Las estrategias del gobierno para enfrentar la recesión económica en curso, solo incluye propuestas y acciones para salvar y proteger a quienes más tienen
Economía popular, la vida diaria de las mayorías de Colombia
Las estrategias del gobierno para enfrentar la recesión económica en curso, solo incluye propuestas y acciones para salvar y proteger a quienes más tienen, dejando a la intemperie a los negados, a los informales, a los vulnerables y a los pequeños empresarios que en su mayoría sobreviven a través de la economía popular. Aquí algunas visiones de esta realidad, que nos demanda construir otro país.
Al sol y al agua, en incertidumbre constante, pasa la vida de quienes transitan día a día por las calles del país. Esos millones de personas que se rebuscan el sustento diario para sus familias y que se encuentran sobreviviendo dentro de la lógica del ¡sálvese quien pueda y como pueda! impuesta como norma en Colombia.
En semáforos y andenes vemos cada día a hombres y mujeres que ofrecen algún producto a los transeúntes, así mismo están quienes utilizan sus vehículos para rodar por diferentes sectores de la ciudad vendiendo variedad de productos, haciendo acarreos o transportando personas. Peluquerías, talleres, tiendas de barrio, entre innumerables ejemplos, son parte de ese panorama de la economía popular, en la que nadie logra contar con contrato fijo, prestaciones sociales, vacaciones, entre otros derechos laborales negados.
En Colombia, 13 millones de personas, más del 50 por ciento de la fuerza laboral, trabaja sumida en la informalidad, la mitad de estos viven al día, en condiciones precarias, considerados por ello población vulnerable ya que sus ingresos son mínimos, lo que les impide ahorrar, razón por la cual no tienen con que soportar un recorte de ingresos como el presentado con el confinamiento obligatorio.
Dura realidad
Solamente entre febrero y marzo de este año se perdieron 1,5 millones de empleos, en abril otros 5 millones fueron despedidos de sus trabajos. Según el Dane la tasa nacional de desempleo ronda el 22 por ciento y amenaza con llegar al 25 o más, con un agravante, la situación de millones cada vez será peor pues aún no tenemos certeza de los fuertes impactos económicos que sufrirá el país en los meses que estamos viviendo y en los que vienen.
Esta tasa de desempleo enmascara una situación más trágica aun: cerca de 3 millones de personas abandonaron el mercado de trabajo es decir, salieron de la población económicamente activa ante su desesperanza de encontrar algún trabajo; por tanto al agregar el número de desempleados registrados por el Dane en mayo de 2020 (4.693.929) con aquellas personas que cayeron en la desesperanza (2.818.589), el número real de desempleados en el país suma 7.512.518 y la tasa de desempleo se eleva a 34,2 por ciento.
Hay que ser claros: la crisis económica que vivimos hoy no es producto del coronavirus, es el resultado de años y años de una clase política empeñada en gobernar para los ricos, lo que ya nos tenía en cifras tan penosas como figurar en América Latina como el segundo país más desigual de la región (superados por Haití) y el séptimo país más desigual a nivel mundial.
Es esta crisis, a su vez, la que permite visualizar nuestra sociedad en plena desnudez, sin apariencias. Ricos gobernando para ricos, una clase media que pierde sus ahorros y cae en la pobreza, y los pobres que ven como se esfuman sus pocos ingresos hasta llegar a la miseria. Y ¿qué pasará con los miserables?
Economía popular
Nohora Angélica Sierra, antropóloga e integrante del grupo de Socioeconomía Instituciones y Desarrollo de la Universidad Nacional analizó en el informativo La Vacuna (ver: https://www.youtube.com/watch?v=6ColEBO3Mtg&t=5s) las consecuencias padecidas hoy por millones producto del confinamiento obligatorio, el mismo que los sumó a la economía popular.
Esta economía reúne variedad de posibilidades y formas para su desarrollo. Una economía poco valorada y apoyada en nuestro país, a pesar de que son al menos 15 millones de personas las que encuentran en ella la posibilidad para reunir lo necesario para seguir sobreviviendo.
