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MASACRE DE LAS BANANERAS, 87 AÑOS DE IMPUNIDAD, HISTORIA QUE NO PODEMOS OLVIDAR

DOSSIER:

A 87 años de la matanza de los trabajadores de las plantaciones bananeras


Por María Tila Uribe

Con cerca de 7 millones de habitantes en esa época, nuestro país tenía cierto carácter de selva virgen, pululaban las haciendas tradicionales de costumbres casi feudales, era país de minas de oro, platino, carbón, sal, esmeraldas, inmensas plantaciones de café, banano, también tabaco y formas de esclavitud en las zonas caucheras del Amazonas.

25 años habían pasado del “rapto de Panamá” –así lo llamaban- y con la primera cuota de 5 millones, de 25 que pagaron a plazos por ese territorio los EE.UU., más el alza del precio del café, más la Deuda Externa contraída entonces y la violenta irrupción de capitales extranjeros, los años 20 se convirtieron en la década de la aceleración de la industria y de la iniciación de la infraestructura económica y física necesaria para el desarrollo del incipiente capitalismo colombiano.

Así llegó la modernización a nuestro país, entonces se conocieron las máquinas nuevas para la producción fabril que aceleraban la industria y el trabajo manual de los artesanos, las trilladoras de café, las máquinas de coser de pedal que usaron las abuelas, los molinos y por supuesto todo lo eléctrico, a más de la mecánica automotriz, pues los carros reemplazaban a los románticos coches tirados por caballos.

Fue un decenio clave y sobresaliente en el siglo XX, no solo por la transformación que la tecnología de entonces obró en la vida de las gentes sino por lo que significaron los 2 más grandes fenómenos sociales de los primeros 50 años de ese siglo: el nacimiento de una clase obrera y la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Lo primero se dio por el cambio de vida de millares de campesinos que dejaron de estar atados a las haciendas como aparceros o arrendatarios y comenzaron a incorporarse masivamente a las concentraciones obreras mediante un nuevo sistema de pago: el salario. Legiones de trabajadores se incorporaban a diferentes frentes de trabajo: 20 mil en ferrocarriles, más de 600 mil hombres y mujeres hacían posible la exportación de café, otros millares en la construcción de canales, cables aéreos, carreteras, adecuación de puertos, en fin… Por su parte a las mujeres, que en ese tiempo solo podían trabajar como maestras, enfermeras o telegrafistas, las necesitaban ahora en los talleres de confección, las textileras antioqueñas, las fábricas de fósforos, cerveza, tabaco y otras recién abiertas. Además, comenzaban a conformarse ejércitos de secretarias para las oficinas.

Para esa desproporcionada movilización el gobierno expidió la Ley de circulación, lo que permitió que masas enteras llegarán a trabajar como obreros en los enclaves norteamericanos: la Tropical Oil Co., en Barrancabermeja, explotaba el petróleo; la Frontino Gold Mines y la Chocó Pacífico, oro y platino y la famosa United Fruit Company, protagonista de la masacre de los trabajadores al final del decenio, en la Zona bananera de Santa Marta.

La consecuencia natural de aquellas concentraciones obreras fue la organización y el descubrimiento del poder de la huelga y diferencias sociales de riqueza y pobreza y la barbarie de un régimen hegemónico con 42 años en el poder, que utilizó el destierro, la muerte y la tortura para sus adversarios, cohesionó los distintos sectores sociales y a mitad de la década se fundaba la primera Confederación Obrera Nacional y el Partido Socialista Revolucionario, ambas instancias como resultado de un proceso de organización y de experiencias de años.

Sus líderes nacionales, entre ellos Tomás Uribe Márquez, Raúl Eduardo Mahecha y María Cano sintieron y enfrentaron su lucha en el fragor de las grandes huelgas, la última de las cuales fue la de la Zona Bananera, dirigida por los más representativos Sixto Ospino, Adán Ortiz Salas, Aurelio Rodríguez, José G. Russo, Erasmo Coronel, igualmente por mujeres como Josefa Blanco, secretaria del sindicato de Orihueca, quien bajo su responsabilidad tuvo a 100 obreros, con ellos vigilaba que no hubiera corte de racimos de bananos y emboscó y redujo pequeños grupos de uniformados que luego llevaba al comité de huelga para hacerlos reflexionar si era el caso, o sacarles información o juzgarlos. Otra mujer olvidada fue Petrona Yance, la más destacada de entre 800 mujeres que participaron en la Huelga.

