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Cuestiones del LeninismoJ. V. Stalin
LOS FUNDAMENTOS DEL LENINISMO [1]

Conferencias pronunciadasen la Universidad Sverdlov
A LA PROMOCION LENINISTA Los fundamentos del leninismo: el tema es vasto. Para agotarlo, haría falta un libro entero. Más aún: haría falta toda una serie de libros. Por eso es natural que mis conferencias no puedan ser consideradas como una exposición completa del leninismo. Serán tan sólo, en el mejor de los casos, un resumen sucinto de los fundamentos del leninismo. No obstante, estimo útil hacer este resumen, a fin de ofrecer algunos puntos fundamentales de partida, necesarios para estudiar con fruto el leninismo.
Exponer los fundamentos del leninismo no es aún exponer los fundamentos de la concepción del mundo de Lenin. La concepción del mundo de Lenin y los fundamentos del leninismo no son, por su volumen, una y la misma cosa. Lenin es marxista, y la base de su concepción del mundo es, naturalmente, el marxismo. Pero de esto no se desprende, en modo alguno, que la exposición del leninismo deba comenzar por la de los fundamentos del marxismo. Exponer el leninismo es exponerlo que hay de peculiar y de nuevo en las obras de Lenin, lo aportado por Lenin al tesoro general del marxismo y lo que está asociado a su nombre de modo natural. Sólo en este sentido hablaré en mis conferencias de los fundamentos del leninismo.
¿Qué es, pues, el leninismo?
Unos dicen que el leninismo es la aplicación del marxismo a las condiciones peculiares de la situación rusa. Esta definición contiene una parte de verdad, pero dista mucho de encerrarla toda. En efecto, Lenin aplicó el marxismo a la realidad de Rusia, y lo aplicó magistralmente. Pero si el leninismo no fuese más que la aplicación del marxismo a la situación peculiar de Rusia, el leninismo sería un fenómeno pura y exclusivamente nacional, pura y exclusivamente ruso. Sin embargo, sabemos que el leninismo es un fenómeno internacional, que tiene raíces en todo el desarrollo internacional, y no un fenómeno exclusivamente ruso. Por eso, yo entiendo que esa definición peca de unilateral.
Otros dicen que el leninismo es la resurrección de los elementos revolucionarios del marxismo de la década del 40 del siglo pasado, a diferencia del marxismo de años posteriores, que, según ellos, se hizo moderado y dejó de ser revolucionario. Si pasamos por alto esa división necia y vulgar de la doctrina de Marx en dos partes, una revolucionaria y otra moderada, hay que reconocer que incluso esa definición, íntegramente defectuosa e insatisfactoria, tiene un algo de verdad. Ese algo de verdad consiste en que Lenin resucitó, efectivamente, el contenido revolucionario del marxismo, enterrado por los oportunistas de la II Internacional. Pero esto no es más que un algo de verdad. La verdad entera del leninismo es que no sólo hizo renacer el marxismo, sino que dio un paso adelante, prosiguiendo el desarrollo del marxismo bajo las nuevas condiciones del capitalismo y de la lucha de clase del proletariado.
¿Qué es, pues, en fin de cuentas, el leninismo?
El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria. O más exactamente: el leninismo es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular. Marx y Engels actuaron en el período prerrevolucionario (nos referimos a la revolución proletaria) cuando aún no había un imperialismo desarrollado, en un período de preparación de los proletarios para la revolución, en el período en que la revolución proletaria no era aún directa y prácticamente inevitable. En cambio, Lenin, discípulo de Marx y de Engels, actuó en el período del imperialismo desarrollado, en el período en que se despliega la revolución proletaria, cuando la revolución proletaria ha triunfado ya en un país, ha destruido la democracia burguesa y ha inaugurado la era de la democracia proletaria, la era de los Soviets.
Por eso el leninismo es el desarrollo ulterior del marxismo.
Suele destacarse el carácter extraordinariamente combativo y extraordinariamente revolucionario del leninismo. Esto es muy cierto. Pero esta particularidad del leninismo se debe a dos causas: en primer lugar, a que el leninismo brotó de la entraña de la revolución proletaria, cuyo sello no puede por menos de ostentar; en segundo lugar, a que se desarrolló y se fortaleció en las batallas contra el oportunismo de la II Internacional, combatir al cual ha sido y sigue siendo una premisa necesaria para luchar con éxito contra el capitalismo. No hay que olvidar que entre Marx y Engels, de una parte, y Lenin, de otra, media todo un período de dominio indiviso del oportunismo de la II Internacional, la lucha implacable contra el cual no podía menos de ser una de las tareas más importantes del leninismo.
