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LA MISIÓN DE SALVAR AL CAPITALISMO COLOMBIANO

Las reformas, según Mazzucato, deben estar basadas en tres pilares: crecimiento inteligente (asociado a la innovación), crecimiento sostenible (más verde) y crecimiento inclusivo (con menos desigualdad)
Los cambios propuestos por economistas como Mariana Mazzucato, una de las preferidas del petrismo, son tolerados porque son apenas reformas que no alteran las bases del desarrollo, su enfoque en el crecimiento y organizados sobre la propiedad, el mercado y el Estado.

Eduardo Gudynas*


Es muy común que los líderes políticos, e incluso los gobiernos, utilicen la figura de algún destacado economista europeo o norteamericano para vestir y hacer más atractivas sus propuestas o intenciones. Entre ellos, la economista Mariana Mazzucato ha cobrado reciente notoriedad por haber sido repetidamente citada por el gobierno Petro así como por Gabriel Boric en Chile. De modo similar, en Argentina, la vertiente peronista kirchnerista de Alberto Fernández no solamente cuenta con ella sino que además suma al premio Nobel Joseph Stiglitz.

Enarbolar las ideas y publicaciones de un economista extranjero famoso tiene varias finalidades. En ocasiones es utilizado para mostrar como serias y necesarias las ideas de un gobierno; en otros momentos pueden ser simples manejos publicitarios.

Si bien esos casos recientes están asociados a los nuevos regímenes progresistas en Colombia, Argentina o Chile, en el pasado eso mismo era aprovechado por los partidos y líderes conservadores. Cada uno buscó y encontró un economista de referencia en el Norte para citar o explicar, pongamos por caso, los ajustes fiscales o las privatizaciones. El caso más emblemático fue el desembarco de los asesores monetaristas de la Universidad de Chicago (Estados Unidos) en Chile, durante la dictadura de Pinochet.

Una misión a la luna

La preferida del petrismo es Mariana Mazzucato, una economista oriunda de Italia, y que además tiene nacionalidad estadounidense y británica. Actualmente es docente en la University College de Londres, donde fundó y dirige un instituto sobre innovación y políticas públicas. Le place ser descrita como una economista que tiene la “misión” de “salvar al capitalismo de sí mismo”, lo que es revelador de sus ideas. Esa premisa, trasladada al país, podría formularse como “salvar al capitalismo colombiano de sí mismo”.

El término “misión” juega un papel central aunque proviene de un ámbito inesperado. Mazzucato alude a la misión de la Nasa de viajar a la Luna, por la cual se organizaron recursos humanos y financieros, mientras se innovaba en ciencia y tecnología, para que las naves Apolo alcanzaran nuestro satélite. Ese abordaje se anuncia en el título de uno de sus más recientes libros y que ya está disponible en español: “Misión economía. Una guía para cambiar el capitalismo”1.

A lo largo de los últimos años, Mazzucato ha criticado las versiones del capitalismo ensimismadas con la especulación, con enormes ganancias acaparadas por billonarios que transfieren a la sociedad los riesgos. Muchos de sus aportes han sido en políticas industriales, incluyendo estudios sobre cómo los gobiernos financian nuevas tecnologías pero que después son apropiadas por empresas. Es una ardiente defensora del Estado, pero en el sentido de que sea un empresario, un animador de la innovación y un generador de nuevos productos y procesos. Rechaza tercerizar algunas actividades y busca acotar el interés privado empresarial para potenciar metas colectivas.

Desde el punto de vista de economistas ortodoxos, como políticos conservadores, es descrita como radical y sus ideas son rechazadas duramente. Le recuerdan conocidos ejemplos de incapacidades e ineficiencias estatales para gestionar servicios o empresas; como en otras oportunidades, al criticarla recurren al miedo con un supuesto regreso de un control estatal al estilo soviético, o bien repiten el credo del libre mercado. Son, al fin de cuentas, las conocidas reacciones mercantilizadas, casi siempre dogmáticas y superficiales.

