En gran parte de la economía global, las tasas de crecimiento económico cayeron, la inversión se desaceleró y, a pesar de las promesas de una era de revolución tecnológica, el crecimiento de la productividad fue muy moderado.
NICOLÁS ÁGUILA Y JUAN M. GRAÑA
Las empresas zombis incluyen firmas establecidas como Boeing Co., Carnival Corp., Delta Air Lines, Inc. y Macy's, Inc., que solían ser muy rentables pero que recientemente han tenido problemas. (Aero Ícaro / Wikimedia Commons)
Las empresas zombies son aquellas cuyas ganancias son tan bajas que ni siquiera pueden pagar los intereses de sus deudas. Y pueden llevarnos a otra crisis de gran magnitud.
Los problemas económicos a nivel mundial —como la creciente inflación, el empleo de baja calidad o el pobre crecimiento económico— no aparentan estar relacionados con el estilo de management de la Michael Scott Paper Company de The Office o las estafas piramidales como la de Elizabeth Holmes en Theranos. Sin embargo, hay más conexiones de las que parece. La recuperación de la crisis pandémica puso en evidencia la existencia de varios problemas clave por el lado de la oferta, como las disrupciones de las cadenas de suministro, pero hay uno que recibió poca atención: el crecimiento del peso de las empresas zombies, que producen a pérdida o tienen ganancias tan bajas que ni siquiera pueden pagar los intereses de sus deudas.
Su participación creció enormemente en las economías avanzadas en los últimos años, llegando a representar un 20% del total de las empresas en muchos países. En un artículo reciente mostramos que esta dinámica también se dio entre las empresas que cotizan en bolsa en Estados Unidos. Un número tan grande no se puede explicar solo por estafas. Incluye a muchas empresas tradicionales como Boeing Co., Carnival Corp., Delta Air Lines Inc., y Macy’s Inc, que solían ser muy rentables pero últimamente han tenido problemas. También hay startups como Uber, que se ha mantenido a pesar de generar pérdidas todos los años a la espera de tener ganancias en algún momento. No obstante, muchas de estas empresas nunca lo logran, y su colapso puede ser espectacular (como en el caso de WeWork).
La gran mayoría de las zombies en Estados Unidos tiene pérdidas incluso antes del pago de intereses, revelando que tienen serios problemas productivos, que son luego agravados por mecanismos financieros. La participación de las empresas con ganancias negativas antes del pago de compromisos financieros creció marcadamente desde finales de la década del sesenta, aumentando de un 3% en 1969 a un 33% en 2001, y manteniéndose en niveles elevados desde ese momento.
Una fase zombie del capitalismo
No es casual que las zombies hayan estado creciendo desde finales de la década del sesenta. En ese momento, una nueva división internacional del trabajo reorganizó al capitalismo a escala global, relocalizando la producción de Estados Unidos y Europa Occidental al Este Asiático y luego a Europa del Este y México. Al mismo tiempo, colapsó el sistema financiero internacional de Bretton Woods, dando lugar a una creación masiva de dinero-crédito que redundó en una era de financiarización sobre la base de la hegemonía del dólar estadounidense. Finalmente, las transformaciones en la producción y las finanzas globales fueron personificadas políticamente y justificadas ideológicamente por el neoliberalismo, que se abrió paso atacando la organización de la clase trabajadora e imponiendo ajuste y desregulación del comercio y las finanzas. De manera conjunta, estos elementos caracterizan la presente etapa de acumulación de capital.
Esta fase del capitalismo empezó a quedarse «sin nafta» en el período posterior a la crisis financiera global de 2007-2009, llevando a una década de estancamiento. En gran parte de la economía global, las tasas de crecimiento económico cayeron, la inversión se desaceleró y, a pesar de las promesas de una era de revolución tecnológica, el crecimiento de la productividad fue muy moderado. Por el contrario, las innovaciones tecnológicas crearon nuevas capas de empleo «tecnoprecario» para gran parte de les trabajadorxs. En contraposición, la destrucción del planeta continuó a buen ritmo.
