Deuda de América Latina amenaza su soberanía en un mundo post-Covid-19
LUCÍA BARRIOS
El futuro de América Latina a veces se parece destinado a una pesadilla. Sin voz, voto, ni decisión, la región podría encontrarse con el peor escenario posible en un mundo poscovid-19.
El considerable aumento de la deuda de América Latina ante organismos internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI) podrían socavar las decisiones de sus propios gobernantes.
Más de 15 países han solicitado en los últimos meses préstamos para poder enfrentar la crisis del COVID-19. Algunos dirán que solo se trata de una discusión sobre el déficit fiscal pero, para muchos analistas, contraer más deuda significa menor soberanía y mayores presiones para aplicar un modelo regresivo del Estado.
Sin embargo, existen más riesgos. EEUU tiene un gran peso en las decisiones del FMI, debido al aporte económico que hace ese país al organismo. Algunos analistas creen que ese país norteamericano se está asegurando su hegemonía en América Latina ante el aumento de préstamos.
“Hay que ver la letra chica de estos préstamos, si tienen que ver con la emergencia sanitaria o si tienen otras condiciones, porque podrían significar una nueva hegemonía de estos organismos internacionales de crédito sobre las políticas económicas de buena parte de los países latinoamericanos. En un mundo post-COVID-19, América Latina podría no tener decisión de su propia realidad”, dijo a Sputnik la doctora en Desarrollo Económico y directora del Grupo Banco Provincia y del Centro de Economía Política en Argentina, Julia Strada.
Por su parte, el director del Centro de Derechos Económicos y Sociales de Ecuador, Pablo Iturralde, consideró que este aumento de los préstamos significará mayores dificultades para América Latina en la respuesta a sus necesidades internas, como la salud y educación.
“Se puede esperar un aumento de la dependencia de los países latinoamericanos en su posición de periféricos frente a las grandes metrópolis. Los instrumentos de deuda han sido normalmente útiles para proponer condiciones o programas de ajuste para quitarles soberanía a los países de América Latina y en general a los estados emergentes”, reflexionó.
Quiénes pidieron préstamos
En mayo, el FMI informó que aprobó créditos rápidos a:
- Haití (112 millones de dólares);
- Dominica (14 millones);
- Santa Lucía (29 millones);
- Granada (22 millones de dólares);
- Bolivia (327 millones);
- Costa Rica (508 millones);
- República Dominicana (650 millones);
- Ecuador (643 millones);
- El Salvador (389 millones);
- Panamá (515 millones);
- Paraguay (274 millones).
Honduras, que ya contaba con un programa en marcha con el Fondo, pidió reforzar el apoyo ante los problemas derivados por el COVID-19 con 200 millones de dólares adicionales.
Colombia, por su parte, solicitó una ampliación de su línea de crédito flexible hasta los 10.800 millones de dólares.
Mientras tanto, México, la segunda economía regional, cuenta con otra línea de crédito similar, por un valor de 61.000 millones de dólares.
Por su parte, el Banco Mundial aseveró el 24 de mayo que destinó 2.000 millones de dólares a América Latina para responder al impacto del COVID-19; además, señaló que se aprobaron préstamos para:
Argentina;
- Ecuador;
- Paraguay;
- Haití;
- El Salvador;
- Honduras;
- Bolivia;
- Uruguay.
Posible regresividad
Strada alertó que un mayor endeudamiento fuerza a los países a realizar políticas “regresivas”, donde hay una mayor reducción del Estado y de las políticas públicas.
Aseveró que en estos momentos existen dos “grandes bibliotecas”:
Por un lado, quienes plantean que el mundo post-COVID-19 tiene un horizonte distinto, de mayor “solidaridad” y defienden el rol del Estado; Por otro lado, están aquellos que dicen que la pandemia va a reforzar las políticas regresivas.
“Me parece que, en este caso, con el endeudamiento de algunos países, si no se sanciona el impuesto a las grandes fortunas, mostraría que la pandemia no transformó estructuralmente la igualdad, sino que lo que hizo fue profundizar la desigualdad”, reflexionó.
Consideró que el mundo post-COVID-19 aún no está definido, pero aseveró que la “regresividad se consolida”, por lo que la lectura parece ser más “pesimista que optimista”.
Política imperialista
Por su parte, Iturralde afirmó que este endeudamiento parte de una “política imperial”, en la que EEUU busca asegurarse, en un mundo post-COVID-19, su hegemonía en Latinoamérica frente al avance de China.
“Va a ser muy doloroso para los países emergentes la lucha entre EEUU y China. Estamos frente a un nuevo auge de las políticas de financiamiento imperialista. Detrás del Banco Mundial o del FMI, el que tiene más influencia es EEUU”, reflexionó.
Según Naciones Unidas, para enfrentar la compleja crisis del COVID-19 se deberán habilitar recursos por un valor del 10% del Producto Interno Bruto mundial mientras que para los países en desarrollo se deberían destinar entre dos y tres billones de dólares en los próximos dos años.
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