CAPITALISMO
37 millones de estadounidenses se acuestan con hambre, incluyendo una sexta parte de los neoyorquinos y casi la mitad de los residentes en el sur del Bronx
Cosechando la sangre de los pobres de Estados Unidos
Pero para generar tan enormes ganancias, estas corporaciones vampíricas apuntan conscientemente a los estadounidenses más pobres y desesperados...
La sangre se ha convertido en un gran negocio en Estados Unidos y no son pocas las corporaciones dispuestas a explotar a las poblaciones más vulnerables de los Estados Unidos para obtener un pedazo de pastel.
Centro de donación de sangre en Louisville (Kentucky). Foto de EX22218 - ON/OFF.
ALAN MACLEOD
TRADUCIDO POR PILAR GURRIARÁN.
Para gran parte del mundo, donar sangre es puramente un acto de solidaridad; un deber cívico que los sanos cumplen para ayudar a otros en situación de necesidad. La idea de cobrar por tal acción se consideraría extraña. Pero en Estados Unidos, es un gran negocio. De hecho, en la precaria economía actual, donde alrededor de 130 millones de estadounidenses admiten ser incapaces de pagar necesidades básicas como alimentos, vivienda o atención médica, la compra y venta de sangre es una de las pocas industrias en auge que le quedan a Estados Unidos.
Estados Unidos suministra el 70% del plasma del mundo, principalmente porque la mayoría de los demás países han prohibido la práctica por razones éticas y médicas
El número de centros de donación en Estados Unidos se ha más que duplicado desde 2005 y la sangre ahora representa más del 2% del total de las exportaciones de los Estados Unidos en términos de valor. Para ponerlo en perspectiva, la sangre de los estadounidenses ahora vale más que todos los productos exportados de maíz o soja, que cubren vastas áreas del corazón del país.
Estados Unidos suministra el 70% del plasma del mundo, principalmente porque la mayoría de los demás países han prohibido la práctica por razones éticas y médicas. Las exportaciones aumentaron en más del 13%, a 28.600 millones de dólares, entre 2016 y 2017, y se proyecta que el mercado de plasma “crezca radiantemente”, según un informe de la industria. La mayoría va a países europeos ricos; Alemania, por ejemplo, compra el 15% de todas las exportaciones de sangre de Estados Unidos. China y Japón también son clientes clave.
Es principalmente el plasma —un líquido dorado que transporta proteínas y glóbulos rojos y blancos por todo el cuerpo— lo que lo hace tan codiciado. La sangre donada es crucial en el tratamiento de condiciones médicas como la anemia y el cáncer y es comúnmente requerida para realizar cirugías. Las mujeres embarazadas también suelen necesitar transfusiones para tratar la pérdida de sangre durante el parto. Al igual que todas las industrias en proceso de maduración, algunas enormes empresas sedientas de sangre, como Grifols [empresa multinacional española] y CSL [de Pensilvania], han llegado a dominar el mercado estadounidense.
37 millones de estadounidenses se acuestan con hambre, incluyendo una sexta parte de los neoyorquinos y casi la mitad de los residentes en el sur del Bronx
Pero para generar tan enormes ganancias, estas corporaciones vampíricas apuntan conscientemente a los estadounidenses más pobres y desesperados. Un estudio descubrió que la mayoría de los donantes en Cleveland generan más de un tercio de sus ingresos por “donar” sangre. El dinero que reciben, señala la profesora Kathryn Edin, de la Universidad de Princeton, es literalmente “la sangre vital de los pobres de dos dólares al día”. El profesor H. Luke Schaefer, de la Universidad de Michigan, coautor de Edin de Dos dólares al día: Viviendo con casi nada en Estados Unidos, dijo en MintPress News: “El aumento masivo de las ventas de plasma sanguíneo es el resultado de una red de seguridad inadecuada y en muchos lugares inexistente, combinada con un mercado laboral inestable. Nuestra experiencia es que la gente necesita el dinero, esa es la razón principal por la que la gente aparece en los centros de plasma”.
