Las mentiras políticas del presente tienen como propósito deslegitimar al poder popular y legitimar a la oposición que parece dispuesta a impedir gobernar, con falsedades que edifican odio, extienden la venganza, desvirtúan la política de contrarios, crean desconfianza hacia el gobernante y tienden a separar, fracturar, herir de muerte la posibilidad de los cambios pactados
Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez
En agosto de 1762 Cristophe de Beamont, arzobispo de Paris, lanzó falsas acusaciones contra la persona de Rousseau, quien se vio en la obligación de defenderse y al tiempo llamar a sus lectores a no fluctuar como un “necio público” que, sin tener claro un porqué, desconfiaba y pasaba del aprecio al odio. La voz del arzobispo superaba la fuerza de una odiosa mentira común, era una voz de alto impacto político, su capacidad producía daño moral al filósofo y afectaciones sociales en la convivencia por su capacidad para provocar divisiones en la opinión y romper hilos del tejido social. Los nazis encontraron la formula eficiente de la mentira con la regla de Goebels del Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convertirá en verdad (ilusión de verdad en Psicología).
De la mentira común, que destruye, pero no influencia a la nación, el personaje más emblemático esel Dr. Mata, del que aún hay imitadores, corrupto sin límite, falsificaba, engañaba, robó y desapareció a sus víctimas, recitaba el estricto dictamen de la ley, encerró a su madre por enferma y a su esposa por loca, para negarlas, truculento, mirada abajo, hábil para ocupar un lugar central en las fotos y hacerse notar junto a personalidades como el mismo Gaitán, al final la cárcel y al descubiertos como falsos sus honoríficos títulos, su mentira era común, no trascendió a la nación.
Las mentiras políticas, son concertadas, planeadas para destruir, tienen honda repercusión y han acompañado a los sucesivos gobiernos de élites. Durante el Frente Nacional Liberal-Conservador, se selló con mentiras y responsables en impunidad la violencia de 1948 a 1960, con más de 200.000 asesinados; con mentiras se ocultó el robo de elecciones del presidente Pastrana en 1970; Turbay presidente mintió al decir que el único preso político era él, cuando las cárceles estaban repletas de prisioneros de conciencia y los campos de tortura en su furor. Se falsificó la información sobre el aparente golpe de estado en la retoma del palacio de justicia; hubo engaño por vínculos de políticos y empresarios con narcotráfico y paramilitarismo. Se repitieron mentiras con informes de ir ganando la guerra que se perdía; mentiras en informes indujeron falsas desmovilizaciones, falsos atentados y motivaron asesinatos selectivos de defensores de derechos y lideres y los 6402 falsos positivos. Con mentiras la desaparición forzada de personas por pensar distinto llegó a 120.000 iniciada con el rapto de Omaira Montoya el 9 de septiembre de 1977, Alirio Pedraza defensor de derechos y Heinner Hurtado estudiante, que son solo 3 nombres en el inmenso desierto de falsedad de cuatro décadas, del que en 2016 la comisión de memoria histórica, señaló solo de los últimos hechos 2.368 casos con responsabilidad directa de agentes del Estado como supuesto perpetrador y otros 222 casos por acciones conjuntas entre paramilitares y agentes del Estado.
Las mentiras políticas del presente tienen como propósito deslegitimar al poder popular y legitimar a la oposición que parece dispuesta a impedir gobernar, con falsedades que edifican odio, extienden la venganza, desvirtúan la política de contrarios, crean desconfianza hacia el gobernante y tienden a separar, fracturar, herir de muerte la posibilidad de los cambios pactados. Lo común de la mentira política se fabrica en bodeguitas, allí se diseñan y aplican bots, perfiles falsos en redes, face, Twitter, que replican, repiten, las mentiras. Las mentiras políticas son calculadas, organizadas, difundidas para crear ambientes de tensión y ruptura según el interés de las élites e impedir el ejercicio del poder popular hasta ahora negado. Rousseau aducía que las mentiras tienen fuerza porque los humanos renuncian a su libertad a cambio de una existencia tranquila, y que este es el trueque, al que muchos parecen haber asentido de buena gana, haciendo silencio ante las falsedades.
