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JHON D. BERNAL, LA CIENCIA Y EL COMUNISMO

«La ciencia no se limita a los electrones, las sustancias químicas y las máquinas; tiene que ver con todas las criaturas vivientes y tiene que entendérselas ahora cada vez más con los seres humanos en sus relaciones sociales y económicas.» 
John D. Bernal: ciencia de la ciencia y comunismo

Roberto Álava 23/01/2022



En el 2021 que dejamos atrás se cumplen noventa años del II Congreso Internacional de Historia de la Ciencia y de la Tecnología. Celebrado en Londres en 1931, tuvo un impacto reseñable en la historiografía de la ciencia. Lo especial de este congreso, consistió en la participación de una delegación soviética que sedujo por completo a muchos científicos e historiadores británicos. La URSS envió allí a algunos de sus grandes paladines –como Bujarin, Hessen, Ioffe o Kolman– con el propósito de acometer una sacudida de ideas en las mentes de los historiadores y científicos del Reino Unido. Cada uno tenía un papel asignado y hablaría sobre un tema concreto, pero todos bajo la estrategia común de evidenciar la estrecha conexión entre ciencia y sociedad y de dinamitar la ilusoria idea de una ciencia pura.[1]

Nikolai Bujarin dirigía esta comitiva, que traía preparada un ariete especial para herir, a conciencia, la sensibilidad inglesa: la lectura de Boris Hessen, especialista en la revolución inglesa del siglo XVII e introductor de la mecánica cuántica y la relatividad en Rusia, de un resumen de su trabajo sobre las raíces socioeconómicas de la mecánica newtoniana.[2] Con esa ponencia, Hessen mostró que los avances científicos de Newton en física y mecánica respondían a las exigencias técnicas del capitalismo inglés, las cuales no podían ser solventadas por las universidades medievales de corte feudal, y que toda su teoría tenía un carácter mecánico, proporcionando una cosmovisión acorde a las necesidades de la burguesía (recordando también el trabajo de Newton para la Casa de la Moneda).

Este congreso ayuda a entender el clima de pugna intelectual de la época sobre el carácter de la ciencia.[3] Al mismo acudió, entre otros científicos reconocidos en el momento o en el futuro, un joven John Bernal. Precisamente comentando este congreso, del que dijo que fue la primera gran confrontación de ideas desde la revolución bolchevique,[4] Bernal formula la pregunta que todo trabajador científico debería plantearse: «¿Qué es mejor, ser intelectualmente libres, pero socialmente ineficaces, o convertirnos en parte integrante de un sistema en el que el conocimiento y la acción marchen unidos hacia un propósito social común?»[5].

El compromiso que John D. Bernal (1901-1971), prestigioso cristalógrafo y biólogo molecular irlandés, mantuvo con el progreso social fue enorme a lo largo de su vida.[6] Fue miembro del Partido Comunista Británico (uno de los partidos comunistas, si no el que más, con mayor altura intelectual entre sus filas que haya existido)[7], miembro del sindicato científico británico Association of Scientific Workers, también de la World Federation of Scientific Workers (de clara tendencia comunista), presidida por su íntimo amigo Frédéric Joliot-Curie[8], al que sucedió en la presidencia del World Peace Council. También participó en la organización del gobierno laborista de Harold Wilson.[9]

No era Bernal, claro, una excepción. Un notable número de los científicos de la época sostuvieron firmes convicciones socialistas y participaron activamente en política (movimiento pacifista, partidos comunistas, laboristas y socialdemócratas, sindicalismo, etc.). Se pueden citar como ejemplos también británicos: J. B. S. Haldane, distinguido biólogo, miembro del CPGB y brigadista internacional en España; su alumno John Maynard Smith, prestigioso biólogo y miembro del CPGB; David Guest, matemático, miembro del CPGB, muerto como brigadista internacional luchando contra el fascismo en España; Patrick Blackett, físico premio Nobel, laborista y promotor de la solidaridad con los países subdesarrollados; o Lancelot Hogben, fisiólogo experimental, laborista y divulgador científico.[10]

Bernal dedicó mucho de su trabajo a sacar a la luz la estrecha relación que tiene la ciencia con otros ámbitos de la sociedad tan determinantes como la política y la economía, censurando las visiones que elogiaban la independencia de la esfera científica. El papel determinante de la ciencia en el desarrollo económico era algo compartido por todos, pero Bernal, marxista como una gran parte de los intelectuales de la primera mitad de siglo, fue más allá al reiterar su funcionalidad respecto a las relaciones de producción, que dividen a nuestra sociedad en clases con intereses contrapuestos y realidades de dominación.[11]

En 1938, publica un artículo muy relevante e innovador, «The Social Function of Science». En este texto aparecen las conclusiones de un estudio sociológico de la ciencia que sería publicado al año siguiente.[12] La tesis fundamental consiste en que la ciencia es un factor productivo de primer orden y configura en gran medida la mentalidad de las personas. A ojos de Bernal, la ciencia es el motor principal de transformación social hoy en día. La función social de la ciencia es procurar que estos cambios sean positivos para el progreso humano. Para lograr esta tarea, la ciencia deberá inevitablemente pasar a ser un bien común, y no una disciplina aislada y extraña para la población en general.

