonces una política genocida contra la población kurda. De febrero a septiembre de 1988, las regiones kurdas del norte de Irak sufrieron bombardeos; en particular, la ciudad de Halabja (marzo de 1988) en la que bombardeos químicos ocasionaron más de 5.000 muertes entre la población civil. En total, la represión de Saddam habría asesinado a unas 180.000 personas y arrasado cerca de 5.000 pueblos. A pesar de todo, Saddam siguió siendo el aliado de Occidente hasta comienzos de 1991, cuando invadió Kuwait.
De enero a marzo de 1991, una coalición occidental encabezada por EE UU echó al ejército iraquí de Kuwait (fue la primera Guerra del Golfo: operación Tormenta del Desierto). Creyendo que Occidente había abandonado a Saddam, las y los kurdos se sublevaron y Saddam reanudó los bombardeos en el norte de Irak. La ONU (bajo la presión de Mitterrand, retomada por Bush) declaró entonces a la región kurda bajo su protección y, en agosto de 1992, fue proclamada la autonomía de la región del Kurdistán de Irak (GRK, Gobierno Regional del Kurdistán). Se eligió una asamblea legislativa y el PDK (45%) y la UPK (43%) empataron. Esta rivalidad desembocó en una guerra civil entre ambos, de 1994 a 1998, en el curso de la cual la UPK se aproximó de nuevo a Irán y el PDK a Turquía. De hecho, el Kurdistán iraquí estuvo dividido en dos y EE UU impuso el fin de las hostilidades en 1998: el norte (2/3 del territorio) quedó controlado por el PDK, con Erbil de capital, y el sur (Suleimaniya) por la UPK, convirtiéndose Barzani en el primer presidente del GRK y Talabani… en ¡presidente de la República de Irak!
Después de la segunda guerra del Golfo (2003), en Irak se abrió un periodo de caos bajo ocupación americana, aunque también de relativa prosperidad económica en el GRK que se benefició de grandes inversiones americanas, de los Emiratos, iraníes y turcas (las empresas turcas representan el 80% de las empresas del GRK).
Se abrió entonces un trágico ciclo de divisiones. PDK y UPK multiplicaron las operaciones militares contra las guerrillas del PKK en los montes Qandil, en nombre de sus relaciones económicas con Turquía que querían proteger. El gobierno del GRK aceptó la presencia en su territorio de algunos miles de soldados turcos en lucha contra los guerrilleros del PKK que se habían replegado, lo que fue denunciado por la UPK. Mientras se degradaban las relaciones del GRK con el Estado central iraquí (que tenía que haber devenido federal en 2005) por el control de las regiones petrolíferas de Mosul y de Kirkuk, reivindicadas por ambas partes, la protesta social creció: huelgas obreras y protestas estudiantiles que fueron violentamente reprimidas. También se denunció el clientelismo y la corrupción, lo que llevó en 2009 a la creación de un nuevo partido, GORAN (liberal laico), fundamentalmente apoyado por la juventud.
Un importante acontecimiento trastornó entonces la región: en junio de 2014, el grupo islamista Dáesh (nacido de la filial en Irak de Al-Qaeda) proclamó su Califato en Irak y Siria. Ese mismo mes, Dáesh tomó Mosul. Aprovechándose del desmoronamiento del ejército iraquí, las tropas del GRK tomaron Kirkuk. ¡Dáesh atacó la ciudad y el ejército iraní intervino para detenerlo y salvar a los peshmergas y al GRK!
En 2017, PDK, UPK y GORAN se pusieron de acuerdo para organizar un referéndum sobre la independencia del Kurdistán de Irak. Tuvo lugar el 25 de setiembre de 2017, con un 72% de participación y un 93% de síes. Pero este referéndum no fue reconocido ni por Bagdad ni por las potencias occidentales: por tanto, fue un golpe en el vacío, pero del que se aprovechó Bagdad para recuperar Mosul (y sus riquezas petroleras) y Kirkuk.
En 2017 se produjo también la muerte de Jalal Talabani. Su sucesión dio lugar a una serie de golpes bajos entre sus hijos y sobrinos. Todo ello en un contexto de contestación política creciente por parte de una población exasperada por la corrupción y la especulación de sus élites. Las divergencias políticas en el seno de éstas no suelen ser más que una pantalla para tapar querellas de familia por parte de un poder que permite el desfalco de la economía del GRK en beneficio de sus propios intereses.