Casi la mitad de Estados Unidos está en bancarrota, y el 58% del país vive de cheque en cheque, con ahorros de menos de mil dólares. 37 millones de estadounidenses se acuestan con hambre, incluyendo una sexta parte de los neoyorquinos y casi la mitad de los residentes en el sur del Bronx. Y más de medio millón de personas duermen en las calles cualquier noche, con muchos millones más en vehículos o dependiendo de amigos o familiares. Es en este contexto en el que millones de personas en números rojos han pasado a vender sangre para llegar a fin de mes. En un sentido muy real, entonces, estas corporaciones están extrayendo la sangre de los pobres, literalmente chupándoles la vida.
Noam Chomsky: “Estados Unidos es el único país en el mundo desarrollado en el que la mortalidad está aumentando” DAVID BARSAMIAN, TRUTHOUT
MintPress News habló con varios estadounidenses que donaron plasma de manera regular. Algunos de ellos no quisieron ser del todo identificados. Pero ninguno se hacía ilusiones sobre el sistema y cómo estaban siendo explotados.
“Los centros nunca están en una zona buena de la ciudad, siempre están en algún lugar donde pueden conseguir un suministro interminable de gente pobre desesperada por esos cien dólares a la semana”, señaló Andrew Watkins, que vendió su sangre en Pittsburgh, Pensilvania, durante unos 18 meses.
Las personas que se presentan son una mezcla de discapacitados, trabajadores pobres, gente sin hogar, padres solteros y estudiantes universitarios. Con la excepción de los estudiantes universitarios que buscan dinero para salir, este es probablemente el ingreso más fácil y seguro que tienen. En tu trabajo pueden despedirte en cualquier momento cuando estás en este nivel de la sociedad, pero siempre tienes sangre. Y vender tu sangre no cuenta como un trabajo o ingreso cuando se trata de determinar los beneficios por incapacidad, cupones de alimentos o derecho a subsidios de desempleo, así que es una fuente de dinero para las personas que no tienen absolutamente nada más”.
“Son depredadores, el precio se basa en un capricho. Por ejemplo, en un lugar que doné las primeras cinco veces cobras $75, después cobras 20, 20, 30, 50, 25”, explica Currier
Rachel, de Wisconsin, que donó cientos de veces en un período de siete años, también comentó la obvia composición socioeconómica de los donantes. “Éramos pobres, todos los que estábamos allí nos dábamos cuenta fácilmente de que estábamos en el extremo inferior de la escala de ingresos. Te incentivan con bonos y cuanto más dones en un mes, más te pagarán, reclutando bonos de amigos, bonos de vacaciones, etc”.
Keita Currier, de Washington, D.C., señaló que ella y su esposo no tuvieron más remedio que seguir visitando clínicas en Maryland durante años, pero les molestaban sus métodos de pago. “Son depredadores, el precio fijado para tu plasma se basa en un capricho. Por ejemplo, en un lugar que doné las primeras cinco veces cobras $75, después cobras 20, 20, 30, 50, 25. Es al azar, no importa, pero saben que estás desesperada y que si no haces tu donación de $30 no tendrás tus 50 la próxima vez. Aparentemente, el plasma tiene un valor que ronda los cientos de dólares, así que no es de extrañar que te estafen”.
ZOMBIFICANDO A LOS POBRES DE ESTADOS UNIDOSTodos los encuestados estuvieron de acuerdo en que estaban siendo explotados, pero en más de un sentido. A los estadounidenses desesperados se les permite donar dos veces por semana (104 veces al año). Pero perder tanto plasma puede tener graves consecuencias para la salud, la mayoría de las cuales no han sido estudiadas, advierte el profesor Schaefer, quien insiste en la necesidad de más investigación. Alrededor del 70 por ciento de los donantes experimentan complicaciones de salud. Los donantes tienen un recuento proteico más bajo en la sangre, lo que los pone en mayor riesgo de infecciones y trastornos hepáticos y renales. Muchos habituales sufren de fatiga casi permanente y están al borde de la anemia. Todo esto por un promedio de $30 por visita.