El Presidente Abadía Méndez y su ministro de guerra nombraron como comandante general a Carlos Cortes Vargas con exceso de atribuciones. El fijó el 5 de diciembre como la fecha para negociar el pliego de peticiones que contenía 9 puntos.

Los 25 mil huelguistas tenían a su favor la simpatía de la población y del propio Alcalde, de los indígenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes y algunos ganaderos que les enviaban reses para su manutención. Y algo inusitado, por lo contrario a las ideas generalizadas, fue el hecho que muchos trabajadores norteamericanos se solidarizaron con ellos. Se sabe, también, que hubo deserciones individuales y de grupo en el primer tiempo de la huelga, reclutas que se negaron a disparar y otros que entregaron sus armas a los obreros.

Se estimaron en 5000 los trabajadores que estaban en la plaza cuando fueron rodeados por los 300 hombres armados. Contaban los sobrevivientes que después de un toque de corneta el propio Cortés Vargas dio la orden de fuego por 3 veces, sin embargo, nunca se supo cuántos muertos hubo: las narraciones populares orales y escritas difieren: de 800 a 3 mil, y agregan que los botaron al mar. Las oficiales admitieron de 15 a 20.

Aquel fue el “bautizo de fuego” de la clase trabajadora colombiana. Vinieron los Consejos de Guerra, posteriores asesinatos selectivos de otros líderes y cárceles para los dirigentes nacionales y locales.

En defensa de los condenados salió el joven Abogado Jorge Eliécer Gaitán, quien dejó para la historia colombiana una página inolvidable que terminó con éxito pues absolvieron a todas las personas acusadas.

La década de los 20 ha sido llamada con razón, la época de oro revolucionaria de Colombia.

http://prensarural.org/spip/spip.php?article1726

Huelga de las Bananeras: Historia de una Masacre

Por Alfredo J. Pérez Caballero, Historiador Colombiano 
Red de Contactos Latinoamericanos CCEHS


Los escasos derechos laborales con los que cuentan los trabajadores colombianos han sido el resultado de luchas reivindicatorias arduas, difíciles, y hasta sangrientas, que se extienden desde principios del siglo xx hasta nuestros días. Uno de esos episodios de mayor significado al interior de esa lucha lo constituye la huelga y masacre de las bananeras del Magdalena. En efecto, el 5 de Diciembre de 1928 fueron silenciadas las voces de protesta de un número todavía indeterminado de obreros que cometió el “grave error” de levantar su inconformismo ante la precaria situación que estaban padeciendo al interior de la empresa norteamericana United Fruit Company.

El presente texto expone los rasgos principales de la huelga de las bananeras, lo que permitirá entender su significado dentro y fuera da la región bananera del Magdalena. por otra parte, recordará a aquellas victimas que derramaron su sangre en beneficio de mejores condiciones de vida para la clase obrera colombiana.

La United Fruit Company

Es un error pensar que una vez finalizados los procesos de independencia se terminó con la colonización en los territorios latinoamericanos; simplemente se cambió su modus operandis y su centro de acción. Si bien, ya no eran colonias nominalmente, aun la presencia extranjera se podía sentir en lo social, político y económico.

Desde finales del siglo xix Estados Unidos llevo a cabo unas series de intervenciones militares y aventuras imperialistas que tuvieron como consecuencia, la anexión de Puerto Rico, en 1898, y el control del canal de Panamá, entre otras manifestaciones. La irrupción en Colombia de compañías como la Tropical Oil Company, Andian Nacional Corporation, y por supuesto, la United Fruit Company, hacen parte de esta larga lista de intervenciones por parte de Estados Unidos a los países latinoamericanos.