A día de hoy sigue habiendo un Barzani (Nechirvan, sobrino de Massud, nieto de Mustafá) presidiendo el GRK, y su primo Masrur es primer ministro por el PDK. Y un Talabani (Qubab, hijo de Jalal) es vice primer ministro. La situación económica se degrada, marcada por el aumento de los precios del carburante y los productos alimentarios; la represión sigue actuando, y Aziz Kader (investigador independiente) ha podido escribir que “la corrupción no sólo forma parte del sistema, sino que casi todo el proceso se basa en la corrupción”. Sin embargo, Talabani ha anunciado con orgullo que ya había 17 milmillonarios en el GRK: el primero es un Barzani, y el segundo un Talabani… Como se puede ver, estamos muy lejos de la experiencia de Rojava…
En Irán: frente a la tiranía de los mulás
En Irán, los kurdos representan entre el 8% y el 15% de la población (pero más del 50% de los presos políticos, cifra anterior a la actual revuelta). El Sah Riza Khan fundó la dinastía Pahlavi en 1921. Se negó a reconocer ningún derecho a la población kurda e incluso quiso quebrar el poder de los jefes de tribus. Las revueltas fueron casi permanentes entre 1919 y 1930.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Sah se alió con Alemania y el país fue ocupado por la URSS, al norte, y Gran Bretaña, al sur. En enero de 1946 se produjo un nuevo levantamiento kurdo, reforzado con tropas proporcionadas por el kurdo iraquí Mustafá Barzani. Los británicos negaron su apoyo, pero Stalin les concedió el suyo. Así nació la efímera república de Mahabad (enero-mayo de 1946). Fue efímera pero importante, porque fue la primera república kurda independiente de verdad. Estuvo dirigida por el PDKI (Partido Democrático del kurdistán iraquí, fundado en 1945). En mayo de 1946, Stalin le retiró su apoyo al haber obtenido del Sah la creación de una compañía petrolera soviético-iraní. Teherán aplastó entonces la república de Mahabad. Sin embargo, su memoria sigue viva: en 1952, en las elecciones legislativas en el Irán de Massadegh, el PDKI obtuvo más del 80% de los votos en Mahabad.
A finales del siglo XX se produjo una reconfiguración de las organizaciones kurdas. En 1969 se fundó el Komala (Comité de los Revolucionarios del Kurdistán iraní), sobre bases maoístas que abandonó después por una orientación socialdemócrata, nacionalista y federalista.
La revuelta contra el poder dictatorial del Sah Mohammad Reza Pahlavi hizo despertar a una oposición revolucionaria. En 1978, los cuadros del PDKI (en particular Abdul Rahman Ghassemlou) volvieron del exilio y aceptaron una alianza con el Tudeh (partido comunista), así como con otras organizaciones (incluso religiosas) para derrocarlo. La población civil kurda participó en la lucha, no en apoyo a Jomeini (chiita, mientras que los kurdos son sunitas), sino esperando obtener un estatuto de autonomía. Pero desde febrero de 1979, Jomeini, ya en el poder, envió al ejército “contra el pueblo ateo del Kurdistán”. Tras tres años de guerra, controló el Kurdistán iraní. La represión fue terrible (se estima en 45.000 las personas muertas, de las que sólo 5.000 eran combatientes). Los últimos combatientes kurdos se replegaron a Irak en 1983.
La guerra Irán-Irak (1980-1988) fue duplicada con una guerra civil entre kurdos, apoyando Irán a los kurdos del PDK iraquí y, a la inversa, Saddam (aunque de forma más blanda) !al PDK iraní! El 13 de julio de 1989, Ghassemlu fue asesinado por agentes iraníes en Viena, a donde había acudido para negociaciones. En 2004 se fundó el PJAK (Partido por una Vida Libre en el Kurdistán de Irán). Se trata de un partido hermano del PKK, que realiza operaciones de guerrilla. Un año antes había sido fundado el PAK (Partido de la Libertad del Kurdistán).
La represión anti-kurda que se había reducido con la elección en 1997 del reformista Jatamí aumentó con la elección de Ahmadinejad en 2005, sobre todo tras los motines urbanos de ese mismo año. Sin embargo, el movimiento kurdo se mantuvo lo bastante dinámico como para permitir el éxito de una huelga general en el Kurdistán iraní en 2008. Después de las revueltas esporádicas de 2013 (Marivan) y 2015 (Mahabad), las tres principales formaciones kurdas se opusieron a la lucha armada, que sólo el PJAK continúa.