Rachel describió el terrible círculo vicioso en el que se encuentran muchos de los trabajadores pobres: “Me rechazaron dos veces, una por estar demasiado deshidratada y otra por estar anémica. Ser pobre creó una paradoja de mierda en la que no podía comer, y como no podía comer, mis niveles de hierro no eran lo suficientemente altos como para permitirme donar. Fue una semana de recorte de sueldo, dinero que necesitaba desesperadamente para el alquiler, cuentas y medicinas”.
Un método común de hacer trampas en los deportes de resistencia es inyectar más sangre en tu sistema antes de una carrera, dándote un gran impulso de rendimiento. Pero extraerlo tiene el efecto opuesto, haciéndolo sentir perezoso y cansado durante días. Por lo tanto, esta práctica debilitante está zombificando a los pobres de Estados Unidos.
El proceso de donación de sangre no es placentero. Currier señaló que después de donar constantemente, “los moratones son terribles... A veces no pueden encontrar la vena, etc. o la insertan mal y tienen que ajustar la aguja debajo de la piel”, dice, afirmando que el solo hecho de pensar en ello la asusta. Revela que su marido tuvo que dejar de donar temporalmente, ya que sus jefes pensaban que estaba consumiendo heroína debido a las marcas en sus brazos.
Watkins coincide. “Siempre podías saber cuánto tiempo llevaba alguien haciendo el trabajo por esa aguja”, recuerda. “Una vez que habían estado allí un año o más, habrían apuñalado literalmente a miles de personas y podrían simplemente dar un golpecito en el codo una vez y deslizar la aguja dentro de la vena sin ningún problema. Los chicos nuevos no encontraban la vena, la perforaban o trataban de buscarla con la punta de la aguja, lo que deja terribles moratones”.
Tampoco se piensa mucho en la comodidad de los pacientes. Como explicó Watkins, los termostatos siempre se bajan a unos 10-15 grados por el bien del plasma. Una vez que se ha extraído el plasma de color ámbar, tu sangre enfriada se te reinyecta en un proceso doloroso que notas como si se te estuviera metiendo hielo en el cuerpo. “Combinado con las ya frías temperaturas del aire, era enloquecedor”, señala.
Así, los zombis pobres de Estados Unidos quedan casi permanentemente agotados mentalmente como adictos a la heroína, y con los brazos igualmente magullados y perforados, salvo que se les paga por las molestias. Pero quizás lo peor de la experiencia, según los entrevistados, es la deshumanización del proceso.
Se pesa públicamente a los donantes para asegurarse de que su peso sea suficiente. Las personas obesas valen más para las empresas sedientas de sangre, ya que pueden extraer con seguridad más plasma de ellas en cada sesión (pagando la misma compensación). “Definitivamente te convierten en un producto en un sentido muy literal”, dice Watkins; “Es profundamente explotador y un síntoma de lo lejos que ha llegado el capitalismo”.
Cada semana, miles de mexicanos entran a Estados Unidos con visas temporales para vender su sangre a corporaciones farmacéuticas
Muchos centros son enormes, con múltiples filas de docenas de máquinas trabajando en un intento de apaciguar el apetito insaciable de la corporación vampírica. Y no faltan, según Watkins, “víctimas” humanas dispuestas a ser tratadas como animales en las granjas de baterías, a cambio de unos pocos dólares: “Era una línea de montaje para extraer oro líquido de las minas humanas”, señala.
Currier también destacó el tratamiento del personal y las medidas de reducción de costos de las clínicas en Maryland que ella visitó: “Por lo general, los lugares tienen muy poco personal, lo que significa que con frecuencia no se cambian de guantes, la gente está sobrecargada de trabajo y, como mínimo, te quedas allí de dos a tres horas, lo que significa que tienes que planear un día entero en torno a esta mierda sólo para conseguir 20 pavos en tu bolsillo para sobrevivir los próximos días. Es deprimente, descorazonador y francamente vergonzoso tener que prostituirse así. Me siento como una mierda después de donar”.