Frente a las recetas neoliberales, y en especial por sus aplicaciones en América Latina, es evidente que las ideas de Mazzucato son una superación. Al promoverse estrategias de desarrollo que recuperan los intereses colectivos, defender al Estado y regular los mercados, se rompe con los neoliberalismos. Pero ese balance no basta y es necesario avanzar con un poco más de rigurosidad.

Dialogar y crecer

El tono de las reformas que propone Mazzucato quedaron en claro en sus declaraciones durante su visita a Bogotá hace unos meses atrás. Sostuvo que el “problema más grande” que se enfrenta es que la “relación entre público y privado es muy floja, muy aburrida”, insistió en la necesidad que los gobiernos hablen con el empresariado, y puso como ejemplo de líder que habla al presidente Petro. Propuso construir un “sistema simbiótico con la sociedad civil” para “crear una inteligencia colectiva”, y desde allí le pidió a los empresarios que reflexionen sobre si la relación entre los sectores públicos y privados son dinámicas, innovadoras, y atienden los intereses públicos2.

Esto deja en evidencia tanto las potencialidades como los límites de Mazzucato. Es evidente que el diagnóstico sobre cuál es el principal problema colombiano es muy simplista. Su llamado al diálogo es bienvenido, la metáfora de una inteligencia colectiva colombiana puede entusiasmar a algunos pero no a muchos, no puede desconocerse que las asociaciones público-privadas no son una novedad ya que han sido aplicadas por izquierda y derecha en América Latina. Advertir que un cierto capitalismo genera desigualdad, estancamiento, crisis ecológicas y políticas, ha sido señalado por décadas. Asimismo, su defensa del Estado inmediatamente permite recordar a otro economista, Johan Maynard Keynes, cuyas tesis también son muy conocidas. El tono de Mazzucato más allá de sus llamados al diálogo y participación entre actores sociales, es tecnocrático, e incluso le ha reprendido a la izquierda por ser perezosa y por no centrarse en crear riqueza.

Las reformas, según Mazzucato, deben estar basadas en tres pilares: crecimiento inteligente (asociado a la innovación), crecimiento sostenible (más verde) y crecimiento inclusivo (con menos desigualdad)3. Esto deja en claro que es una enérgica defensora del crecimiento económico –el mito fundamental del desarrollo contemporáneo–. Esto la aleja de los discursos de los petristas que defienden el decrecimiento.

Todo este conjunto, incluyendo los componentes referidos al Estado, diálogos, crecimiento y otros ingredientes más, están contenidos dentro del desarrollo capitalista. Mazzucato no busca una alternativa distinta, sino que desea mejorarlo, y le otorga la mayor importancia a esa tarea. Esto la ubica en el mismo espacio que otros economistas que exploran las reformulaciones del capitalismo. Se suma así otra diferencia con el discurso petrista ya que, al menos en algunos de sus dichos, es crítico del capitalismo.

Esas fricciones, sean sobre el crecimiento o decrecimiento, la reforma al capitalismo o una alternativa más allá de este, parecen pasar desapercibidas, en parte por el entrevero y las imprecisiones conceptuales en el gobierno.

Pero eso no anula que Mazzucato, como Stiglitz y otros economistas, si bien son heterodoxos frente al dogmatismo del libre mercado, no rechazan los fundamentos esenciales del desarrollo capitalista, como la propiedad, la existencia de mercados o el propósito de asegurar el crecimiento. Todos coinciden que es posible reformarlo y las diferencias entre ellos residen en cuales serían esos ajustes.

La posibilidad de un debate de ese tipo tiene aspectos positivos. Es bienvenido que se ponga en consideración, por ejemplo, el papel del Estado en diseñar y sostener estrategias de desarrollo, y en sus roles en regular, controlar y encauzar el mercado. Ninguna de esas cuestiones, y otros temas asociados, son asuntos menores, y en especial por haber sido relegadas por años por sucesivos gobiernos conservadores. Pero debe sopesarse al menos dos cuestiones. Primera, si las propuestas de Mazzucato y otros reformistas son las más apropiadas para la historia y las particularidades latinoamericanas, y segunda, si restringir la reflexión a distintos tipos de desarrollo capitalista es lo más adecuado para nuestras circunstancias.

