Los traumas infantiles generan envejecimiento acelerado y cambios cerebrales
Pablo Javier Piacente
Un estudio ha comprobado que los traumas infantiles están directamente relacionados con el envejecimiento prematuro, provocando cambios en la estructura del cerebro. Además, incrementan las posibilidades de sufrir patologías psicológicas y distintas enfermedades crónicas.
Una investigación desarrollada por especialistas de las universidades estadounidenses de Harvard, Stanford y Washington ha concluido que los traumas infantiles tienen una relación concreta con los procesos de envejecimiento acelerado, observándose por ejemplo en notorios cambios cerebrales. También aumentan el riesgo de sufrir depresión, ansiedad, enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer.
Según una nota de prensa de la Asociación Americana de Psicología, los efectos en los niños se aprecian tanto en los traumas infantiles provocados por abusos y otros tipos de violencia como en aquellos generados por privaciones relacionadas con la pobreza. El trabajo indica que factores como el envejecimiento celular, los cambios estructurales en el cerebro y la pubertad temprana están íntimamente ligados a traumas vividos en la infancia.
Todo indica que experimentar violencia durante los primeros años de vida provoca marcas indelebles en la persona afectada. Para Katie McLaughlin, autora principal del estudio y docente de la Universidad de Harvard, la investigación desarrollada ratifica que los niños que sufren violencia o amenazas extremas muestran con el tiempo un envejecimiento mucho más rápido a nivel biológico, al compararlos con aquellos que no han sufrido estos traumas.
Cambios en la estructura del cerebro
Uno de los aspectos más importantes en las conclusiones de la investigación tiene que ver con los cambios encontrados en la estructura cerebral. En los casos de traumas infantiles se observó una importante reducción del grosor cortical, una condición que aparece en las personas de edad avanzada y que estaría marcando un signo concreto de envejecimiento prematuro. Vale recordar que los más de cien mil casos analizados en la investigación no superan los 18 años de edad.
Es importante considerar que cada tipo de trauma infantil estuvo asociado al adelgazamiento cortical en diferentes partes del cerebro. De esta manera, los casos relacionados con violencia y abuso evidenciaron una reducción en la corteza prefrontal ventromedial, un sector ligado al procesamiento de las emociones y las relaciones sociales.
Por otro lado, en los traumas infantiles derivados de privaciones y pobreza los cambios se hicieron evidentes en las llamadas redes frontoparietales, las cuales participan de procesos de tipo cognitivo y sensorial. Los resultados provienen de un metanálisis que incluyó casi 80 estudios.
Adaptaciones evolutivas
Los investigadores creen que todos estos signos de envejecimiento prematuro y los cambios cerebrales han descendido en principio de adaptaciones evolutivas. Esto significa que determinadas variaciones genéticas se van transmitiendo de generación en generación, para logran una mejor adaptación de la especie frente a distintas amenazas.
Por ejemplo, un desarrollo acelerado de las áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento emocional puede provocar que los niños identifiquen con mayor rapidez los peligros, además de contar con más armas para responder a las amenazas. Sin embargo, estas adaptaciones pueden derivar en serios problemas en la adultez, ya sea en forma de patologías mentales y psicológicas o en enfermedades crónicas.
Por último, el estudio subraya que es vital desarrollar estrategias de intervención temprana, que permitan disminuir las consecuencias negativas relacionadas con el envejecimiento prematuro generado por los traumas infantiles. Al mismo tiempo, es crucial el trabajo psicosocial que pueda realizarse para intentar prevenir las situaciones de violencia y privación.
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Referencia
Biological Aging in Childhood and Adolescence Following Experiences of Threat and Deprivation: A Systematic Review and Meta-Analysis.Natalie Colich, Eileen S. Williams, Maya Rosen and Katie McLaughlin. Psychological Bulletin (2020).DOI:https://doi.org/10.1037/bul0000270
Foto: Kat J. Unsplash.
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Pablo Javier Piacente
es periodista especializado en comunicación científica y tecnológica.
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