En un marco geoestratégico como este, los estadounidenses ven a Europa simplemente como un pollo al que desplumar...
un lugar por el que ya no vale la pena arriesgarse a derramar ni una sola gota de sangre estadounidense
Europa ha empujado a Ucrania a una aventura insensata e imprudente que ha costado ruina y destrucción, así como cientos de miles de muertos y heridos
José Masala
lantaidiplomatic.it 24/11/2025
Los días que vivimos probablemente pasarán a la historia. Digo esto porque la derivación europea de la «guerra mundial fragmentada» ha llegado a un punto de inflexión que, no obstante, representará un punto de inflexión.
La primera señal de que algo grave se estaba gestando llegó el miércoles 19 de noviembre, cuando el periódico británico The Independent informó que el embajador estadounidense ante la OTAN, Matthew Whitaker, expresó la opinión de la administración estadounidense de que el puesto de Comandante Supremo Aliado en Europa (SACEUR) debería ser ocupado por un general alemán. Esta sensacional declaración se produjo durante la Conferencia de Seguridad celebrada en Berlín la semana pasada y conmocionó a los representantes europeos presentes.
Primero, una aclaración necesaria: el Saceur es el jefe militar de la OTAN, quien supervisa las operaciones militares y operativas de la Alianza Atlántica. Este cargo siempre ha estado en manos de los estadounidenses, quienes, al mismo tiempo, cedieron gustosamente el de Secretario General (en realidad, una especie de "fachada política" de la alianza) a un europeo. Este puesto lo ocupa actualmente el holandés Mark Rutte. Por lo tanto, si el Secretario General es una especie de relaciones públicas para la Alianza Atlántica, el Saceur es quien controla los mecanismos militares, incluyendo el control de las armas nucleares occidentales almacenadas y listas para su uso en Europa.
Como es de suponer, el anuncio de una posible renuncia de Estados Unidos a este cargo implica un claro deseo de desvincularse de la propia alianza. Quizás no del todo, pero considerando a los europeos como aliados de segunda, si no de tercera.
En Washington, especialmente con la llegada de la segunda presidencia de Trump, son plenamente conscientes de cómo el equilibrio de poder global se ha trastocado por completo en comparación con hace tan solo 20 años, y de cómo la importancia de Europa se ha visto significativamente disminuida debido al auge de China y el Sudeste Asiático, pero también a la vitalidad de las monarquías petroleras de la Península Arábiga, desde Arabia Saudí hasta Catar y los Emiratos Árabes Unidos. Todos estos países están realizando inversiones colosales, incluso en tecnología, para convertirse en un nuevo centro neurálgico entre el Mediterráneo y el Océano Índico, no solo en energía, sino también en finanzas y tecnología. Este enorme cambio de rumbo, de concretarse, reduciría a Europa a un área marginal y esencialmente irrelevante en el equilibrio de poder global.
Es evidente que, en un marco geoestratégico como este, los estadounidenses ven a Europa simplemente como un pollo al que desplumar, quizás mediante la compra continua de gas estadounidense por barco, así como de armas de fabricación estadounidense. Pero al mismo tiempo, Europa, vista desde Washington, es ahora un lugar por el que ya no vale la pena arriesgarse a derramar ni una sola gota de sangre estadounidense.
En este contexto, la "propuesta" estadounidense de abandonar su papel como SACEUR de la OTAN cobra pleno sentido, al igual que la reciente propuesta de 28 puntos de la administración Trump para una solución al conflicto ucraniano. Esta propuesta traslada a Estados Unidos del papel de perdedores de la guerra a mediadores y beneficiarios de importantes acuerdos con Rusia, empezando por la inversión en un fondo ruso-estadounidense de parte de los activos del Banco Central ruso, actualmente congelados en Europa. El resto de estos activos se utilizará para la reconstrucción de Ucrania, garantizando al mismo tiempo a Estados Unidos una rentabilidad muy elevada.
En el escenario que se presentaría si se aprobara el plan de Trump, Ucrania quedaría con un país literalmente destruido, mutilado en su tamaño geográfico debido a la transferencia de grandes territorios a Rusia, y con cientos de miles de personas discapacitadas, viudas y huérfanos de guerra que cuidar.
Europa, por otro lado, se quedaría con la carga de reconstruir Ucrania, tanto material como moralmente. Y no podría ser de otra manera, dada la ley eterna de que la sangre se paga: Europa ha empujado a Ucrania a una aventura insensata e imprudente que ha costado ruina y destrucción, así como cientos de miles de muertos y heridos. Está claro que Europa está ahora moralmente (y yo diría también políticamente) obligada a contribuir sustancialmente a la reconstrucción del antiguo país soviético. Por supuesto, es cierto que los estadounidenses también deberían estar obligados a contribuir a la reconstrucción, pero están rescatándose astutamente, dejando a los europeos en una posición muy incómoda. Como escribí en AntiDiplomatico en vísperas del estallido del conflicto ucraniano , lo que estábamos ante era el asesinato perfecto de la UE por parte de Biden. Trump simplemente, y despiadadamente, continúa el trabajo de su predecesor. Sólo los ingenuos se sorprenderían de esto: desde hace más de una década, los estadounidenses consideran a los europeos entre los principales culpables de su declive económico y quieren vengarse de Europa con tipos de interés muy elevados.
Ante esta dramática situación, los países europeos elaboraron de inmediato un contraplan de 24 puntos, diseñado para ser rechazado masivamente por Moscú y, por lo tanto, llevar esta ronda de negociaciones a un callejón sin salida, como ha sucedido en todas las rondas anteriores. Este plan europeo es irrealista, ya que implicaría la capitulación de Rusia en la mesa de negociaciones tras haber ganado en el campo de batalla. ¿De qué otra manera se pueden interpretar las disposiciones combinadas de ciertos puntos, que estipulan la no pertenencia de Kiev a la OTAN, pero permiten a Zelenski permitir la entrada de tropas extranjeras en su territorio? Claramente, tal propuesta conduciría al fenómeno paradójico de que si Ucrania no se une a la OTAN, la OTAN entrará en Ucrania de todos modos.
En este momento, es realmente difícil predecir cómo se desenvolverá todo esto. Solo podemos decir que la inercia no juega a favor de Europa, ya que su única esperanza es descarrilar las negociaciones convenciendo a los estadounidenses de que sigan apoyando a Kiev. Todas las demás opciones, desde la paz basada en los puntos expuestos por Trump hasta la continuación del conflicto, con la retirada oficial de Estados Unidos declarando su "neutralidad de facto", son catastróficas para Europa y amenazan la supervivencia misma de la OTAN y la UE, así como el poder continuo de las élites gobernantes europeas.
José Masala
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