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FERGUSON Y EL RACISMO JUDICIAL DE EE.UU.

EE UU: Ferguson y el racismo judicial

Gary Younge
Sinpermiso.info

“Un sistema no le puede fallar a aquellos a los que nunca previó proteger – W.E.B. Dubois.


Puede que haya hablado la Ley, pero el veredicto de Ferguson no es justicia.

Es lo acostumbrado cuando se producen disturbios tras un veredicto como el emitido por el gran jurado de Ferguson (Misuri) que quienes se encuentran en puestos de autoridad apuntalen sus llamadas a la calma con una apelación más elevada al imperio de la Ley. Sin él, se produciría el caos, sólo gracias a él puede haber orden. Tal como dijo el presidente Barack Obama el lunes: “Somos un país que se fundamenta en el imperio de la Ley, de modo que hemos de aceptar que esta es una decisión que debía tomar el gran jurado especial”. 

El problema es que los Estados Unidos, durante mucho más tiempo del que han sido una “nación de leyes”, han sido una nación de injusticia. Y en ausencia de una justicia básica, esas leyes a poco más pueden equipararse que a una tiranía codificada. Cuando un policía blanco, Darren Wilson, dispara y mata a un adolescente negro desarmado y no resulta imputado como resultado de ello, la contradicción es patente. Pues un mundo en el que no solo es legal que haya gente que te mate a tiros mientras vas andando por la calle sino que pueden hacerlo en nombre de la Ley, es un mundo en el que algunos sienten que no tienen nada que perder. Y, en palabras de James Baldwin: “No hay nada tan peligroso como un hombre que no tiene nada que perder. No te hacen falta diez hombres. Con uno basta”.

Por este abismo, entre la pretensión oficial de un sistema legal imparcial y la realidad de la injusticia racial endémica, es por el que se escapó Wilson, con las llamas de Ferguson en ardiente persecución. Pues a Wilson no se le exoneró. El gran jurado decidió que no existía siquiera “causa probable” como para someterlo a juicio. Tal como señala la página FiveThirtyEight (www.fivethirtyeight.com), esto resulta muy inusual. El departamento de Justicia revela que en 2010, los fiscales norteamericanos llevaron 162.000 casos federales a juicio y los grandes jurados desestimaron la imputación sólo en once. 

El hecho de que la mayoría de la gente esperase, con todo, ese veredicto – Ferguson estuvo de hecho bajo ocupación militar toda la semana pasada en previsión de los disturbios que inevitablemente se producirían en cuanto saliera Wilson – ilustra simplemente hasta qué punto ha sido una impostura todo el proceso. Hay una flagrante excepción a estas probabilidades: los agentes de policía implicados en estos tiroteos. Una investigación del diario Houston Chronicle descubrió que desde 2004 no ha sido imputado un solo agente de policía de Houston por parte de un gran jurado en el condado de Harris, en Tejas, y que entre 2008 y 2012 los grandes jurados de Dallas no han imputado más que a un agente implicado en un tiroteo.

Así que cuando se trata del uso mortífero de la fuerza la policía no sólo constituye una categoría especial sino protegida y elevada. En esta “nación de leyes”, aquellos encargados de aplicar la Ley operan evidentemente por encima de ella, mientras que la magistratura existe no para mediar entre la policía y la opinión pública sino para defenderla de la opinión pública.

Y emplean estos privilegios con gran prejuicio. De acuerdo con el análisis de ProPublica, los chicos negros tienen 21 veces más probabilidades de ser asesinados en tiroteos policiales. Si a los jóvenes blancos los matara la policía al mismo ritmo morirían a un ritmo de uno a la semana. 

Sumado a estas estadísticas, sumado a las discrepancias acerca de la política de retener y cachear, de las sentencias, encarcelamiento y ejecución, esto sitúa el poder de la policía y la vida de los negros en extremos opuestos de un sistema de valores que no es sólo moralmente indefendible sino, en última instancia, socialmente insostenible. Contemplar una pantalla partida – con el primer presidente negro apelando a la calma en un lado, y jóvenes negros marginados entregados a saqueos e incendios en otra – pone al desnudo los límites de lo que constituye el éxito en la era posterior a los derechos civiles. Las disparidades raciales se exhiben descaradamente y se niega que el país corra riesgo de implosión bajo el peso de la historia, aunque proclame sus logros a la hora de superar ese mismo peso.

De modo que quienes malentienden el veredicto como un incidente aislado están condenados a malentender todo lo que se deriva de ello: desde las revueltas, las justificaciones, negativas y racionalizaciones a las llamadas a la calma y las expresiones de rabia. Pues no se trata aquí solo de un adolescente, un policía o un veredicto.

El domingo, un niño negro de doce años, Tamir Rice, resultó muerto por disparos de la policía en un parque de juegos de Cleveland cuando cogió su pistola de juguete. Tres días antes, a Akai Gurlev, de 28 años de edad, lo mataron a tiros en el hueco de su escalera de Brooklyn. Un vecino llamó a la policía, sin darse cuenta de que era un policía quien lo había matado. El Departamento de Polícía de Nueva York se disculpó y reconocíó que el tiroteo fue “accidental”. Sólo en San Luis dos jóvenes han sido víctimas de disparos de la policía desde el tiroteo de Brown.

Tampoco es esto un auto sacramental en el que un decoroso niño negro cae muerto a manos de un maligno poli blanco. La naturaleza inherente de la injusticia no era sistemática (Wilson nunca había descargado su arma) sino sistémica. Opera en una organización en la que pocos policías son sancionados por matar a jóvenes negros; y en una cultura en la que los hombres blancos armados pueden invocar en su defensa su temor a hombres negros desarmados. Un temor tan intenso que tienen que pegarles un tiro. Tienen que pegárselo. Puesto que, aparentemente, no había otro resultado posible. Lllevaba “una fortísima cara de agresividad”, declaró Wilson ante el gran jurado. “Era como un demonio, así de rabioso parecía”.

“Un sistema no le puede fallar a aquellos a los que nunca previó proteger”, escribió el intelectual negro W.E.B. Dubois. El veredicto se condice con las bajas expectativas de muchos afroamericanos. La ley ha hablado, la justicia todavía tiene que hacerse oír.


The Guardian, 25 de noviembre de 2014
http://www.sinpermiso.info/

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