I. LAS RAICES HISTORICAS DEL LENINISMO
El leninismo se desarrolló y se formó bajo el imperialismo, cuando las contradicciones del capitalismo habían llegado ya a su grado extremo, cuando la revolución proletaria se había convertido ya en una cuestión de la actividad práctica inmediata, cuando el antiguo período de preparación de la clase obrera para la revolución había llegado a su tope, cediendo lugar a un nuevo período, al período de asalto directo del capitalismo.
Lenin llamó al imperialismo "capitalismo agonizante". ¿Por qué? Porque el imperialismo lleva las contradicciones del capitalismo a su último límite, a su grado extremo, más allá del cual empieza la revolución. Entre estas contradicciones, hay tres que deben ser consideradas como las más importantes.
La primera contradicción es la existente entre el trabajo y el capital. El imperialismo es la omnipotencia de los trusts y de los sindicatos monopolistas, de los bancos y de la oligarquía financiera de los países industriales. En la lucha contra esta fuerza omnipotente, los métodos habituales de la clase obrera -los sindicatos y las cooperativas, los partidos parlamentarios y la lucha parlamentaria- resultan absolutamente insuficientes. Una de dos: u os entregáis a merced del capital, vegetáis a la antigua y os hundís cada vez más, o empuñáis un arma nueva; así plantea la cuestión el imperialismo a las masas de millones de proletarios. El imperialismo lleva a la clase obrera a la revolución.
La segunda contradicción es la existente entre los distintos grupos financieros y las distintas potencias imperialistas en su lucha por las fuentes de materias primas, por territorios ajenos. El imperialismo es la exportación de capitales a las fuentes de materias primas, la lucha furiosa por la posesión monopolista de estas fuentes, la lucha por un nuevo reparto del mundo ya repartido, lucha mantenida con particular encarnizamiento por los nuevos grupos financieros y por las nuevas potencias, que buscan "un lugar bajo el sol", contra los viejos grupos y las viejas potencias, tenazmente aferrados a sus conquistas. La particularidad de esta lucha furiosa entre los distintos grupos de capitalistas es que entraña como elemento inevitable las guerras imperialistas, guerras por la conquista de territorios ajenos. Esta circunstancia tiene, a su vez, la particularidad de que lleva al mutuo debilitamiento de los imperialistas, quebranta las posiciones del capitalismo en general, aproxima el momento de la revolución proletaria y hace de esta revolución una necesidad práctica.
La tercera contradicción es la existente entre un puñado de naciones "civilizadas" dominantes y centenares de millones de hombres de las colonias y de los países dependientes. El imperialismo es la explotación más descarada y la opresión más inhumana de centenares de millones de habitantes de las inmensas colonias y países dependientes. Extraer superbeneficios: tal es el objetivo de esta explotación y de esta opresión. Pero, al explotar a esos países, el imperialismo se ve obligado a construir en ellos ferrocarriles, fábricas, centros industriales y comerciales. La aparición de la clase de los proletarios, la formación de una intelectualidad del país, el despertar de la conciencia nacional y el incremento del movimiento de liberación son resultados inevitables de esta "política". El incremento del movimiento revolucionario en todas las colonias y en todos los países dependientes, sin excepción, lo evidencia de modo palmario. Esta circunstancia es importante para el proletariado, porque mina de raíz las posiciones del capitalismo, convirtiendo a las colonias y a los países dependientes, de reservas del imperialismo, en reservas de la revolución proletaria.
Tales son, en términos generales, las contradicciones principales del imperialismo, que han convertido el antiguo capitalismo "floreciente" en capitalismo agonizante.
La importancia de la guerra imperialista desencadenada hace diez años estriba, entre otras cosas, en que juntó en un haz todas estas contradicciones y las arrojó sobre la balanza, acelerando y facilitando con ello las batallas revolucionarias del proletariado.
