Conglomerados mediáticos
La concentración de propiedad en el sector de la comunicación es más que un fenómeno doméstico: el interés por dirigir conglomerados mediáticos de alcance global se ha consolidado entre las mayores fortunas del mundo, según un reportaje del digital MintPress
Invitados a la inauguración de Trump, entre ellos: Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai and Elon Musk - Julia Demaree Nikhinson / Polaris / ContactoPhoto
Andrés Prieto
diario-red.com/16/12/25
Más que una fuente directa de ingresos, el control de productoras, cadenas y redes sociales otorga una importante capacidad de penetración en la opinión pública. Atar en corto a partidos y representantes políticos, influir en resultados electorales, regulaciones, políticas o incluso la adjudicación de contratos públicos, silenciar discursos críticos, proteger la imagen o la marca personal e impulsar una agenda privada son algunas de las muy rentables ventajas que ofrece el control de un conglomerado mediático de alcance global.
Las siete milmillonarias fortunas que encabezan la lista Forbes a diciembre de 2025 lo tienen claro, así lo demuestra el ejemplo del magnate de la IA Larry Ellison, tercero de la lista. Como relató el medio estadounidense MintPress, Ellison saltó a las portadas en noviembre al conocerse sus intenciones de adquirir el grupo Warner Brothers Discovery, conglomerado masivo de la industria televisiva que incluye franquicias como DC Comics, servicios de streaming como HBO Max y Discovery+ y la cadena de televisión más vista en el mundo, la CNN. La familia Ellison cuenta ya con el control de CBS, la cuarta cadena televisiva global, ahora bajo la dirección del primogénito, David Ellison, encargado de llevar a cabo una reestructuración ideológica pro-Trump y prosionista parecida a la que se ha prometido en caso de consumarse la compra de la CNN. El imperio mediático familiar se compone, además, de productoras y grupos como BET, MTV, Comedy Central, Nickelodeon y Paramount Streaming y podría contar en los próximos meses con el control de la división estadounidense de TikTok.
En definitiva, la capacidad de los medios convencionales, agentes con identidad y discursos propios, para fijar opinión no es desdeñable y sigue generando interés. Así lo evidencia el séptimo magnate de la lista, el francés Bernard Arnault dueño de Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), y sus importantes inversiones localizadas en Francia donde posee periódicos como Le Parisien y Les Échos, revistas como Paris Match y Challenges, así como Radio Classique. También el conocido inversor Warren Buffett, actualmente décimo en la lista y en retirada hacia su jubilación, fue hasta 2020, cuando decidió vender, poseedor de medio centenar de diarios en más de 20 Estados norteamericanos. El hueco dejado por el oráculo de Omaha en el mercado doméstico aloja ahora a fondos de inversión como Alden Global Capital, que acaparan la prensa escrita, o el conglomerado Sinclair Broadcast Group, que opera más de 170 emisoras televisivas y cubre el 40% de la audiencia estadounidense por sí mismo.
Sin embargo, la gran cantidad de candidaturas para hacerse cargo de la rama norteamericana de TikTok demuestra un creciente interés por el control de las plataformas digitales. En este sentido, la andadura de Jeff Bezos, quien también se postuló con poco éxito frente a la familia Ellison para la gestión de la empresa china, refleja la evolución de los agentes de comunicación social. Bezos comenzó apropiándose del periódico The Washington Post en 2013, compra seguida de despidos masivos y endurecimiento de la línea editorial conservadora. No obstante, al año siguiente cambió el enfoque y Amazon adquirió la plataforma de streaming en línea Twitch, con una media de más de dos millones de espectadores diarios desde la pandemia. Sumada a otras plataformas digitales enfocadas al entretenimiento tales como Amazon Prime Video o IMDb, las inversiones de Bezos reflejan la evolución del poder mediático y su confluencia con estos productos virtuales en los que se entremezcla una oferta televisiva tradicional (series, películas, documentales, etc.) con componentes de red social y que ofrecen un disimulado poder suave para establecer discursos, hacer publicidad y condicionar la opinión, principalmente a través de su capacidad para privatizar, clasificar y eliminar productos culturales.