La ciencia no solo permitirá la consecución de nuestros objetivos en relación con necesidades materiales, sino que también participará en la elección de objetivos; nos da un mejor conocimiento no solo del mundo externo sino también de nuestra especie y de nosotros mismos, discriminará los deseos y hábitos innecesarios, dañinos, superfluos, ineludibles, deseables, etc.; no es solo instrumental, también sirve de guía. Pese a que la ciencia moderna fue posible gracias al surgimiento del modo de producción capitalista, esta forma de sociedad se ha vuelto un impedimento no solo para la salud material y social, sino también para el propio avance de la ciencia.

Es cierto que fue particularmente indulgente con escándalos soviéticos y proclive a idealizar la ciencia en los países socialistas,[13] pero no cabe duda de que, por la propia naturaleza y lógica de cada forma de sociedad, la ciencia está supeditada a un interés concreto, primordialmente: la rentabilidad económica en el capitalismo y la satisfacción de las necesidades en el socialismo. También debe reconocérsele su atención y disposición con la tarea de una ciencia para los países subdesarrollados. Sostuvo –ya en la primera mitad del siglo XX– que los países desarrollados debían destinar parte del trabajo de su comunidad científica a la ayuda y cooperación con las instituciones científicas de aquellos países, trabajo que debía estar enmarcado dentro de un plan general. Los puntos clave de este plan para la ciencia en el tercer mundoson: aplicar el conocimiento científico para satisfacer las necesidades naturales (desarrollo y mantenimiento de recursos naturales, optimización de la agricultura y cuidado de la salud, fundamentalmente); intercambio de profesores y estudiantes entre los países desarrollados y los no desarrollados; garantizar la importación de equipos y personal extranjeros para la formación de los trabajadores locales de estos países; y la protección de la actividad científica local frente a los poderes políticos y económicos.[14]

Para lograr estos objetivos es imprescindible una ciencia de la ciencia. El interés de Bernal no se circunscribía a las ciencias naturales, ni siquiera al papel social de las ciencias naturales. Dedicó dos capítulos de su Historia social de la ciencia a tratar la aparición y recorrido de las ciencias sociales, a las que consideraba vitales para el entendimiento de nuestro mundo.[15] Una de estas ciencias debería ser lo que él denominó en distintos lugares «science of science»: una ciencia que estudie aquellos aspectos de la ciencia que han venido olvidados, como la invención de los artefactos, qué llevó a un científico de un fenómeno a otro,[16] etc. –atribuidos tradicionalmente a la genialidad–, o la función social misma de la ciencia. Se debe dar una explicación racional sobre estas cuestiones, y apartarlas de la irracionalidad y mística en la que habían permanecido. De lo que habla Bernal es, en términos generales, de una sociología de la ciencia, labor que él mismo empeñó con gran éxito.[17]

Esta nueva ciencia intervendrá en la labor del progreso. El conocimiento en general debe servir a la sociedad, y para ello debe ser sistemático y no parcial. Bernal se opuso de igual manera a la hiperespecialización académica. Estimaba mucho más productivo, no solo socialmente, sino también intelectualmente, que los investigadores estuvieran al día de los descubrimientos, nuevas técnicas, teorías innovadoras y debates en materias y disciplinas ajenas a las suyas; y no por una cuestión de mera acumulación de conocimiento, sino también para descubrir otras formas de pensar que puedan iluminar su trabajo. Una comunicación interdisciplinar óptima exige una red convenientemente organizada de publicaciones[18] y una importante inversión para llevarla a cabo. Estos son los ingredientes para una «organización científica mundial integrada socializada» que deseaba tanto Bernal.

Del legado de Bernal son destacables: su labor científica (tanto como organizador como trabajador), su contribución a la historiografía de la ciencia, la fundación de la sociología de la ciencia (la «ciencia de la ciencia»), la promoción de un cambio radical positivo en el mundo científico y su compromiso político-social. Vio en la ciencia el camino adecuado para alcanzar una sociedad materialmente satisfecha y culturalmente sana. Esta sociedad, sobre todo en sus años de juventud, la imaginó cualitativamente distinta: la racionalidad sería la batuta organizadora, la ciencia proporcionaría avances técnicos increíbles (también en nuestros propios cuerpos), las guerras y el hambre desaparecerían y la felicidad acabaría por imponerse en la historia.[19]

A día de hoy no podemos permitirnos confiar en la llegada de ese mundo de abundancia material y tecnológica infinita. Las serias restricciones ecológicas nos obligan a buscar modelos de producción alternativos, y un socialismo basado en la alta producción, contaminación y agotamiento de recursos no es viable. Las infraestructuras en general, y sin excluir las dedicadas a la ciencia, deberán ser más modestas; y habrá que renunciar a la modificación artificial de los organismos humanos. Pero el núcleo de su propuesta –una planificación concienciada y una organización democrática de todos los ámbitos de la sociedad (política, economía, ciencia, cultura, etc.) – permanece inapelable.