Las experiencias latinoamericanas

En el caso de Mazzucato, y en especial en sus propuestas más recientes, es muy clara la influencia de la severa crisis en Inglaterra y Europa y las secuelas de la pandemia, y esas son circunstancias muy distintas a las latinoamericanas. Abordó las circunstancias en nuestro continente en un breve manual elaborado para la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) en el que enumera ejemplos para arios países.

El documento se inicia con el ambicioso título de “cambio transformacional”, siguiendo su perspectiva de una “misión”, tal como se comentó antes. Sin embargo lo que se ofrece son indicaciones muy generales intercaladas con alusiones a emprendimientos que están en marcha4. El ejemplo colombiano es el sistema de cuidados en Bogotá que, según Mazzucato, corresponde a una “misión” que Claudia López y su equipo saben “muy bien”, enfocada en brindar servicios públicos, lo que a su vez requiere participación y representación de ciudadanos. Pero más allá de una descripción sumaria no hay mayores elaboraciones.

En cambio, otros problemas agudos del desarrollo latinoamericano no son contemplados adecuadamente, e incluso es dudoso si son entendidos en esa y otras publicaciones de Mazzucato. Considerando los extractivismos mineros y petroleros, en tanto uno de los dramas más urgentes en el continente, en lugar de proponer vías concretas y prácticas para superarlos, los mantiene. Esto queda muy en evidencia con su ejemplo para Chile, colocando como “misión” un programa gubernamental cuyo propósito es aumentar la extracción minera y las exportaciones bajo algunos ajustes. Aunque reconoce las fallas en la implementación de esa iniciativa específica, la alternativa de Mazzucato a los extractivismos son más extractivismos aunque sazonados con investigación y Estado. O sea, nada muy distinto a lo que han prometido varios gobiernos.

Dando un paso más, es llamativo que políticos como Petro, pero más aún la Cepal, recurran a una economista del Norte para guiar reformas en América Latina, cuando ya existen aportes conceptuales mucho más completos y ajustados a nuestras circunstancias, y que incluso han sido ensayados en varios países. No es aconsejable ni olvidar ni desechar nuestra historia para otra vez caer en la copia de las recetas del norte.

Recordemos que la anterior generación de gobiernos progresistas llevó adelante distintas reformas, regulaciones sobre los mercados y apuestas a empresas estatales. Estas se aplicaron, pongamos por caso en Venezuela atrapadas en un desorden en política monetaria y financiera, pero en Bolivia se llevaron adelante bajo un manejo económico ordenado y por momentos convencional. También se lanzaron ideas y modelos conceptuales detallados en varios frentes, como ocurrió en Ecuador y Argentina, con la aspiración de diversificar las economías nacionales. Se puede discutir sobre los resultados logrados, pero eso no afecta la esencia del argumento aquí señalado, ya sea en su éxito o fracaso allí están las enseñanzas a tomar en cuenta.

Tal vez en Brasil fue donde se elaboraron las ideas y planes más detallados de una reforma capitalista, conocida como “nuevo desarrollismo”. Aunque diversificado en distintas tendencias, el ejemplo más claro está en la obra del economista Luiz Carlos Bresser-Pereira5. Esa corriente además coincidió con las primeras administraciones de Lula da Silva y por ello ofrece un enorme abanico de experiencias.

Dando un paso más, tampoco puede pasar desapercibido que lo que aborda esta economista como otros en el Norte, son cuestiones ya planteadas en los debates sobre el desarrollo en América Latina entre 1950 hasta finales de los años 70. En aquellos años, el sentido común estaba en que los servicios públicos básicos como salud y vivienda debían ser brindados por el Estado, y entonces el debate estaba en cómo hacerlo bien.

