El instinto maternal impulsa la evolución
Pablo Javier Piacente
Un estudio realizado en abejas demuestra que el instinto maternal y el cuidado de la descendencia es uno de los principales factores que impulsa una vida social compleja, creando las bases para la evolución genética de la especie.
Una reciente investigación desarrollada en la Universidad de York en Toronto, Canadá, concluye que el instinto maternal ha sido crucial para que las abejas lograran enriquecer su vida social a lo largo del tiempo y, de esta forma, concretaran su evolución. Según los científicos, lo comprobado en las abejas podría funcionar de forma similar en otros animales, incluidos los humanos.
Es conocida la importancia del comportamiento social para el desarrollo de las distintas especies: se sabe que hasta puede modificar el genoma, porque el mismo reacciona seleccionando una mayor cantidad de genes “sociales” y provocando cambios intergeneracionales. De esta manera, el comportamiento y el entorno social parecen ser el primer factor que prepara el escenario para la futura evolución genética.
Según una nota de prensa, el nuevo estudio canadiense no solamente reafirma este conocimiento sino que además profundiza en el rol del instinto maternal. De acuerdo a lo observado en 16 especies de abejas diferentes, una evolución genética similar ha ocurrido en distintos momentos y en forma independiente en todas ellas, motivada por un principio unificador: el enriquecimiento de la vida social gracias al cuidado de la descendencia.
Las madres y la vida social
Los especialistas confirmaron en su estudio, publicado en la revista Communications Biology, que la mencionada evolución se concreta a partir de la transición de la vida solitaria a la social, un período en el cual las abejas u otras especies viven en un grupo multigeneracional que cuida cooperativamente de la descendencia. En estos grupos, el papel de la madre es vital y el instinto maternal sería la clave de la evolución genética.
Además del estudio de las distintas especies de abejas mencionado con anterioridad, los científicos secuenciaron el genoma de seis variedades de abejas carpinteras, ubicadas en América del Norte, Australia, Japón y Kenia, con el propósito de descubrir cómo la sociabilidad afecta la evolución del genoma.
Descubrieron que el cuidado de las crías de la especie en un grupo y la tarea maternal han llevado en muchos casos a la selección de una regulación genética social, una condición que permite la evolución a lo largo de las generaciones, por ejemplo a través de una mayor complejidad en la estructura de los genomas o de un crecimiento en la diversidad de los mismos.
Evolución del genoma y sociabilidad
En consecuencia, aunque ya se ha constatado previamente que el genoma puede afectar el comportamiento social, esta investigación y otros modelos recientes parecen confirmar que los estilos de vida sociales pueden, a su vez, influir en la evolución del genoma. Y es precisamente el rol maternal uno de los factores primordiales para que las especies adquieran comportamientos sociales.
El descubrimiento es especialmente significativo si se tiene en cuenta que la mayoría de las abejas son solitarias: solamente algunas variedades, como las abejas melíferas o las abejas carpinteras, han variado su comportamiento para elegir una vida social. Sin embargo, los científicos remarcaron que la sociabilidad es relativamente rara en el reino animal en general y en las abejas en particular.
De acuerdo a los especialistas canadienses, la trascendencia del instinto maternal para el desarrollo de una vida social que promueva la evolución genética podría ser un patrón a observar y confirmar en muchas especies de animales, incluyendo al ser humano. Resaltaron que este estudio puede abrir una ventana para comprender en términos generales la relación entre la evolución de la complejidad genética y el comportamiento social.
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Referencia
Sociality sculpts similar patterns of molecular evolution in two independently evolved lineages of eusocial bees. Shell, W.A., Steffen, M.A., Pare, H.K. et al. Communications Biology (2021).DOI:https://doi.org/10.1038/s42003-021-01770-6
Foto:
Una abeja carpintera hembra en su nido de crianza. Crédito: Sandra Rehan.
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