En nuestras culturas no se percibe que la ciencia contribuya positivamente en cuestiones esenciales –como, por ejemplo, la duración de la jornada de trabajo. Asimismo, procesos de cambio tecnológico que afectan a nuestra sociabilidad son concebidos como desbaratadores de relaciones afectivas. En general, aunque se admiten sus enormes beneficios, se tiene la idea de una ciencia doblegada a los intereses económicos. No ayuda en nada tampoco el trayecto ideológico que han emprendido las sociedades occidentales: individualismo, aversión a la comunidad, irracionalidad, misticismo, esoterismo, autoayuda o pseudociencias.

Pero la vuelta a una confianza en la ciencia es urgente. La transformación de la reputación social de la ciencia pasa por un profundo estudio y reflexión del papel que juega ésta hoy en día. Pasa también por una extensión de la ciencia y esto no quiere decir solo divulgación: debemos encaminarnos a una sociedad en la que la gente piense científicamente, lo cual es doblemente positivo: se extiende la racionalidad y el pragmatismo a lugares en los que antes estaban ausentes y la ciencia obtendrá más material, ideas, modos, perfiles, etc., para progresar.
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[1] A propuesta de Hogben, los textos de los soviéticos fueron publicados ese mismo año. Existe una segunda edición de cuatro décadas más tarde, con prefacio de Joseph Needham e introducción de Gary Werskey: Science at the Cross Roads (Londres: Frank Cass and Co., 1971). La primera edición, publicada por Kniga, está disponible en internet: https://archive.org/details/scienceatcrossro00inte/page/14 [Consultado por última vez el 13/01/2020.]

[2] Dicho trabajo aparece en: Soldaña, J.J. (comp.), Introducción a la teoría de la historia de las ciencias (México D.F.: UNAM, 1989).

[3] Para un resumen de este apasionante congreso, ver: Huerga, P., «El Congreso de Londres de 1931», Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, 27 (2003): pp. 679-704.

[4] Brown, A., John Bernal: A Sage of Science (Nueva York: Oxford University Press, 2005), p. 107.

[5] La libertad de la necesidad, II, (Madrid: Ayuso, 1975) p. 192. Pertenece a un artículo originalmente publicado como «Science and Society» en Spectator el 11 de julio de 1931. Nótese que no establece una dicotomía conocimiento/compromiso, o verdad/bondad. De lo que se habla es de buscar privadamente un conocimiento relativamente ocioso e inerte para el interés social, o colaborar colectivamente en la formación de conocimiento útil para el bienestar de las personas.

[6] La prestigiosa bióloga y defensora de la hipótesis Gaia Lynn Margulis, sostiene que no se le concedió el premio Nobel por su «big-mouth». Es una impresión bastante extendida entre los conocedores de su vida. Margulis, L., «Book Review: JD Bernal: A Life in Science and Politics». En Science, Technology, & Human Values, 25, (2), (2000), p. 253.

[7] Aparte de la presencia de importantes científicos, de lo que se dará cuenta algo más adelante, la otra gran aportación académica cortesía de las filas del Partido Comunista Británico fue su Grupo de historiadores, con grandes figuras como Christopher Hill, E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, Maurice Dobb, Rodney Hilton o Dona Torr.

[8] Joliot-Curie y Bernal se conocieron en los disturbios de París de 1934. Joliot-Curie, premio Nobel de química, formó parte de la Resistencia Francesa contra los nazis y fue el máximo responsable del armamento nuclear francés hasta 1950.

[9] Mackay, A. L., «J D Bernal: his legacy to science and society». En Journal of Physics: Conference Series, 57 (2007): p. 7.

[10] Para un buen estudio de cinco grandes figuras de la ciencia comprometida contextualizadas, Bernal, Haldane, Needham, Hogben y Levy, ver: Werskey, G., The Visible College: A Collective Biography of British Scientific Socialist of the 1930s (Nueva York: Holt, Rinehart and Winston, 1979).