Sea en la base conceptual como en la gestión pública, existe una sofisticada discusión latinoamericana, con variadas iniciativas, y que abordan las urgencias del continente, como la pobreza, la desigualdad y la dependencia de exportar recursos naturales. Ese conjunto tiene un potencial mucho mayor al de la obra de Mazzucato y otros reformadores.

A pesar de ello, sea en Colombia como en otros países latinoamericanos, hay enormes dificultades en recuperar las experiencias latinoamericanas, mientras se prefiere mirar al Norte. Esto ocurre en el mundo político, pero también con muchas organizaciones ciudadanas y muy especialmente con la academia convencional. Son actitudes que expresan la permanencia de una subordinación intelectual y política que sigue reproduciéndose.

Entre los actores políticos, esa limitación era muy visible en los anteriores ocupantes de la Casa de Nariño, ya que citar los manuales de reformas económicas en inglés les servía para sus ajustes, pero se mantiene en la actual administración. El gobierno invoca a Mazzucatto cuando en los países vecinos, y dentro de Colombia, hay muy competentes economistas heterodoxos que podrían aportar ideas sobre cómo regular el mercado y potenciar el Estado, y lo harían con más experiencia sobre la situación en el propio país.

Reforma o alternativa

Dando un paso más, Mazzucato, Stiligtz, y otros, elaboran sus propuestas dentro del capitalismo. No abordan alternativas que lo superen, como en su momento fueron las socialistas, ni más allá del desarrollo en cualquier variedad, como se discuten en la actualidad. Estamos ante una situación peculiar, donde se acepta que Mazzucato y otros reformadores del capitalismo se vuelvan participantes en polémica y sean escuchados por políticos y empresarios, precisamente por ser cuestionamientos permitidos y tolerados ya que nunca plantean abandonar el capitalismo. En cambio, alternativas más profundas son ignoradas o minimizadas en los debates.

En ese contexto, se tolera discutir sobre las reformar porque no se alteran las bases fundamentales del desarrollo en sus expresiones occidentales, orientadas al crecimiento, y organizadas sobre la propiedad, el mercado y el Estado. Mazzucato, Stiglitz y otros, debaten sobre cómo organizar otras variedades de desarrollo capitalista, pero no rechazan sus fundamentos. Están atrapados dentro de ese marco, lo que les hace incapaces de reconocer que esos fundamentos, sus instituciones y sus mecanismos, son las causas de las crisis sociales y ambientales. Por ello, los reformismos, que se han venido practicando desde hace más de un siglo, no impiden que retorne la desigualdad, la pobreza o la depredación ecológica. Son reformas que pueden salvar al capitalismo pero no al país. En cambio, las alternativas necesarias están más allá de cualquier tipo de desarrollo capitalista.

1. Las referencias a la obra de Mazzucato se basan, entre otras fuentes, en: Misión economía. Una guía para cambiar el capitalismo, Taurus, 2021; The value of everything. Making and taking in the global economy, Allen Lane, 2018; Rethinking capitalism: economic and policy for sustainable and inclusive growth, con M. Jacobs, Willey Blackwell, 2016; El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al privado, RBA, 2014.

2. A propósito de esa visita, véase por ejemplo: Mazzucato apoyó la reforma tributaria y los cambios económicos que se adelantan, J.P. Vargas C., La República, 21 octubre 2022.

3 Conferencia R. Prebisch en la CEPAL brindada por M. Mazzucato, Santiago de Chile, 2016.

4. Transformational change in Latin America and the Caribbean. A mission-oriented approach, CEPAL, Santiago de Chile, 2022.

5.Como ejemplo véase: Em busca do desenvolvimento perdido: um projeto novo-desenvolvimentista para o Brasil, Fundação Getulio Vargas, 2018.

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* Eduardo Gudynas: Investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Su libro sobre extractivismos y corrupción fue publicado por Ediciones Desde Abajo.Tags:capitalismodesigualdadeconomíaextractivismomisiónpolíticareformas

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Fuente: 
Periódico Desde Abajo N° 302 mayo 18- junio 18

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