El asesinato el 16 de setiembre de 2022 de la joven Jina (Mahsa) Amini por la policía de costumbres de los mulás fue la señal para una nueva revuelta, iniciada por las mujeres iraníes con el valor que se les conoce (aquí no se abordamos la situación actual en Irán, que merece un artículo aparte). A raíz de la revuelta de las mujeres, la mayor parte de la población del país está impugnando al régimen y luchando por la democracia contra la dictadura islamista, por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Frente a esta revuelta que no decae, la represión es terrible. Y más en particular en el Kurdistán (y también en regiones minoritarias, como Beluchistán). Es cierto que la región fue la primera en sublevarse: la joven asesinada se llamaba Jina, lo que demuestra su identidad kurda (la administración del Estado islámico, que rechaza cualquier nombre kurdo, la ha llamado Mahsa). Los partidos kurdos consideran al Kurdistán iraní como una parte de la nación kurda (como lo atestigua el eslogan “De oeste a este, Kurdistán es un solo país”) que debe tener derecho a disponer de sí misma. Son partidarios de una solución política en el marco de un Irán democrático, dudando entre la autonomía o, cada vez más, una solución federalista. Las organizaciones clandestinas kurdas juegan un papel muy importante en la organización, encuadramiento y desarrollo de la actual revuelta (para Asso Hassan Zadeh, dirigente del PDKI, “los kurdos de Irán son la vanguardia del movimiento” actual). Buena prueba de ello es, sin niguna duda, la adopción generalizada del eslogan kurdo procedente del PKK kurdo, vía Rojava, “mujer, vida, libertad”. Fueron ellas quienes llamaron a la huelga general del 7 de diciembre, que fue un éxito (Teherán envió drones que bombardearon la región del Kurdistán autónomo de Irak, considerada como una base de retaguardia de la insurrección en Irán).
Los guardianes de la Revolución están desplegados masivamente en el Kurdistán, en donde disparan fuego real contra las y los manifestantes y utilizan todo tipo de armas de guerra (incluso helicópteros). Se estima que hoy las y los kurdos representan la mitad de las personas civiles asesinadas por la represión. El futuro de un Kurdistán iraní depende evidentemente del desarrollo de la revolución actualmente en curso en Irán...
Para no concluir
Frente a las políticas nacionalistas (a menudo opuestas) de los Estados en los que están separados, teniendo que jugar con las potencias mundiales que a menudo les instrumentalizan y, quizás lo más grave, sus propias divisiones (independencia, federalismo, qué orientación económica), el futuro del pueblo kurdo sigue abierto. Sigue teniendo valor el viejo proverbio del mayor pueblo del mundo sin Estado: “El pueblo kurdo no tiene otros amigos que las montañas”…
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Un resumen de su historia
El espacio geográfico kurdo abarca una vasta región del sur y el este de Turquía, el noreste de Irak, el norte y el este de Siria y el oeste de Irán.
En el siglo XI, los turcos seléucidas invadieron la región y en el siglo XII apareció (en los textos) una región administrativa llamada Kurdistán.
En el siglo XII, Saladino (Salah ad-Din) fundó la dinastía ayubí (llamada así por su padre Najm al-Din Ayyub). Era de origen kurdo (nació en Tikrit en 1138). En 1187 arrebató Jerusalén a los cruzados.
En el siglo XIV se fundó el Imperio Otomano, que alcanzó su apogeo en el siglo XVI con Solimán el Magnífico. En el siglo XVI, los kurdos se instalaron en la zona fronteriza entre los imperios persa y otomano. Se organizaron entonces en principados (o emiratos) y debían lealtad (a menudo sólo teórica) a uno de los dos imperios.
En 1514, ambos imperios se enfrentaron en la batalla de Chaldiran. Dieciséis principados kurdos apoyaron a los otomanos, porque eran suníes, frente a los persas chiíes. Los otomanos salen victoriosos y los dieciséis principados reciben en agradecimiento una amplia autonomía (financiera, jurídica, militar, administrativa).
A partir del siglo XIX, el Imperio Otomano se vio desafiado por el auge de los nacionalismos (sobre todo griego y árabe). Se vio amenazado por Rusia, en busca de salidas a los mares cálidos, y por las potencias occidentales, que pretendían desmembrarlo.