La United Fruit Company era pieza clave de esta agresiva política imperialista, se fundó en 1899, con un capital de 11.230.000 dólares, con el objetivo de explotar el mercado del banano. Para fines del siglo xix y principios del xx tenia sedes en las Antillas y Centroamérica. A Colombia llega a inicios del siglo xx atraída por los bajos salarios que les pagaban a los obreros. Para 1908 la United exportaba por el puerto de Santa Marta 1.815.844 racimos de banano anual[2]. No obstante, su presencia en la región del Magdalena no se limitó a la explotación del banano, sino que también, hacia sectores claves de la economía local, incluyendo los muelles, la aduana y el ferrocarril. Dominio que se reflejaba en la negativa de éstos en recibir productos que no fueran de la United Fruit Company. Tal era la influencia y poderío económico de la empresa que para cuando cerró sus operaciones en 1960, controlaba en la zona 59.000 hectáreas, 225 kilómetros de vía férrea , 34 estaciones intermedias, 34 canales de río y 9 poblaciones de importancia, entre ellas el municipio de Ciénega, sitio donde ocurrió la masacre[3].

La mayoría de sus obreros procedían de poblaciones del Magdalena, de las Sabanas de Bolívar, y de municipios cercanos a Cartagena como Mahates, Sincerin, Arjona y Maria la Baja, quienes iban en busca de trabajo que escaseaba en la región fenómeno que favorecía a la empresa para imponer sus propias condiciones laborales, al respecto Sixto Ospino Núñez- un contemporáneo del huelga- señala “ en la zona de la bananera había una desocupación, que no le permitía a nadien discutir las características del trabajo ni el monto del salario”[4].

Entre esas condiciones se encontraba que los trabajadores forzosamente debían comprar sus alimentos y artículos de subsistencia en los comisariatos que manejaba la compañía. Sus salarios eran vales que sólo eran válidos en dichos establecimientos, situación que no le era ajena a los productores nacionales, quienes se veían subordinados a las exigencia de la United, que establecía contratos obligatorios que atentaban a toda vista contra sus intereses y los sujetaba al monopolio que ésta tenía sobre el comercio del banano en la región. Lo anterior era resultado, por un lado, de la debilidad de los cultivadores colombianos para insertarse al circuito mercantil agro-exportador, y por el otro lado, de la existencia de un mercado interno frágil y marginal que no podía consumir la producción nacional. Lo que los ponía en desventaja a la hora de llevar a cabo negociaciones con la empresa.

Todos estos factores, sumados con el hecho de ser la zona bananera unas de las de mayor concentración de trabajadores de Colombia, fueron creando un descontento general, que tuvo como consecuencia el nacimiento de un fuerte movimiento obrero.

Huelga de las Bananeras

El proceso de sindicalización y lucha reivindicativa en la región data de 1910, las primeras luchas de este carácter llevadas a cabo en el país se originaron entre los trabajadores de los puertos marítimos del río Magdalena y los ferroviarios. En Febrero de 1910 se registró la primera gran huelga de Colombia por los braceros portuarios, los obreros de la construcción, transportadores y ferroviarios de Barranquilla, quienes paralizaron por cinco días actividades, como reclamo a la creciente carestía en los artículos de primera necesidad[5].

En el transcurso de la década de los 10s el movimiento huelguístico estuvo presente en las relaciones obreros-patronos; a fines de la década estallan huelgas reivindicativas en la costa, el 3 de Enero de 1918 entran en huelga los puertos de Barranquilla y Cartagena. Para expresar su solidaridad, los trabajadores ferroviarios de Santa Marta se unieron al paro, la huelga tenía como objetivo el aumento de salarios y la reglamentación en ocho horas la jornada de trabajo. La respuesta fue violenta por parte del estado. En 1920 se limito el derecho a la huelga a plazos de conciliación ilegalizando aquellas que no se sujetaran a estos términos y prohibiéndola en las ramas económicas calificadas de servicios públicos.[6]

En la década de los veinte, las huelgas más grandes fueron contra las compañías norteamericanas. En 1923 los trabajadores de la Andian entran en paro por la reducción que la empresa había realizado en los salarios[7]. En 1924, los trabajadores de la Tropical Oil Company se lanzan a la huelga, desde 1922 venían reclamando mejores condiciones laborales. Estas no fueron escuchadas, como resultado en 1927 vuelven a la huelga; al principio esta fue pacifica, más tarde, ante la negativa de la compañía a negociar en razón de que la huelga había sido declarada ilegal por el gobierno, se torna violenta. Bajo el estigma de ilegalidad el estado llevó una fuerte presión que costó varias vidas de obreros, cárcel y destierro para sus dirigentes[8].

