La oscura historia del 'zar de las esmeraldas'
UNIDAD INVESTIGATIVA |
Carranza tenía en su haber a Fura, la gema más grande, también varias sindicaciones de muertes.Foto: Archivo / EL TIEMPO
Aunque en su prontuario hay desde masacres hasta paramilitarismo, para algunos era líder de paz.
En Muzo (Boyacá) se empezó a hablar con respeto de Víctor Carranza Niño desde mediados de los 60. Con tan solo 26 años y quinto de primaria, el campesino de Guateque ya había adquirido derechos para explotar la famosa mina Peñas Blancas y andaba con un arma recorriendo sus socavones.
A los 38, ya tenía participación oficial en una de las concesiones mineras otorgadas por el gobierno Pastrana Borrero, y un par de décadas después encabezaba la lista de multimillonarios de América Latina, elaborada por la revista Forbes. (Lea también: Muerte de Carranza genera incertidumbre sobre paz 'verde').
Hasta el jueves, cuando murió de cáncer, el llamado ‘zar de las esmeraldas’ controlaba casi el 40 por ciento de la producción esmeraldífera del país, calculada en más de 120 millones de dólares al año. Además, se le adjudicaba la posesión de un millón de hectáreas de las mejores tierras, aunque, en papeles, EL TIEMPO solo halló 48.000 a nombre de él y de empresas familiares. (Lea también: El cáncer venció a Víctor Carranza).
Pero la suya no es la historia de un hombre exitoso sino la de un polémico protagonista de 5 décadas de violencia en Boyacá y en otras zonas a las extendió su poder.
Su fortuna creció a la par con denuncias de alianzas con todo tipo de grupos para pacificar a la fuerza una región convulsionada por la presencia de la mafia y de ejércitos privados. (Vea en imágenes la vida de Víctor Carranza).
Testimonios recientes, revelados por este diario, indican que les aportó a los hermanos Castaño Gil 2000 hombres para la avanzada ‘para’ en los Llanos. Y que participó en las masacres de Mapiripán (1997) y Caño Jabón (1998), en las que murieron un centenar de campesinos.
El zar negaba las sindicaciones que, decía, venían de capos con los que se había negado a trabajar y quienes lo declararon objetivo militar.
Por eso él y su familia andaban con 100 escoltas avalados por los gobiernos de turno. Su seguridad era tan extrema, que su cuarto, en el penthouse frente al club los Lagartos, tenía puerta blindada y un código numérico de ingreso. En el primer nivel, dormían 20 escoltas e incluso, acomodó una enfermería para atender a uno de ellos, herido en su último atentado (2010), cuando fue atacado con lanzagranadas y fusiles. (Así fue el funeral del 'zar de las esmeraldas')
Para su protección, el zar también se rodeaba de prelados, exagentes del DAS (organismo al que fue muy cercano), poderosos y empresarios extranjeros. “Se la pasaba atendiendo reuniones con políticos, iglesia y gente del sector”, dijo Óscar Baquero, cabeza de la Federación de Esmeraldas, quien lo vio por última vez en diciembre, en el comité de paz de Boyacá.
La descripción que da monseñor Héctor Gutiérrez del ‘zar’ tampoco parece la del hombre violento que figura en expedientes. “Fue un caballero interesado por la paz, por el bien de la comunidad. Como obispo acogí su bondad y la ayuda que me dio”, dijo el jerarca quien le aplicó los santos óleos.
El prontuario
Con él y con otros prelados, Carranza mantuvo, desde 1993, la paz en el occidente de Boyacá, antecedida por una estela de 6.000 muertos.
Pero por ese pasado y por reuniones con los ‘paras’ el ‘Alemán’ y ‘don Berna’, un sector siempre lo ubicó en las grandes ligas de violadores de derechos humanos.
“Difícilmente hay algún proceso en la violencia colombiana que no se ligue a su nombre”, dijo el congresista del Polo Iván Cepeda. Y recordó que Carranza apareció en uno de los primeros organigramas del cartel de Medellín, hechos por el DAS en los años 80, sin que pasara nada.
Y aunque nueve ‘exparamilitares’ y un documento desclasificado en EE. UU. dan cuenta de actos delictivos atribuidos al zar, la justicia nunca lo condenó. Si bien estuvo detenido 4 años en el DAS –por el crimen de un empleado del capo Leonidas Vargas– la Nación tuvo que indemnizarlo después de que lo declararon inocente.
