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CHINA, CENTENARIO DE LO QUE FUERA GUÍA Y FARO DEL PROLETARIADO MUNDIAL

DOSSIER: 

1. La otra cara de la Tierra
2. En el centenario del otrora gran Partido Comunista de China
FILIPINAS: CPP 
3. El actual Partido Comunista de China es un partido revisionista burgués imperialista

La dictadura del proletariado fue desmantelada y reemplazada por la dictadura de la burguesía monopolista estatal. 
Con el pretexto de construir un «socialismo con características chinas», los revisionistas modernos desmantelaron las comunas y los colectivos agrícolas, obligaron a la mayoría de los campesinos a valerse por sí mismos en sus pequeñas parcelas individuales, lo que provocó la pérdida de tierras, el hambre masiva y la pobreza.

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1. La otra cara de la Tierra

William Ospina

Una quinta parte de la humanidad, la India, vive de un complejo diálogo con su pasado, y sigue siendo una de las fuentes más profundas de la espiritualidad humana. Otra quinta parte de los seres humanos, la China, parece haberle dicho adiós a su pasado y haberse contagiado irreparablemente de las tendencias de la modernidad occidental: esta idea del progreso como un asunto puramente material, una cuestión de producción industrial, conocimiento científico y transformación tecnológica.

Hace 100 años fue fundado el Partido Comunista de China. Esa cultura tan antigua celebró su alianza con el pensamiento de Occidente a través del marxismo, hijo de Hegel y de Kant, de los poderes transformadores de la razón que engendró la revolución de Descartes, y de la pasión redentorista del cristianismo trasvasada por Hegel en filosofía del espíritu universal.

Hace 72 años, el Partido Comunista, con Mao Zedong a la cabeza, llevó a su triunfo la revolución china, la más exitosa de las revoluciones comunistas. Las potencias europeas habían postrado a China: el imperio británico, que siempre utilizó como instrumentos a piratas y traficantes, traficando con opio había hundido al imperio celeste en la degradación y en la miseria.

Hay que decir con dolor que a comienzos de los años 30 las urbes chinas se habían convertido en conmovedores basureros humanos, y que los grandes episodios de la revolución, la guerra contra los caudillos militares, el conflicto con el Kuomintang, la Larga Marcha que trasladó prácticamente un país en gestación de un extremo a otro del territorio, la tregua con el Kuomintang para expulsar a los invasores japoneses, y la guerra final entre nacionalistas y comunistas que arrojó a Chiang Kaishek y sus tropas a la isla de Taiwán, configuran una de las sagas más multitudinarias y dolorosas del siglo XX.

Así mismo, el triunfo de Mao y de la revolución en 1949 marcó el comienzo de una de las transformaciones más sorprendentes de la historia humana. A pesar de dramas desmesurados y extravíos horrendos como el llamado Gran Salto Adelante, donde murieron de hambre muchos millones de personas, y como la nihilista Revolución Cultural, que pretendió arrancar de raíz no solo las tradiciones milenarias sino las influencias del mundo exterior –aunque el marxismo como teoría política y como proyecto económico era la más exterior de las influencias-, China logró sobrevivir a sus hambres, sus purgas y sus dogmas, y emprender transformaciones pasmosas.

A partir del liderazgo de Deng Xiaoping, China se transformó en un ineluctable capitalismo de Estado y en una sociedad que ha arrebatado a la pobreza 800 millones de personas, que está rediseñando la geopolítica mundial y su red de comunicaciones; va a la vanguardia en la robótica y la inteligencia artificial, pronto dejará atrás a las otras potencias, despliega con la red de infraestructuras de la nueva Ruta de la Seda su influencia sobre el mundo, ha descendido en la cara oculta de la Luna, está construyendo su propia estación espacial y proyecta desembarcar por primera vez humanos en Marte.

Ver cómo crecen las ciudades chinas, cómo se alzan edificios en una noche, cómo cubren el país las autorrutas, los puentes y los túneles, cómo la naturaleza va siendo avasallada por la presencia humana y por su política hegemónica es algo que nos remite a los delirios de la ciencia ficción. También lo es el hemisferio oscuro de todo ese proceso: un partido único de 90 millones de militantes que lo controla todo, un poder absoluto sobre los ciudadanos, la vigilancia tecnológica, la educación férreamente diseñada, y la entronización, fiel a los antiguos patrones de esa cultura, de una suerte de emperador en la persona del jefe de Estado, presidente de la comisión militar y secretario general del Partido, Xi Jinping.

Ya es mucho que en un mundo tan desgarrado y desorientado como el nuestro haya un inmenso país donde las gentes de hoy sienten que viven mejor que sus padres y dicen estar seguros de que sus hijos vivirán mejor que ellos. Pero nadie ignora que bajo los Estados totalitarios y los poderes omnímodos el peligro de la llegada de los césares, de Stalin o de Hitler, siempre está presente.

No es posible callar los peligros de un sistema como el de la República Popular China, y para ello basta como ejemplo la tremenda represión de la Plaza de Tiananmén en 1989, pero tampoco es lícito silenciar sus méritos y sus conquistas. La primera de ellas, que Xi Jinping haya podido decir con convicción esta semana, recordando otras edades, que “el tiempo en que China podía ser pisoteada ha terminado”.

Desde hace 72 años, la isla de Taiwán, frente a las costas de la China continental, es el refugio de los nacionalistas enemigos del comunismo que fueron derrotados por la revolución de 49. La China Popular siempre ha sostenido que Taiwán es parte de su territorio, y llegará el día en que se lance a recuperarla. Hasta ahora Taiwán ha contado con el apoyo de Occidente y en particular de los Estados Unidos, pero los chinos saben esperar, y no es lo mismo la China famélica que derrotó a Chiang Kaishek hace siete décadas que una inminente superpotencia mundial. Cada vez será más evidente que esa isla al oriente es la única barrera que se opone a la hegemonía de la China Popular sobre el Pacífico.

El poder formidable de la economía centralizada, el auge de la industrialización, la potencia tecnológica y el impulso de la urbanización han hecho de China una de las naciones más contaminantes del mundo, una de las que más inciden en el cambio climático. Cuando las demás potencias exigen una responsabilidad compartida, la China siempre argumenta que las naciones occidentales han deteriorado sin obstáculos el medio ambiente durante siglos para modernizar sus economías, y que la China solo ha necesitado 40 años para alcanzarlas y superarlas. Ojalá eso signifique que China es consciente de su peso en la alteración del clima mundial, y que así como necesitó solo cuatro décadas para construir su poderío, tal vez le tome menos tiempo frenar sus aportes al acelerado enrarecimiento del mundo.

También es posible que en los últimos tiempos China haya empezado a recuperar su memoria milenaria y con ella un modelo distinto de relación con el universo natural. Lo cierto es que en manos de una de las naciones más antiguas de la Tierra, de esta Tierra cada vez más amenazada por nuestro saber, por nuestra industria y por los prodigios de nuestra tecnología, bien podrían estar las principales claves del futuro.
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Fuente:

2. En el centenario del otrora gran Partido Comunista de China
FILIPINAS: CPP 


 Dazibao Rojo
PARTIDO COMUNISTA DE FILIPINAS

1 de julio de 2021

La clase trabajadora filipina se une al proletariado y al pueblo chinos para conmemorar el centenario del otrora grande y correcto Partido Comunista de China (PCCh) reafirmando nuestra adhesión al marxismo-leninismo-maoísmo y la necesidad de emprender una revolución socialista para poner fin a todas las formas de explotación y opresión, y rechazo del revisionismo moderno y la restauración del capitalismo en China.