En este contexto los trabajadores de la United Fruit Comapany se lanzan a la huelga, en Octubre de 1928, exigiendo un aumento del salario, ½ centavo por corte y acarreo de rácimo de banano, servicio médico gratis, libertad para comprar fuera del comisariato, reconocimiento del sindicato, cesación inmediata de los contratos individuales y creación de los colectivos, habitaciones higiénicas para vivir, entre otras demandas. La respuesta de la compañía fue contraria a sus intereses.

En los primeros meses, el gobierno conservador, que estaba bajo el mando de Miguel Abadia Méndez, a través de su ministro de guerra, Ignacio Rengifó, había conseguido que el congreso aprobara el llamado proyecto heroico, que a todas luces atentaba contra los derechos de los trabajadores, y le daba al gobierno las herramientas necesarias para reprimir cualquier huelga. Sin embargo, en la región del Magdalena se fueron concentrando líderes obreros como Alberto Castrillon y Raúl Mahecha, dándole al movimiento mayor fuerza y tintes cada vez más políticos. Todos los trabajadores de la zona aproximadamente treinta mil personas, cesaron labores, se cerraron los estanquillos en toda el área, y los trenes paralizaron el envió de banano.
En un principio las noticias insistían en que el movimiento presentaba un carácter pacífico, pero el gerente de la United manejaba otra versión, que con ayuda de la prensa local, mostraba a la huelga de forma negativa y a los obreros como realizadores de “numerosos atropellos de una manera sanguinaria y cruel”[9]. Bajo estos argumentos, el gobierno, como era habitual, tomo parte por la empresa, mandando un pelotón al mando del coronel Carlos Cortés Vargas, los cuales tuvieron fuertes enfrentamientos con los huelguistas.

A pesar de estos choques con el ejército, el 4 de Diciembre los delegados de los trabajadores se congregan en Ciénega para discutir las acciones a seguir. Debieron llevar a cabo una gran marcha hacia Santa Marta para entregar el pliego de peticiones directamente al gobernador. Durante el 5 de Diciembre los trabajadores provenientes de diferentes poblados se fueron acercando a Ciénega, mujeres, niños y hombres hicieron del pueblo su destino. Sin embargo, la marcha nunca se llevo a cabo, horas de la tarde, el comité de la huelga recibió la noticia que el gobernador del Magdalena, Nuñez Roca, acompañado con mr Bradshaw-gerente de la compañía- se dirigía a Ciénega con la intención de firmar el convenio aceptando las reivindicaciones exigidas por los obreros, estos creyendo que habían obtenido la victoria, sintieron que la marcha no tenia sentido en el marco de las nuevas condiciones.

Masacre de las Bananeras y sus efectos

A la media noche, sin previo aviso, las tropas a cargo del coronel Cortés Vargas aparecieron en la plaza de Ciénega, en donde los huelguistas esperaban la llegada del gobernador. Para ese momento el estado de sitio se había declarado y Cortés Vargas tenía el control y la autoridad da la zona. Los soldados se alinearon a través de la plaza armados con dos ametralladoras y des filas de rifles, Cortés Vargas leyó la declaración de estado de sitio y exigió la dispersión de la multitud que para ese momento llegaba a miles de personas, estos no obedecieron y después de ordenarlo por tercera vez abrió fuego, a su paso cayeron mujeres, niños y hombres cuyas únicas armas, si las tenían, eran machetes. Esa noche murió un número todavía indefinido de civiles. Los huelguistas que no fueron asesinados sufrieron la persecución, muchos dirigentes como Torres Giraldo, tuvieron que exiliarse y otros fueron puestos en prisión como Alberto Castrillón.

