La brutalidad policial no es una enfermedad de quienes la practican. Es una construcción social fríamente diseñada e implementada en el cuerpo y el corazón de seres humanos
Psicología, brutalidad policial y construcción de paz en Colombia
La brutalidad policial, hace parte de las modalidades de guerra psicológica para generar miedo colectivo, tortura cotidiana y terror individual-comunitario a través de distintas expresiones de micro-fascismos
Edgar Barrero Cuellar*
Sofisticada trama de criminalización de la protesta social
La brutalidad policial se está naturalizando en Colombia. El salvajismo, la violencia extrema, la deshumanización y la impunidad con que actúa, gran parte de las veces la Policía Nacional, están llegando a unos niveles sumamente preocupantes por los posibles efectos psicológicos, sociales y antropológicos que pueden llegar a desatar.
Lo que antes solo llegaba a través de fotos, muchas veces tras varios días de haber ocurrido, ahora, servidos de las redes sociales, lo verifican en tiempo real miles de miles, comprobando el actuar violento de los agentes del Estado en contra la población civil indefensa.
Actuar violento que tiene como telón de fondo una sofisticada trama de criminalización de la protesta social que ha llegado a límites extremos como lo sucedido meses atrás en la región de Tumaco, en donde fueron asesinados 9 campesinos que luchaban por el cumplimiento de lo pactado en La Habana sobre sustitución no violenta de cultivos1. O el triste caso del joven Nicolás Neira2, destrozado a golpes a manos de un nutrido grupo de agentes del Esmad3 cuando participaba de una marcha del Primero de Mayo en el año.
Los efectos psico-socio-antropológicos son bastante preocupantes, sobre todo en lo referido a la desaparición lenta de los referentes morales y de la legitimidad de un Estado que se supone protector de los derechos humanos. Cuando esto sucede se abren las puertas para todo tipo de violencias e impunidades y, al mismo tiempo, se cierran las posibilidades de construcción de una paz estable y duradera pues, quiérase o no, la violencia estatal da lugar a múltiples reacciones.
Dicha estrategia estatal de brutalidad policial, hace parte de las modalidades de guerra psicológica para generar miedo colectivo, tortura cotidiana y terror individual-comunitario a través de distintas expresiones de micro-fascismos, instaladas al interior de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas.
El proceso de tortura psicológica con la población inicia con el desprecio y la humillación verbal. Le siguen empujones, requisas indignantes, detenciones arbitrarias y tratos inhumanos de diversa índole. Finalmente, viene el uso brutal de la fuerza física con la ayuda de instrumentos estatales como las motocicletas, patrullas y camiones blindados, con los que se embiste a la población. Por supuesto, allí también se usan armas legales –estatales– para disparar gases lacrimógenos y fusiles de largo alcance, como si se tratará de una ofensiva militar contra un enemigo externo.
Estamos ante todo un proceso formativo, con el cual han construido un delicado proceso de deshumanización: el policía no ve al ciudadano como persona, lo ve como enemigo, como objetivo a ser eliminado. Es común ver grabaciones donde los agentes disfrutan su labor de violentar y reprimir con el uso excesivo de la fuerza. A mayor violencia, mayor sentimiento del deber cumplido.
Desde la psicología pueden implementarse algunas estrategias para desmontar esta política estatal atroz y contribuir con la paz, que tanto necesita el pueblo colombiano. Veamos algunas posibilidades:
Es urgente desarrollar procesos investigativos transdisciplinarios que permitan comprender la estructuración psico-socio-antropológica de la deshumanización, llevada a cabo con agentes de la Policía Nacional. Desinstalar la brutalidad implica tener una propuesta concreta de rehumanización para los agentes policiales, en su visión de sí mismos, que ellos se conciban como servidores y vean la población como objetivo de su servicio.
Impulsar una campaña nacional de prevención psicosocial hacía la desmilitarización y desparamilitarización de la vida cotidiana. Aquí debe incluirse la desvinculación de los niños y los jóvenes del conflicto armado, tal como sucede cuando se disfraza a un niño de policía o militar. Lo mismo pasa con el uso de material bélico para campañas publicitarias dirigidas a los jóvenes, tal como sucedió con el cantante vallenato Silvestre Dangond en una de sus giras nacionales.
Otra tarea urgente para la Psicología tiene que ver con su decidido compromiso de lucha ética contra cualquier forma de tortura psicológica. De tal tenor es la detención arbitraria de alguien, mediante exceso de fuerza, aislarlo sin derecho a alimento o cobija; insultarle y asustarle con amenazas o golpes físicos. También es una tortura psicológica para la familia del detenido que queda en un limbo informativo construido por la propia Policía, para dificultar la ubicación y condiciones de la detención. Un ejemplo de primera mano sucedió durante el encuentro de Psicólogas y Psicólogos por la Paz, celebrado en Bogotá en junio de 2017, uno de los psicólogos participantes fue agredido por dos agentes de policía. Durante el altercado, el colega fue acusado de “alto grado de exaltación”, y conducido en por varios CAI con el fin de dificultar el seguimiento que inmediatamente se inició por parte de sus compañeros. El colega narró posteriormente una experiencia de terror ya que fue testigo de la violencia que los agentes ejercían sobre los “habitantes de calle”, jóvenes indocumentados o borrachos caídos en las redadas.
Acompañamiento decidido y valiente a las víctimas de brutalidad y tortura psicológica por entes policiales. Sistematizar las experiencias exitosas de acompañamiento psicosocial. Evaluar la experiencia de éxito para decodificar los elementos que la componen para incluirlos en los procesos de formación psicológica, adaptada a las realidades nacionales, como lo expresa la investigación que dio lugar al libro La Psicología como engaño4.
Todo el saber de la Psicología ser dispuesta a favor de este tipo de propósitos. Desnaturalizar la violencia y la brutalidad y vivenciar la confianza en los otros. Des-incorporar el gusto con el sufrimiento del propio hermano e inventar nuevas formas de amar, valorar y cuidar a los demás.
Esa nueva afectividad política implica desarrollar una nueva ética despatriarcal y antimachista. Una nueva pedagogía de reconocimiento efectivo de los otros como hermanas y hermanos luchadores. Una nueva psicología despatoligizante, colectiva, comunitaria y política. La brutalidad policial no es una enfermedad de quienes la practican. Es una construcción social fríamente diseñada e implementada en el cuerpo y el corazón de seres humanos que tenían la posibilidad de ser algo distinto.
La construcción de la paz en Colombia es algo que va más allá de los acuerdos con la insurgencia. Básicamente significa negarnos a seguir siendo eso que la guerra nos impuso. Supone todo un desmonte de costumbres, valores, creencias, imaginarios, mentiras, impunidades, injusticias, etcétera, producidas al calor de la guerra. La Psicología puede y debe comprometerse con dicho desmontaje y al mismo tiempo puede ayudar desde sus conocimientos a promover otros tipos de subjetividades basadas en la confianza, el respeto, la justicia social, la autonomía afectiva, intelectual y relacional.
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* Director www.catedralibremartinbaro.org
2 https://www.colectivodeabogados.org/?10-anos-del-asesinato-de-Nicolas-Neira-Entrevista-a-Yuri-Neira
4 Disponible de libre acceso en: www.catedralibremartinbaro.o
Fuente: https://www.desdeabajo.info/colombia/item/33704-psicologia-brutalidad-policial-y-construccion-de-paz-en-colombia.html