Con motivo del centenario del PCCh, recordamos las victorias del PCCh en las nuevas revoluciones democráticas y socialistas hasta 1976 bajo la dirección de Mao Zedong y exponemos las graves condiciones de los trabajadores y campesinos desde que la dirección del PCCh fue tomada por los revisionistas modernos que transformaron al PCCh en un partido de la gran burguesía y capitalistas monopolistas estatales.

Los 100 años de historia del PCCh se pueden dividir principalmente en dos: desde su fundación en 1921 hasta 1976; y desde 1976 en adelante.

En sus primeros 55 años, el PCCh marcó el camino correcto de la nueva revolución democrática, dirigió a la clase trabajadora, construyó la alianza obrero-campesina y unificó al pueblo chino, libró una guerra popular prolongada y llevó con éxito al pueblo chino a la victoria en 1949 en la que China logró la liberación de la dominación imperialista y derrocó el estado semicolonial y semifeudal de los grandes terratenientes y los grandes compradores burgueses.

El PCCh correcto estableció el gobierno democrático del pueblo bajo el liderazgo proletario y completó la reforma agraria en unos cinco años. Se procedió a la transformación socialista de la agricultura paso a paso a través de la colectivización de la producción y el establecimiento de comunas bajo las cuales la tierra se colocó en propiedad colectiva y el excedente de riqueza se administró colectivamente para invertir en el desarrollo económico integral y garantizar las necesidades sociales de las personas.

A finales de la década de 1950, el PCCh partió de la socialización básica de la economía y dirigió al pueblo chino a fortalecer la base industrial del país y eliminar el desempleo. En el Gran Salto Adelante, el estado central lideró la construcción de las industrias pesadas, mientras que la producción industrial ligera se estableció a través de esfuerzos descentralizados de los órganos estatales regionales y las comunas. Las masas campesinas actuaron por millones como una máquina gigante tallando y cambiando la faz del campo chino, y aumentando la producción a través del trabajo colectivo combinado con la ciencia y la innovación tecnológica. El nivel de vida de las personas se elevó a medida que el estado expandió los servicios de salud, educación, sociales y económicos, superando las enfermedades, la desnutrición y el analfabetismo. Hasta la década de 1970, China logró avances sin precedentes en la industria y la fabricación.

Durante todo el período de construcción socialista, el PCCh emprendió la educación socialista y la revolución cultural para elevar aún más la conciencia de clase de los trabajadores y expandir la democracia con el fin de transformar las relaciones de producción, aumentar la producción y revolucionar la superestructura, especialmente durante la Gran Revolución Cultural Proletaria. Los trabajadores fueron movilizados para liderar colectivamente y mejorar el trabajo en las fábricas a través de comités revolucionarios que combinaban los cuadros del Partido, las organizaciones de masas y los expertos técnicos.

El Partido dirigió campañas para eliminar la corrupción burocrática y el despilfarro elevando la determinación socialista y la vigilancia de los trabajadores e involucrándolos en los asuntos del estado. Al integrarse con la industria y la agricultura, la ciencia y la educación lograron importantes avances en investigación e innovación para aumentar la producción. Se desarrolló y promovió una nueva cultura revolucionaria que ensalzaba el heroísmo del pueblo. Liderados por el presidente Mao, el PCCh y el pueblo chino fortalecieron y consolidaron la dictadura del proletariado y lucharon duramente contra el revisionismo moderno y los intentos de revertir las victorias del proletariado y el pueblo. Promovió el internacionalismo proletario y extendió el apoyo a las luchas antiimperialistas en todo el mundo.

Durante diez años a partir de 1966, el proletariado y el pueblo chino libraron la Gran Revolución Cultural Proletaria en una lucha vigorosa para derrotar los intentos de los revisionistas modernos de tomar la dirección del PCCh y relanzar las victorias de la revolución socialista. Demostró la exactitud de la teoría de Mao de la revolución continua bajo la dictadura proletaria al emprender revoluciones culturales para luchar contra el revisionismo moderno, consolidar y promover el socialismo e impedir la restauración del capitalismo.

Los revisionistas modernos liderados por Deng Xiaoping se aprovecharon de las debilidades y deficiencias de la GRCP dividiendo a la izquierda y confabulando con los centristas para montar un golpe contrarrevolucionario tras la muerte de Mao en 1976. Llevaron a cabo la detención y encarcelamiento o asesinato de los incondicionales del maoísmo y la GRCP. Los líderes clave del revisionista moderno, incluido Liu Shaoqi, fueron rehabilitados y colocados en puestos clave. A partir de 1976, el PCCh se degeneraría y sería completamente transformado y dominado por los capitalistas de Estado y sus colaboradores capitalistas privados.

Con el pretexto de construir un «socialismo con características chinas», los revisionistas modernos desmantelaron las comunas y los colectivos agrícolas, obligaron a la mayoría de los campesinos a valerse por sí mismos en sus pequeñas parcelas individuales, lo que provocó la pérdida de tierras, el hambre masiva y la pobreza.

En nombre de la eficiencia, los trabajadores fueron desempoderados y obligados a volver a la esclavitud asalariada y volver a ser meros engranajes de la maquinaria capitalista. La toma de decisiones sobre el funcionamiento de una fábrica de propiedad estatal se convirtió en prerrogativa exclusiva de los «cuadros» y gerentes que ejercían el derecho a despedir a los trabajadores, imponer cuotas o dar bonificaciones. Los trabajadores chinos están obligados a trabajar en condiciones severas de disciplina de fábrica en las que no se les permite organizar sindicatos genuinos y se les prohíbe realizar huelgas.

La dictadura del proletariado fue desmantelada y reemplazada por la dictadura de la burguesía monopolista estatal. Los capitalistas de estado, tanto burócratas del gobierno como altos funcionarios del PCCh, se apoderaron de la riqueza social creada durante el período de la construcción socialista y la utilizaron como capital para la acumulación de capital privado. Colaboraron con los imperialistas estadounidenses y otros capitalistas monopolistas extranjeros para someter a los trabajadores chinos a salarios extremadamente bajos y formas brutas de explotación en fábricas de línea de montaje en zonas francas industriales, alimentar a las gigantes corporaciones capitalistas estatales, expandir la economía capitalista, desarrollar tecnología y los medios de producción, y provocan el agravamiento de la crisis global de sobreproducción capitalista.

Desde el golpe contrarrevolucionario dengista de 1976, todos los cuadros y miembros del PCCh que apoyaron a la GRCP y la línea proletaria-socialista del camarada Mao han sido eliminados del PCCh. Los partidarios de los líderes revisionistas y capitalistas más importantes, Liu y Deng, usurparon el liderazgo en todos los niveles. Se ha permitido que los capitalistas estatales y privados se conviertan en cuadros y miembros del PCCh desde 1978. Por lo tanto, es solo cuestión de tiempo que la burguesía monopolista en China arroje la bandera comunista y abandone sus pretensiones socialistas y comunistas, especialmente cuando la genuina los comunistas reafirman el liderazgo correcto y se ganan el apoyo del proletariado y del pueblo.