Luego, el juez español Baltasar Garzón pidió su extradición por el crimen de Leonidas Vargas en una clínica de Madrid. Pero los abogados del zar, expertos en pedir pruebas que se aplazaban indefinidamente, alegaron que el sindicado no estaba plenamente identificado y el caso precluyó. Ahora, la Fiscalía 27 antiterrorismo archivará su expediente porque, en dos años, no alcanzó a definirle su situación jurídica.
Relato
Así lo recuerda Guateque
Tunja. Con un cartel pegado al cuerpo, Víctor Carranza recorría las calles de su natal Guateque anunciando películas que se habrían de proyectar en el teatro del señor Tomás León. Tenía 12 años y a lo único que aspiraba era a ingresar gratis a observar los filmes de Tarzán, Capulina o Cantinflas. Así lo recuerdan habitantes de ese municipio. Y agregan que Carranza ayudaba a su mamá, doña Dolores, a cargar bultos de papa que comercializaban en el mercado.
“Él nació y se crió en una casa en la vereda Gaunza Arriba junto a sus tres hermanos hombres (Luis, Julio y Vidal) y su hermana (Ana Delia). Estudió conmigo hasta segundo de primaria en la escuela de la vereda Rosales. Luego fuimos a la Municipal e hicimos hasta tercero de primaria”, indicó Eduardo Pinto, amigo de infancia de Carranza. Pinto, de 81 años, señaló que Carranza era hábil para los negocios, por eso lo contrataban para cobrar y pagar apuestas. También dice que estuvo preso por matar a un hombre que intentó robarle una de sus primeras esmeraldas: “Estuvo tres años en la cárcel El Barne de Tunja. Después supimos que creó un imperio de incalculable valor”.
Mauricio Ochoa S.
Prórroga de la paz verde
El día en que Carranza murió, esmeralderos firmaron una prórroga de la paz pactada en 1993, con la Iglesia como garante. Pero, el atentado contra Jesús Sánchez, socio del ‘zar’ (en el 2012) y otros hechos, dejan en evidencia su fragilidad.
LO QUE NO SE INVESTIGÓ:
“Víctor Carranza es el Zar del Paramilitarismo”: ‘Ernesto Báez’
Justicia y Paz
VerdadAbierta
EL EX PARAMILITAR SEÑALÓ AL ESMERALDERO COMO FINANCIADOR DE LAS AUTODEFENSAS DEL MAGDALENA MEDIO, DIRIGIDAS POR HENRY PÉREZ MORALES, Y LUEGO MIEMBRO FUNDADOR DE LAS AUC.
Iván Roberto Duque Gaviria, alias 'Ernesto Báez'. Foto: Fiscalía General de la Nación.
Recurriendo a un juego de palabras, el exparamilitar Iván Roberto Duque Gaviria, alias ‘Ernesto Báez’, aseveró que a Víctor Carranza no se le debería llamar el Zar de las Esmeraldas, tal como es conocido en el país, sino el Zar del Paramilitarismo, pues tuvo un fuerte protagonismo en la financiación y asesoramiento de las autodefensas del Magdalena Medio comandadas por Henry Pérez Morales en la década de los años ochenta y que tuvo como epicentro el municipio de Puerto Boyacá.
La afirmación fue realizada durante una audiencia de versión libre de Duque Gaviria ante fiscales de la Unidad de Justicia y Paz, que marcó su regreso al proceso de Justicia y Paz, luego de 20 meses de ausencia y de estar ad portas de ser excluido de los beneficios de la Ley 975, pues en un momento dado se consideró que no estaba aportando a la verdad histórica ni admitía la imputación de ningún tipo de crimen, pues se consideraba un “político”, sin mando sobre los combatientes.
En su primer día de versiones, alias ‘Ernesto Báez’ hizo un recuento histórico sobre la creación de las autodefensas del Magdalena Medio, una de las primeras estructuras armadas contrainsurgentes que se conformaron en el país con influencia en buena parte del Magdalena Medio, que comprendía los departamentos Boyacá, Antioquia, Cundinamarca y Santander, y que sirvió de modelo para posteriores grupos armados ilegales, tales como las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu).