Las plataformas virtuales ejercen siempre una influencia sobre la opinión pública
Aunque tienden a percibirse como espacios neutrales en los que se plasman noticias, debates y opiniones, las redes sociales, y plataformas digitales en general, son agentes que influyen en el discurso resultante. Reflejo de ello es que los cuatro puestos restantes del top 7 de la lista Forbes correspondan a personas que operan en el sector digital. Elon Musk, el hombre más rico del mundo, demostró la importancia de poseer una red social con la compra de Twitter, ahora X, en 2022 por 44.000 millones de dólares. La influencia que mediante ella ha querido ejercer desde entonces se ha hecho explícita una y otra vez y es bien conocida. Desde su entrevista personal en directo con la candidata de la ultraderecha alemana hasta las acusaciones de sabotaje de cuentas ligadas a movimientos propalestinos o, como ocurrió en marzo, el bloqueo directo de cuentas de la oposición turca a Erdoğan durante unas protestas causadas por la detención de su principal rival político. La Fiscalía de París inició este verano una investigación para determinar si el nuevo algoritmo de la red social favorece cuentas y discursos de ultraderecha, sin respuesta por parte de Elon quien, recientemente, prometió además el lanzamiento de Grokipedia, la versión «antiwoke» de Wikipedia.
Al margen de acciones tan desinhibidas, las plataformas virtuales ejercen siempre una influencia sobre la opinión pública. Si la prensa, televisión y radio monopolizan el rol del emisor, las redes sociales prometen democratizar dicho rol ofreciendo a todas las opiniones un altavoz en forma de tuit, podcast, reel o meme viralizable. Pero dicha promesa esconde mecanismos que priorizan y censuran discursos según una política de empresa, a veces impersonal y tácita y otras explícita, hasta el punto de reducir de nuevo la pluralidad a unas pocas voces autorizadas cuando no directamente borrar las disidentes. Ejemplos de esto último pueden encontrarse entre las empresas pertenecientes a los puestos segundo, quinto y sexto de la lista. Respectivamente, Larry Page y Sergey Brin, creadores de Google, y Mark Zuckerberg, conocido cofundador de Facebook y dueño actualmente de WhatsApp e Instagram a través de la compañía Meta, quienes han protagonizado polémicas relacionadas con los sesgos de sus plataformas.
Este noviembre, tres organizaciones protectoras de los derechos humanos dedicadas a documentar la realidad diaria en Gaza y Cisjordania denunciaron que YouTube (perteneciente a Google) borró sin dar razón alguna sus canales eliminando en el acto más de 700 vídeos que documentaban violaciones de derechos cometidas por las fuerzas israelíes. Además, según otra investigación de MintPress, Google habría participado en la difusión de propaganda israelí entre el público europeo a través de YouTube este verano. Precisamente la Comisión Europea abrió investigaciones en noviembre relacionadas con las prácticas abusivas de la compañía en sus sistemas de publicidad en línea, materia por la que ya ha recibido sanciones.
Facebook e Instagram, por su lado, han recibido acusaciones de censurar cuentas relacionadas con ayuda al aborto o de temática LGTBIQ+ amparándose en sus servicios de verificación. En relación con las voces propalestinas, desde la reactivación del conflicto en la Franja de Gaza estas plataformas han censurado múltiples cuentas de activistas y gazatíes sin criterios sólidos, catalogado y restringido la difusión de medios de comunicación palestinos como «discurso de odio» e incluso colocado la descripción «terrorista» en las biografías de perfiles de personas palestinas en octubre de 2023, error que atribuyeron a un problema del autotraductor.
Aunque imperfecto, el sistema de libre competencia mercantil entre empresas de comunicación ha sido el mecanismo tradicional por el que se ha considerado garantizada la pluralidad de opiniones necesaria para la discusión democrática y el control mediático del poder político y económico. Si esto alguna vez fue cierto no está tan claro como que cada vez lo es menos, la concentración de propiedad de los medios de comunicación, así como de las plataformas digitales que hace una década parecían herramientas democratizadoras, supone una de las principales amenazas para la libertad de prensa según la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de 2025 emitida por Reporteros sin Fronteras, que también ha calificado la situación actual como la peor desde que se elabora el informe.
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