COSTEÑIZACIÓN
DE LA POLITICA EN IBAGUE
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La corrupción es un mal silencioso
y presente en muchos ámbitos de la vida, casi se ha vuelto parte de nuestra
cotidianidad. Nos hemos acostumbrado a la corrupción y pensamos que no es
posible vivir sin ella. Muchos piensan que la única manera de hacer política es
por medio ilegales.
En la Costa Atlántica es muy común
escuchar que en elecciones se compran votos, que se ofrecen al mejor postor en
cada esquina, que se compran jurados de votación, que se adulteran resultados,
etc. Hacer política se ha hecho sinónimo
de trampa, mentira y engaño. Un observador desprevenido podría pensar que si
bien es un tema serio, es un asunto de los costeños, que no nos atañe ni
interesa. Pero está equivocado. Porque la corrupción se ha convertido en camino
para acceder a puestos de poder.
La ciudad de Ibagué, desde hace
varios años viene sufriendo la costeñización de la política. Se ha llegado al
colmo que las ideas no cuentan, que los programas son simples requisitos. Un
destacado político regional decía: para hacer política se necesitan plata y
votos; si no se tienen votos, entonces multiplique la plata. Hoy por hoy el
ejercicio de la política es el desenfreno de los dineros, bien o mal habidos,
que corren sin reparos por todas partes.
Para ser elegido se necesita
tener disponible una buena cantidad de millones para “aceitar” periodistas para
que hablen bien del candidato y le construyan una imagen de prócer o de persona
importante. Si el candidato no paga, no “suena” ni se ve en los medios. Se ha
llegado al colmo, que algunos políticos ya no salen a los barrios y veredas a
conseguir adeptos, confían en que la simple publicidad será suficiente.
Los votos los manejan los
denominados “lideres” de los barrios o comunas, quienes le piden al candidato,
“oxigeno” para sufragar los gastos de reunir la gente, de darles refrigerios,
para movilizarse, etc. Es decir, se ha vuelto costumbre que hay que “arreglar”
con varios líderes populares para que pongan votos. Estos han aprendido y cada
vez cobran más caro sus favores. Existen algunos que no piden dinero, pero
exigen al candidato puestos burocráticos para sus hijos y familiares, o
contratos. Otros piden dinero, contratos y puestos.
Hay quienes ofrecen, por cifras
astronómicas, “arreglar” los resultados. El negocio lo plantean así: que ellos
se encargan, con sus amigos de la Registraduría, para que la elección se dé, no
importa los votos sufragados. La compra de votos se ha camuflado como
“ayudas” para el día de elecciones, y
pagan pregoneros, testigos electorales y hasta jurados de votación.
La corrupción ha encarecido las
campañas. Y se piensa que lo único importante es el dinero. Eso ha permitido
que personas sin ningún escrúpulo, ni formación ni experiencia pero con mucho
dinero se crean con condiciones suficientes para aspirar a ser elegidos. Son
verdaderos ríos de billetes, procedentes de grupos por fuera de la ley o de
mafiosos de cuello blanco, los que hoy dominan la política.
¿Si la campaña es corrupta, cómo
será el gobierno? No deben quedar dudas. Una campaña corrupta producirá un
gobierno corrupto. El que paga para llegar,
llega a pagar y a sacar para recuperar lo pagado. Entonces, de usted
depende que la corrupción continúe y avance, o que tengamos gobiernos honestos,
serios y comprometidos.
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Md. Agustín Angarita Lezama
Director Observatorio de paz y derechos humanos
Universidad del Tolima
Ibagué, Alto de Santa Elena
Md. Agustín Angarita Lezama
Director Observatorio de paz y derechos humanos
Universidad del Tolima
Ibagué, Alto de Santa Elena