Dicho en otros términos: el imperialismo no sólo ha hecho que la revolución sea prácticamente inevitable, sino que se hayan creado las condiciones favorables para el asalto directo a la fortaleza del capitalismo.
Tal es la situación internacionaí que ha engendrado al leninismo.
Todo eso está bien, se nos dirá; pero ¿qué tiene que ver con esto Rusia, que no era ni podía ser el país clásico del imperialismo? ¿Qué tiene que ver con esto Lenin, que actuó, ante todo, en Rusia y para Rusia? ¿Por qué fue precisamente Rusia el hogar del leninismo, la cuna de la teoría y de la táctica de la revolución proletaria?
Porque Rusia era el punto de convergencia de todas estas contradicciones del imperialismo.
Porque Rusia estaba preñada de revolución más que ningún otro país del mundo, y eso hacía que sólo ella se hallase en estado de resolver estas contradicciones por vía revolucionaria.
Señalaremos en primer lugar que la Rusia zarista era un foco de todo género de opresión -capitalista, colonial y militar- en su forma más inhumana y más bárbara. ¿Quién ignora que, en Rusia, la omnipotencia del capital se fundía con el despotismo zarista; la agresividad del nacionalismo ruso, con las atrocidades del zarismo contra los pueblos no rusos; la explotación de zonas enteras -Turquía, Persia, China-, con la anexión de estas zonas por el zarismo, con las guerras anexionistas? Lenin tenía razón cuando decía que el zarismo era un "imperialismo militar-feudal". El zarismo era la condensación de los aspectos más negativos del imperialismo, elevados al cubo.
Además, la Rusia zarista no sólo era una importantísima reserva del imperialismo occidental porque abría sus puertas de par en par al capital extranjero, que tenía en sus manos ramas tan decisivas de la economía nacional de Rusia como los combustibles y la metalurgia, sino también porque podía poner al servicio de los imperialistas occidentales millones de soldados. Recordad el ejército ruso de catorce millones de hombres, que derramó su sangre en los frentes imperialistas para asegurar fabulosas ganancias a los capitalistas anglo franceses.
Además, el zarismo no sólo era el perro de presa del imperialismo en el Oriente de Europa, sino también el agente del imperialismo occidental para exprimir de la población centenares de millones: los intereses de los empréstitos que el zarismo obtenía en París y en Londres, en Berlín y en Bruselas.
Finalmente, el zarismo era el aliado más fiel del imperialismo occidental en el reparto de Turquía, de Persia, de China, etc. ¿Quién ignora que el zarismo hacía la guerra imperialista aliado a los imperialistas de la Entente y que Rusia era un elemento esencial en esta guerra?
Por eso, los intereses del zarismo y del imperialismo occidental se entrelazaban y acababan fundiéndose en una sola madeja de intereses del imperialismo.
¿Acaso podía el imperialismo del Occidente resignarse a la pérdida de un puntal tan poderoso en el Oriente y de una fuente tan rica en fuerzas y en recursos, como era la vieja Rusia zarista y burguesa, sin poner a prueba todas sus fuerzas para sostener una lucha a muerte contra la revolución en Rusia, a fin de defender y conservar el zarismo? ¡Naturalmente que no!
Pero de aquí se desprende que quien quería golpear al zarismo, levantaba inevitablemente la mano contra el imperialismo; que quien se sublevaba contra el zarismo, tenía que sublevarse también contra el imperialismo, pues quien derrocara al zarismo, si en realidad no pensaba sólo en derribarlo, sino en acabar con él definitivamente, tenía que derrocar también al imperialismo. La revolución contra el zarismo se aproximaba de este modo a la revolución contra el imperialismo, a la revolución proletaria, y debía transformarse en ella.
Entretanto, en Rusia iba en ascenso la más grande de las revoluciones populares, a cuyo frente se hallaba el proletariado más revolucionario del mundo, un proletariado que disponía de un aliado tan importante como los campesinos revolucionarios de Rusia. ¿Hace falta, acaso, demostrar que una revolución así no podía quedarse a mitad de camino; que, en caso de triunfar, debía seguir adelante, enarbolando la bandera de la insurrección contra el imperialismo?