Los capitalistas monopolistas al frente de las corporaciones estatales y las corporaciones privadas favorecidas continúan acumulando riqueza cada vez mayor en connivencia con los grandes capitalistas extranjeros. De 388 el año pasado, ahora hay 626 multimillonarios chinos con $ 2.5 billones entre ellos, avanzando poco a poco hasta los 724 de los Estados Unidos. De las 2000 corporaciones más grandes del mundo, 291 son chinas, solo superadas por los EE. UU. Con 591, y más de Japón. Los bancos chinos más grandes (el Banco Industrial y Comercial de China, el Banco de Construcción de China, el Banco Agrícola de China y el Banco de China) son las corporaciones más grandes del mundo en términos de activos.

La burguesía monopolista estatal expandió la economía china en detrimento de los trabajadores y campesinos. Hay desempleo masivo de trabajadores y desplazamiento económico de campesinos en el campo. Los barrios marginales urbanos se han expandido enormemente. Los servicios educativos, sanitarios y sociales se privatizan cada vez más.

El PCCh ha abandonado la causa proletaria internacional. En cambio, ahora se dedica a la exportación de capital, la usura internacional y las trampas de la deuda para los países subdesarrollados y la expansión de las esferas internacionales de inversión e influencia, el despliegue de fuerzas militares en el extranjero y la agresión armada más allá de su territorio. Utiliza capital financiero para influir y dirigir la política económica y controlar los recursos de los países más pequeños. Ha pisoteado la soberanía filipina al construir islas artificiales en las aguas territoriales y la zona económica exclusiva del país para erigir instalaciones militares y reclamar recursos marinos y minerales.

La crítica de Mao a la Unión Soviética a fines de la década de 1950 como socialimperialista —socialista en palabras, imperialista en hechos— puede ahora aplicarse a China y al propio PCCh. A pesar de la retórica del “socialismo”, China se ha convertido en una potencia imperialista descarada que apunta a imponer sus objetivos ultranacionales a países más pequeños y débiles, explotar mano de obra barata y saquear sus materias primas para alimentar su gigantesca maquinaria industrial y acumular superbeneficios. Está involucrado en la rivalidad con los Estados Unidos en la búsqueda de dividir el mundo a su favor.

En todo el mundo, trabajadores y personas libran diversas formas de lucha en medio de la insoluble crisis del sistema capitalista global. Las fuerzas revolucionarias proletarias están siempre determinadas a construir los partidos comunistas como el destacamento avanzado del proletariado con el fin de proporcionar liderazgo en la próxima nueva era de resurgimiento global de las revoluciones socialistas y de nueva democracia.

Al igual que en el resto del mundo, las condiciones en China son siempre favorables para animar a los trabajadores y campesinos chinos a emprender luchas revolucionarias. Los revolucionarios proletarios chinos están destinados a restablecer o construir un nuevo partido comunista basado en el marxismo-leninismo-maoísmo y llevar a la clase trabajadora china y al pueblo trabajador de regreso al camino de la revolución socialista y el internacionalismo proletario.

¡Conmemorar el centenario del otrora gran Partido Comunista de China!
¡Recuerde las hazañas revolucionarias del PCCh y renuncie a su giro hacia el revisionismo moderno y la restauración del capitalismo!
¡Fortalecer los partidos comunistas y provocar el resurgimiento de las revoluciones socialista y de nueva democracia!
¡Viva el proletariado y los pueblos oprimidos!
¡Viva el marxismo-leninismo-maoísmo!
¡Muerte al imperialismo!
¡Viva el internacionalismo proletario!

Fuente Original:

3. El actual Partido Comunista de China es un partido revisionista burgués imperialista


Jucio a los camaradas de la línea proletaria del PCCH por los revisionistas (1976) Chiang Ching, Chang Chun Chao, Yao Wenyuan, Wang Hongwen

Extracto tomado del documento PRINCIPIOS FUNDAMENTALES PARA LA UNIDAD DE LOS MARXISTA-LENINISTAS Y PARA LA LINEA DEL MOVIMIENTO COMUNISTA INTERNACIONAL preparado y publicado en 1980 por el Partido Comunista Revolucionario de Chile y el Partido Comunista Revolucionario EEUU cuando todavía este era un partido marxista revolucionario, pues luego se transformó en la trinchera del nuevo revisionismo avakianista causante de la bancarrota del Movimiento Revolucionario Internacionalista.

Este documento tiene el mérito de haber sido la primera declaración internacional de denuncia al revisionismo chino, bastión ideológico de la nueva burguesía china que a partir de la muerte del Presidente Mao el 9 de septiembre de 1976, restauró abiertamente su dictadura de clase, desnaturalizó y degeneró el glorioso Partido Comunista de China dirigente, tanto de la guerra popular prolongada que llevó al triunfo la Revolución de Nueva Democracia en todo el país el 1 de octubre de 1949, liberando a China del yugo imperialista y emancipando al pueblo chino de la milenaria explotación y opresión feudal y semifeudal, como también fue el Partido dirigente de la Revolución Socialista y en particular, de la gran Revolución Cultural Proletaria que entre 1965 y 1976 detuvo los intentos restauradores del capitalismo, logrando el mayor desarrollo histórico mundial de la revolución bajo la Dictadura del Proletariado.

Dado que este documento fue elaborado en medio del período de 1972 a 1990 cuando la contradicción inter-imperialista, más concretamente entre las superpotencias de EU y Rusia, fue la contradicción principal mundial, los autores se equivocaron al aventurar la tesis de que China no tenía perspectivas de convertirse en potencia imperialista, como en efecto lo es hoy. Aparte de esa errónea apreciación, el análisis principal del fenómeno revisionista chino es correcto, e ilustra detalladamente el carácter del Partido político de la burguesía imperialista china, que aunque siga llamándose, comunista, en realidad hoy es un partido revisionista burgués, un partido reaccionario, un partido imperialista que ya nada tiene que ver con el glorioso Partido Comunista Chino, cuyos 100 años de fundación se conmemoran este 1 de julio de 2021.

II. LA SITUACION AL INTERIOR DEL MOVIMIENTO COMUNISTA INTERNACIONAL Y LA LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO Y LAS OTRAS FORMAS DE OPORTUNISMO

Aunque, si se considera al planeta en su totalidad, la situación objetiva encierre ya, y cada vez más, grandes perspectivas del progreso revolucionario, el factor subjetivo -el Movimiento Comunista Internacional en los diferentes países y sobre todo a nivel internacional- está actualmente bastante retrasado con respecto a esta situación; de hecho el Movimiento Comunista Internacional atraviesa actualmente una grave crisis y duras pruebas, cuyos resultados tendrán una influencia significativa en cuanto a saber hasta qué punto será posible aceptar los desafíos para aprovechar y acentuar al máximo las ocasiones revolucionarias que vendrán.

Aunque tenga orígenes históricos profundos y antiguos, este problema del Movimiento Comunista Internacional se ha agudizado y ha estallado recientemente a causa de la toma del poder revisionista y del revés de la revolución socialista en China después de la muerte de Mao Tse-Tung. A causa de este revés, o al menos a continuación de él, varios desarrollos importantes han tenido lugar, desarrollos que han incidido sobre el Movimiento Comunista Internacional.

