NEUROCIENCIA
Consumir alcohol durante la adolescencia altera la maduración del cerebro
Asocian el consumo excesivo de alcohol en adolescentes con una reducción del volumen de la sustancia gris.
Addiction
El consumo excesivo de alcohol durante la adolescencia altera el desarrollo del cerebro. [iStock/ william87]
El consumo excesivo de alcohol durante la adolescencia altera el desarrollo del cerebro: el volumen de la sustancia gris de la corteza cingulada anterior y la ínsula se reduce. A esta conclusión han llegado investigadores de la Universidad de Finlandia Oriental y del Hospital Universitario de Kuopio tras comparar, en un estudio longitudinal, el cerebro de 62 jóvenes entre los 20 y 22 años, de los cuales 35 eran bebedores habituales de alcohol durante su adolescencia y 27 no habían consumido apenas alcohol de adolescentes.
«La maduración del cerebro todavía se encuentra en curso durante la adolescencia; sobre todo las áreas frontales y la corteza cingulada se desarrollan hasta entrados los veinte años de edad. Nuestros hallazgos indican que el consumo de alcohol puede interrumpir este proceso de maduración», afirma Noora Heikkinen, autora principal del estudio. Además, los cambios estructurales en la ínsula de los consumidores de bebidas alcohólicas podría reflejar una sensibilidad reducida a los efectos negativos subjetivos del alcohol, señala la investigación.
Sustancia gris reducida
Los científicos analizaron las neurimágenes por resonancia magnética de la estructura cerebral de jóvenes adultos sanos que habían sido bebedores de alcohol durante toda su adolescencia, así como de participantes de control que habían consumido alcohol de manera puntual a esa edad. En total se llevaron a cabo tres estudios transversales en el transcurso de diez años: 2005, 2010 y 2015. Los participantes tenían entre 13 y 18 años al inicio de la investigación. Todos los sujetos habían superado con éxito su formación académica. Por otra parte, la prevalencia de problemas de salud mental no difería entre los dos grupos: a pesar de que los probandos consumidores habían tomado alcohol de manera excesiva y con regularidad durante diez años (entre seis y nueve unidades una vez a la semana), a ninguno de ellos se le diagnosticó un trastorno por uso de alcohol.
La resonancia magnética del cerebro reveló diferencias entre los dos grupos. En los participantes consumidores de bebidas alcohólicas, el volumen de la materia gris aparecía reducida en la corteza cingulada anterior y la ínsula derecha. La corteza cingulada desempeña una función relevante en el control de los impulsos, por lo que los cambios volumétricos en esta área pueden contribuir al desarrollo de una adicción más adelante en la vida. Por otro lado, los cambios estructurales en la ínsula pueden reflejar una sensibilidad reducida a los efectos negativos subjetivos del alcohol, y de este modo contribuir al desarrollo de un trastorno por uso de sustancias.
«No se conoce el mecanismo exacto que subyace a estos cambios estructurales, pero se ha sugerido que algunas de las alteraciones volumétricas pueden ser reversibles si el consumo de alcohol se reduce de manera importante», apunta Heikkinen.
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