El ocaso de la democracia, la seducción del autoritarismo, se trata de una nueva derecha, diferente a la tradicional, que ahora, si bien llega al poder con las reglas de la democracia, una vez instalada en el poder reniega y sofoca los principios democráticos
Es la derecha xenofóbica y autoritaria de los Le Pen, Vox y Georgia Meloni con su grupo Hermanos de Italia que ahora invade América Latina
Imagen E.O. con chatgpt.com
José Murat
jornada.com.mx 22/12/2025
Lo hemos dicho una y otra vez: la historia no tiene leyes, no es lineal, y mucho menos se desplaza ineluctablemente hacia adelante. Hay avances y hay retrocesos. Hoy el mundo –y América Latina no es la excepción– mira y camina hacia atrás, hacia la involución; la pérdida de libertades fundamentales, de importantes derechos sociales adquiridos y de conquistas que parecían consolidadas.
Siempre también lo dijimos en este mismo espacio de reflexión: las fuerzas progresistas del mundo, en el amplio espectro que supone esa denominación, demócratas, socialdemócratas, socialistas y defensores de las libertades esenciales de la mujer y del hombre, debían estar alertas. Hoy vemos que no se tomaron las providencias necesarias.
No podemos decir que la derecha es simplemente otra opción más en el abanico de rutas de la democracia representativa porque como ya lo documentó ampliamente la politóloga Anne Applebaum en su obra emblemática El ocaso de la democracia, la seducción del autoritarismo, se trata de una nueva derecha, diferente a la tradicional, que ahora, si bien llega al poder con las reglas de la democracia, una vez instalada en el poder reniega y sofoca los principios democráticos: ya no tolera la disidencia política, considera prescindibles los derechos civiles, acota los derechos sociales, dinamita las instituciones republicanas y criminaliza a los inmigrantes.
Es la derecha xenofóbica y autoritaria de los Le Pen, Vox y Georgia Meloni con su grupo Hermanos de Italia que ahora invade América Latina. Hoy triunfan la derecha arcaica y la ultraderecha neofascista de un país a otro, en un efecto dominó, bajo la inspiración de aquellas fuerzas de ultramar, y sobre todo influidos por gobiernos de esa tendencia ideológica en el continente que les anuncian la tierra prometida, apoyos inciertos que pueden resultar muy caros –en términos de soberanía territorial y autodeterminación política– como lo demuestran la historia del siglo XX y parte del XXI.
Una revisión somera de la geografía latinoamericana deja muy claro que el discurso autoritario, elitista y desdeñoso con los sectores marginados ya no es privativo de Nayib Bukele en El Salvador, quien gobierna bajo un régimen de excepción, prorrogado al menos 34 veces, por el cual más de 100 mil personas han sido detenidas muchas sin cargos claros ni acceso a defensa legal, torturas, muertes bajo custodia y desapariciones forzadas, “un enorme sistema de detenciones arbitrarias construido sobre una base de cambios legales, que permiten al gobierno detener a quien quiera y suspender sus derechos para que no puedan defenderse”, como resume Noah Bullock, director ejecutivo de la organización no gubernamental Cristosal. Ése es el modelo de políticas de seguridad que ahora inspira a los nuevos gobiernos de la derecha.
Ahora también han triunfado candidatos hostiles al respeto al estado de derecho y al pensamiento social progresista en Argentina, con Javier Milei; en Ecuador, con Daniel Novoa; en Perú, hasta hace poco con Dina Boluarte, tras el golpe de Estado a Pedro Castillo, y hoy con José Jeri, en un gobierno de transición; en Bolivia, con Rodrigo Paz; en República Dominicana, con Luis Abinader, y ahora Chile, con José Antonio Katz. También se disputan el poder dos opciones de derecha en Honduras, Nasry Asfura y Salvador Nasralla.
Javier Milei llegó a la presidencia de Argentina en 2023 con un discurso frontal contra el “comunismo”, el Estado de bienestar y la justicia social. Admirador de las políticas xenofóbicas de la primera economía mundial, refractarias con los migrantes, les retiró los servicios sociales a educación y salud; también desde el primer momento restringió los derechos sociales a la población local, elevó las tarifas de los servicios públicos, redujo el gasto público y congeló los salarios y las pensiones.
En noviembre de 2023, Daniel Noboa, heredero de un imperio bananero, ganó la presidencia de Ecuador con una agenda centrada en seguridad y militarización, encabezando un gobierno, como el de El Salvador, ajeno al estado de derecho y regido por estados de excepción, con múltiples violaciones a los derechos humanos.
Apenas en noviembre pasado, Bolivia también giró a la derecha con la toma de posesión de Rodrigo Paz, quien prometió equilibrar las finanzas del país, pero a costa de reducir los derechos sociales adquiridos, la eliminación de subsidios al combustible, la exclusión indígena y un realineamiento con los gobiernos neoliberales.
Finalmente, Kast, quien tomará posesión en marzo de 2026, es un abierto admirador de la dictadura pinochetista, a la que deslinda de toda responsabilidad por la muerte, encierro y expulsión de cientos de miles de chilenos; presidió entre 2022 y 2024 el Political Network for Values, red ultraconservadora internacional contraria al aborto, al feminismo radical, a la llamada “ideología de género” y a los derechos de la comunidad LGBT.
En este momento sólo conservan gobiernos progresistas México, Brasil y Colombia, con todos sus riesgos por el asedio externo, y Guatemala. Todo lo demás, con alguna otra excepción, es un nuevo mapa político de regresión autoritaria, pérdida de libertades públicas y restricción, cuando no franca cancelación, de derechos sociales y gremiales.
Hoy, más que nunca, es preciso defender en el continente las conquistas de la libertad, la justicia y la inclusión de los marginados.
_________
Fuente:
