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CONFLICTO ARMADO, EL RECORD DE LA IGNOMINIA

El conflicto armado en Colombia deja 220.000 muertos desde 1958


Elizabeth Reyes L
El País

Los colombianos que han nacido en los últimos 60 años lo han hecho en un país en guerra. Son pocos los que pueden afirmar que recuerdan a una Colombia sin violencia. Pero contar la historia de ese conflicto no ha sido fácil y se ha hecho de forma fragmentada. Por eso, desde hace seis años el Centro Nacional de Memoria Histórica se dio a la tarea de reconstruirla, de explicar el origen y la evolución de los actores armados ilegales en Colombia, para tener por fin la memoria de un conflicto tan viejo que supera las cinco décadas, pero también por la dignidad de sus víctimas.

El resultado es un informe desgarrador que ayer fue entregado al presidente Juan Manuel Santos. Es el ¡Basta ya! —como ha sido titulado— “de una sociedad agobiada por su pasado, pero esperanzada en su porvenir”. Así se lee en su presentación. Es la radiografía de una guerra profundamente degradada, un rompecabezas finalmente armado con datos y testimonios que reflejan la brutalidad de lo que ha sucedido en Colombia y del sufrimiento acumulado.

Estremece, por ejemplo, saber que el conflicto ha dejado unos 220.000 muertos entre 1958 y 2012, de los cuales el 81,5% por ciento eran civiles. Y que por cada combatiente han muerto cuatro civiles. También, que de cada 10 colombianos que murieron en los últimos 54 años, tres perdieron la vida por causa de la guerra.

El grupo de Memoria Histórica calcula que la cifra de desaparecidos llega a 25.000, algo que rebasa los crímenes de las dictaduras del Cono Sur. Además, hay un saldo de 6.000 niños reclutados, 10.000 personas amputadas por las minas antipersona y casi cinco millones de desplazados. La cantidad de personas que tuvieron que abandonar su hogar a punta de bala y miedo dobla la población de Medellín, que es la segunda ciudad más poblada de Colombia, después de Bogotá.


La lista de horrores es larga. Entre 1980 y 2012 ocurrieron 1.982 masacres, el 59% cometidas por paramilitares, el 17% por las guerrillas y el 8% por agentes del Estado. En total, dejaron más de 11.000 víctimas. Los investigadores también concluyeron que los asesinatos selectivos han sido la modalidad de violencia que más muertos ha dejado, cerca de 150.000. Esto quiere decir que nueve de cada 10 homicidios fueron asesinatos selectivos. Lo más grave es que el 10% los cometieron miembros de la fuerza pública. Ahora también se sabe que a los cuerpos de 1.530 personas sus victimarios les dejaron marcas de sevicia y fueron exhibidos públicamente como una estrategia para infundir terror. Se llegó a la crueldad tal de despedazar los cuerpos con motosierra y machete, a tener hornos crematorios y escuelas de tortura y descuartizamiento, como fue el caso de los paramilitares.

“Después de amarrarlos les llenaban la boca de agua y ahí comenzaban con una motosierra a cortarles todos los miembros del cuerpo. También llegaban y los cogían con unas navajas y les cortaban el cuerpo, los miembros, les echaban ácido, y de ahí con un soplete les quemaban las heridas”, dice una víctima de la masacre de Trujillo (valle del Cauca), uno de tantos testimonios que recoge el informe.

Se suma la práctica del secuestro protagonizada principalmente por las guerrillas, que llegó a convertirse en una especie de epidemia. 27.000 secuestros se cometieron en el marco de la guerra. “Vivimos como animales, encadenados (…), dormimos en el piso por años, sin poder limpiarnos, enfermos, sin saber a qué horas lo van a matar a uno”, dice otro testimonio de un exsecuestrado.

El filósofo e historiador Gonzalo Sánchez, director del informe y una de las personas que más ha estudiado la violencia en Colombia, resume así esta avalancha de barbarie: “Las cifras que nosotros ahora oficializamos van más allá de los registros que tenían las propias víctimas. Uno va sumando cifras y todos son récords ignominiosos”.

El informe también explica las formas de violencia utilizadas por cada uno de los actores del conflicto. “Los paramilitares asesinan más que las guerrillas, mientras que los guerrilleros secuestran más y causan más destrucción que los paramilitares”, dice. Y agrega que la prolongación y degradación que han empleado los grupos armados deja al descubierto uno de los rasgos característicos del conflicto: “La tendencia a no discriminar sus métodos y sus blancos”.

El extenso informe se concentra en las dimensiones y modalidades de la guerra, en lo que la motivó y las transformaciones que ha tenido a lo largo de 50 años, en la impunidad y en el gravísimo impacto que ha tenido sobre las víctimas. A estas últimas, este reporte les da por primera vez el espacio que se merecen, luego de haber sido ignoradas. “Las víctimas han tenido que contarse su dolor entre ellas mismas”, dice Sánchez, que trabajó con un grupo de especialistas en el conflicto colombiano.

A la soledad de las víctimas se suma que, por haber sido una guerra que se ha concentrado en el campo colombiano y por tan largo tiempo, parece haber sido olvidada. Para quienes viven en las ciudades se trata de una guerra lejana, que está metida entre las montañas. Esto ha provocado una actitud de indiferencia que se ha alimentado por una cómoda percepción de que al país le está yendo bien y de que, a pesar de todo, hay institucionalidad.

Al final, este gran examen de la violencia colombiana no se trata de una historia lejana sino de una “realidad anclada al presente”, que busca, como dice el director del informe, convertirse en una herramienta de reflexión para construir —con todos— esa memoria que tanto necesita Colombia.