En ese contexto, este exparamilitar, que integró el Bloque Central Bolívar, hizo referencia a varias personas que tenían influencia en el grupo de Pérez Morales, y una de las más destacadas fue Víctor Carranza, considerado el Zar de las Esmeraldas por sus actividades en la explotación de esa piedra preciosa en el departamento de Boyacá.
No es la primera vez que Carranza es señalado por sus presuntos nexos con grupos paramilitares. En los últimos años ha sido referido por Salvatore Mancuso, Fredy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’; Daniel Rendón Herrera, alias 'Don Mario'; Jesús Ignacio Roldán Pérez, alias 'Monoleche'; Jorge Humberto Victoria, alias 'Capitán Victoria'; Manuel de Jesús Pirabán, alias 'Jorge Pirata'; Elkin Casarrubia, alias 'el Cura', y Jesús Guerrero Castillo, alias 'Carecuchillo'.
“A mí me sorprende que, en el caso de don Víctor Carranza, se hablé solamente del Zar de las Esmeraldas, yo pienso que se tendría que hablar del Zar del Paramilitarismo. Es la primera vez que lo expresó en mi vida y lo hago por ese compromiso que tengo con la verdad, porque conozco episodios en los cuales el accionar de don Víctor está puesto de manifiesto”, afirmó ‘Báez’.
En su relato de la historia de las autodefensas de Puerto Boyacá, este exparamilitar, quien llegó a esa localidad a mediados de 1989, explicó que conoció a Carranza a finales de ese año en una finca de esta localidad del Magdalena Medio llamada La Palmera, de propiedad de Pérez Morales.
“Lo conocí como un hombre del que se hablaba de actividades muy legales, como un esmeraldero de la mayor importancia en el occidente de Boyacá”, indicó ‘Báez’, quien precisó que su contacto con Carranza se dio durante un acto de reconciliación entre el esmeraldero y el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, quienes tenían viejas rencillas. “Luego de ese evento, fue muy frecuente ver el helicóptero de don Víctor en Puerto Boyacá”.
Alias ‘Ernesto Báez’ también admitió que en esa hacienda conoció a Ramiro Vanoy Murillo, alias ‘Cuco’, excomandante a finales de los años noventa del Bloque Mineros de las Auc. “Eso fue hace 23 años. En esa época era un ganadero y caballista, del alto notablato en Puerto Boyacá y el Magdalena Medio. Tenía una finca bellísima, llamada El Edén”.
“No temo equivocarme señor fiscal, cuando en esta historia que estoy reconstruyendo ubico a don Ramiro Vanoy y a don Víctor Carranza como dos hombres muy importantes en la consolidación de las autodefensas”, reiteró el exparamilitar. “Es una realidad histórica que no podría negarse jamás”.
Con una anécdota, Duque Gaviria ejemplificó la cercanía de Carranza con Pérez Morales. A finales de la década del ochenta y comienzos del noventa se había desatado una guerra entre el narcotraficante Pablo Escobar y buena parte de las autodefensas del Magdalena Medio, que comenzaron a trabajar con el Ejército para ayudar en la captura del capo antioqueño. Entre ellos estaba Henry Pérez Morales.
Resulta que el 20 de julio de 1991 tres jóvenes sicarios pagados por el Cartel de Medellín arribaron a Puerto Boyacá y atacaron a Pérez Morales durante celebración litúrgica y lo hirieron de muerte. Uno de sus hombres de confianza, llamado Luis Antonio Meneses Báez, alias ‘Ariel Otero’, insistió que llamaran al empresario de las esmeraldas para que les facilitara un helicóptero para trasladar al herido a un centro asistencial en Medellín. No obstante, por la gravedad de las heridas no fue posible transportarlo y murió en el hospital de Puerto Boyacá.
A juicio de alias ‘Ernesto Báez’, el nombre de Víctor Carranza necesariamente está vinculado por la historia del paramilitarismo en el país: “No se me ocurre pensar cómo y de qué manera él podría negar sus nexos tan importantes con esta organización cuando se hicieron tan evidentes a personas que en la época teníamos relación con las autodefensas. Esas razones y otras que posteriormente tendré que relatar tienen que ver con don Víctor como miembro fundador de las Auc”.
