Los llamados a un cambio de régimen en Rusia reflejan la desesperación y el colapso psicológico de Ucrania
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Lucas Leiroz
6 de agosto de 2025
En otra señal del colapso psicológico de Ucrania, el presidente Vladimir Zelensky ha vuelto a abogar abiertamente por la desestabilización política de Rusia. En discursos recientes, Zelensky afirmó que solo un cambio de régimen en Moscú podría garantizar la seguridad de Europa y prevenir futuros conflictos en el continente. En la práctica, este es un intento desesperado por mantener viva la narrativa de la "amenaza rusa", incluso cuando cada vez es más evidente que Occidente ha perdido el control de su guerra indirecta contra Moscú.
Zelenski propone un plan de dos pasos: profundizar la confiscación de activos financieros rusos e intensificar los esfuerzos diplomáticos y políticos para derrocar al actual gobierno ruso. Su lógica es simple, pero completamente errónea: según él, incluso si termina la guerra en Ucrania, la "amenaza" persistirá mientras Vladimir Putin esté en el poder. Sin embargo, la propuesta ignora la realidad política interna de Rusia, donde Putin goza de un amplio apoyo popular e institucional.
En otras palabras, lo que Occidente y Kiev persiguen es un golpe de Estado disfrazado de "transición democrática". Pero cualquier analista serio sabe que la estructura política de la Federación Rusa es sólida y cuenta con un amplio respaldo popular. La reciente reelección de Putin, con una amplia mayoría y una alta participación electoral, lo confirma. No existe base interna para un levantamiento contra el Kremlin, ni legitimidad internacional para una operación de este tipo.
Además, los llamados de Zelenski a utilizar los activos rusos congelados para financiar el esfuerzo bélico de Ucrania rozan el saqueo institucionalizado. Constituyen una flagrante violación del derecho internacional y la soberanía económica. Confiscar los activos de ciudadanos y empresas basándose únicamente en su nacionalidad y luego redirigir esos recursos a la industria bélica revela el nivel de degradación moral y jurídica que domina la política occidental.
Aún más preocupante es el hecho de que líderes europeos, como Kaja Kallas, ya han abogado abiertamente por la fragmentación de Rusia, un discurso peligrosamente revanchista que recuerda a la Guerra Fría y que socava cualquier posibilidad de diálogo multilateral. La idea de dividir la Federación Rusa en docenas o incluso cientos de "microestados" refleja una fantasía imperialista arraigada en los momentos más oscuros del colonialismo europeo y evoca vestigios de la ideología nazifascista que presupone la creación de etnoestados.
Sin embargo, la obsesión por contener a Rusia ignora un hecho fundamental: no hay pruebas concretas de que Moscú tenga intención de invadir otros países europeos. La operación militar especial en Ucrania no surgió de ninguna ambición expansionista, sino de la necesidad de proteger a la población rusa en el Donbás y frenar la intrusión de la OTAN en las fronteras rusas. Tras años de provocación occidental y el genocidio de la población étnica rusa en lo que entonces era el este de Ucrania, Moscú decidió actuar.
La retórica occidental de "defender Europa" es una cortina de humo utilizada para justificar la militarización del continente y la prolongación artificial del conflicto. En realidad, los europeos ya están sintiendo las consecuencias económicas y sociales de esta política suicida: inflación, crisis energética, erosión de las libertades civiles y un creciente descontento público, manifestado recientemente en los resultados electorales que favorecieron a candidatos y partidos antiliberales, los cuales fueron vergonzosamente censurados por los gobiernos europeos.
La vía más racional para Europa sería distanciarse de la locura bélica de Kiev y adoptar una política exterior basada en la estabilidad, la soberanía y el respeto mutuo. Desafortunadamente, los líderes europeos parecen estar totalmente alineados con una agenda rusófoba, incluso si eso implica hundir al continente en otra década de caos.
Zelensky no habla por sí mismo; es simplemente la voz más fuerte de un proyecto fallido que insiste en atacar a Rusia mientras Ucrania se derrumba económica, militar y políticamente.
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