El crecimiento de las zombies se presenta como una de las explicaciones de la debilidad de la acumulación de capital que caracterizó al período entre la crisis financiera global de 2007-2008 y la pandemia, porque estas empresas invierten menos y son menos productivas. A la vez, el período estuvo marcado por condiciones crediticias extremadamente laxas, bajas tasas de interés y un crecimiento enorme de los precios de los activos financieros. Estas son condiciones propicias para la supervivencia de las zombies, que pueden prolongar artificialmente su vida a través de reducir sus tenencias de efectivo, vender activos, emitir acciones o endeudarse más.
Durante la crisis del coronavirus, la proporción de empresas zombies explotó porque muchas empresas que ya mostraban serios problemas tuvieron un colapso en sus ingresos y ganancias, lo cual les generó dificultades para cumplir con sus compromisos financieros. Muchas de ellas pudieron sobrevivir gracias a apoyo estatal, moratorias, cambios temporales en los procedimientos de insolvencia y a través de más endeudamiento, muchas veces con garantías estatales.
A medida que la demanda se recupera, las zombies están más preocupadas en repagar deuda y garantizar su supervivencia inmediata, que en invertir, innovar, o crear empleo de calidad. Por este motivo, la respuesta de las zombies a la creciente demanda consiste en expandir al límite el uso de la capacidad instalada. Esto incluye recurrir a empleo de bajos salarios, precario y flexible, lo cual redunda en crecimiento del empleo pero de baja calidad (por lo cual, muches trabajadorxs en Estados Unidos están renunciando apenas pueden conseguir algo mejor) y también en el incremento de precios en vez de invertir en nueva capacidad productiva, contribuyendo a presiones inflacionarias.
La crisis que viene
En este contexto, aumentar las tasas de interés no solo va a ser de poca ayuda para combatir la inflación, sino que también va a afectar severamente a muchas empresas al incrementar el costo de endeudamiento. En particular, puede que las zombies no puedan seguir sosteniendo sus esquemas Ponzi de supervivencia y se vean empujadas a la quiebra, llevando a un crecimiento del desempleo y una ruptura de la cadena de pagos que puede redundar en crisis financiera. Algo similar podría suceder si los gobiernos retiran muy rápido sus programas de estímulo a la demanda, en tanto estas empresas siguen siendo muy dependientes de aquellos.
No obstante, continuar con las políticas de crédito barato sin mejoras en las condiciones productivas de estas empresas no va a lograr nada más que prolongar artificialmente la vida de las zombies. La supervivencia y creciente peso de estas empresas es una expresión del absurdo de la fase presente del capitalismo, en la cual la desconexión entre la producción y el consumo sociales, y la expansión del crédito que hace esa división posible, se llevaron a niveles sin precedentes. La crisis de sobreproducción latente va a estallar más temprano que tarde; pero, en lugar de dejarla explotar, el Estado debería intervenir para organizar el proceso, garantizando que no sean les trabajadorxs quienes carguen con el peso de ese ajuste y redirigiendo recursos hacia actividades socialmente útiles.
La pregunta que tenemos hoy es cómo resolver los problemas macroeconómicos y a la vez dar respuesta a los problemas estructurales de esta fase del capitalismo, incluyendo la zombificación, la debilidad de la acumulación de capital, el bajo crecimiento del salario, la creciente precaridad del empleo y la necesidad de encarar una transformación estructural verde. Una salida progresiva de la crisis requiere innovación para incrementar la productividad, reducir costos y precios. Esto se puede lograr a través de una mejora de las condiciones de les trabajadorxs (aumentando salarios, reconstruyendo sindicatos e implementando políticas de bienestar y democracia industrial a escala global) para empujar a las empresas a innovar y mediante una política industrial agresiva combinada con políticas de asignación crediticia articuladas bajo formas democráticas de planificación.
Los problemas macroeconómicos expresan el agotamiento de la fase presente de acumulación de capital, mientras nos dirigimos a las consecuencias desastrosas del cambio climático. Es tiempo de dar vuelta la página.
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NICOLÁS ÁGUILA Y JUAN M. GRAÑA
Nicolás Águila es estudiante doctoral en el Department of Politics, Philosophy, and Economics de la Universität Witten/Herdecke, Alemania. Tuitea en @nicolasaaguila. Juan M. Graña es Investigador del CONICET en el Centro de Estudios Sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) y Profesor en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Tuitea en @JuanMGrana.
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