De 1839 a 1876, los sultanes multiplicaron las reformas para modernizar el Imperio. Su centralización se reforzó y los principados kurdos vieron su autonomía considerablemente reducida o incluso desaparecida. Estallaron numerosas revueltas kurdas, entre las que destacan las de Bedir Khan (de 1843 a 1847) y la de Ubeydullah (1871-1881), que fue la primera revuelta transfronteriza (en Persia y en el Imperio otomano).
Cuando los principados kurdos perdieron su autonomía, los emires perdieron su poder y fueron las tribus (y sus jefes) quienes asumieron el kurdismo. El tribalismo se convirtió en un modo de resistencia contra el Imperio. Sin embargo, el Palacio jugó con las rivalidades entre las tribus y favoreció a las orientales. Encargó a algunas de ellas que lo defendieran de las amenazas persas y rusas formando regimientos de caballería, los Hamidiye, siguiendo el modelo de los cosacos rusos. Fueron estos regimientos los que se hicieron tristemente célebres por reprimir el levantamiento armenio de 1894 (matando entre 100.000 y 300.000 personas) y participar intensamente en el genocidio de 1915 (1,5 millones de muertos) con motivaciones anticristianas y el deseo de apoderarse de tierras de las y los armenios.
Otro tipo de reacción se produjo en la intelectualidad occidentalizada, presente sobre todo en los grandes centros urbanos (en particular, Estambul). En 1898 se publica la revista Kurdistán, que se pronuncia a favor de una autonomía kurda compatible con el otomanismo y solidaria con los armenios. Este nacionalismo fue marginado por los jefes de las tribus y las cofradías religiosas.
En 1865 se creó el movimiento de los Jóvenes Turcos, que obligó al sultán Abdul Hamid II a abdicar en 1908 y tomó el poder bajo el nombre de “Comité de Unión y Progreso”. Cada vez más autoritario, este gobierno propugnaba un panturquismo ultranacionalista y en 1913 condujo al Imperio a una alianza con Alemania; luchó junto a ella en la Primera Guerra Mundial. El Imperio Otomano se encontró así en el bando perdedor.
Gran Bretaña y Francia se anticiparon a la derrota alemana (y, por tanto, otomana) y tomaron la iniciativa en el reparto del botín. Ya en 1916, Mark Sykes, diplomático y oficial británico, y François Georges-Picot, diplomático francés, trazaron en nombre de sus gobiernos zonas de influencia en las que Francia y Gran Bretaña preservarían sus intereses estratégicos y económicos (en particular, el petróleo). Gran Bretaña se reservó (según la terminología actual) Palestina, Jordania e Irak, mientras que Francia se apoderaba de Siria y Líbano. El Este se divide en dos (por el petróleo): el villayet (provincia) de Mosul. El norte a los franceses (Erbil); el sur a los británicos (Kirkuk, Suleimaniya). El acuerdo era secreto y fue revelado por los bolcheviques tras la revolución de 1917.
En 1917, EE UU entró en la guerra mundial y obtuvo una revisión del reparto. El 10 de agosto de 1920 se firmó el Tratado de Sèvres. Incluye el punto 12 de los “14 puntos” del presidente estadounidense Wilson sobre “el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos”. El Imperio Otomano se dividió en una parte turca y otra árabe... Turquía se dividió en zonas de influencia británica, francesa e italiana. Y, sobre todo, el tratado previó la creación de un Estado kurdo y de un Estado armenio.
Mustafá Kemal, oficial turco al mando de un ejército en Anatolia oriental, rechazó el tratado y prosiguió la guerra. Tras su victoria, impuso un nuevo tratado. El 24 de julio de 1923 se firmó el Tratado de Lausana. Turquía obtuvo las dimensiones aproximadas de sus fronteras actuales. Los Estados kurdo y armenio desaparecieron. Los kurdos se vieron divididos en cuatro Estados: uno antiguo, Persia, y tres nuevos: uno turco y dos árabes (Irak y Siria). Los derechos del pueblo kurdo iban a ser impugnados y negados en todas partes por los nacionalismos persa, turco y árabe.
La cuestión ahora es: ¿cómo se enfrentarán, en cada uno de estos Estados, estos nacionalismos al nacionalismo kurdo? y, también, en segundo plano, ¿cómo se desarrollarán los enfrentamientos entre suníes y chiíes, y cómo los imperialismos occidentales amplificarán estos enfrentamientos?
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Gilles Lemée es militante del movimiento Ensemble. Es miembro de la asociación Amitiés Kurdes de Lyon-Rhône-Alpes.
Contretemps, 56, pp. 62-77, 2023
Traducción: viento sur
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