Keynesianismo bienestarista y neoliberalismo // Dos variedades del capitalismo
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Julio Boltvinik
El capitalismo como tal tiende a producir pobreza, tendencia que se vio atenuada por el estado de bienestar keynesiano (EBK) y se dejó sin freno en el neoliberalismo (NL). El EBK, que adoptó políticas económicas orientadas al pleno empleo, instituyó el seguro de desempleo para mantener tasas positivas de crecimiento de la demanda efectiva, y aplicó políticas sociales muy amplias que garantizaron el acceso a educación, salud, vivienda y mantenimiento del ingreso, constituyó una variedad del capitalismo que prevaleció alrededor de 40 años en muchos países ricos y se desarrolló como respuesta a la Gran Depresión de 1929 –crisis de sobreproducción asociada a bajos salarios– y a la instauración eficaz en la URSS de lo que parecía ser una alternativa al capitalismo. El NL, por otro lado, se ha desarrollado como respuesta a la crisis de los años 70, generada por la baja en la tasa de ganancia. En el EBK el empleo y los salarios son considerados como factores de la demanda efectiva (como elementos positivos para la economía), y la ganancia se basa en un aumento sostenido de la productividad. Este keynesianismo dejó de ser funcional para el capital cuando las bajas acumuladas en las tasas de ganancia llegaron demasiado lejos a juicio del capital, que convocó a sustituir el EBK por una variedad de capitalismo que considera el empleo y los salarios ya no como factor de la demanda efectiva, como elemento positivo para la economía, sino como un costo de producción que, como todo costo, debe reducirse al mínimo. Lo que se puso en marcha, y sigue vigente, fue la contrarrevolución del capital.
El NL no se refiere sólo a la economía, como se muestra en el cuadro; puede ser visto como un esfuerzo global para reorganizar el orden social y subordinarlo plenamente a la lógica de la acumulación y el lucro. La reestructuración del capitalismo se centró en una ofensiva contra el trabajo, que se devaluó y se remercantilizó plenamente, eliminando todos los obstáculos a su libre intercambio (con excepción de las barreras a la migración internacional, que fueron fortificadas), causando una masiva redistribución de los ingresos del trabajo en favor del capital a escala global. Pero en su pecado, el neoliberalismo llevó su propia penitencia: al generar producción global sin consumo global, elevó a escala planetaria la contradicción irresoluble entre el crecimiento global de la producción y el declive mundial de los salarios reales, que llevaron a la Gran Depresión de 1929. La devaluación global de la fuerza de trabajo se produjo en el contexto de dos revoluciones tecnológicas: una en tecnologías de la información que hizo posible la desterritorialización de la producción, y la otra en la automatización total que está haciendo menos y menos necesario el uso directo de mano de obra en el proceso de producción. Bajo el NL, el principal instrumento para expandir la demanda es la expansión del crédito, basado en el sobreendeudamiento de los hogares, las empresas y los gobiernos, especialmente en Estados Unidos, que se convirtió en el consumidor de última instancia. Pero esto resultó insuficiente para elevar la demanda efectiva a los niveles requeridos, lo que explica el papel de liderazgo de las burbujas financieras o financiarización.
Sintéticamente, el capitalismo ha retornado (ahora con el nombre de NL) a la variante de laissez faire o liberalismo económico que prevaleció antes de 1929, y lo ha globalizado de manera muy asimétrica: las mercancías y los capitales circulan libremente, pero la fuerza de trabajo no lo hace. El factor móvil de la producción (capital) impone sus condiciones al factor no móvil (mano de obra). Este NL globalizado cayó de nuevo en una crisis (la Gran Crisis Financiera) en 2007, tan grave o más que la Gran Depresión de 1929, y mucho más global, y no ha salido de ella. Mientras el NL aumenta la pobreza, ya que se basa en la plena mercantilización y desvalorización del trabajo, el EBK disminuyó la pobreza en los países desarrollados y en América Latina, al revaluar la fuerza de trabajo. El capitalismo está llegando a su fin debido a la automatización de todas las actividades económicas, que lleva a una situación incompatible con la sociedad del trabajo pagado, en la cual el pago por trabajo es el mecanismo (casi único) para distribuir ingresos y posibilitar la venta de las mercancías y la reproducción de la vida. La automatización y la desterritorialización de la producción conllevan la devaluación de la fuerza de trabajo, el desempleo masivo combinado con la precarización del trabajo que va quedando y, con ellos, la globalización o generalización de la pobreza. El capitalismo sólo puede ser salvado con medidas radicales como el ingreso ciudadano universal (ICU) que llevarían a su transformación gradual hacia una sociedad pos-capitalista. Si no es radicalmente transformado desde dentro, el capitalismo destruirá el planeta con sus patadas de ahogado.