Si algo quedó claro del tormentoso proceso electoral de Estados Unidos…, es que su mal denominado sistema ‘democrático’ está muy lejos de serlo
...las elecciones en la Unión Americana contrastan y de qué manera con los esfuerzos de construcción de democracia, renovación y ampliación de la participación ciudadana...
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Por Berenice Bedoya Pérez
Si algo quedó claro del tormentoso proceso electoral de Estados Unidos que aún no ha concluido por cuanto que el actual inquilino de la Casa Blanca se niega obstinadamente a reconocer su derrota, es que su mal denominado sistema ‘democrático’ está muy lejos de serlo. Para América Latina y particularmente para Colombia, estos comicios presidenciales deben servir de lección sobre lo que no es Democracia (con mayúscula), pero sobre todo llegó el momento en que la dirigencia política de la gran nación de la doctrina del Destino Manifiesto se convenza de que no tiene autoridad para seguir dando cátedra sobre la materia y así continuar asumiendo posturas injerencistas en el devenir político de nuestro hemisferio y del mundo.
Lo que ha ocurrido en las elecciones presidenciales de la gran potencia mundial es por decir lo menos bochornoso: su sistema electoral además de ser muy deficiente es anacrónico, carece de un organismo que centralice el conteo de votos y el escrutinio. Es un sistema caótico, ya que cada estado tiene sus propias leyes electorales, sus particularidades, sus reglas. Además, la resolución de discrepancias por resultados inciertos puede llevar a enfrentamientos entre una legislatura de un estado y el gobernador, o que termine definiendo la Corte Suprema de Justicia.
Pero más lamentable es que al Presidente de la Unión lo elige un Colegio Electoral integrado por representantes del bipartidismo (Republicano-Demócrata), con lo cual la voluntad popular pasa a un segundo plano, habida cuenta que quien obtiene la mayoría de sufragios no es ungido como el ganador y debe resignarse como les ocurrió a los demócratas Al Gore en 2000 y Hillary Clinton en 2016. Ello es así porque la Convención Constitucional de 1787 determinó que no se debía dejar en manos del pueblo la elección del mandatario y creó los colegios electorales para que la élite social, política y económica “corrigiera” los errores que la voluntad popular pudiera cometer en la escogencia. ¡Vaya “modelo”!
Al carecer de un órgano rector en materia electoral ha sido tradicional en Estados Unidos que el candidato que logre el mayor número de delegados de los colegios electorales lo proclame como ganador la agencia de noticias Associated Press (AP) y la cadena de televisión CNN. Esa es la razón por la que ante la negativa de Trump de aceptar su derrota y amenazar con demandar la elección, países de peso en el tablero geopolítico mundial como China, Rusia, Turquía, México y Brasil se han abstenido de felicitar a Biden, quien no ha sido ungido de manera oficial.
Además, en esta particular competencia electoral queda evidenciado una vez más la influencia del dinero en las campañas que no tienen límite de gasto y en las que juegan papel preponderante los grupos de presión (lobbies) como el de la industria militar, los sectores financiero (Wall Street), petrolero y ahora el cibernético, que en últimas, son los que imponen al presidente de los Estados Unidos, gracias a su músculo económico.
En definitiva, las elecciones en la Unión Americana contrastan y de qué manera con los esfuerzos de construcción de democracia, renovación y ampliación de la participación ciudadana que venimos experimentando en América Latina, con todas nuestras limitaciones y dificultades. En el caso colombiano, en medio de nuestra compleja y crítica realidad, los sectores sociales y alternativos venimos denunciando de manera insistente la corrupción más que comprobada de la Registraduría Nacional, exigiendo correctivos para garantizar elecciones transparentes. Al mismo tiempo se promueve y ensancha la participación en la vida política de sectores que hasta hace poco eran marginados como la juventud, las expresiones feministas, ecologistas, etnias y minorías sexuales. En Chile lo acabamos de observar con el plebiscito convocando una Constituyente; o lo que ocurrió con la elección presidencial en Bolivia que de manera contundente la población de manera arrolladora votó condenando el golpe de Estado de 2019; y el proceso de alianzas para concurrir a las elecciones locales en Brasil este 15 de noviembre. Estas experiencias de participación popular para trazar el destino político de nuestros países dejan en evidencia que Estados Unidos es un país disfuncional en términos democráticos. De ahí que haya llegado el momento en que la potencia hegemónica aprenda de democracia con humildad.
Coda: aunque hay que recordar que fue un gobierno del Partido Demócrata como el de Clinton que impulsó el nefasto Plan Colombia, los sectores alternativos esperamos que con el concurso de Joe Biden desde la Casa Blanca se logre la implementación de los Acuerdos de Paz y se adopte una nueva política antidrogas, y de esta manera, Colombia deje de ser un laboratorio de guerra.
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