Por eso Rusia tenía que convertirse en el punto de convergencia de las contradicciones del imperialismo, no sólo porque en Rusia, precisamente, estas contradicciones se ponían de manifiesto con mayor facilidad a causa de su carácter tan escandaloso y tan intolerable, y no sólo porque Rusia era el puntal más importante del imperialismo occidental, el puntal que unía al capital financiero del Occidente con las colonias del Oriente, sino también porque solamente en Rusia existía una fuerza real capaz de resolver las contradicciones del imperialismo por vía revolucionaria.
Pero de esto se desprende que la revolución en Rusia no podía menos de ser proletaria, no podía menos de revestir, desde los primeros momentos de su desarrollo, un carácter internacional, y no podía, por tanto, menos de sacudir los cimientos mismos del imperialismo mundial.
¿Acaso los comunistas rusos podían, ante semejante estado de cosas, limitarse en su labor al marco estrechamente nacional de la revolución rusa? ¡Naturalmente que no! Por el contrario, toda la situación, tanto la interior (profunda crisis revolucionaria) como la exterior (la guerra), los empujaba a salirse en su labor de ese marco, a llevar la lucha a la palestra internacional, a poner al desnudo las lacras del imperialismo, a demostrar el carácter inevitable de la bancarrota del capitalismo, a destrozar el socialchovinismo y el socialpacifismo y, por último, a derribar el capitalismo dentro de su país y a forjar para el proletariado un arma nueva de lucha -la teoría y la táctica de la revolución proletaria-, con el fin de facilitar a los proletarios de todos los países el derrocamiento del capitalismo. Los comunistas rusos no podían obrar de otro modo, pues sólo siguiendo este camino se podía contar con que se produjesen en la situación internacional ciertos cambios, capaces de garantizar a Rusia contra la restauración del régimen burgués.
Por eso, Rusia se convirtió en el hogar del leninismo, y el jefe de los comunistas rusos, Lenin, en su creador.
Con Rusia y con Lenin "ocurrió" aproximadamente lo mismo que había ocurrido con Alemania y con Marx y Engels en la década del 40 del siglo pasado. Entonces, Alemania estaba preñada, como la Rusia de comienzos del siglo XX, de una revolución burguesa. Marx escribió entonces en el Manifiesto del Partido Comunista:
"Los comunistas fijan su principal atención en Alemania, porque Alemania se halla en vísperas de una revolución burguesa y porque llevará a cabo esta revolucion bajo las condiciones más progresivas de la civilización europea en general, y con un proletariado mucho más desarrollado que el de Inglaterra en el siglo XVII y el de Francia en el XVIII, y, por lo tanto, la revolucion burguesa alemana no podrá ser sino el preludio inmediato de una revolución proletaria" [2].
Dicho en otros términos: el centro del movimiento revolucionario se desplazaba a Alemania.
No cabe duda de que precisamente esta circunstancia, apuntada por Marx en el pasaje citado, constituyó la causa probable de que fuese Alemania la cuna del socialismo científico, y los jefes del proletariado alemán, Marx y Engels, sus creadores.
Lo mismo hay que decir, pero en mayor grado todavía, de la Rusia de comienzos del siglo XX. En ese período, Rusia se hallaba en vísperas de la revolución burguesa y había de llevar a cabo esta revolución en un ambiente más progresivo en Europa y con un proletariado más desarrollado que el de Alemania en la década del 40 del siglo último (sin hablar ya de Inglaterra y de Francia), además, todo indicaba que esta revolución debía servir de fermento y de prólogo a la revolución proletaria.
No puede considerarse casual el hecho de que ya en 1902, cuando la revolución rusa estaba todavía en sus comienzos, Lenin dijese, en su folleto ¿Qué hacer?, estas palabras proféticas:
"La historia plantea hoy ante nosotros (es decir, ante los marxistas rusos. J. St.) una tarea inmediata, que es la más revolucionaria de todas las tareas inmediatas del proletariado de ningún otro país".
"La realización de esta tarea, la demolición del más poderoso baluarte, no ya de la reacción europea, sino también (hoy podemos afirmarlo) de la reacción asiática, convertiría al proletariado ruso en la vanguardia del proletariado revolucionario internacional" (v. t. IV, pág. 382)[*].
Dicho en otros términos: el centro del movimiento revolucionario debía desplazarse a Rusia.
Sabido es que el desarrollo de la revolución en Rusia ha justificado, y con creces, esta predicción de Lenin.