En China, los dirigentes revisionistas han desencadenado cada vez más claramente un ataque sin límites sobre los principios marxista-leninistas en general, y el pensamiento Mao Tse-Tung 1 en particular, a fin de echar las bases teóricas para sumir de nuevo un cuarto de la humanidad en la vía del capitalismo y del dominio imperialista, y para apuñalar por la espalda al proletariado internacional. Están intensificando sus ataques abiertos y directos contra la línea y la dirección revolucionaria de Mao, al mismo tiempo que lo glorifican hipócritamente como una especie de «símbolo nacional» y presentando una versión bastarda del pensamiento Mao Tse-Tung como una especie de «marxismo chino». Aquí se aplica muy bien lo que dice Lenin en «El Estado y la revolución» a propósito de los revisionistas de su época, que cometían crímenes contra el marxismo en nombre del marxismo: «Lo que ocurre ahora con la teoría de Marx ocurrió repetidas veces, en el curso de la historia, con las teorías de pensadores revolucionarios y dirigentes de las clases oprimidas que luchaban por su emancipación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los acosan constantemente, reciben sus doctrinas con la perversidad más salvaje, el odio más furioso, con la campaña más inescrupulosa de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por así decirlo, y santificar hasta cierto punto sus nombres para «consuelo» de las clases oprimidas y con el fin de engañarlas, despojando al mismo tiempo, a la teoría revolucionaria de su esencia, mellando su filo revolucionario y vulgarizándola». (El Estado y la Revolución, Obras Completas, Tomo 27, pág. 15).1 Esta expresión de “pensamiento Mao Tse-tung” fue criticada en el Movimiento Revolucionario Internacionalista, el cual en 1993 reconoció el Maoísmo como la tercera y superior etapa del desarrollo del Marxismo Leninismo, esto es, el Marxismo Leninismo Maoísmo, ciencia de la Revolución Proletaria, ciencia única, coherente y exacta. [Nota de *Revolución Obrera*]

Al nivel de la filosofía, los revisionistas chinos están justamente vulgarizando la afirmación de Mao que dice que la práctica es el único criterio de la verdad: falsean su sentido para hacer un simple remedio de charlatanes, estrecho y pragmático, que consiste en negar la importancia de la teoría -o al menos de la teoría marxista-leninista- y que de hecho significa que es justo y bueno todo lo que pueda servir a esos revisionistas para restaurar el capitalismo y colaborar con el imperialismo. Todo esto es completamente opuesto a la manera dialéctica con la cual Mao enfrenta la cuestión de la relación entre la teoría y la práctica, entre ideas y materia- una relación que es dialéctica en el mundo real aunque no lo sea en la cabeza de los revisionistas chinos. Particularmente es una deformación total del análisis hecho por Mao del hecho que materia y conciencia pueden transformarse la una en la otra, y lo están haciendo constantemente, es por eso que insistía tanto en el papel sumamente importante de la conciencia, de la ideología proletaria y de la teoría marxista-leninista, para poder guiar la transformación del mundo material y sobre todo para poder poner la política al mando de la esfera económica en la construcción del socialismo y para avanzar hacia el comunismo. Los revisionistas chinos han reemplazado política por ganancia y han puesto los principios capitalistas en general al mando de la economía. Acompañan esto de un repudio y de un cambio total de la línea de Mao que consiste en revolucionar continuamente la superestructura -incluso en el terreno de la cultura, de la enseñanza, etc…. -a fin que esto sirva a revolucionar la base económica y la sociedad entera y a avanzar hacia el comunismo. Todos estos principios cardinales entre otros, principios que Mao había defendido y desarrollado, están siendo tirados por la borda y atacados, y supuestamente no se tiene derecho a oponer una resistencia a esto porque, después de todo, la práctica -en todo caso la práctica revisionista- ¡debe ser el único criterio de la verdad!

Aparte de esto, en el terreno ideológico, los revisionistas chinos están pervirtiendo y también oponiéndose a los pasos en adelante que se habían hecho bajo la dirección de Mao en el terreno de la moral comunista y de la revolucionarización de la forma de pensar, de los valores y de las motivaciones de las masas. Mientras que Mao preconizaba la idea de «servir al pueblo», los revisionistas chinos han reemplazado eso por el viejo y bien conocido proverbio y axioma burgués- «ayúdate que el cielo te ayudará». Cuando, a pesar de todo hablan de servir al pueblo, deforman su sentido para decir que hay que trabajar duro, donde se les diga, como se les diga, en interés de la nueva burguesía en el poder en China. Mao quería evidentemente decir una cosa muy distinta cuando hablaba de «servir al pueblo»: poner las necesidades de las masas populares por encima de sí mismo y de cualquier otra cosa, y sobre todo y fundamentalmente la necesidad de las masas de hacer la revolución y transformar conscientemente la sociedad entera, incluidas ellas mismas, según el punto de vista y los intereses del proletariado, y tenía en vista no solamente las masas de China y la revolución china, sino que también el proletariado y las masas oprimidas de todo el mundo, y la lucha internacional hacia el objetivo final del comunismo.

Mao luchó no solamente por desarrollar tal orientación en el curso de la revolución china, sino que la afinó y la desarrolló más aún en el curso de la lucha contra el revisionismo soviético y contra las fuerzas y tendencias revisionistas que existían en China socialista. Cuando Jruschov dirigió la toma del poder por la nueva burguesía en la URSS, una de las principales armas ideológicas que utilizó para desmoralizar y dividir a los cuadros y a las masas y para corromper su manera de pensar, fue la de proclamar a gritos la idea del «comunismo de gulash». Lo que Jruschov quería decir con esto, era que el socialismo era, en resumen, esencialmente una «sociedad de consumo» sumamente desarrollada, que sobrepasaba incluso en la materia a los países capitalistas como los Estados Unidos, y que el comunismo sería una forma aún más lujosa de la misma cosa. Esto no tenía nada que ver con una orientación correcta que habría consistido en prestar atención, y en tratar de desarrollar la capacidad de la sociedad a subvenir las verdaderas necesidades de las masas, sino que preconizaba más bien como guía fundamental la carrera al bifteck para llegar a un nivel de consumo y de confort que se la gane a todo el mundo.

Además esta visión y estos valores han constituido un aspecto importante del chovinismo de gran potencia predicado por los revisionistas soviéticos -la idea que la gente en la URSS debería ponerse a la búsqueda de más y mejores máquinas de lavar, refrigeradores, televisores y blue-jeans, para tener más que los demás (incluso que sus propios vecinos), ha sido puesta en primer plano como sustituto a la lucha revolucionaria contra el imperialismo y la reacción, no solamente en la URSS sino que a través del mundo. Esto fue acompañado de una promesa hecha en tono suficiente según la cual cuando esos bienes fueran abundantes en la URSS, el mundo entero no estaría lejos de esta «buena vida», ya que, como el capitalismo sería incapaz de llegar a tan gloriosos resultados, todo el mundo (incluso numerosos capitalistas) llegarían a decretar que el socialismo es de hecho un sistema superior, y que entonces hay que reemplazar el capitalismo -por medios pacíficos- por el «comunismo de gulash».

En el terreno ideológico, esta línea revisionista no solamente corrompió a la gente que influenció, sino que sirvió también a los imperialistas y a los reaccionarios, en particular a los religiosos hipócritas que hacen una apología del imperialismo y de la reacción, a decir que el materialismo marxista no quiere decir otra cosa que hacer todo lo posible para obtener bienes materiales y que sólo la religión, y una sociedad que fomenta la religión, pueden permitir al género humano expresar sus valores, sus ideales y sus aspiraciones más elevadas.

