Recaída de la economía
Por: Eduardo Sarmiento
La economía mundial evoluciona dentro de una gran incertidumbre y volatilidad.
Luego de tres años de iniciada la crisis, los círculos influyentes carecen de un diagnóstico comprensivo de la crisis e insisten en las mismas políticas que han fallado reiteradamente. Hasta hace pocos días los prestigiosos comentaristas de las cadenas norteamericanas vaticinaban que la economía de Estados Unidos marchaba dentro de una reactivación sostenida y era inmune a los contratiempos de Europa. Las señales más recientes revelan una realidad distinta.
En mi libro La recesión mundial mostré que la crisis es el resultado de una inconsistencia global y de la invalidez de las teorías de libre mercado y financieras que justificaron el orden económico internacional. A lo largo del texto se muestra como el esfuerzo generalizado de los países para ampliar las exportaciones y conformar superávits en cuenta corriente configuró un exceso de ahorro mundial que se llena con la valorización de activos. La economía mundial es determinada en buena medida por las oportunidades especulativas. La elevación y la caída de la actividad productiva están íntimamente relacionadas con las alzas y bajas bursátiles.
La reactivación de Estados Unidos se fundamentó en una política monetaria de tasa de interés cero que propicia la elevación de los precios de los activos y la devaluación y un cuantioso déficit fiscal que determina una expansión del producto de la misma magnitud. La receta no ha logrado recuperar la actividad productiva ni el empleo en forma sostenida; en el primer trimestre la economía creció 3% y la tasa de desempleo se estabilizo alrededor de 10%. Lo más grave es que no induce una dinámica interna que se refuerce y permita operar sin los estímulos externos, que no son sostenibles. La valorización de activos y la devaluación del dólar no pueden mantenerse indefinidamente.
Así lo confirman la crisis de Grecia y los desajustes fiscales y monetarios de España, Irlanda y Portugal, que mal pueden atribuirse a aspectos aislados y puntuales. En la mayoría de los casos fueron causados por la economía mundial, en particular por la elevada devaluación del dólar, y en forma casi inmediata rebotaron sobre Estados Unidos en la forma de revaluación del dólar y caída de las cotizaciones bursátiles.
La recuperación estadounidense quedó condicionada a la ampliación de los estímulos fiscales, que enfrentan todo tipo de resistencias políticas e institucionales y se anuncia que terminarán en diciembre. Hasta aquí llegó el ascenso. En los próximos meses se observará el debilitamiento del consumo y las exportaciones, que contraerá la demanda y la producción. El crecimiento económico descenderá y terminara el año por debajo de 3%.
Todo esto pone de relieve la inconveniencia de los bancos centrales autónomos y la política fiscal aislada. En el desespero ambos entes se comprometieron en la recuperación sin reparar en el resto del mundo y en la sostenibilidad.
El resultado fue una rápida expansión que se debilitó a poco andar y tiene todos los visos de convertirse en una recuperación de dos caídas. En su lugar, se planteaba un manejo combinado en que la política fiscal se orientara a levantar la actividad productiva y la política monetaria a extirpar las burbujas financieras y moderar el dólar.
Las nuevas condiciones no demorarán en sentirse en América Latina. Las exportaciones se contraerán por la caída de la actividad mundial y los tipos de cambio evolucionarán dentro de una anarquía por la revaluación del dólar y la devaluación del euro. En Colombia, la industria, la agricultura y el empleo formal se verán desplazados por la entrada de capitales especulativos que se constituirán un serio obstáculo para la normalización del crecimiento.
Ojalá que el próximo gobierno advierta que la nueva realidad de exceso de ahorro y desajuste de mercados externos no se puede enfrentar dentro de las concepciones macroeconómicas tradicionales. El Banco de la República tendría que apartarse del criterio de inflación objetivo y actuar en forma coordinada con la política fiscal para ampliar el déficit presupuestal, intervenir el mercado cambiario y propiciar la formalización del empleo.
Eduardo Sarmiento