Y, siendo así, ¿tiene algo de asombroso que el país que ha llevado a cabo semejante revolución y que cuenta con semejante proletariado haya sido la patria de la teoría y la táctica de la revolución proletaria?
¿Tiene algo de asombroso que el jefe del proletariado de Rusia, Lenin, haya sido, a la par, el creador de esta teoría y de esta táctica y el jefe del proletariado internacional?
II. EL METODO
He dicho más arriba que entre Marx y Engels, de una parte, y Lenin, de otra, media todo un período de dominio del oportunismo de la II Internacional. Para ser exacto, debo añadir que no se trata aquí de un predominio formal del oportunismo, sino de un dominio efectivo. En apariencia, al frente de la II Internacional se encontraban marxistas "fieles", "ortodoxos": Kautsky y otros. Sin embargo, la labor fundamental de la II Internacional seguía, en la práctica, la línea del oportunismo. Los oportunistas, por su innato espíritu de adaptación y su naturaleza pequeñoburguesa, se amoldaban a la burguesía; los "ortodoxos", a su vez, se adaptaban a los oportunistas, para "mantener la unidad" con ellos, en aras de la "paz en el partido". Resultaba de todo esto el dominio del oportunismo, pues la política de la burguesía y la de los "ortodoxos" eran eslabones de una misma cadena.
Fue ése un período de desarrollo relativamente pacífico del capitalismo, el período de anteguerra, por decirlo así, en que las contradicciones catastróficas del imperialismo no habían llegado aún a revelarse en toda su evidencia; un período en que las huelgas económicas de los obreros y los sindicatos se desenvolvían más o menos "normalmente"; en que se obtenían triunfos "vertiginosos" en la lucha electoral y en la actuación de las minorías parlamentarias; en que las formas legales de lucha se ponían por las nubes y se creía "matar" al capitalismo con la legalidad; en una palabra, un período en el que los partidos de la II Internacional iban echando grasa y no querían pensar seriamente en la revolución, en la dictadura del proletariado, en la educación revolucionaria de las masas.
En vez de una teoría revolucionaria coherente, tesis teóricas contradictorias y fragmentos de teorías divorciados de la lucha revolucionaria viva de las masas y convertidos en dogmas caducos. Naturalmente, para guardar las formas se invocaba la teoría de Marx, pero con el fin de despojarla de su espíritu revolucionario vivo.
En vez de una política revolucionaria, un filisteísmo fláccido y una politiquería de practicismo mezquino, diplomacia parlamentaria y combinaciones parlamentarias. Naturalmente, para guardar las formas se adoptaban resoluciones y consignas "revolucionarias", pero con el único fin de meterlas bajo el tapete.
En vez de educar al partido y de enseñarle una táctica revolucionaria acertada, a base del análisis de sus propios errores, se eludían meticulosamente los problemas candentes, se los velaba y encubría. Naturalmente, para guardar las formas hablaban a veces de los problemas candentes, pero era con el fin de terminar el asunto con cualquier resolución "elástica".
He ahí cuáles eran la fisonomía, los métodos de trabajo y el arsenal de la II Internacional.
Entretanto, se acercaba un nuevo período de guerras imperialistas y de batallas revolucionarias del proletariado. Los antiguos métodos de lucha resultaban, a todas luces, insuficientes y precarios ante la omnipotencia del capital financiero.
Se imponía revisar toda la labor de la II Internacional, todo su método de trabajo, desarraigando el filisteísmo, la estrechez mental, la politiquería, la apostasía, el socialchovinismo y el socialpacifismo. Se imponía revisar todo el arsenal de la II Internacional, arrojar todo lo herrumbroso y todo lo caduco y forjar nuevas armas. Sin esta labor previa, no había que pensar en lanzarse a la guerra contra el capitalismo. Sin esto, el proletariado corría el riesgo de encontrarse, ante nuevas batallas revolucionarias, mal armado o, ircluso, inerme.
El honor de llevar a cabo la revisión general y la limpieza general de los establos de Augias de la II Internacional correspondió al leninismo.
Tales fueron las circunstancias en que nació y se forjó el método del leninismo.
¿Cuáles son las exigencias de este método?
