Los científicos informan la primera evidencia molecular que vincula la inteligencia infantil con una vida más larga
Niño pensando.- ISMAGILOV/ISTOCK - Archivo
por Karina Petrova
psypost.org/ 22 de octubre de 2025
Un nuevo análisis científico ha descubierto un vínculo genético directo entre una mayor función cognitiva en la infancia y una mayor esperanza de vida. Los hallazgos sugieren que algunos de los mismos factores genéticos que influyen en la inteligencia infantil también se asocian con su longevidad. Esta investigación, publicada en la revista Genomic Psychiatry , ofrece la primera evidencia molecular que conecta el intelecto infantil con la longevidad a través de bases genéticas compartidas.
Durante muchos años, los científicos en un campo conocido como epidemiología cognitiva han observado un patrón consistente: los niños que obtienen mejores puntuaciones en las pruebas de inteligencia tienden a vivir más. Una revisión exhaustiva de este fenómeno, que analizó datos de más de un millón de personas, reveló que, para un aumento estándar en las puntuaciones de las pruebas cognitivas en jóvenes, se observó una reducción del 24 % en el riesgo de muerte a lo largo de varias décadas. Las razones de esta conexión han sido objeto de debate durante mucho tiempo, con dudas sobre si se debe al estilo de vida, la situación socioeconómica o algún factor biológico subyacente.
Estudios genéticos previos han identificado una asociación entre la función cognitiva en adultos y la longevidad. Sin embargo, un problema con el uso de datos de adultos es la posibilidad de una causalidad inversa. La mala salud en la edad adulta puede afectar negativamente las capacidades cognitivas de una persona y, al mismo tiempo, acortar su vida. Esto dificulta determinar si los genes vinculan la inteligencia con la longevidad o si los problemas de salud en la edad adulta simplemente confunden los resultados al afectar ambos rasgos simultáneamente.
Para superar este desafío, un equipo de investigadores, dirigido por W. David Hill, de la Universidad de Edimburgo, se propuso examinar la relación genética utilizando datos de inteligencia de la infancia, mucho antes de que los problemas de salud en la edad adulta se convirtieran en un factor complejo. Su objetivo era determinar si la asociación, bien documentada, entre la inteligencia juvenil y una larga vida se basaba en una herencia genética compartida. Este enfoque proporcionaría una visión más clara de cualquier posible conexión biológica entre ambos rasgos.
Los investigadores no recolectaron nuevas muestras biológicas ni realizaron pruebas directamente a individuos. En su lugar, realizaron un sofisticado análisis estadístico de datos de dos extensas bases de datos genéticas existentes. Utilizaron los resultados resumidos de un estudio de asociación genómica sobre la función cognitiva infantil, que contenía información genética de 12 441 individuos. Este tipo de estudio analiza el código genético completo de muchas personas para encontrar pequeñas variaciones asociadas con un rasgo específico.
Luego, analizaron esta información y la compararon con los datos de otro estudio de asociación genómica centrado en la longevidad. Este segundo conjunto de datos era mucho más amplio y contenía información genética relacionada con la esperanza de vida de los padres de 389.166 personas. Mediante una técnica llamada regresión de puntuación de desequilibrio de ligamiento, los científicos pudieron estimar hasta qué punto las mismas variantes genéticas se asociaban tanto con la inteligencia infantil como con una larga vida.
El análisis reveló una correlación genética positiva y estadísticamente significativa entre la función cognitiva infantil y la longevidad parental. La estimación de la correlación fue de 0,35, lo que indica una superposición moderada de las influencias genéticas en ambos rasgos. Este resultado proporciona evidencia sólida de que la conexión entre ser un niño más brillante y vivir una vida más larga se explica, al menos en parte, por una arquitectura genética compartida. Los mismos genes que contribuyen a una mayor inteligencia en la juventud parecen contribuir también a una mayor esperanza de vida.
Los investigadores explican que esta influencia genética compartida, un concepto conocido como pleiotropía, podría operar de diversas maneras. La presencia de una correlación genética es consistente con múltiples modelos biológicos, y los métodos empleados en este estudio no pueden separarlos definitivamente. Una posible explicación se enmarca en un modelo de pleiotropía horizontal, donde un conjunto de genes afecta de forma independiente tanto al desarrollo cerebral como a la salud corporal.
Esta idea respalda lo que algunos científicos denominan la hipótesis de la "integridad del sistema". Según esta perspectiva, ciertas configuraciones genéticas producen un sistema humano, tanto cerebral como corporal, inherentemente más robusto. Dicho sistema resistiría mejor los desafíos ambientales y el desgaste propio del envejecimiento, lo que se traduciría en un mejor rendimiento cognitivo y una mayor longevidad.
Otra posibilidad es un modelo de pleiotropía vertical. En este escenario, el vínculo genético se asemeja más a una cadena causal de eventos. Los genes influyen principalmente en la función cognitiva infantil. Una función cognitiva más desarrollada permite a las personas tomar decisiones y desenvolverse en entornos más propicios para una buena salud y una larga vida. Por ejemplo, una mayor inteligencia se vincula con una mayor educación, lo que a su vez se asocia con mejores ocupaciones, mayor alfabetización en salud y comportamientos más saludables, todo lo cual promueve la longevidad.
Una limitación de este trabajo es su incapacidad para distinguir entre estos diferentes mecanismos potenciales. El estudio confirma la existencia de una superposición genética, pero no nos dice exactamente cómo funciona dicha superposición biológicamente. La investigación identifica un efecto genético promedio compartido en todo el genoma. No proporciona información sobre qué genes o vías biológicas específicas son responsables de este vínculo. Se requiere investigación adicional para identificar las regiones precisas del genoma que impulsan esta correlación genética entre la función cognitiva en la primera infancia y la longevidad de una persona.
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El estudio, “ Etiología genética compartida entre la función cognitiva infantil y la longevidad ”, fue escrito por W. David Hill e Ian J. Deary.
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