Atilio Boron: La verdad sobre la democracia capitalista
Atilio Boron
Socialist Register 2006
CLACSO
En las siguientes páginas intentamos explorar qué significa democracia y, luego, partiendo de algunas reflexiones sobre los límites de la democratización en una sociedad capitalista, proseguir con el análisis del desempeño de las democracias “realmente existentes” en América Latina, procurando mirar más allá de sus apariencias externas para discernir su restringido alcance y sus limitaciones.
DEMOCRACIA
Comencemos recordando la fórmula lincolniana: la democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Esta parecería ser hoy expresión de una radical intransigencia, sobre todo a la luz de la involución política e ideológica desencadenada por el auge del neoliberalismo como ideología oficial del capitalismo globalizado. Hace ya tiempo que la democracia se ha desvinculado por completo de la mismísima idea que su término evoca, pueblo, o demos, para no mencionar de su languideciente protagonismo.
La fórmula de Lincoln ha sido archivada como una nostalgia peligrosa de un estado de cosas irreversiblemente perdido en el pasado. Quien la remplazó fue la fórmula schumpeteriana, cuyas consecuencias deplorables aún se sienten profundamente en las ciencias sociales del mainstream: la democracia como un conjunto de reglas y procedimientos desprovisto de cualquier contenido específico relacionado con la justicia distributiva o la equidad, que ignora el contenido ético y normativo de la idea de democracia y pasa por alto el hecho de que esta debería ser un componente crucial y esencial de cualquier propuesta para la organización de una “buena sociedad”, más que un mero dispositivo administrativo o para la toma de decisiones. Así, para Schumpeter era posible decidir “democráticamente” si, para tomar su propio ejemplo, los cristianos debían ser perseguidos, las brujas enviadas a la hoguera o los judíos exterminados. En el hueco formalismo schumpeteriano, la democracia se convierte en un simple método y, como cualquier otro, “no puede ser un fin en sí mismo” ni un valor que se sustente por sí. La devaluación de la democracia producida en este enfoque es más que evidente: in extremis, la transforma en un conjunto de procedimientos independiente de fines y valores, convirtiéndose en un modelo meramente decisional, como aquellos que Peter Drucker propone para el gerenciamiento de las empresas capitalistas exitosas. Sin embargo, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que la democracia es mucho más que eso.
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