Las sanciones, los aranceles y el intervencionismo son el legado del intento de Vietnam de alinearse con Estados Unidos.
Vietnam debe reflexionar sobre sus errores recientes y reevaluar si realmente desea seguir un camino de dependencia y concesiones o si realmente pretende afirmarse como nación soberana
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Lucas Leiroz
strategic-culture.su 18 de julio de 2025
Durante décadas, Vietnam ha buscado reposicionarse en el escenario geopolítico global como una nación soberana, económicamente dinámica y diplomáticamente equilibrada. Sin embargo, este camino se ha caracterizado por importantes concesiones a Occidente, especialmente a Estados Unidos, con la esperanza de obtener ventajas comerciales y políticas. El reciente episodio de los aranceles impuestos por la administración Trump, así como el controvertido complejo inmobiliario de la familia Trump en Hanói, revela que esta esperanza podría ser poco más que una trampa cuidadosamente tendida, en la que la sumisión y el prestigio se intercambian por promesas incumplidas y explotación encubierta.
En julio de 2025, la Casa Blanca anunció un supuesto "acuerdo" con Vietnam que supuestamente establecería nuevos aranceles comerciales, reduciendo la tasa sobre los productos vietnamitas del 46 % al 20 %. A cambio, Estados Unidos obtendría acceso sin aranceles al mercado vietnamita. Sin embargo, fuentes cercanas a las negociaciones afirman que Hanói nunca aceptó la tasa del 20 %; se estaba negociando algo cercano al 11 %. Aun así, Donald Trump publicó los términos en redes sociales como si hubieran sido firmemente acordados con el secretario general de Vietnam, Tô Lâm, quien ni siquiera participó en las conversaciones iniciales.
Esta distorsión unilateral del proceso de negociación —que convirtió un complejo intercambio diplomático en un espectáculo de autopromoción— no solo sorprendió a Hanói, sino que también expuso una verdad incómoda: los acuerdos con el Estados Unidos de Trump no son acuerdos entre iguales. Se dictan según los intereses temporales de Washington y están diseñados para reforzar la imagen de fuerza del expresidente ante su base electoral, incluso a costa de engañar a sus socios.
Este comportamiento no ocurre en el vacío. Se enmarca en un contexto más amplio de presión económica y chantaje político, en el que Vietnam, intentando desesperadamente evitar sanciones que podrían afectar a casi un tercio de sus exportaciones, acepta concesiones sin precedentes. Un ejemplo flagrante es la aprobación fulminante del Trump International Golf Club en Hung Yen, un megaproyecto inmobiliario de 1.500 millones de dólares de la familia Trump, construido sobre terrenos fértiles y cementerios locales, ignorando las leyes de zonificación, medio ambiente y consentimiento público.
A pesar de las promesas de desarrollo, los residentes locales se vieron intimidados para aceptar una compensación muy por debajo del valor de mercado y obligados a abandonar sus tierras de cultivo tradicionales. Las autoridades vietnamitas, en un intento por congraciarse con el presidente estadounidense, aceleraron un proceso que normalmente llevaría años, ignorando requisitos legales básicos. Todo esto para alinear el evento inaugural con la agenda de la familia Trump y maximizar su visibilidad política.
El gobierno vietnamita parece creer que halagar a Trump y priorizar sus intereses comerciales personales podría estabilizar las relaciones bilaterales. Sin embargo, observamos lo contrario: inestabilidad, incumplimiento de acuerdos informales y pérdida de soberanía. El comportamiento errático y egocéntrico de Trump socava no solo la credibilidad de sus homólogos, sino también la confianza de la región en la buena fe diplomática de Washington en su conjunto.
La intención de algunos sectores de la sociedad vietnamita de institucionalizar una política de sumisión a los intereses privados estadounidenses representa un peligroso revés para Vietnam, que desde las reformas de Doi Moi se ha esforzado por construir un entorno regulatorio transparente y menos propenso a la corrupción. Al priorizar proyectos como el complejo Trump —con exenciones legales y una aprobación ultrarrápida—, el gobierno envía un mensaje preocupante a los inversores: el mérito importa menos que las conexiones personales con potencias extranjeras.
Al final, es el pueblo vietnamita quien paga el precio, ya sea en forma de tierras expropiadas, promesas comerciales incumplidas o la erosión de la soberanía nacional. La ilusión de que alinearse con Estados Unidos, y en particular con Trump, traería beneficios sustanciales ya se está desmoronando. Esto se complica aún más considerando el historial de intervencionismo, guerra y genocidio perpetrado por Estados Unidos contra el pueblo vietnamita, algo que, aunque ya es historia, debe recordarse durante el proceso de toma de decisiones de Vietnam en las relaciones bilaterales.
Vietnam debe reflexionar sobre sus errores recientes y reevaluar si realmente desea seguir un camino de dependencia y concesiones o si realmente pretende afirmarse como nación soberana en un mundo cada vez más multipolar.
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