Nos pregunta Nohora “¿quiénes son las personas que componen esta economía?” Para responder al instante “vendedores ambulantes, recicladores, zapateros, costureras, peluqueros, mecánicos. Una serie de oficios que se volvieron refugio de poblaciones que no se insertaron al mercado laboral formal, y no por falta de experiencia o falta de ánimo para buscar trabajo, sino debido a una muy débil estructura productiva en nuestro país
Pero además (vuelve a preguntar) ¿quiénes son estas personas? Población migrante, personas en condición de desplazamiento forzado, personas de la tercera edad, otros en condición de discapacidad, y un gran número de madres cabeza de hogar”.
Esta es una economía del rebusque, del día a día, y por ello es que su fragilidad es extrema, pues un día les puede ir bien, pero al otro mal y así transcurre la vida. El lugar por excelencia de quienes viven de esta economía es la calle, allí es donde cada amanecer y anochecer millones de personas sobreviven.
No son pocos, nos recuerda Nohora Angélica: “todas estas personas componen un 47 por ciento de la población económicamente activa según el Dane”. Así mismo nos recuerda que también son víctimas de la represión estatal: “Desde que inició el primer periodo de la cuarentena muchas personas se quedaron en su casa, pero al ver que las ayudas no llegaban, muchos salieron a protestar a las calles obteniendo como respuesta únicamente la represión. A esta situación hay que sumarle el aumento desproporcionado del pago de servicios públicos, la imposición de multas a quienes han tenido que salir a las calles a rebuscarse y las deudas con bancos y prestamistas informales”.
El confinamiento obligatorio es una estocada fatal para estas poblaciones que representan a las mayorías del país y que viven del rebusque, siempre por cuenta propia, sin ayuda del Estado, pues como sostiene la antropóloga: “Tras más de 3 meses de cuarentena muchos están saliendo a la calle a rebuscársela, pues no tienen otra opción. El confinamiento demostró la debilidad de nuestro sistema de protección social, que ha recargado en los hogares y en las comunidades los mayores esfuerzos para la reproducción de la vida. Seguramente para los sectores de altos ingresos no es un gran problema, pues pueden seguir pidiendo alimentos a domicilio y delegando el cuidado de sus hijos e hijas a empleadas domésticas internas, pero para los sectores de la economía popular la situación es muy diferente para mantener condiciones mínimas para un aislamiento, en primer lugar porque nunca se ha garantizado el derecho a la vivienda, además de ello nunca han tenido un acceso digno a la salud, tampoco protección frente a accidentes o a la vejez”.
Nohora Angélica nos hace reflexionar entorno a la complejidad de esta economía y nos insiste en que es urgente reconocer el lugar de ésta en nuestra sociedad, pues “no es una mentira para nadie que muchas personas que trabajan en la formalidad y reciben bajos salarios tienen que recurrir a las ventas ambulantes callejeras o a otra serie de servicios populares en procura de complementar sus ingresos; en este sentido es claro que las economías populares subsidian a la economía formal. Una realidad que nos permite derribar el supuesto de que la informalidad surge o funciona en los márgenes de la formalidad, porque realmente son unas economías que se están interconectando todo el tiempo”.
Así mismo, “vale señalar que, en estos tiempos de encierro son las mujeres quienes están en mayor desigualdad y con mayores cargas al interior del hogar; entonces, si bien se requiere priorizar a las economías de los sectores populares, quienes en primer lugar deben ser priorizadas son las mujeres, sobre cuyo cuerpo recae el cuidado del hogar, debiendo garantizar además los ingresos monetarios que no son obtenidos vía subsidios del Estado nacional”.
La realidad de los recicladores de oficio
En este mismo sentido, la economista Ruth Quevedo nos plantea en este mismo informativo la realidad padecida por un importante sector de esta economía popular, como lo son los recicladores de oficio, a quienes les siguen vulnerando por completo sus derechos.
