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27 Nov 2008 - 9:00 pm
CUANDO ÍNGRID BETANCOURT LANzó la propuesta de una nueva marcha por la liberación de los secuestrados para el día de hoy, me preguntaba si estábamos ante el riesgo de agotar el mecanismo de la presión ciudadana.
27 Nov 2008 - 9:00 pm
CUANDO ÍNGRID BETANCOURT LANzó la propuesta de una nueva marcha por la liberación de los secuestrados para el día de hoy, me preguntaba si estábamos ante el riesgo de agotar el mecanismo de la presión ciudadana.
Pero entre más lo he pensado, más me he convencido de la utilidad de toda acción colectiva que permita recordarnos que, por mucho que el Gobierno diga lo contrario, la guerra colombiana continúa sin resolverse.
Es cierto que este año las Farc han recibido los golpes militares y políticos más severos que hayan conocido en su larga historia. Pero también es cierto que no han sido derrotadas y que el propio Gobierno se encarga de revivirlas cada vez que necesita descalificar la protesta social, cada vez con más frecuencia.
La guerra colombiana ha cambiado en el terreno de lo militar, se ha transformado geográficamente y se ha redefinido en términos políticos, pero no ha concluido. Por el contrario, el número de desplazados y ejecuciones extrajudiciales ha aumentado. Los únicos derrotados, por ende, han sido las estrategias militares tanto de las Farc como de Uribe.
Uribe y las Farc no son la misma cosa. Defienden proyectos políticos opuestos. Uribe fue elegido por una amplia mayoría como primer mandatario, mientras las Farc se autoproclamaron como el Ejército del Pueblo.
Pero los dos beben de la misma fuente: están dedicados a resolver el conflicto colombiano a plomo. Ambos ponen lo militar por encima del resto, incluidos los valores humanos. Mientras las Farc sacrifican la libertad de civiles, soldados y policías, el Ejército mata a jóvenes pobres para convertirlos en falsos positivos.
Así que, pese a sus diferencias ideológicas, en lo fundamental Uribe y las Farc tienen mucho en común. Ambos se consideran portadores de la verdad. Es difícil saber cuál es más terco. Los dos se alimentan de la polarización y del odio entre compatriotas.
Es más, Uribe se ha beneficiado de las Farc. Así como Bin Laden ayudó a reelegir a Bush hace cuatro años, las Farc fueron claves para las ya dos elecciones de Uribe. Cada vez que Uribe se ha encontrado en dificultades, las Farc le han lanzado salvavidas.
Hoy ambos se aíslan del ámbito internacional. El mejor amigo de Uribe en el mundo hace maletas para por fin abandonar la Casa Blanca. Fidel y Chávez les dicen a las Farc que liberen a los secuestrados y abandonen la lucha armada. El guerrerismo de Uribe y las Farc pierde poco a poco su oxígeno.
La solución definitiva al conflicto de hoy no puede ser la paz fracasada de ayer. Sin duda, las Farc han perdido la oportunidad de ser los protagonistas centrales que pudieron haber sido en los tiempos del Caguán, de los cambios que requiere Colombia. La solución política no se reduce a la mesa de negociación. La existencia y desarrollo del Polo hace parte del cambio del sistema político, indispensable para la superación de la guerra, el cual lo obliga a jugar un papel más decidido.
Pero mientras las causas sociales y políticas que originaron el conflicto no se atiendan, la violencia continuará. Y mientras nos mantengamos en guerra, no podremos desarrollar a plenitud nuestra capacidad productiva como país, ni mucho menos nuestra democracia.
Por ello, ¡a marchar! Contra el secuestro y contra los falsos positivos. Contra la guerra de las Farc y contra la guerra de Uribe.