LA EXPLOTACIÓN ALCANZA NUEVOS NIVELES
Pero la explotación de seres humanos ha alcanzado nuevos niveles en las clínicas de la frontera México-Estados Unidos. Cada semana, miles de mexicanos entran a Estados Unidos con visas temporales para vender su sangre a corporaciones farmacéuticas con fines de lucro. La práctica está prohibida por razones de salud en México, pero es completamente legal al norte de la frontera. Según ProPublica, hay por lo menos 43 centros de donación de sangre a lo largo de la frontera que se aprovechan principalmente de ciudadanos mexicanos en una práctica legalmente ambigua.
Según un documental suizo sobre el tema, hay muy pocos controles sobre la limpieza de la sangre que estas compañías aceptan, algunos donantes entrevistados admiten que eran drogadictos. Pero todo se sacrifica en la búsqueda de ganancias deslumbrantes, algo de lo que los donantes eran muy conscientes. Rachel, de Wisconsin, admitió: “Lo hice por el dinero, creo que todos lo hacemos por el dinero, pero en realidad no es algo que se diga por ahí porque hay un barniz de ‘ayudar a los enfermos’ encima. Pero pude vislumbrar el tipo de industria que era en ocasiones a través de preguntas inofensivas. La cantidad de plasma extraído de una persona por donación valía más de 600 dólares, nunca tuve una respuesta clara al respecto”.
Ambrosia, cobra 8.000 dólares por tratamiento a ejecutivos, añadiéndoles la sangre de los jóvenes
Andrew, de Pensilvania, coincide, señalando irónicamente: “Sé que mi plasma valía miles de dólares por donación [a otros], porque he visto lo que un hospital de mi ciudad le cobraba a un hemofílico por las plaquetas, así que la miseria que pagan es ridícula, pero sólo hay un comprador haciendo ofertas a nivel humano. Si eres pobre y te quedas sin otras opciones, aceptarás 40 dólares como sea que puedas conseguirlo. Cualquier puerto en una tormenta”.
Michael, un trabajador social de Georgia que vendió su sangre por dinero extra, fue profundamente despectivo con toda la situación. “He conocido a un buen número de personas que dependen del dinero que se gana vendiendo plasma. Muchas veces es para cubrir el cuidado de los niños o las recetas o algo parecido”, dijo. “Es absolutamente deplorable aprovechar el dinero de sangre literal de gente que tiene tan pocas opciones”.
Las grandes farmacéuticas están particularmente interesadas en la sangre de los jóvenes. Una campaña publicitaria de Grifols se dirigía intencionadamente a estudiantes de la clase trabajadora. “¿Necesitas libros? No te preocupes. Dona Plasma”, dice el titular. La sangre adolescente tiene una gran demanda, de todos los lugares, en Silicon Valley, donde las tecnologías antienvejecimiento son la última tendencia.
Una compañía, Ambrosia, cobra $8.000 por tratamiento a ejecutivos del mundo de la tecnología, añadiéndoles la sangre de los jóvenes, convirtiendo a estos individuos en chupasangres en más de una forma. A pesar de que no hay pruebas clínicas de que la práctica tenga efectos beneficiosos, el negocio está en auge.
Un cliente comprometido es el cofundador de PayPal convertido en el sucedáneo de Trump, Peter Thiel, quien, según se informa, está gastando grandes sumas de dinero en la financiación de nuevas empresas antienvejecimiento. Thiel afirma que hemos sido engañados por “la ideología de la inevitabilidad de la muerte de cada individuo” y cree que su propia inmortalidad puede estar a la vuelta de la esquina, una noción que ha preocupado profundamente tanto a académicos como a comentaristas.
El nuevo y pujante mercado de sangre es la encarnación perfecta de la distopía capitalista en la que se han convertido los Estados Unidos modernos. El proceso deshumanizador de extraer la sangre de los pobres para financiar los sueños quijotescos de inmortalidad de los súper ricos convierte a los primeros en zombis vivientes y a los segundos en vampiros, que se deleitan con la sangre de los jóvenes; una verdadera historia de terror estadounidense digna de Stephen King o H.P. Lovecraft. Como dijo Rachel, de Wisconsin: “Realmente es una industria en la que ‘extraer sangre de las piedras’ es lo más literal posible”.
MINT PRESS
Artículo original: Harvesting the Blood of America’s Poor: The Latest Stage of Capitalism. Traducido para El Salto por Pilar Gurriarán.
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