De tartufos, sacamicas y lambones
El rector
de la Universidad del Tolima y su séquito de aduladores e interesados “defensores”
han decidido, no sólo pagar -probablemente con dineros de la institución una
serie de costosas pancartas que publicitan su cuestionada gestión, sino además,
prevalidos del poder que les otorga, precisamente, la administración del
presupuesto y de los cargos, utilizar el “recurso” del llamado Control Interno
Disciplinario, como arma de coerción y de chantaje en contra de sus opositores.
Quienes
osan perturbar, pública o privadamente, mediante quejas y reclamos académicos, administrativos,
éticos, jurídicos o políticos, el “tranquilo” desarrollo de esta corrupción
activa ya por cerca de doce años, son sometidos, tanto a los vejámenes y
calumnias que, de manera soterrada y anónima manejan los tartufos que medran
alrededor de las directivas universitarias, como a la no menos represiva opción
de que se le siga una “investigación disciplinaria”, por parte de la obsecuente
Oficina de Control Interno disciplinario.
El señor
rector, o alguno de los controvertidos funcionarios y decanos claman por la aplicación
de medidas coercitivas, e inmediatamente la oficina de control interno, de manera
pronta y expedita, está atenta tanto a abrir proceso y expediente en contra de
los acusados, como a imputar los cargos requeridos por los “jefes”; entonces
los áulicos y los lambones, que han permanecido latentes tras las bambalinas,
saltan prestos a servir como testigos en cualquier proceso: se pelean por
expresar de manera amplia las versiones previamente acordadas con el quejoso
(casi siempre un directivo) esperando con ello obtener la continuidad de sus
precarios contraticos laborales, pero ayudando a ahondar cada vez más la crisis
ética en que hoy de debate la Universidad del Tolima.
Julio
César Carrión Castro