La acción de los soldados constituyó para el gobierno una victoria sobre el movimiento obrero de todo el país, ya que como señala un articulo de la prensa de la época “una vez terminada la revuelta solo existe una preocupación en el ministerio de guerra: la manera de recompensar a los soldados que parciparon en esta hazaña”. La hazaña de haber dado muerte a sangre fría a un pueblo que no se resigno a vivir una vida llena de privaciones.

A pesar de que la masacre ocurrida en Ciénega fue un duro golpe para el movimiento obrero, no solo de la región, sino del país; las luchas reivindicativas no murieron fácilmente. Por el contrario, por un lado, forzó a nivel ideológico la cohesión del movimiento obrero nacional, y por el otro, los alcances políticos de la huelga y masacre de las bananeras transcendieron los ámbitos socialistas y comunistas del país, convirtiéndose por acción parlamentaria de Jorge E Gaitan en debate nacional[10].el proceso de la masacre puso a la superficie un problema que subyacía desde hace mucho tiempo en la sociedad colombiana, la dicotomía existente entre los intereses del gobierno y los del propio pueblo. El dilema clase obrera-nación quedó revelado bajo una tragedia. Dilema que durante los últimos años sigue ocupando un lugar protagónico en los movimientos sociales del país, aun hoy después de setenta y siete años los interés del estado y los obreros siguen en contradicción, un ejemplo concreto lo constituye la reciente huelga de hambre llevada a cabo por los trabajadores de ECOPETROL para evitar que la refinería de Cartagena se puesta en venta.

Desde un punto de vista económico-social que las políticas de crecimiento, estabilidad y distribución del ingreso tienen como único objetivo beneficiar a ciertos sectores, más que buscar unas redefiniciones de las estructuras políticas, económicas y sociales del país. En estas condiciones, los obreros tienen que seguir lanzándose a acciones reivindicativas para lograr ciertos derechos y defender los que ya poseen, dejando al descubierto una realidad que los persigue desde hace más de setenta y siete años.

Referencias bibliográficas y Pies de página

Fuente de foto del texto: http://www.prensarural.org/spip/IMG/jpg/bananeras.jpg
1. Historiador, Egresado Universidad de Cartagena de Colombia.
2. White, Judith, Historia de una ignominia: La United Fruit Company en Colombia, Bogotá, ED Presencia, 1978. P.p. 29-30
3. Fonnegra, Gabriel, Bananeras Testimonio Vivo de una Epopeya, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1980, p.p 11
4. Archivo Histórico de Cartagena, El Porvenir, Cartagena 27 de Febrero de 1910.
5. A.H.C. Gaceta Departamental, Cartagena 7 de Diciembre de 1920.
6. A.H.C. Fondo de Miscelánea, El Humanitario, Cartagena 1 de Febrero de 1923.
7. Urrutia, Miguel, Historia del Sindicalismo Colombiano, Medellín, ED La Carreta, 1976, p.p121
8. A.H.C. El Mercurio, Cartagena 12 de Diciembre de 1928.
9. White, Judith, Op Cit, 56
10. A.H.C. La Patria, Cartagena 14 de Diciembre de 1928.
11. Melgar Bao, Ricardo, El Movimiento Obrero Latinoamericano, México. Alianza Mexicana, 1989, pp.282.

http://anarquismoencolombia.blogspot.com.co/2012/10/huelga-de-las-bananeras-historia-de-una.html

Una Conspiración Criminal La masacre de los trabajadores de la zona bananera del Magdalena en 1928

CARLOS PAYARES GONZÁLEZ
Cpayares11@hotmail.com 

Según el Diccionario de la Lengua Española, el verbo conspirar significa llegar a un acuerdo entre varias personas para hacer algo, especialmente, si es ilícito o perjudicial para otro u otros. Es una conjura o confabulación de carácter político o social entre dos o más personas contra otra u otras. Y eso fue lo que ocurrió durante la huelga y masacre de los trabajadores de la zona bananera del Magdalena en 1928. Hubo suficientes visos de un concierto entre la gran Compañía norteamericana, los grandes bananeros y algunos funcionarios del gobierno.