Primera: comprobar los dogmas teóricos de la II Internacional en el fuego de la lucha revolucionaria de las masas, en el fuego de la práctica viva; es decir, restablecer la unidad, rota, entre la teoría y la práctica, terminar con el divorcio entre ellas, porque sólo así se puede crear un partido verdaderamente proletario, pertrechado de una teoría revolucionaria.
Segunda: comprobar la política de los partidos de la II Internacional, no por sus consignas y sus resoluciones (a las que no se puede conceder ningún crédito), sino por sus hechos, por sus acciones, pues sólo así se puede conquistar y merecer la confianza de las masas proletarias.
Tercera: reorganizar toda la labor de partido, dándole una orientación nueva, revolucionaria, con el fin de educar y preparar a las masas para la lucha revolucionaria, pues sólo así se puede preparar a las masas para la revolución proletaria.
Cuarta: la autocrítica de los partidos proletarios, su instrucción y educación mediante el análisis de los propios errores, pues sólo así se pueden formar verdaderos cuadros y verdaderos dirigentes de partido.
Tales son los fundamentos y la esencia del método del leninismo.
¿Cómo se ha aplicado este método en la práctica?
Los oportunistas de la II Internacional tienen varios dogmas teóricos, de los cuales arrancan siempre. He aquí algunos de ellos:
Primer dogma: sobre las condiciones de la toma del Poder por el proletariado. Los oportunistas afirman que el proletariado no puede ni debe tomar el Poder si no constituye la mayoría dentro del país. No se aduce ninguna prueba, pues no hay forma de justificar, ni teórica ni prácticamente, esta absurda tesis. Admitamos que sea así, contesta Lenin a los señores de la II Internacional. Pero, si se produce una situación histórica (guerra, crisis agraria, etc.), en la cual el proletariado, siendo una minoría de la población, tiene la posibilidad de agrupar en torno suyo a la inmensa mayoría de las masas trabajadoras, ¿por qué no ha de tomar el Poder? ¿Por qué el proletariado no ha de aprovechar una situación internacional e interior favorable, para romper el frente del capital y acelerar el desenlace general? ¿Acaso no dijo ya Marx, en la década del 50 del siglo pasado, que la revolución proletaria en Alemania podría marchar "magníficamente" si fuera posible apoyarla, digámoslo así, con una "segunda edición de la guerra campesina"[3]? ¿No sabe, acaso, todo el mundo que en Alemania había en aquel entonces relativamente menos proletarios que, por ejemplo, en Rusia en 1917? ¿Acaso la experiencia de la revolución proletaria rusa no ha puesto de manifiesto que este dogma predilecto de los héroes de la II Internacional no tiene la menor significación vital para el proletariado? ¿Acaso no es evidente que la experiencia de la lucha revolucionaria de las masas rebate y deshace ese dogma caduco?
Segundo dogma: el proletariado no puede mantenerse en el Poder si no dispone de suficientes cuadros, de hombres ilustrados y de administradores ya hechos, capaces de organizar la gobernación del país. Primero hay que preparar estos cuadros bajo el capitalismo, y luego, tomar el Poder. Admitámoslo, contesta Lenin. Pero ¿por qué no se pueden hacer las cosas de modo que primero se tome el Poder, se creen las condiciones favorables para el desarrollo del proletariado, y luego se avance a pasos agigantados para elevar el nivel cultural de las masas trabajadoras, para preparar numerosos cuadros dirigentes y administrativos de procedencia obrera? ¿Acaso la experiencia de Rusia no ha demostrado que bajo el Poder proletario los dirigentes de procedencia obrera se forman de un modo cien veces más rápido y mejor que bajo el Poder del capital? ¿Acaso no es evidente que la experiencia de la lucha revolucionaria de las masas también deshace im placablemente este dogma teórico de los oportunistas?