Las mentiras políticas están destruyendo instituciones, tejido social y convivencia, son hoy armas letales de amplia capacidad de daño, de guerra sucia, son más que difamación o injuria. Culturalmente es indispensable volver a la idea de libertad acordada en 1789, para que nadie vuelva a ser dueño de otro, ni pueda comprar ni vender humanos, ni usarlos como cosas. Perder esa libertad es permitir que los derechos de la humanidad permanezcan atados al poder ascendiente de feudalismos y monarquías y abonarles el terreno para que con mentiras aseguren el miedo eliminando la razón critica, la ética como principio, la capacidad de ejercer ciudadanía e impidan apreciar el bello hecho de ser humanos y vivir como humanos sin temores, miserias, ni patrones.
Contra los falsificadores de la política, hay que volver pronto a ratificar el pacto de poder popular, entre el gobierno Petro-Francia, y las organizaciones sociales y políticas por la unidad centrada en la defensa de la vida con dignidad y del estado de derecho afirmado en la constitución de 1991. En ese pacto de poder popular, al gobierno corresponde poner al alcance de los sectores populares las herramientas del estado para adelantar la aplicación de la constitución de 1991, y a los sectores populares (movimientos sociales, izquierda, victimas, personalidades, grupos étnicos, indígenas, campesinos, sindicatos, organizaciones, procesos, jóvenes, otros), actuar como uno más, acompañar al gobierno y su política de reformas con voluntad de acción para organizar y fortalecer la unidad en las bases, sin que eso implique diluirse en el estado ni constituirse gobierno. Los partidos y organizaciones de centro hacia la extrema derecha en oposición (incluidos grupos económicos y altos cargos aun en ejercicio) tienen la obligación en democracia de cumplir los compromisos constitucionales, respetar al gobierno, a sus funcionarios y a su programa y bajo ningún pretexto pueden mentir para generar pánico o fomentar una insurrección antisistema.
El contrato social hacia la construcción de poder popular compromete a cada persona con todos los demás, convoca a mantener la confianza y dedicar esfuerzos y tiempos a promover e impulsar la solución de las demandas necesarias y urgentes que impiden vivir tranquilos con libertades, y disposición para salir de la situación vergonzante de violencias y barbarie recibida de la seguridad democrática que a 2022 contaba 92 masacres, 116 lideres asesinados, 120.000 presos hacinados, desplazamientos y desigualdad extrema como lo ratifica Naciones Unidas, en su último informe.
Mentir para infundir venganza, odio o tratar de lavar con más sangre los delitos, rompe el pacto constitucional entre gobierno oposición, que ya no es el del Frente Nacional, de liberales y conservadores de una misma élite dividida en dos. Los partidos afuera del poder siguen como si nada hubiera ocurrido en elecciones, adelantan su agenda, con lo cual están condenando al país a mantener su desgracia de eternas tradiciones y violencias. Los responsables de las mentiras políticas, tienen que ser conminados con urgencia por los sectores populares a “dejar gobernar”, porque “No es posible seguir imaginando la vida en una sociedad de humanos tramposos, malvados y ladrones entre quienes el asesinato, la calumnia y el fraude se devuelven con casi toda impunidad; a quienes lo público apenas les interesa para volverlo suyo, tomar la mejor parte” (Rousseau).
Las mentiras se benefician del peligro de la deslegitimación del poder popular provocado por la constancia del repetir y la fuerza de los ataques sistemáticos y planeados centrados en la defensa de su tradición y proyecto de poder sostenido en lo privado “vendido” como el más maravilloso símbolo de libertad, mientras lo satánico es lo público aunque es su botín (López M afirmaba que la fuente de las fortunas privadas era el estado y Gaitán señalaba que detrás de cada gran fortuna había un crimen). El otro peligro, adentro del poder popular, es la demora de consolidación de unidad, debilitada a veces por egos personales y sectores que no cooperan para superar sectarismos, dogmatismos, vanguardismos y egoísmos del “todo o nada” o del “sin mí nada es posible”.
P.D. Despolarizar en la izquierda suele ser más difícil que con las derechas (B. de Sousa), pero avanzar en la unidad popular el mejor remedio contra las mentiras y el antídoto para la deshonra.
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