Según Ruth, en la actualidad “estamos hablando de 20.000 personas y sus familias, personas en condición de pobreza y vulneración de derechos, cuya actividad es recolectar y transportar esos materiales que nosotros entregamos al servicio domiciliario de aseo.
De esas 20.000 personas, cerca del 30 por ciento están organizadas, mientras que el 70 por ciento restante todavía deambulan de manera informal por la calle. Un porcentaje muy pequeño cuenta con garantías de protección social y de seguridad social.
El servicio público domiciliario de aseo hace parte del derecho al saneamiento básico, reconocido en el mundo como un derecho humano fundamental, junto con el derecho al agua. Los recicladores realizan una actividad en la que tiene que existir un compromiso muy importante del Estado, ausente como lo estamos viendo con las consecuencias del covid–19. La población recicladora de oficio en Colombia además es sujeto de especial protección del Estado derivado de la sentencia T-724 del 2003, que obligó al Estado a dar garantías para la inclusión de la población recicladora dentro del servicio público domiciliario de recolección y aprovechamiento de residuos, de manera que los recicladores hoy tienen derecho a que les retribuya el valor de la tarifa para reconocer su actividad económica”.
Pero su realidad se complica aún más al estar obligados a competir con empresas privadas de reciclaje, que cuentan con grandes fuentes económicas y, como nos dice Ruth, “lastimosamente este compromiso del Estado no se está cumpliendo. La situación en Bogotá es la siguiente: una serie de resoluciones equiparan al reciclador con actividades económicas de capital, porque hay un decreto nacional –596 del 2015– que permitió la formalización de la población recicladora de oficio a través de una serie de etapas en las cuales, cuando ellos lleguen a la última etapa (8), en teoría van a estar en capacidad de competir con actores privados de capital, para hacer esa misma actividad económica; sin embargo, desde ahora esos operadores de capital ya pueden participar de la actividad de recolectar y transportar residuos reciclables. Lo que genera esto es una competencia entre recicladores pobres y empresas de capital”.
Finalmente, nos dice Ruth, “para la población recicladora de oficio es muy importante que se garanticen propuestas de ingresos mínimos o mínimos vitales o, incluso, la propuesta de Renta básica universal. Es población que subsiste en condiciones de pobreza y vulneración de derechos, hay niños, hay ancianos y hay mujeres que no tienen garantizados sus derechos.
No es justo el tratamiento que se le está dando a una población que es sujeto de especial protección del Estado, amparada por sentencias constitucionales. El llamado es a la ciudadanía toda para reconocer la importancia de esta actividad en el marco de un proceso de crisis sanitaria y de salud pública, como la que vivimos en este momento, donde ellos juegan un rol profundamente importante. Para protegerlos, en cada casa o unidad residencial, tenemos que entregarles, de la manera más biosegura posible, la bolsa con los residuos que dejamos en la calle.
Por otro lado, es un llamado a la institucionalidad del Estado para que cumpla con su compromiso social, y también para que garantice un tratamiento diferencial mediante acciones afirmativas a la población recicladora de oficio”.
Una posibilidad
Sin duda estas historias de rebuscadores cotidianos, obligados a madrugar cada día para conseguir el sustento y mantener a sus familias, refleja la vida de millones en el país, quienes hoy no cuentan con garantías básicas para gozar de vida digna.
Son muchos los retos que tenemos como sociedad para cambiar esta realidad, ahora cuando la recesión ya tiene a más de 7 millones de colombianos en situación de desempleo, las economías alternativas y populares son aún más urgentes dentro del diseño de un país con una economía poscovid–19, la cual estamos llamados a construir entre todos y todas.
La crisis es y será dolor, pero también oportunidad para replantearnos como sociedad, para que pensemos en el país de nuestros sueños, para que nos dispongamos a luchar por él.
Fuente:
Periódico desdeabajo Nº270, julio 20 - agosto 20 de 2020