Desenmascarando y combatiendo este revisionismo, Mao atacó también ciertas tendencias estrechas del materialismo vulgar que habían existido en el Movimiento Comunista Internacional incluso antes del triunfo del revisionismo en la URSS. En bastantes casos, los verdaderos marxista-leninistas ellos mismos, habían en cierta medida, perdido de vista la importante lección que en los primeros días de la nueva república soviética, Lenin había sacado de la experiencia de los «subotniks» (el fenómeno de trabajo voluntario hecho por los obreros para poder reforzar las conquistas de la revolución socialista). El comunismo, dijo Lenin, comienza cuando las masas dejan de trabajar únicamente para sus parientes y se ponen a trabajar conscientemente para hacer avanzar la sociedad entera y llegar al objetivo final de un mundo comunista. Es este espíritu que Mao despertó plenamente y que elevó a un nivel más concentrado. Y es esta moral y este punto de vista verdaderamente comunistas que los revisionistas chinos están obligados a repudiar de manera sistemática y pérfida, y que deben denunciar abiertamente.

En cuanto al aspecto más esencial de la línea política, es sobre la evaluación de vanguardia hecha por Mao del carácter de la sociedad socialista misma, que los revisionistas chinos han dirigido su ataque: a saber que es inevitablemente un período de transición entre el capitalismo y el comunismo en el curso del cual hay a la vez contradicciones en el seno del pueblo, contradicciones entre el pueblo y el enemigo, que hay contradicciones de clase y una lucha de clases, que el aspecto más decisivo es la contradicción antagónica entre el proletariado y la burguesía, y que es por esta razón, y también porque el imperialismo y las clases explotadoras existen aún en el mundo en su conjunto, que todavía habrá un peligro de restauración capitalista durante todo el período de transición socialista. La conclusión sacada por Mao, a saber que el punto clave en la sociedad socialista es la lucha de clases y que el proletariado debe tomar este punto clave para poder llevar hasta el fin esta transición y llegar al comunismo -he aquí lo que temen los revisionistas chinos, lo que detestan y tratan de atacar, ¡y se comprende por qué! Tratan de reemplazar este principio por una «nueva» definición del socialismo: a saber, que el socialismo quiere decir existencia de la propiedad del Estado, y el hecho de recibir un pago según su trabajo- lo que en realidad corresponde esencialmente a la definición que hacían los soviéticos y otros renegados no hace mucho tiempo, y que consiste evidentemente en no trazar ninguna distinción entre socialismo y capitalismo. En tal «sociedad socialista», como en toda sociedad capitalista cualquiera sea su apariencia externa, la posición del proletariado es aquélla de los esclavos asalariados explotados, que no tienen ningún control sobre los medios de producción ni sobre la organización de la producción, y que están bajo la dictadura de una burguesía dirigente que los sangra hasta la muerte.

Hay un punto en el cual Mao centró particularmente su atención en los últimos años de su vida, en el curso de la lucha que llevó a cabo contra los revisionistas: el hecho de que todavía subsistían restos de relaciones de producción capitalistas en el seno de las relaciones de producción socialistas mismas, incluyendo sobre todo el «derecho burgués» en la remuneración del trabajo así como en la división del trabajo. Mao subraya el hecho de que los revisionistas hacen del derecho burgués y del conjunto de desigualdades que subsisten de la vieja sociedad, cosas absolutas. En particular, tratan de acrecentar tales desigualdades, en nombre de la defensa del principio socialista «de cada cual según sus capacidades y a cada cual según su trabajo», yendo incluso hasta transformar relaciones de producción socialistas en relaciones de producción capitalistas, imponiendo una estricta división del trabajo (sobre todo entre trabajo intelectual y trabajo manual), y permitiendo a aquéllos que hacen un trabajo más técnico, y sobre todo más intelectual, de apropiarse por su propia cuenta (en forma de salarios más altos, de bonos, etc…) lo que es producido por aquéllos que hacen un trabajo manual.

Luchando no solamente contra la línea revisionista, sino que también contra ciertas tendencias al materialismo mecánico que existían en la URSS antes incluso del triunfo del revisionismo, Mao hizo notar que, aunque el sistema de producción sea el aspecto más decisivo de las relaciones de producción, los otros aspectos de las relaciones de producción (el sistema de distribución y la división del trabajo) al igual que la superestructura y particularmente la línea política e ideológica, reaccionan sobre el sistema de propiedad. Si estos terrenos están dominados por líneas y una política burguesa, la propiedad socialista (o la propiedad pública del Estado y las granjas colectivas) puede transformarse de hecho en simple apariencia formal, donde las relaciones de producción no tienen sino un contenido capitalista. Mao concluye, que eso es exactamente lo que sucedió en la URSS de manera muy completa cuando los revisionistas llegaron al poder; y era lo que sucedía en China socialista en bastantes sectores y elementos de su economía -y esto evidentemente se está haciendo de manera completa en China también, porque el revisionismo ascendió al poder en toda la sociedad.

Es por estos motivos que Mao, oponiéndose directamente a la línea revisionista que consiste en glorificar y en acrecentar el «derecho burgués» y las desigualdades en general, insiste para que se les restrinja al máximo posible en todo momento, y para que se haga un esfuerzo consciente y de manera concreta para avanzar hacia una eventual realización del principio comunista: «de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades». Al mismo tiempo Mao señala que tales desigualdades sólo podrían ser eliminadas cuando se hubiera finalmente conseguido las condiciones materiales e ideológicas del comunismo; que tales cosas no pueden ser más que restringidas durante el período de transición socialista, y que el hecho que ellas subsistan aún y que se reflejen en el dominio ideológico continúa siendo una fuente importante para engendrar una nueva burguesía durante todo el período socialista. Es necesario entonces, combatir a la vez la línea revisionista sobre esta cuestión y los casos particulares de su puesta en práctica, y prepararse también para una lucha prolongada contra la nueva burguesía (sobre todo en los niveles más altos del partido), que esas desigualdades y sus expresiones ideológicas alimentan, y que esta burguesía tiene todas las intenciones de hacer valer y defender. No es en absoluto sorprendente que los revisionistas chinos hayan atacado inmediatamente la línea de Mao sobre esta cuestión cuando tomaron el poder y que la hayan atacado tan encarnizadamente.

¿Qué queda entonces (para los revisionistas chinos) de la más grande de las numerosas contribuciones de Mao Tse-Tung en el dominio del marxismo-leninismo y de la revolución proletaria -a saber de la teoría y de la línea fundamental de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado y del análisis del hecho de que el blanco principal de la revolución es la nueva burguesía producida por la sociedad socialista misma, burguesía cuyo centro y principales dirigentes políticos están en los más altos niveles del partido: aquellos que estando en el poder se embarcan en la vía del capitalismo? Evidentemente es necesario que la tiren también por la borda, que la ataquen y la calumnien. Y en el punto al que han llegado, los revisionistas chinos, incluso si usan de cuando en cuando palabras como «dictadura del proletariado», tienen teorías y una línea política que de hecho niegan su necesidad, y de hecho, sus hermosas palabras sólo les sirven de máscara, mientras imponen su dictadura burguesa al proletariado.

