ASÍ RESPONDO
Alberto Bejarano Ávila
“Nada de
importancia manejamos hoy los tolimenses y que todo aquello que es relevante y
determinante para nuestro futuro se decide y maneja desde Bogotá, Medellín,
Chile, España, USA o Francia”.
El nuevo periódico DEBATE.COM cuya primera edición se está entregando al público me solicitó que en
un artículo respondiera cómo veía y cómo analizaba al Tolima.
¿Qué cómo observo y
cómo analizo hoy al Departamento del Tolima? Esta delicada cuestión no debería
asumirse con disparates, con candorosas conjeturas incidentales o con
anacrónicas como recurrentes apreciaciones de coyuntura. Tan serio asunto del
tolimensismo demanda miradas históricas, sistémicas, críticas e informadas en referencias
de regiones cercanas o lejanas que han alcanzado el desarrollo social y
económico. En esta ocasión el rigor analítico y la mesura de juicio exigen precisar
en “608 palabras”, parámetros y perspectivas que animen al tolimense a considerar,
con objetividad y sin pasión alguna, si en las últimas dos o tres décadas
nuestro País Pijao en realidad avanzó, se estancó o ha retrocedido y de tal
forma concluir si es verdad, como dicen por ahí, que el Tolima está en vías de
desarrollo o sí, al contrario, es región subdesarrollada y con futuro difuso.
Entrando en tema, propongo
algunos interrogantes referidos al Tolima para que cada quien haga su singular
dictamen: ¿Imaginamos y decidimos de manera autónoma nuestro futuro? ¿Hay
justicia social? ¿Somos dueños ciertos de la economía regional? ¿En la región
se acumulan las ganancias producidas por la explotación de los recursos
naturales? ¿El capital endógeno crece? ¿Tenemos ciencia propia o lo intentamos?
¿Tenemos “músculo financiero” para apalancar iniciativas propias? Cada quien
tendrá respuestas merecedoras de total respeto, las mías empiezan con el
reconocimiento de una amarga realidad: nada de importancia manejamos hoy los
tolimenses y que todo aquello que es relevante y determinante para nuestro
futuro se decide y maneja desde Bogotá, Medellín, Chile, España, USA o Francia.
Negar lo anterior sería como negar que la pobreza regional esté desbocada, que
nuestro discurso sobre el desarrollo sea trivial y mal informado, que
carezcamos de cohesión social y que suframos anemia espiritual por escasez de
identidad.
¿Inquietante? pero
aún hay más: en nuestro departamento palmariamente se tipifica una economía de
enclave, pues en nuestros 24.000 K2 diversos agentes
económicos, foráneos, crecientes y utilitaristas, explotan, con nuestra
inexplicable y sospechosa aquiescencia, lo mejor de “nuestros” recursos
naturales y, además, mejoran su lucro con mano de obra barata dada nuestra
carencia de orgullo y dignidad regionalista y la ausencia total de visión
endógena del desarrollo. Cierto, aquí bulle la riqueza, más no para los
tolimenses y, aun así, algunos testarudos objetan la tesis que indica que globalización
sin regionalización es tonto suicidio.
Si inventariáramos
históricamente los bienes perdidos o malogrados, con clara especificidad
podríamos enumerar cientos de casos tristes. Otrora teníamos generadora y
trasmisora de energía, empresas de telecomunicaciones, industrias de alimentos,
Industrias metalmecánicas, entidades financieras, una importante red de
comercio minorista y hasta recogíamos nuestra propia basura. Mucho se ha
perdido y, aun así, además del innegable talento, aun “tenemos” riquezas hídricas,
agrícolas, pecuarias, mineras, hidrocarburos. Es verdad, “somos ricos”, pero
como para Ripley, seguimos siendo pobres y, además, vislumbramos un futuro plagado de
pobrezas y, pese a ello, algunos, no tanto por perversidad como por docilidad y
ductilidad, siguen agachando la cerviz indignamente, haciéndole finta al examen
histórico, ensalzando la politiquería, falseando anhelos legítimos de
prosperidad, ponderando el alud de capital externo, alelados por la genialidad
y sapiencia del nuevo colono y, lo mas inaudito, arremetiendo despiadadamente
cualquier asomo de dignidad y voluntad regionalista.
No faltará el
“bravero” que se ponga bravo con mis opiniones, pero a aquel mejor le
resultaría reconocer que el vanagloriado progreso tolimense es marrullero eufemismo
y que amancebarse con el engaño es equivocada actitud. Conclusión: nos
“pellizcamos” o nuestro futuro será este mismo presente, pero bien hinchado:
más inequidad, mas desempleo, más exclusión, más informalidad, más vulgaridad
política, más inseguridad, más deterioro medioambiental y claro, como paliativo,
pulularán toda clase de migajas.
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Ibagué, Tolima, Colombia
Email: Albeja@hotmail.com