La Revolución proletaria y el renegado Kautsky; Lenin, 1918
por Pedro José Madrigal Reyes
«Querer tomar una posición neutra, «conciliar» al proletariado con la burguesía es una necedad condenada a un fracaso lastimoso: esto fue lo que sucedió en Rusia con las prédicas de Mártov y otros mencheviques; esto es lo que inevitablemente sucederá en Alemania y en otros países si los Soviets se desarrollan con suficiente amplitud, si llegan a unirse y afianzarse. Decir a los Soviets que luchen, pero que no tomen todo el poder en sus manos, que no se transformen en organizaciones estatales, equivale a predicar la colaboración de las clases y la «paz social» entre el proletariado y la burguesía. Es ridículo pensar siquiera que, en una lucha encarnizada, semejante posición pueda conducir a algo que no sea una vergonzosa derrota. El eterno destino de Kautsky es nadar entre dos aguas. Hace como si en teoría no estuviera de acuerdo en nada con los oportunistas; pero, de hecho, en la práctica, está de acuerdo con ellos en todas las cuestiones esenciales –o sea, en todo lo que concierne a la revolución–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)
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Este documento de incalculable valor dialéctico en la lucha del marxismo-leninismo en contra del revisionismo –y del oportunismo y vacilación que le son inherentes; propia de la pequeña burguesía–; en consecuencia imprescindible para el estudio de la correcta teoría del «socialismo científico», así como para develar el carácter traidor que se esconde con frecuencia tras la «fraseología revolucionaria» reiterativa de aquellos que envilecen al marxismo-leninismo.
Entendemos pues que este documento no solo es una aproximación al pensamiento marxista-leninista sino que contiene la esencia misma de su dialéctica; de especial y necesaria importancia en estos tiempos en que se está produciendo la «repugnante recuperación» del discurso de los actores de la «II Internacional» –socialdemócratas– por los «neorevisionistas postmodernos» del «socialismo del siglo XXI» que surge como uno más de los revisionismo a ser liquidados y combatidos por el proletariado y su teoría.
El lector podrá apreciar como el discurso revisionista de entonces –en este caso concreto el de Karl Kautsky–, no era cualitativamente diferente al que hoy sostienen los traidores «teóricos» del «unitarismo entre clases antagónicas», del «cambio de condiciones históricas», de la «integración del capitalismo en el socialismo», etc; muy a pesar de que se quiera presentar como «genuino» y «novedoso».
En la próximas líneas se devela que la primera obligación de un «partido de vanguardia proletaria» es el establecimiento de la «dictadura del proletariado», como agudización de la lucha de clases y como forma de Estado que posibilitará la construcción del socialismo –primera etapa del comunismo–; y que ese Estado habrá de ser construido por y mediante la «violencia revolucionaria» que la nueva clase social –el proletariado– con el poder conquistado empleará en contra de la resistencia de la clase retardataria –la burguesía–. Compréndase que ese Estado proletario entraña la máxima expresión democrática para las masas explotadas en donde el proletariado poseerá en conjunto los medios de producción, toda vez que tanto el Estado, como la democracia, incluso el partido proletario –que alberga un carácter de clases–, desaparecerán llegado el comunismo propiamente dicho.
Negar lo antes descrito es negar la dialéctica del materialista, negar al marxismo-leninismo, negar toda posibilidad de construcción del socialismo y del comunismo. Y además contiene una verdad incontrovertibles: el «viejo bolchevique», el «viejo marxista-leninista», es «viejo» porque se mantiene fiel a sus principios, no porque diga serlo.
Notas
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«Querer tomar una posición neutra, «conciliar» al proletariado con la burguesía es una necedad condenada a un fracaso lastimoso: esto fue lo que sucedió en Rusia con las prédicas de Mártov y otros mencheviques; esto es lo que inevitablemente sucederá en Alemania y en otros países si los Soviets se desarrollan con suficiente amplitud, si llegan a unirse y afianzarse. Decir a los Soviets que luchen, pero que no tomen todo el poder en sus manos, que no se transformen en organizaciones estatales, equivale a predicar la colaboración de las clases y la «paz social» entre el proletariado y la burguesía. Es ridículo pensar siquiera que, en una lucha encarnizada, semejante posición pueda conducir a algo que no sea una vergonzosa derrota. El eterno destino de Kautsky es nadar entre dos aguas. Hace como si en teoría no estuviera de acuerdo en nada con los oportunistas; pero, de hecho, en la práctica, está de acuerdo con ellos en todas las cuestiones esenciales –o sea, en todo lo que concierne a la revolución–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)
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Este documento de incalculable valor dialéctico en la lucha del marxismo-leninismo en contra del revisionismo –y del oportunismo y vacilación que le son inherentes; propia de la pequeña burguesía–; en consecuencia imprescindible para el estudio de la correcta teoría del «socialismo científico», así como para develar el carácter traidor que se esconde con frecuencia tras la «fraseología revolucionaria» reiterativa de aquellos que envilecen al marxismo-leninismo.
Entendemos pues que este documento no solo es una aproximación al pensamiento marxista-leninista sino que contiene la esencia misma de su dialéctica; de especial y necesaria importancia en estos tiempos en que se está produciendo la «repugnante recuperación» del discurso de los actores de la «II Internacional» –socialdemócratas– por los «neorevisionistas postmodernos» del «socialismo del siglo XXI» que surge como uno más de los revisionismo a ser liquidados y combatidos por el proletariado y su teoría.
El lector podrá apreciar como el discurso revisionista de entonces –en este caso concreto el de Karl Kautsky–, no era cualitativamente diferente al que hoy sostienen los traidores «teóricos» del «unitarismo entre clases antagónicas», del «cambio de condiciones históricas», de la «integración del capitalismo en el socialismo», etc; muy a pesar de que se quiera presentar como «genuino» y «novedoso».
En la próximas líneas se devela que la primera obligación de un «partido de vanguardia proletaria» es el establecimiento de la «dictadura del proletariado», como agudización de la lucha de clases y como forma de Estado que posibilitará la construcción del socialismo –primera etapa del comunismo–; y que ese Estado habrá de ser construido por y mediante la «violencia revolucionaria» que la nueva clase social –el proletariado– con el poder conquistado empleará en contra de la resistencia de la clase retardataria –la burguesía–. Compréndase que ese Estado proletario entraña la máxima expresión democrática para las masas explotadas en donde el proletariado poseerá en conjunto los medios de producción, toda vez que tanto el Estado, como la democracia, incluso el partido proletario –que alberga un carácter de clases–, desaparecerán llegado el comunismo propiamente dicho.
Negar lo antes descrito es negar la dialéctica del materialista, negar al marxismo-leninismo, negar toda posibilidad de construcción del socialismo y del comunismo. Y además contiene una verdad incontrovertibles: el «viejo bolchevique», el «viejo marxista-leninista», es «viejo» porque se mantiene fiel a sus principios, no porque diga serlo.
Notas
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http://www.diario-octubre.com/2014/02/11/la-revolucion-proletaria-y-el-renegado-kautsky-lenin-1918/