Consecuentemente a todo esto, los revisionistas chinos concentran sus peores calumnias contra la Gran Revolución Cultural Proletaria. Esta ha representado un movimiento revolucionario sin precedentes bajo el socialismo, que tenía por objetivo impedir una toma del poder revisionista y la restauración capitalista, y que consiguió hacerlo durante una docena de años, reforzando la dictadura del proletariado y continuando la revolución socialista en todas las esferas de la sociedad. De hecho, esta misma Revolución Cultural transformó en una gran fuerza material la teoría de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado, comprometiendo a centenas de millones de personas en la lucha revolucionaria y haciendo aparecer decenas de millones de combatientes conscientes de su clase en China, formando sucesores para la revolución que luchan hoy día contra los nuevos dirigentes capitalistas y propagando a gran escala los principios de la revolución proletaria y del marxismo-leninismo por todo el mundo. El hecho que los revisionistas chinos proclamen actualmente que esta Gran Revolución Cultural fue un «desastre» y una «calamidad», es una prueba suplementaria para mostrar hasta qué punto representó un formidable salto adelante para el proletariado internacional, y ni la toma del poder por los revisionistas chinos, ni sus calumnias sobre la Revolución Cultural, pueden de ninguna manera reducir su importancia para la historia mundial.

A nivel internacional, el principio que guía a los revisionistas chinos es una vez más una línea pragmática que consiste en promulgar los intereses estrechos y nacionalistas de una nueva clase dirigente burguesa. Y aún ahí, aunque los revisionistas chinos invoquen a veces en cierta medida el nombre y el prestigio de Mao para camuflar sus políticas y sus actos contrarrevolucionarios, de hecho, ahí también están en oposición fundamental con Mao. Al mismo tiempo que determinaba correctamente que en el último período el socialimperialismo constituía el peligro principal para China socialista (y utilizando al mismo tiempo ciertas contradicciones que existían entre los imperialistas y los reaccionarios sobre la base de esta evaluación), Mao, incluso si se admite la posibilidad que haya cometido algunos errores a este respecto, nunca cesó sin embargo de apoyar los movimientos revolucionarios donde quiera que se desarrollasen y siempre se mantuvo firmemente y hasta el final como un internacionalista proletario. Mao y los revolucionarios que él dirigía en China, continuaron a pregonar el principio que el mismo Mao había subrayado después de la segunda guerra mundial, cuando la URSS (que era entonces un país socialista y no revisionista) trataba de preservar ciertos acuerdos con los imperialistas yanquis, ingleses y franceses:

«Tal compromiso no exige a los pueblos del mundo capitalista contraer, a su vez, compromisos dentro de sus respectivos países». Subraya Mao, agregando en seguida que, «Los pueblos de esos países continuarán librando distintas luchas de acuerdo con sus diferentes condiciones». (Algunas apreciaciones acerca de la actual situación internacional, Obras Escogidas, Tomo 4, pág. 85). Mientras que Mao defendió este principio hasta el final, los revisionistas chinos pisotean este principio, al igual que todos los principios revolucionarios en general.

La línea internacional de los revisionistas chinos consiste en abandonar por todas partes la revolución, en prohibir al proletariado y a los pueblos y naciones oprimidas del mundo que se levanten contra el imperialismo, y a lo más en decir que sólo pueden, como hacen ellos, aliarse con y capitular ante cualquier imperialismo. Lo más fundamental es que esta línea es completamente contraria a un análisis marxista, lo mismo que el análisis leninista del imperialismo, y por el contrario ve todo a partir del punto de vista del país -o más particularmente, del punto de vista de las clases dirigentes reaccionarias.

Esta línea trata a las dos superpotencias no como los jefes de dos bloques imperialistas que se preparan a una guerra mundial, sino como grandes potencias cuya existencia y papel constituyen algo completamente nuevo en el mundo, de tal manera que las otras potencias imperialistas no son verdaderamente imperialistas, y que las dos superpotencias no tienen la misma naturaleza que cualquier otro imperialismo, y no están sometidas verdaderamente a las leyes del imperialismo. Y deformando el hecho, verdadero, que las dos superpotencias son las fuerzas reaccionarias más poderosas en el mundo, los revisionistas chinos dicen, al menos a veces, que las dos superpotencias son las únicas fuerzas reaccionarias en el mundo, y además, que en realidad no hay más que una de las dos que sea verdaderamente reaccionaria y que uno debería aliarse entonces con la otra. Aunque a veces hablan de nuestra época en tanto que aquélla del imperialismo y de la revolución, y que hagan de vez en cuando alusión a la línea de Lenin sobre la guerra imperialista, de hecho no se basan en este análisis de la época en la cual vivimos, y se oponen a él de hecho, citando la posición tomada por Lenin sobre la cuestión de la «defensa de la patria» en los países imperialistas de manera de masacrar y deformar completamente todo lo que Lenin buscaba subrayar para llegar a la conclusión estupefactoria ¡de que Lenin preconizaba supuestamente «guerras nacionales» en esos países! Tal es su lógica y método, y la «conclusión lógica» de su completa distorsión del leninismo.

Para continuar su traición, los revisionistas chinos adoptaron hacia el «tercer mundo» la misma posición que había atacado el Partido Comunista de China, cuando este era un partido marxista-leninista bajo la dirección de Mao Tse-Tung, cuando desenmascaraba y combatía la capitulación y la colaboración con los imperialistas yanquis de parte de los revisionistas soviéticos. Los revisionistas chinos dicen que, después de todo, los países dependientes no son tan dependientes y que el colonialismo es en gran parte una cosa ya caduca, buscando así camuflar y embellecer la opresión neo-colonial ejercida por el imperialismo yanqui y por otros imperialistas. Así, según los revisionistas chinos, en lo que concierne a lo esencial y aparte algunas pequeñas excepciones, los pueblos de esos países no tienen, por así decir, más necesidad ya de hacer revoluciones contra el imperialismo y sus fantoches «independientes» en esos países. Al oponerse a la revolución, los revisionistas chinos hacen una tremenda historia de las pequeñas medidas tomadas por algunas clases dirigentes del «tercer mundo», para tratar de sacar un poco más de utilidad por su propia cuenta en el marco de su relación de dependencia con respecto a los imperialistas: elogian esas medidas en tanto que ejemplos máximos de la lucha anti-imperialista en esos países, y tratan también de «anti-hegemonismo» heroico, las «luchas» llevadas a cabo por las clases dirigentes de esos países por cuenta de uno de los bloques imperialistas, contra el otro. Según ellos, no solamente la revolución socialista, sino que también la revolución anti-imperialista democrática de la cual es la primera etapa y que lleva a la revolución socialista, ya no es necesaria y aún más, está prohibida.

En cuanto a los países avanzados, a los ojos de los revisionistas chinos, no solamente es inconcebible pensar en revoluciones proletarias en las dos superpotencias, sino que, en todos los otros países capitalistas e imperialistas -los del llamado «segundo mundo»- ellas son imposibles también, e incluso criminales. Según los revisionistas chinos, la tarea que debe emprender el proletariado y las masas de esos países, sería más bien aquella de servir de carne de cañón para la burguesía metiéndose en la guerra imperialista y «defendiendo la patria» por los intereses del imperialismo. Aquí, los revisionistas chinos utilizan su análisis completamente falseado de las dos superpotencias y de las otras potencias imperialistas, y de la relación entre ellas, particularmente con relación a la guerra mundial, para hacer un repudio directo deliberado de la tesis de Lenin, sin embargo siempre justa y válida, según la cual, en relación a los países avanzados. «Quienes invocan hoy la actitud de Marx ante las guerras de la época de la burguesía progresista y olvidan las palabras de Marx, de que `los obreros no tienen patria’ -palabras que se refieren precisamente a la época de la burguesía reaccionaria y caduca, a la época de la revolución socialista-, tergiversan desvergonzadamente a Marx y sustituyen el punto de vista socialista por un punto de vista burgués». (El socialismo y la guerra, en «Tres artículos de Lenin sobre la guerra y la paz», ELE, Pekín, pág. 21). Como dice Lenin, a propósito de otra cosa, las profecías milagrosas son cuentos de hada, pero las profecías científicas son reales y parece que Lenin ha profetizado con mucha perspicacia lo que los revisionistas chinos están haciendo hoy.