Papel de Agdegam
Previo acuerdo con los fiscales de Justicia y Paz, alias ‘Ernesto Báez’ se comprometió inicialmente a explicar su llegada a las autodefensas de Puerto Boyacá y a explicar una serie de circunstancias que rodearon esta estructura armada. Además de hablar de quiénes financiaron el grupo, que alcanzó a tener cerca de 2.000 hombres en armas, se hizo referencia al papel cumplido por la Asociación de Agricultores y Ganaderos del Magdalena Medio (Agdegam).
“Yo diría, parodiando un famoso pasaje bíblico, que en Puerto Boyacá no se movía la hoja de un árbol sin la voluntad de los señores de Agdegam”, dijo ‘Baéz’ para ilustrar el grado de penetración social, económica y política que tuvo esta asociación. “No había un suceso ni una decisión, ni nada que tuviera que ver con la vida de ese municipio que no pasara por el meridiano de Agdegam”.
Además, aseveró que la relación entre la asociación y las autodefensas era clara: “Nadie desvinculaba a Agdegam de las autodefensas ni a las autodefensas de Agdegam”.
Si bien se indicó que Agdegam tenía cientos de asociados, según ´Báez’, quien realmente direccionaba todo era Henry Pérez Morales: “No había ni junta directiva ni nada. Se hacía lo que él decía y ya. Era un hombre autoritario, arbitrario, caprichoso, al que había que darle siempre la razón, al que había que cumplirle, de lo contrario se corrían graves riesgos”.
Esta asociación, que tuvo existencia legal por varios años, alcanzó a tener por lo menos 1,200 agricultores, ganaderos, mineros y pescadores de la zona de influencia de las autodefensas de Puerto Boyacá. Estaba liderada por Gonzalo Pérez, quien fue su presidente hasta el 7 de julio de 1991, cuando fue asesinado, y su hijo Henry Pérez, que tenía funciones de secretario, así como por Nelson Lesmes Leguizamón, una especie de asesor de confianza. Pese al nutrido grupo de asociados, sólo dos o tres personas aportaban recursos, quienes operaban como testaferros del narcotraficante González Gacha.
Duque Gaviria calificó a Agdegam como “un proyecto audaz del paramilitarismo” a través del cual las autodefensas de Puerto Boyacá y sus áreas de influencia alcanzaron “una profunda raigambre popular”.
Y es que la penetración social fue diseñada estratégicamente. Según ‘Báez’, Agdegam funcionaba como una especie de organización no gubernamental que prestaba diversos servicios: tenía dos distribuidoras comerciales a través de las cuales se vendía a precios muy cómodos productos de la canasta familiar; era dueña de un pequeño Ministerio de Obras Públicas que poseía bulldozers, mononiveladoras, volquetas y todo tipo de maquinaria para atender a los campesinos; igualmente, disponía de las dos más grandes droguerías que tenía Puerto Boyacá.
Además, tuvo presencia en el sector de la educación, logrando administrar 52 escuelas rurales con maestros pagados directamente por la asociación e impulsar un programa llamado “Escuelas de Esfuerzo Propio”; y en el sector de la salud, para lo cual construyó una clínica en la que se prestaban diversos servicios. En su momento, se consideró que estaba mejor dotada que el hospital local José Cayetano Vásquez.
“A través de los supermercados, a través de las droguerías, a través de la parte educativa, a través de los programas sociales, a través de la prestación de servicios de maquinaria pesada para los campesinos en las veredas, Agdegam amarró las comunidades a las autodefensas. Fue el éxito del modelo paramilitar”.
Uno de los ejemplos que expuso para reforzar la influencia de Agdegam estuvo relacionado con la política: “cuando se produjeron las reformas que permitieron a alcaldes y gobernadores ser elegidos popularmente, uno no podía llegar a pensar en obtener un triunfo electoral en el área de influencia de las autodefensas del Magdalena Medio sin la bendición de Agdegam”.
Esta organización armada llegó a tener una presencia tan significativa en la región que ocupaba que, según Duque Gaviria, “en Puerto Boyacá eran más visibles que la Fuerza Pública”. A su juicio, con recursos del narcotráfico “se constituyó una empresa que manejaba la vida política, social, cultural y económica” de las comunidades, lo que les permitió calificar a esta localidad como “la capital antisubversiva de Colombia”.
