PERSPECTIVAS PARA EL PROYECTO DE VIDA DE UN TOLIMENSE JOVEN
Aunque hasta ahora se sugiere, tantear la perspectiva real que hoy tiene un joven tolimense para construir su proyecto de vida podría ser método eficaz para acercar la visión estratégica que pueda cambiar el rumbo histórico de la región. Este método no excluiría el ejercicio de escrutar generaciones pasadas, examen que resulta imprescindible para entender mentalidades, yerros, omisiones, desidias, anacronismos y tantos otros factores causantes de atraso que los jóvenes de hoy jamás deberían reeditar.
Cierto es que toda generación pasada tuvo sus ideas y oportunidades para forjar progreso y calidad de vida para sí y su descendencia y, como la felicidad nunca llegó, se colige entonces con facilidad que los sucesivos fracasos generacionales tuvieron como causa una de cuatro razones o cuatro razones juntas: a) las ideas y oportunidades eran ilusorias, b) las estrategias usadas fueron erradas, c) esas generaciones estaban fragmentadas, d) más poderosas que su conciencia, voluntad y unidad eran las fuerzas externas que nutren sus arcas con trabajo y recursos naturales de pueblos desunidos y extraviados. Pese al ayer perdido aún hoy bullen oportunidades, pero ¿Cuáles son las ideas seminales del tolimense para no perderlas? He ahí el quid del asunto, pues salvo unos ejercicios prospectivos, recurrente mentís político, cargando elogio a la iniciativa micro empresarial y venia zalamera al inversor externo, lo cierto es que el día a día político, gremial y social no muestra enjundia de ideas, voluntad y estrategia, sólo lugares comunes ávidos de reseña mediática.
Como a Sísifo ¿nos condenaron a repetir el pasado? Creamos que no, pues así ni esperanza tendría el joven del común que ansía una vida digna. Hoy, en osada tipificación, un joven con iniciativa decide entre cuatro opciones: a) emigrar, b) ejercer de microempresario y olvidar grandes retos económicos, c) ingresar al trabajo informal, c) ejercer como gregario del actor político y alimentar el circulo vicioso del politiqueo. El Tolima es y ha sido tierra provisora de migrantes, incluyendo universitarios, se caracteriza por una amplia población micro empresarial y de trabajadores informales y, desde luego, muchas personas subsisten de la sombra que ofrece algún cacique político de quien aprenden que democracia es feudo que perdura a base de tamales, puestos o canonjías, más no un anchuroso horizonte de sueños, ideas y proyectos para construir en solidaridad una prosperidad creciente y sostenible para el disfrute de toda la comunidad.
Lógico es que un joven pobre decida emigrar en busca de su oportunidad, más no es lógico que un padre solvente opte por enviar a su hijo a estudiar a universidades bogotanas o del exterior y, tácitamente, a que labre porvenir en otro lugar. Resulta fácil entender la razón migratoria del pobre, pero cuesta entender la razón migratoria del venturoso, sin embargo, con poco esfuerzo analítico puede comprenderse bien que así como no hay oportunidad para el desventurado, tampoco la hay para la digna y legítima ambición del profesional pudiente e independiente. La ausencia de oportunidades para “cultos e incultos” y para pobres y pudientes ha hecho que emerja el erróneo paradigma que señala el éxito y la plena realización del individuo sólo allende a nuestros límites territoriales, paradigma que acelera cada vez más la andadura hacia el atraso, pues lo que se va, para no volver, no es la pobreza y la exclusión, sino la capacidad de trabajo, el talento, el relevo generacional, la sana ambición, el carácter independiente y el espíritu emprendedor.
La semilla es buena (talento joven), siempre lo ha sido, pero el terreno cultural y político es estéril, muy estéril y por ello (triste decirlo) la buena semilla tolimense aun no infectada sólo sembrándola en otros lares puede salvarse, aun a sabiendas de que así la esperanza regional se pierde. Una sociedad que huye a la decadencia e imagina el desarrollo sobre perspectivas futuristas sabe que el “capital humano” es fuente y garantía de todos los demás capitales y sabe además que solo un pueblo suicida y necio acepta trueque de capital bueno (“Capital social”) por capital ajeno (inversión externa) y por ello, cuando idea teorías y planes estratégicos de desarrollo, dedica esmerada atención a la forja de horizontes ciertos para su juventud.
Dudas genera la sociedad que en su territorio es incapaz de ofrecer oportunidad digna, confiable y calificada para que sus jóvenes, pobres o adinerados, realicen sus proyectos de vida y así contribuyan a dinamizar ciclos históricos de prosperidad colectiva en el territorio. Para abreviar digamos que entre todos deberíamos despejar algunas incógnitas antes de encarar discusiones acerca del desarrollo: ¿será prospera la sociedad que niega al individuo oportunidad de proyecto su vida? ¿Tiene futuro la región que expulsa por defecto a educados, pudientes y emprendedores? ¿Es correcto que los sueños del joven tolimense estén en lejanía y no en su terruño? ¿Es tierra promisoria en la que ni siquiera hay futuro para un joven pudiente?
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Ibagué, Colombia
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