Tercer dogma: el metodo de la huelga general política es inaceptable para el proletariado, ya que resulta teóricamente inconsistente (v. la crítica de Engels), prácticamente peligroso (puede desorganizar la marcha normal de la vida económica del país y puede dejar vacías las cajas de los sindicatos) y no puede sustituir a las formas parlamentarias de lucha, que constituyen la forma principal de la lucha de clase del proletariado. Bien, contestan los leninistas. Pero, en primer lugar, Engels no criticó toda huelga general, sino un determinado tipo de huelga general: la huelga general económica de los anarquistas [4], preconizada por éstos en sustitución de la lucha política del proletariado. ¿Qué tiene que ver con eso el método de la huelga general política? En segundo lugar, ¿quién ha demostrado, y dónde, que la forma parlamentaria de lucha sea la forma principal de lucha del proletariado? ¿Acaso la historia del movimiento revolucionario no demuestra que la lucha parlamentaria no es más que una escuela y una ayuda para la organización de la lucha extraparlamentaria del proletariado, y que, bajo el capitalismo, las cuestiones fundamentales del movimiento obrero se dirimen por la fuerza, por la lucha directa de las masas proletarias, por su huelga general, por su insurrección? En tercer lugar, ¿de dónde se ha tomado eso de la sustitución de la lucha parlamentaria por el método de la huelga general política? ¿Dónde y cuándo han intentado los partidarios de la huelga general política sustituir las formas parlamentarias de lucha por las formas extraparlamentarias? En cuarto lugar, ¿acaso la revolución rusa no ha demostrado que la huelga general política es una gran escuela de la revolución proletaria y un medio insustituible para movilizar y organizar a las más amplias masas del proletariado en vísperas del asalto a la fortaleza del capitalismo? ¿A qué vienen esas lamentaciones de filisteo sobre la desorganización de la marcha normal de la vida económica y sobre las cajas de los sindicatos? ¿Acaso no es evidente que la experiencia de la lucha revolucionaria destruye también este dogma de los oportunistas?
Y así sucesivamente.
Por eso Lenin decía que "la teoría revolucionaria no es un dogma" y que "sólo se forma definitivamente en estrecha relación con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario" (La enfermedad infantil [5]), porque la teoría debe servir a la práctica, porque "la teoría debe dar respuesta a las cuestiones planteadas por la práctica" (Los "amigos del pueblo" [6]), porque debe contrastarse con hechos de la práctica.
En cuanto a las consignas políticas y a los acuerdos políticos de los partidos de la II Internacional, basta recordar la historia de la consigna "guerra a la guerra" para comprender toda la falsedad y toda la podredumbre de la práctica política de estos partidos, que encubren su obra antirrevolucionaria con pomposas consignas y resoluciones revolucionarias. Todo el mundo recuerda las aparatosas manifestaciones hechas por la II Internacional en el Congreso de Basilea [7], en las que se amenazaba a los imperialistas con todos los horrores de la insurrección, si se decidían a desencadenar la guerra, y en las que se lanzó la temible consigna de "guerra a la guerra". Pero ¿quién no recuerda que, poco tiempo después, ante el comienzo mismo de la guerra, la resolución de Basilea fue metida bajo el tapete, dándose a los obreros una nueva consigna: la de exterminarse mutuamente para mayor gloria de la patria capitalista? ¿Acaso no es evidente que las resoluciones y las consignas revolucionarias no valen nada si no son respaldadas por los hechos? No hay más que comparar la política leninista de transformación de la guerra imperialista en guerra civil con la política de traición de la II Internacional durante la guerra, para comprender toda la trivialidad de los politicastros del oportunismo y toda la grandeza del método del leninismo.
No puedo por menos de reproducir aquí un pasaje del libro de Lenin La revolución proletaria y el renegado Kautsky, en el que Lenin fustiga duramente la tentativa oportunista del líder de la II Internacional C. Kautsky de no juzgar a los partidos por sus hechos, sino por sus consignas estampadas sobre el papel y por sus documentos:
"Kautsky lleva a cabo una política típicamente pequeñoburguesa, filistea, imaginándose . . . que con lanzar una consigna cambian las cosas. Toda la historia de la democracia burguesa denuncia esta ilusión: para engañar al pueblo, los demócratas burgueses han lanzado y lanzan siempre todas las 'consignas' imaginables. El problema consiste en comprobar su sinceridad, en contraponer las palabras con los hechos en no contentarse con frases idealistas o charlatanescas, sino en indagar su fondo de clase " (v. t. XXIII, pág. 377).
No hablo ya del miedo de los partidos de la II Internacional a la autocrítica, de su costumbre de ocultar los errores, de velar los problemas espinosos, de disimular los defectos con una ostentación de falsa prosperidad que embota el pensamiento vivo y frena la educación revolucionaria del partido sobre la base del análisis de sus propios errores, costumbre que Lenin ridiculizó y puso en la picota. He aquí lo que en su folleto La Enfermedad Infantil escribía Lenin acerca de la autocrítica en los partidos proletarios:
"La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlos; eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase, y después a las masas" (v. t. XXV, pág. 200).