Todo lo dicho por Duque Gaviria deberá ser constatado por los investigadores adscritos a la Unidad de Fiscales de Justicia y Paz con el fin de determinar si el postulado dice la verdad.
Víctor Carranza, ‘El Patrón’ al que nunca tocó la justicia
El fallecido zar de las esmeraldas estuvo preso durante casi tres años pero la justicia lo absolvió, sin embargo durante tres décadas su nombre estuvo vinculado con el paramilitarismo.
Durante tres décadas el nombre del zar de las esmeraldas estuvo vinculado con el paramilitarismo. Foto Revista Semana
Víctor Carranza murió intocable. Ni sus enemigos ni la justicia pudieron con él. A los primeros, sobrevivió a tres guerras y dos atentados. De la segunda, a pesar de las múltiples sindicaciones, siempre salió indemne.
A pesar de que por lo menos diez jefes paramilitares lo señalaron como patrocinador de grupos de autodefensas en los Llanos Orientales y la Costa Caribe, el esmeraldero nunca fue condenado por ningún cargo.
Salvatore Mancuso aseguró en una versión libre que Carranza, quien murió hoy a sus 77 años, fue el paramilitar más antiguo que tuvo el país. Iván Roberto Duque, alias ‘Ernesto Báez’,paramilitar de larga trayectoria, dijo que Carranza no era el ‘zar de las esmeraldas’ sino el Zar del paramilitarismo.
Sin embargo, la justicia al parecer no tuvo los dientes para procesar a este personaje que aseguraba que aunque sí tenía grupos de seguridad armados ninguno era ilegal. En los últimos días, mientras lo acompañaba en su lecho de muerte, monseñor Héctor Gutiérrez, obispo de Engativá, le dio la razón.
Quienes conocieron a Carranza le aseguraron a VerdadAbierta.com que fue un empresario que se aprovechó de las guerras y de los grupos armados para aumentar su poder económico en distintas regiones del país.
Carranza intentó modernizar el mercado de las esmeraldas y fue el líder que logró la paz entre esmeralderos después de que una guerra en la década de los ochenta que dejó más de 3 mil personas asesinadas. Monseñor Gómez fue quien lo acompañó en ese esfuerzo. A pesar de haber sido señalado por más de 30 años como posible autor de varios hechos violentos, nunca fue condenado por la justicia.
Fue siempre muy cercano a los políticos conservadores de Boyacá y del país, y también fue protegido de algunos liberales y de varios oficiales del Ejército. Según dos fuentes distintas, consultadas por este medio, fue Carranza quien consiguió presionar a Escobar para que liberara a Andrés Pastrana, cuando este era candidato a la Alcaldía en 1988 y fue secuestrado.
Por más de dos décadas ningún proceso contra Carranza llegó a concretarse. En 1993, la Fiscalía lo investigó por enriquecimiento ilícito y conformación de autodefensas, pero el proceso no avanzó.
En 1998 cuando Alfonso Gómez Méndez era fiscal, revivió el proceso y conformó un equipo de investigadores con Pablo Elías González, director del CTI a la cabeza, que además lo investigó por el secuestro y asesinato de Roberto Prieto y Édgar Hernández, el contador y otro empleado del narcotraficante Leónidas Vargas, y por conformación de grupos paramilitares. Una vez la Fiscalía documentó el caso, no le fue fácil meterlo preso. Las mismas autoridades tenían miedo de que se armara una balacera, si intentaban capturarlo, pues siempre andaba muy custodiado. Al final, fue el mismo CTI con un grupo de hombres el que lo capturó a la salida de Bogotá.
Para proteger su vida, pues en sus múltiples luchas Carranza se había ganado muchos enemigos, la Fiscalía lo recluyó en Aquimindia, un centro de entrenamiento para los agentes del DAS sobre la vía a Cota. Allí estuvo preso hasta 2001. Una juez, que fue destituida poco tiempo después, exoneró al esmeraldero de los cargos. La Fiscalía de Luis Camilo Osorio, sucesor de Gómez Méndez, no apeló el caso. A pesar de que en los últimos cuatro años, varios desmovilizados han coincidido en que Carranza fue gestor del paramilitarismo en el país, ninguno de los Fiscales Generales llegaron a acusarlo.
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