Para tratar de justificar su impudicia de renegados, los revisionistas chinos insisten que el movimiento obrero en los países avanzados no puede por el momento -y con esto quieren decir siempre- sino quedarse al nivel del reformismo, es decir, a la cola de la burguesía. Ellos dicen que la razón es que los partidos revisionistas (principalmente aquéllos que siguen a los social-imperialistas soviéticos) han traicionado y que tienen mucha influencia y aparentemente un control inmutable sobre las masas obreras. Aquí el razonamiento de los revisionistas chinos no es sino tautología, lógica burguesa, estando basado en el idealismo y en la metafísica y apestando de pragmatismo interesado.

Es cierto que en esos países el movimiento obrero ha pasado en general por un largo período de reflujo, y es cierto también que en muchos de estos países los partidos revisionistas tienen una influencia considerable en el seno de la clase obrera. Pero, para empezar, los revisionistas chinos no ponen atención a lo que constituye la base más importante de este fenómeno -la situación objetiva en estos países durante el período reciente- y ellos ni siquiera se preguntan por qué los partidos revisionistas tienen una influencia tan importante, cuestión que es justamente el resultado de la situación objetiva durante este mismo período. La otra cara de esta estupidez es que los revisionistas chinos no ponen atención al hecho de que grandes cambios con un potencial decisivo se están produciendo en la situación objetiva, y que tales cambios tendrán lugar a un nivel cualitativamente más importante en el período próximo, precisamente porque la crisis se desarrolla y porque se desarrollan las condiciones hacia una guerra mundial de manera acelerada: todo esto proporcionará ocasiones decisivas para ganar las masas de los obreros hacia una toma de posiciones revolucionarias, así como para apartarlas de la influencia revisionista y burguesa en general. Aquí se nota el idealismo y la metafísica de los revisionistas chinos sobre esta cuestión. Ellos se niegan a reconocer el potencial revolucionario que ha sido recientemente demostrado en estos países, y además ellos tienen toda la intención de oponerse a la realización de este potencial en un futuro que puede estar muy cerca, porque esto daría un golpe muy duro a los proyectos de los revisionistas chinos de capitular frente al imperialismo y de colaborar con él. Una vez más se nota aquí el pragmatismo interesado de estos revisionistas.

Los revisionistas chinos tratan a veces más o menos abiertamente de racionalizar su línea internacional contrarrevolucionaria sobre una base que consiste en decir que es necesario seguir tal línea con el fin de defender a China, y que después de todo la defensa de un país socialista es una de las tareas fundamentales del proletariado internacional. Primeramente, es necesario decir que, aunque China fuera hoy en día un país socialista, su línea internacional no sería correcta de todas formas, y sería de hecho muy nociva al proletariado internacional. El abandono, al igual que el sabotaje de la revolución a través del mundo, no es una contribución internacionalista al progreso mundial hacia el objetivo del comunismo, que debe ser de todas formas el objetivo final del proletariado internacional en cada aspecto de su lucha, incluyendo la defensa de los verdaderos países socialistas. Lo mejor que se puede decir es que, si China fuera un país socialista, su línea internacional representaría hoy día una continuación extrema de ciertos errores bastante graves cometidos anteriormente por el Movimiento Comunista Internacional, y en particular por la URSS cuando era un país socialista, sobre todo en lo que respecta a la segunda guerra mundial: hubo en esa época una tendencia general y bastante propagada a centrar todo en la defensa del país socialista, a costa de la lucha revolucionaria en muchos países, y al precio del desarrollo de importantes desviaciones en relación a la línea revolucionaria en el movimiento internacional en general.

Pero además China no es -no es más- un país socialista, justamente porque el poder ha sido tomado por esa misma burguesía revisionista, que es responsable del hecho que la línea y el rol de China en relación a la situación y a las luchas internacionales sean hoy contrarrevolucionarios. Saber si China es hoy un país socialista o revisionista no depende de las declaraciones de los dirigentes chinos o de quien quiera que sea, sino del verdadero carácter de la sociedad china y sobre todo de saber cuál clase está en el poder. Es precisamente porque el revisionismo -una nueva burguesía que tiene su cuartel general en el interior mismo del partido comunista, principalmente en sus más altos niveles -ha tomado el poder en China, y, conforme a sus propios intereses de clase está tratando de restaurar el capitalismo bajo todos sus aspectos, que la naturaleza de la sociedad china es como es hoy día. Es también por eso que la línea y el rol internacional de China no contienen simplemente errores del punto de vista del marxismo-leninismo y no son simplemente influenciados por las fuerzas revisionistas -como era el caso cuando China era un país socialista y seguía en general una línea revolucionaria bajo la dirección de Mao -sino más bien que esa línea y ese rol son ahora completamente contrarrevolucionarios y representan una tentativa de imponer a otros una política de capitulación y de colaboración con el imperialismo y la reacción, para servir los intereses burgueses de la nueva clase dirigente en China.

El pragmatismo interesado de los revisionistas chinos se refleja también en sus relaciones con la URSS. Aunque de una cierta manera ellos se hagan eco del análisis científico de la URSS como siendo social-imperialista, de hecho los revisionistas chinos no aplican de ninguna forma este análisis ni el método científico que constituye su base. Separando la política de la economía como todos los revisionistas y sobre todo teniendo en cuenta su propia definición de socialismo (mencionada arriba), los dirigentes chinos sólo pueden concluir que la URSS es de todos modos un país socialista, cuyos dirigentes tienen ambiciones chovinistas de gran potencia. La disputa de los revisionistas chinos con sus homólogos en URSS, está centrada en el hecho de que el expansionismo de éstos últimos -que deriva del hecho, compréndanlo o no los dirigentes chinos, de que la base económica de la URSS es hoy en día capitalista-imperialista- entra en conflicto con las propias aspiraciones burguesas de los revisionistas chinos. Estas dos bandas de renegados y de capitalistas-»socialistas», no sólo no tienen divergencias fundamentales de principio, sino que además, una especie de «reconciliación» entre ellos -que llevaría objetivamente a la URSS a ocupar la posición dominante- no es nada inconcebible ni siquiera poco probable.