El 28 de octubre de 1928 quienes fueron escogidos como delegados de los trabajadores del banano intentaron un acercamiento para la presentación a la Gerencia de la United Fruit Company del pliego de peticiones laborales constituido por nueve puntos. Actuaron como representantes de los trabajadores o mozos de fincas los cabecillas sindicales Pedro del Río, Erasmo Coronel y Nicanor Serrano. Hasta cierto punto la Gobernación del Departamento del Magdalena participó mediando entre los trabajadores y la gran Compañía Frutera. Tanto de parte de la UFCo. como de algunos de los hacendados criollos nunca existió ni sinceridad ni voluntad para llegar a un acuerdo razonable con los trabajadores del banano.

El Gobierno Nacional, encabezado por el conservador Miguel Abadía Méndez, desde un comienzo inclinó la balanza en favor de los intereses de la gran empresa norteamericana y, lógicamente, de los hacendados criollos que vivían como aristócratas en razón de sus ganancias económicas por el arrendamiento de sus tierras o de los empréstitos para la siembra y exportación de la fruta; a su vez, el Gobierno Departamental, presidido por el General José María Núñez Roca, como lo he dicho, oscilaba su posición entre los bandos en confrontación. En cambio, el señor alcalde del Distrito de San Juan del Córdoba (Ciénaga), doctor Víctor Manuel Fuentes, con el pasar de los días, entró en una seria contradicción con la política oficial, lo que ocasionó que fuese acusado de ser un correveidile de los “sindicalistas comunistas” para, finalmente, ser buscado con una orden de captura suscrita por el General Carlos Cortés Vargas, basándose en sus funciones de Jefe Civil y Militar de toda la zona bananera.

Lo que después ocurrió en la Plaza de la Estación del Ferrocarril de Ciénaga el 6 de diciembre de 1928, fue, según una serie de testimonios y de documentos, una auténtica conspiración en contra de un número indeterminado de trabajadores de la UFCo. Fue, de muchas maneras, parodiando al Nobel escritor Gabriel García Márquez, la crónica de una masacre anunciada. Sin lugar a dudas, fue el funesto resultado de un plan patibulario fríamente calculado. Un crimen de lesa humanidad que por conocidas razones continúa en la impunidad.

A pesar de los pesares, la gente participó en las carnestolendas celebradas en los primeros días de febrero del año 29. Todo ocurrió como si nada hubiese pasado. La sangre empezaba a ser borrada de la memoria humana con el etílico y el bullicio de las bandas. Solo unos pocos desfilaban ante la tumba del líder sindical Erasmo Coronel. El sábado 2 de febrero al General Cortés Vargas se le ofreció un baile de gala, al cual asistió la llamada “crema” tanto de la sociedad samaria como la cienaguera. A escasos días del “divertido baile”, con motivo del lanzamiento de la “Cerveza Nevada”, fabricada en Santa Marta, le fue enviado al General un centenar de cajas, con la tan mala suerte que después de haber ingerido una dosis fenomenal se le dio una indócil “disentería alcohólica”. El militar supuso la existencia de un complot comunista para matarlo. Ordenó entonces que la tropa se tomara las instalaciones de la fábrica. Inmediatamente se detuvo a culatazos la producción de la nueva “chicha” hasta que se revisaran todos los rincones de la fábrica.

Regañado por el Ministro Ignacio Rengifo, el General manifestó que la medida tomada obedecía a que para él siempre estaba de por medio la salud del pueblo consumidor de la cerveza. ¡Qué buen sentido del humor tenía el General! ¿Por qué dispararon en horas de la madrugada (1:30 AM) en el momento en que más de mil trabajadores acompañados de mujeres y niños conciliaban el sueño en la Plaza de la Estación del Ferrocarril de Ciénaga? Muy sencillo: porque era una decisión tomada. Era el resultado de una conspiración fríamente calculada donde Cortes Vargas solo era una pieza del engranaje.

http://www.delfinstereo.com/web/una-conspiracion-criminal-la-masacre-de-los-trabajadores-de-la-zona-bananera-del-magdalena-en-1928/

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