Hay quien dice que el poner al descubierto los errores propios y practicar la autocrítica es peligroso para el partido, pues eso puede aprovecharlo el enemigo contra el partido del proletariado. Lenin consideraba fútiles y completamente erróneas tales objeciones. He aquí lo que decía al respecto en su folleto Un Paso Adelante, ya en 1904, cuando nuestro Partido era aún débil y pequeño:
"Ellos (es decir, los adversarios de los marxistas. J. St.) observan con muecas de alegría maligna nuestras discusiones; procurarán, naturalmente, entresacar para sus fines algunos pasajes aislados de mi folleto consagrado a los defectos y deficiencias de nuestro Partido. Los socialdemócratas rusos están ya lo bastante fogueados en el combate para no dejarse turbar por semejantes alfilerazos y para continuar, pese a ellos, su labor de autocrítica, poniendo despiadadamente al descubierto sus propias deficiencias, que de un modo necesario e inevitable serán enmendadas por el desarrollo del movimiento obrero" (v. t. VI, pág. 161).
Tales son, en general, los rasgos característicos del método del leninismo.
Lo que aporta el método de Lenin encerrábase ya, en lo fundamental, en la doctrina de Marx, que, según la expresión de su autor, es, "por su propia esencia, crítica y revolucionaria" [8]. Este espíritu crítico y revolucionario, precisamente, impregna desde el principio hasta el fin el método de Lenin. Pero sería erróneo suponer que el método de Lenin no es más que una simple restauración de lo aportado por Marx. En realidad, el método de Lenin no se limita a restaurar, sino que, además, concreta y desarrolla el método crítico y revolucionario de Marx, su dialéctica materialista.
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* Aquí y en las siguientes referencias a los trabajos de V. I. Lenin los números romanos corresponden a los tomos de la 3a edición en ruso de las Obras de V. I. Lenin. -- N. del T.
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Primera edición 1977

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Las EPS renuncian a conformar sus propias redes, una medida que el Gobierno ha considerado esencial desde el inicio del debate sobre la reforma del sistema de salud...  ...Además de la transformación de las EPS, el acuerdo también contempla la presentación de un proyecto de reforma a la salud más corto y conciso, centrado en aspectos clave como el fortalecimiento de la atención primaria, la conformación de redes prestadoras, la implementación de un sistema digital y la formalización del talento humano en salud... Por: Katerin Erazo, Periodista En un hito sin precedentes para el sistema de salud colombiano, el Gobierno Nacional y las Entidades Promotoras de Salud (EPS) han cerrado un acuerdo trascendental que promete transformar radicalmente la atención médica en el país. Después de intensas negociaciones que se han desarrollado durante varios días, finalmente se ha alcanzado un consenso que representa un punto de inflexión en la búsqueda de soluciones para los desafíos persistentes qu

EL NUEVO MODELO DE SALUD PARA EL MAGISTERIO OFICIAL

El Modelo de Atención, se cimenta en la política de atención integral en salud, basada en “La atención primaria como estrategia básica” y la salud familiar “Cambiar para mejorar el servicio de salud de los y las docentes” Por JOSÉ ARNULFO BAYONA* El modelo de salud de los maestros está a cargo de tres grandes actores: el Fomag, la Fiduprevisora y los operadores. / EFE  Foto: EFE - Carlos Ortega El Consejo Directivo del FOMAG adoptó un nuevo modelo de salud para el magisterio oficial mediante el Acuerdo 03 de abril/01/2024. En el cual, se consignan los puntos convenidos por el equipo estructurador del nuevo modelo de salud, conformado por FECODE, los ministerios de Educación Nacional, del Trabajo, de Hacienda y Crédito Público y de la Fiduprevisora; así como, con la asistencia técnica del Ministerio de Salud. El nuevo acuerdo, puso fin a cerca de 35 años del lucro de prestadores privados del servicio de salud y a la pésima calidad del mismo, consentida por el Consejo Directivo del FOMAG

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EMANCIPACIÓN N° 934

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