Así como los social-imperialistas soviéticos, los revisionistas chinos aspiran a transformarse en una fuerza internacional de explotación y de opresión que merezca el nombre de «superpotencia», pero al contrario de los soviéticos, los revisionistas chinos no tienen la base necesaria para transformarse en semejante potencia imperialista en un futuro próximo. Los revisionistas chinos estudiaron aparentemente la experiencia de sus predecesores soviéticos, y en todo caso están tratando de poner en práctica una política semejante que consiste en atraer capital proveniente del bloque EU, con la esperanza de desarrollar su economía y su aparato militar, con la idea de que ellos podrán conseguir rivalizar con la URSS y quizás, incluso, reemplazarla, a ella o\y a los imperialistas yanquis antes de una guerra mundial o al fin de tal guerra. Pero, teniendo en cuenta el estado aún relativamente atrasado de su economía (el legado de su pasado semi-colonial, semifeudal, que mucho había hecho la etapa de construcción socialista para superar, pero no había aún completamente eliminado), la restauración del capitalismo y la penetración del imperialismo en China solo pueden llevar al hecho de que China sea reducida al estado de dependencia en relación a una u otra de las grandes potencias imperialistas. De esta manera, aunque los revisionistas chinos tengan locas ambiciones, que ellos tratan de saciar en flagrante oposición al llamado lanzado tantas veces por Mao de «nunca buscar la hegemonía», y aunque ellos consigan llegar a imponerse en una cierta medida y en ciertas situaciones, sobre todo en relación a otros países del «tercer mundo», sus capacidades no concuerdan con su apetito, y ellos sólo podrán jugar un rol subordinado en una alianza dirigida por una de las dos superpotencias.

Los revisionistas chinos propagan amplia y ruidosamente su línea internacional contrarrevolucionaria bajo la forma de su «teoría de los tres mundos» y de su afirmación de que la URSS es el peligro principal y el enemigo principal, no sólo para China sino que para todo el mundo, línea ésa que tiene como parte importante decir que el imperialismo EU está jugando un rol progresista (cf. por ejemplo «Pekín Informa» 45, 1977), oponiéndose a la URSS. Sin embargo como todos los oportunistas, los revisionistas chinos son completamente capaces de adaptar esta «teoría», incluso de encontrar otra para sustituirla, con el fin de justificar y enmascarar nuevos virajes en sus actos y maniobras, nuevos alineamientos en los cuales ellos participarían, etc. Lo que es absolutamente necesario comprender es que, considerando la naturaleza de clase de estos revisionistas, el contenido de su línea y de sus actos, cualesquiera que sean los cambios tácticos que ellos pudieran hacer, o sus alineamientos, seguirán siendo contrarrevolucionarios.

Una vez más, nosotros no tenemos intención de hacer profecías sobre la cuestión de saber si China terminará al final de cuentas, por comprometerse con el bloque soviético o con el bloque dirigido por los Estados Unidos, sino de señalar más bien, que sólo puede ser con uno y otro y que además el rol de la clase dirigente china en el curso de una guerra mundial y en general, sólo puede ser reaccionario, a la vez en China y en el plano internacional. El hecho de «cambiar de campo» por parte de diversos estados reaccionarios constituye, una vez más, un aspecto importante y un indicio importante del camino hacia la guerra mundial y de preparativos en este sentido que se tornan cada vez más intensos y cualquiera que sea el alineamiento particular de los imperialistas y reaccionarios, y cualesquiera que sean los elementos que constituyan los dos bloques, es necesario desenmascarar los dos y oponerse y combatirlos en tanto que enemigos del proletariado internacional y de los pueblos y naciones oprimidas del mundo. Los actos de los revisionistas chinos tendrán ciertamente un efecto importante desde el punto de vista táctico sobre estos desarrollos, pero no los cambiarán fundamentalmente, ellos no cambiarán ni su naturaleza y no cambiarán nada al hecho que los dos bloques de imperialistas rivales van hacia la colisión y que sólo el proletariado y sus aliados podrán con sus luchas revolucionarias, transformar de manera radical, en el interés de la gran mayoría de la humanidad, la coyuntura histórica que está tomando forma.

En fin, cuando analizamos la naturaleza y el rol de los revisionistas chinos y el contenido fundamental de su política y de sus efectos, es necesario señalar que, aunque numerosas fuerzas teniendo posiciones e intereses diversos, se hayan ampliamente opuesto a ellos, los revisionistas chinos tienen de todas formas un cortejo de aduladores en diferentes partes del mundo, y que ciertos grupos que antes hacían parte del Movimiento Comunista Internacional han adoptado enteramente la línea y los actos de los dirigentes chinos, cualesquiera que sean y han seguido a estos dirigentes chinos hasta los «bajos fondos» del revisionismo. Esto ha tenido lugar sobre todo en diversos países donde el imperialismo yanqui y su bloque son dominantes: encontramos algunos llamados «comunistas», o antiguos comunistas, que de hecho han abandonado la revolución, que estiman que seguirle los pasos a los revisionistas chinos es una manera bien cómoda de capitular ante su propia clase dirigente guardando una imagen «socialista», y el sostén de un país «socialista», que les sirve de capital y de moneda de cambio para sus regateos, aun si ellos tienen una apariencia bastante ruin y lamentable. En general estas fuerzas hacen cada vez más prueba de desmoralización y están perdiendo el poco de influencia que habían tenido antes en las masas. Si bien es posible que las clases dirigentes de algunos de estos países busquen reanimarlos, se hace cada vez más difícil seguir e imitar los caprichos, intrigas y maquinaciones de los revisionistas chinos y por lo general estos grupos continuarán desintegrándose cada vez más, hasta morir de una muerte lenta o rápida por envenenamiento revisionista capitulacionista.

El triunfo del revisionismo en China, la línea internacional contrarrevolucionaria de sus nuevos dirigentes y su repudio total de los principios del marxismo-leninismo, así como de su aplicación concreta, del desarrollo y del enriquecimiento de los mismos en varios campos hechos por Mao Tse-Tung (principalmente en lo que toca al análisis del revisionismo y la lucha contra él, esté en el poder o no) son reveses que han dado lugar a mucha confusión y desorientación entre los revolucionarios en general y en particular en el Movimiento Comunista Internacional. Una de las consecuencias más importantes de esto es que la influencia de los social-imperialistas soviéticos y de sus defensores y lacayos revisionistas ha sido previsoriamente reforzada. En particular la línea de los revisionistas chinos sobre los «tres mundos» y sobre la URSS como peligro principal y enemigo principal, aunque ayude de un lado al imperialismo EU, ha también, y esto es lo irónico, dado una ayuda significativa a los social-imperialistas soviéticos. Esto es sobre todo verdad por el hecho de que siguiendo sus propios fines e intereses imperialistas, pero encubiertos por una máscara «socialista» y hasta «internacionalista», la URSS ostenta cada vez más una actitud militante frente al imperialismo yanqui, que ha hecho sufrir bajo sus botas a numerosos pueblos durante mucho tiempo y contra el cual estos pueblos han luchado mucho tiempo. La definición del socialismo propagada por los revisionistas chinos – combinada con el rechazo a la polémica contra el revisionismo soviético y al análisis del carácter de clase y de la base económica del social-imperialismo soviético, que había sido hecha por el Partido Comunista de China bajo la dirección de Mao Tse Tung -todo eso refuerza y se suma al punto de vista según el cual la URSS si bien habría cometido quizás algunos errores, incluso graves y tendría a la mejor tendencias chovinistas, e incluso expansionistas, al fin de cuentas sin embargo, no deja de ser un país socialista, que de todas formas afronta al imperialismo EU y por último, un país socialista, aunque «mal» país socialista, es siempre mejor que el imperialismo. Bajo muchos puntos de vista y en general en la situación actual, tal perspectiva es completamente aceptable para los socialimperialistas soviéticos, pudiendo facilitarles las cosas, mientras que tal perspectiva es extremadamente nociva para el verdadero movimiento comunista así como para el proletariado internacional y pueblos y naciones oprimidas.
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