LA ALEVOSÍA DEL TRATADO DE LIBRE COMERCIO CON ESTADOS UNIDOS
Por Guillermo Molina Miranda
Después de cuatro años engavetado el TLC con Estados Unidos, muy a pesar de las rogativas insistentes llevadas al extremo de la genuflexión por parte de la élite gobernante para su fallida aprobación en el Congreso norteamericano, encabezados por el anterior mandatario y el ahora encumbrado Santos en la orilla de los representantes del gran capital, y en la de los abrumados, trabajadores, sectores productivos nacionales y avezados luchadores populares quienes sin descanso han alertado sobre las lesivas componendas, menguas y desigualdades de este tratado, vuelve el Acuerdo a estar al orden del día. La reciente visita del encargado de la Casa de Nari a Washington, hizo renacer las esperanzas del cerrado círculo de oligarcas colombianos, comerciantes alevosos de soberanía, salud, educación, patrimonio y bienes públicos.
Los Demócratas, que en el inmediato pasado, utilizando hábilmente el TLC para dirimir la puja por el control del Estado imperial y sus desavenencias con los Republicanos en el Congreso estadounidense, enarbolaron la “pudorosa defensa a los sindicalistas y derechos laborales”, del desvergonzado apoyo y contubernio Republicano y su candidato John McCain, en quienes Uribe cifró su respaldo, con la política de arrasamiento del gobierno colombiano que hacía agua atrevidamente los derechos y garantías sindicales, propiciaba desalmados asesinatos, persecuciones a líderes sindicales y opositores, en una ola de terror y sangre que ruborizaba a tirios y troyanos, logrando empantanar de esta manera la aprobación del Tratado y alcanzando los réditos para quedarse con el manejo de la Casa Blanca y sus mayores preeminencias. No obstante, las gabelas dadas y aprobadas al amo norteamericano por el inclinado Uribe y su congreso colombiano, el TLC durmió el sueño de los justos y ahora que, con un estilo más sagaz y menos chichonero, pero oficioso igualmente con el gran capital, Santos logra una agenda para desentramar la aprobación del pérfido tratado.
El anuncio del desentrabe, ahora con un memorándum de cumplimiento, no sorprendió a ninguno, dadas las expresiones proactivas del gobierno Santos a favor del “aliado”, que siguiendo a su antecesor en sumisión, viene “rectificando” las incómodas amistades con el paramilitarismo y su cofradía de sangre, las grotescas camorreadas y enfrentamientos por doquier, pero prosigue su proclive manejo a favor del imperial aliado, ahora que ad portas del inicio de campaña para la reelección en la Casa Blanca, requiere mostrar resultados. Pero igualmente, todo no está definido para el tan cacareado Acuerdo, ya que pesan como facturas de cobro, liar los bártulos con uno de sus oponentes partidos, sin logar disciplinar a Demócratas y aderezar a los Republicanos que tienen la mayoría.
El condicionamiento hecho por el gobierno Norteamericano al Gobierno Santos sobre derechos humanos y garantías laborales, a través de un “Plan de Acción” para poner en marcha el TLC refleja la estrecha dependencia y sometimiento a la política geoestratégica de la potencia del norte: “Colombia es un socio clave en las Américas y más allá, y es un socio que apoya abrumadoramente los intereses de EE.UU”. Con la consabida actitud “benevolente” del posante “hermano de la caridad”, que esconde demagógicamente sus verdaderas intenciones, Washington incluye imponer cambios más allá de la alianza comercial, como lo expresa impúdicamente: “Cambios sociales y económicos fundamentales que se extienden mucho más allá de nuestra alianza comercial son necesarios para ayudar a Colombia a alcanzar su pleno potencial y aliviar sus divisiones sociales, económicas y políticas”, consistentes en maquillajes estructurales que Santos incluyó en su Plan Nacional de Desarrollo (PND): Reforma Agraria, Reparaciones a las Víctimas, Reorganización del Gobierno, Seguridad, conversión de las universidades y la educación públicas en empresas con ánimo de lucro, en pocas palabras, agudezas y puertas abiertas para vender fácilmente la anexión y políticas de seguridad para garantizar el capital y el despojo.
Con la creación del mecanismo denominado: Diálogo de Alianza de Alto Nivel EE.UU.-Colombia, y que fuera “Convocado por primera vez en octubre de 2010, el Diálogo de Alianza de Alto Nivel ha creado un foro para participar en una amplia gama de temas, distintos a los relacionados con la seguridad”, no deja dudas de qué política internacional viene realizando y va a realizar Colombia en los próximos años, que no es otra que la de seguir tristemente apuntalando las políticas de agresión imperialistas. Las “ayudas” en millones de dólares a través de agencias como la USAID, caracterizada en su larga historia como arma clave en la desarticulación de la integración Latinoamericana, la injerencia en los asuntos internos de los países engrasando organizaciones de derecha y paramilitares, el espionaje y sus lazos estrechos con la Agencia Central de Inteligencia en tan probados y sonados casos contra Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia concitan contra sus soberanías y libre autodeterminación.
Posando como gran “defensor” de los derechos humanos Obama, que no osa resguardarlos con los países que abiertamente cañonea como Afganistan, Libia, Irak…hace alardes de gran benefactor, teniendo gran eco en las mas media y en los engominados defensores de la insidia. Lo que ocultan, como siempre, son las enormes ventajas que traerá al coloso imperial, si a la final se impone el Tratado, y por consiguiente, las onerosas desventajas y fatales resultados a la producción nacional, al empleo y a las condiciones de las masas desposeídas. Sólo una pandilla, la élite oligárquica, se llevará las caudas de lo que dejarán las multinacionales como paga, mientras que los que aplauden, van a ver igualmente impávidos, al igual que el resto, el desangre económico de la nación.
No toca ir muy lejos, para reconocer los pérfidos propósitos del tratado. Ya lo había expresado Obama, el pasado 25 de enero en el Informe Anual del Estado de la Unión: “sólo suscribiría pactos que beneficiaran a los trabajadores estadounidenses y promovieran empleos en Estados Unidos”. La Comisión de Comercio Internacional (ITC) también ha considerado que las reducciones en aranceles y el tratamiento preferencial en un alto porcentaje libre de impuestos frente a terceros, al igual que el acceso al mercado de servicios, propiciadas por el convenio, aumentarán considerablemente las exportaciones estadounidenses a Colombia “en más de $1.1 billones de dólares, y apoyará la creación de miles de empleos adicionales en Estados Unidos. La ITC también prevé que el Acuerdo aumentará el PIB de los EE.UU. en $2.5 billones de dólares”, en momentos que aún su economía no se recupera del coletazo de la crisis económica que lo sacudió, exportaciones especialmente las relacionadas con productos agrícolas y procesados lo que devastará la débil economía y producción nacional colombiana.
No sin razón, ante tan nefastos auspicios del TLC se le ha venido calificando como un instrumento de anexión a la economía norteamericana. De ahí la necesidad sin mezquindades de conformar un Frente Único de Salvación Nacional que aboque soluciones ante esta nueva afrenta a la Nación, rescate la soberanía, impulse el desarrollo autónomo como nación y encauce al país por los senderos de la revolución nacional y democrática encausada sin vacilaciones hacia el socialismo.