“Las cifras del conflicto colombiano son el récord de la ignominia”

Gonzalo Sánchez, director del informe Basta ya, Colombia: Memorias de guerra y dignidad, habla de por qué se degradó el conflicto colombiano

¿Cómo es posible? se pregunta una y otra vez el filósofo e historiador Gonzalo Sánchez (1945) a medida que explica lo que el grupo de académicos de Memoria Histórica –que él dirige– encontró a lo largo de seis años. Esta es una entidad pública que se creó cuando ni siquiera se vislumbraba la posibilidad de una salida negociada al conflicto y cuyo objetivo era elaborar este informe que cuenta el origen y la evolución de los actores armados ilegales.

Sánchez aclara que lo que le están entregando hoy al país se aparta totalmente de la idea de una memoria oficial y que lo que busca es generar debate. Hoy Colombia recorre otro camino. “Es una afortunada coincidencia. Se materializó aquello que pensábamos desde el principio y era que el informe se pudiera inscribir en algún momento en un horizonte de paz”, dice.

Pregunta: ¿Colombia y el mundo se sorprenderán por la dimensión de la violencia?

Gonzalo Sánchez: Con una particularidad, las cifras que nosotros ahora oficializamos van más allá que los registros que daban las propias víctimas.

P: El prólogo del informe arranca afirmando que el conflicto colombiano rompe todos los cánones de los países en conflicto. ¿Por qué?

R: Por el acumulado de expresiones de victimización. En todas hay récords tremendos, dolorosísimos. Cuando decimos que en Colombia hay proyecciones –porque no tenemos los datos exactos- de 39 mil secuestrados, de los cuales 27 mil están relacionados con el conflicto armado, esa es una cifra grande comparada con cualquier conflicto en el mundo. O cuando proyectamos que hay 25 mil desaparecidos. Argentina se sacudió con una tercera parte. Y si se habla del desplazamiento forzado también estamos con otro record con más de 5 millones. Uno va sumando y todos son récords ignominiosos que van más allá de la complejidad de cualquier otro conflicto.

P: Se suma la larga duración.

R. Es el conflicto –no negociado– más largo en el mundo. Cuando arrancó la investigación tuvimos toda una discusión para definir por dónde arrancábamos. Decidimos por 1958, para decir que esta violencia de hoy está anclada en la de los años 50. Es un conflicto demasiado largo, con demasiadas víctimas y eso hace muy difícil negociarlo.

P: ¿Cuáles son las causas del conflicto colombiano?

R: El tema agrario es uno de ellos y hay que celebrar que sea tema central en los diálogos de paz. El otro es la exclusión política. Colombia tiene un enorme formalismo democrático, pero que a la hora de la verdad no se practica. Nos cuesta mucho asumir que la diferencia, que la controversia, que el pensar distinto debe ser algo consustancial y natural al debate político. La tercera causa, que hoy se está reconociendo, son los altos niveles de desigualdad. Colombia es un país que prospera pero para muy pocos y eso provoca irritación.

P: Una de las grandes conclusiones del informe es que la sociedad civil terminó en el medio ¿Por qué?

R: Las guerrillas centroamericanas y las de muchos países se montaron, de alguna manera, más o menos consecuente, con la idea de que eran expresiones de la voluntad de sus pueblos, de sus campesinos. Pero en Colombia el discurso rebelde, que inicialmente fue así, gradualmente se fue desdoblando en apoyo forzado de las poblaciones. Primero acudieron al secuestro y luego a otras formas, como el narcotráfico, que le generaron un flanco de ilegitimidad. Se suma la duración del conflicto. Una comunidad local soporta a un grupo armado dos y hasta cinco años, pero cuando empieza a volverse un conflicto de 10 y más años, ¿cómo aguanta? Los actores armados empiezan a sostenerse a costa de la población, que obviamente reacciona en contra.

P: Se suma la degradación de la guerra. ¿Cada grupo lo ha hecho a su manera?

Es como una competencia de horrores. Todos masacran, también secuestran y desaparecen a sus víctimas. Pero sí hay unas zonas dominantes de unos sobre otros. Uno de los rasgos de la violencia colombiana es esa multiplicidad de actores y la transformación de unos en otros. Por ejemplo, guerrilleros del EPL y miembros del Ejército se pasaron a ser paramilitares. Aun así hay diferencias. Los ‘paras’ masacran más, mientras la guerrilla secuestra más. Sin embargo, a la opinión pública en este país le irrita más la acción de la guerrilla que la de los paramilitares. Creería que por la fatiga con la insurgencia y el desespero porque el Estado no las atendía.

P: ¿Por qué Colombia se demoró tanto tiempo en reconocerlas?

R: Me pregunto, cómo es posible que, cuatro o cinco años atrás, no admitiéramos que hubiera conflicto armado cuando las cifras son de ese tamaño. Se necesitaba un cambio mental, un viraje en la manera de ver políticamente lo que estaba pasando. Lo que teníamos en Colombia era un universo gigante de víctimas ignoradas por la institucionalidad, que se contaban su dolor entre ellas mismas. Nos vamos a demorar para entender el sentido del viraje de lo que se materializó con la Ley de Victimas.

P: ¿Qué hacer con tanta barbarie?

R: El momento (proceso de paz) le da a uno esperanzas. Este conflicto ha llegado a un nivel tal que si se ponen en un contexto latinoamericano resulta totalmente fuera de contexto. El país quiere pensar en otras cosas, hay esta luz política de las negociaciones y uno piensa que aunque no lo va a resolver todo, de pronto si nos puede poner en la ruta de comenzar a asumir de manera distinta los conflictos que vivimos

Elizabeth Reyes L. 
CET
http://www.desdeabajo.info/actualidad/colombia/item/22456-el-conflicto-armado-en-colombia-deja-220000-muertos-desde-1958.html

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