[11] Bernal asegura que para que se consoliden los progresos científicos, estos deben estar asociados a alguna profesión que produzca beneficio económico: «El progreso de la óptica quedó asegurado por los fabricantes de lentes; el del magnetismo por los fabricantes de brújulas; en nuestra época, los motores a reacción y los refrigeradores han asegurado el desarrollo de la teoría del calor; la industria de la radio toma a su cargo la del sonido; la del cine, la óptica, y todo ello por no mencionar la teoría de la electricidad, que es parte integrante de la industria eléctrica.» J. D. Bernal, Historia social de la ciencia II (Barcelona: Península, 1979), p. 413. Por añadir otra cita: «La regulación del calendario –que era una función sacerdotal– dio lugar a la astronomía; las necesidades de la nueva industria textil –que constituían el interés de la naciente manufactura del siglo XVIII– dio lugar a la química moderna.». Historia social de la ciencia, I (Madrid: Península, 1979), p. 42.

[12] «The Social Function of Science», The Modern Quaterly, 1, (1), (1938) [digitalizado] y The Social Function of Science (Londres: George Routledge and Sons, 1949), respectivamente. Sobre la gran mayoría de temas tratados en ese libro volvería Bernal en publicaciones posteriores, como Historia social de la ciencia o La libertad de la necesidad.

[13] Para la polémica sobre Lysenko y la complicidad de Bernal, véase el capítulo 15 de: Brown, A., John Bernal…, op. cit., especialmente las pp. 304-317. Bernal tuvo un famoso debate en la BBC con su amigo científico y filósofo de la ciencia Michael Polanyi. Polanyi, que más allá de sus reflexiones sobre el conocimiento tácito, fue un incansable oponente de la planificación en general, tanto en economía como en ciencia, discordando frontalmente con Bernal. Curiosamente, el hermano de Polanyi, el gran antropólogo de la economía Karl Polanyi, pasó a la historia como el gran destructor intelectual del liberalismo económico, en el que se movía Michael Polanyi. Karl Polanyi diferenció entre formalistas y sustantivistas, lo cual es en el fondo un debate más profundo, en cierta forma análogo al de formalismo y sociologismo en filosofía de la ciencia, que en última instancia parece responder a la dualidad entre idealismo y materialismo. Para el debate entre formalistas y sustantivistas véase: Polanyi, K., La gran transformación (Ciudad de México: FCE, 2017); para el debate Polanyi-Bernal véase: Fehér, M., «Michael Polanyi on the freedom of science». En Polyanyiana, 5 (1): pp. 77-100.

[14] Bernal, J. D., «Speech to UNSCAT». Discurso en Naciones Unidas (Génova, 1963). Afirmaba que, aunque seguramente sea difícil implantar ese proyecto, debido a las divisiones y rivalidades político-económicas, solo el hecho de que exista un plan tan atractivo animará a los pueblos a demandárselo a los dirigentes de sus estados. Bernal reflexiona sobre la exigencia de un apoyo científico internacional, tratando temas como el papel de la UNESCO, al que da un valor enorme, en la quinta parte de La libertad de la necesidad, II.

[15] «La ciencia no se limita a los electrones, las sustancias químicas y las máquinas; tiene que ver con todas las criaturas vivientes y tiene que entendérselas ahora cada vez más con los seres humanos en sus relaciones sociales y económicas.» La libertad de la necesidad, I (Madrid: Ayuso, 1975), p. 131.

[16] «Dialectical Materialism and Modern Science», Science and Society, 2, (1), (1937).

[17] De hecho, tesis básicas del marxismo son ya lugares comunes en la sociología en general, a pesar de que no se suela reconocer: Sheehan, H. M., «J D Bernal: philosophy, politics and the science of science». En Journal of Physics: Conference Series, 57 (2007): p. 36.

[18] Eugene Garfield, pionero en los sistemas de documentación y citación científica, reconoció que Bernal fue su inspiración para ese trabajo: «From the science of science to Scientometrics visualizing the history of science with HisCite software», Journal of Infometrics, 3, (3), (2009): pp. 173-179.

[19] Bernal concibió un mundo alternativo en el futuro. Esta sociedad viviría en un globo o esfera en el espacio que generaría artificialmente las condiciones naturales necesarias para la vida humana; sus habitantes sería seres humanos perfeccionados tecnológicamente que tendrían una forma de pensar radicalmente distinta, trascendiendo las ideas de razón y emoción actuales; los científicos serían los dirigentes de esta sociedad; y el mundo en el que vivimos ahora pasaría a ser una especie de zoológico. Se considera ese libro como fundador de la ciencia ficción, la «bernal sphere» está en el imaginario futurista y el transhumanismo que él esbozó es un debate recurrente hoy día. Véase su obra: The World, the Flesh, and the Devil (Londres: Kegan Paul, Trench, Tübner & Co., 1929).
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Graduado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid
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Fuente:
www.sinpemiso.info, 23-01-2022

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