Análisis crítico sobre el derecho internacional y su vigencia ante la crisis global, desigualdades estructurales y el rol del multilateralismo actual
Medidas coercitivas, uso de la fuerza militar, abstención de obligarse
Ana Cristina Bracho
almaplus.tv
Cada artículo tiene su historia, aunque rara vez lo admitimos. Esta vez fue el incendiado panorama internacional que originó esta reflexión porque ante el derrumbe de algunas certezas queremos ver qué fue lo que falló.
Sin embargo, a veces poder entenderlo requiere un poco más de esfuerzo porque el derecho internacional no es la construcción sólida que protege universalmente a todas las personas que debería ser. Es más bien una casa que quedó a medio construir y que se diseñó para la comodidad tan sólo de algunos y no para todos los habitantes de este espacio que conocemos como planeta tierra.
Existe desde siempre pero no ha terminado de ser
Si nos preguntásemos por la historia del derecho internacional conseguiríamos antecedentes remotos. Desde Mesopotamia, pasando por Egipto, Grecia o Roma las sociedades -con la forma histórica de su época- han buscado la manera de relacionarse con los otros gobiernos y personas. Su formulación moderna se le atribuye a Hugo Grocio un jurista, historiador, hombre de Estado holandés para el que el derecho internacional es un sistema basado en la razón y los acuerdos entre las naciones. Esta visión junto a la del alemán Lassa Francis Lawrence Oppenheim considerado el otro de los padres de la disciplina moderna ponen el acento en que el derecho internacional serían las normas que aceptan los Estados como obligatorias en sus relaciones mutuas.
Así, el comienzo del derecho internacional fue el trato entre dos Estados, lo fundamental era el acuerdo y las materias más usuales eran las fronteras o el comercio. Fue el siglo XX que vino a modificar todo aquello en especial con la creación de la Organización de las Naciones Unidas y que el multilateralismo adquiriese un rol protagónico. De allí, que empezamos a entender que el Derecho Internacional era más que la relación entre dos Estados, los acuerdos entre todos o al menos muchos.
Una mesa o un auditorio redondo es la representación gráfica de esa idea de Derecho Internacional, aunque si hacemos zoom vemos que no funciona como un reloj. Por el contrario, la fuerza sigue siendo una herramienta más poderosa que la ley. Los compromisos son mayores mientras menores sean los Estados y aunque se intenten hacer algunos ajustes, el control de las obligaciones internacionales sigue siendo débil por lo que para algunos esta nueva escenografía no cambia que en el plano internacional más que derecho exista cortesía.
¿Cómo hacer que funcione?
La pregunta ha estado todo el siglo sobre el escritorio. Profesores como Antonio Cassese buscan hacerlo integrando más sujetos: el Derecho Internacional ya no es sólo para los Estados sino para los sujetos internacionales como son también las agencias y tribunales internacionales, las ONGs y las multinacionales. También abren el compás no sería tan sólo un asunto de tratados sino que junto a ellos existen otras normas, conocidas como blandas que deben cumplirse como las recomendaciones, observaciones y objetivos.
Si antes dijimos que el Derecho Internacional visto desde los sujetos se originó como acuerdos entre Estados, materialmente es lo que reposa en los tratados que hemos visto también se viene ampliando porque se incluyen estas normas blancas, pero también se construyen conceptos como el de ius cogens que indicarían que hay cosas tan sagradas que siempre y todos deben cumplirlas.
Una crisis más que mayor de edad
Quizás de manera sencilla podríamos pensar que el Derecho Internacional de nuestra época reposa sobre la Carta de Naciones Unidas y los principales pactos de Derechos Humanos. Pues si aquello se respetase, de manera permanente y equitativa el mundo fuese tan distinto que lo que vivimos no podría ser. La verdad es que si lo pensamos así tendríamos que decir que el sistema nació en crisis porque la guerra, el colonialismo, las violaciones masivas de derechos humanos no se detuvieron por la adopción de estos instrumentos.
Esa crisis tan vieja y profunda ha tenido sus picos o los temas que han demostrado cuán grave es. Uno de ellos fue lo que empezó a ocurrir después del 11 de septiembre de 2001 cuando las formas se relajaron y las categorías sagradas se fueron descartando para favorecer la lucha contra el terrorismo. Hasta ese momento el tema no era nuevo para el derecho ni para la ONU. Sin embargo, esto genera un empoderamiento tan significativo del Consejo de Seguridad que se denuncia que allí las reglas del juego, el balance entre este y la Asamblea General se perdió pues este amplió sus competencias, dejando de lado la opinión de la mayoría de las naciones.
¿Cuáles serían las causas fundamentales de esta crisis? Que un sistema que pretende garantizar el equilibrio y la igualdad de los miembros funciona en realidad sobre la primacía de los miembros permanentes del Consejo; sufre de enormes asimetrías de poder que permiten acciones unilaterales de algunos de sus miembros. Entre estas podemos ver medidas coercitivas, uso de la fuerza militar, abstención de obligarse y tantas otras.
En los últimos años también se han vuelto comunes las denuncias de la poca objetividad de las agencias internacionales o cómo estas asumen directamente activismo en los conflictos abandonando sus obligaciones de neutralidad impuestas por los documentos que las crean.
Abandono de estas fórmulas
El derecho internacional como la búsqueda multilateral de soluciones para alcanzar un nivel óptimo de vida, un desarrollo equilibrado, la paz del mundo y un uso racional del ambiente es un hijo del siglo XX como vimos. Más allá de estas afirmaciones que derivan de la lectura de los documentos o de ver las declaraciones que se sostienen cuando hay reuniones ordinarias o extraordinarias, esta es la creación de los aliados para acompañar la manera en la que entendieron y se repartieron el mundo en la posguerra.
Las consecuencias que esto sea así las podemos ver en muchas cosas. Por ejemplo, en que pasaran años antes que se comenzara a hablar del colonialismo, o, la poca participación que tuvieron los pueblos no europeos en el diseño de los instrumentos de derechos humanos y cómo estos asuntos de los pueblos del mundo han tenido menos protección real que los asuntos que en ese primer momento se consideraron prioritarios.
Mientras que ese otro -o esos otros mundos- encontraron en el derecho internacional algunas herramientas que permitieron exigir el derecho a existir, a la propia cultura o a salir de la dependencia, Estados Unidos y Europa han preferido hacer un giro lingüístico tomando otra vieja expresión, la del “orden basado en reglas” que se moldea más fácilmente y en el que sus valores e intereses constituirían las reglas a las que todos los demás deben ajustarse.
Dicho esto, la pregunta central es cómo podemos estar viviendo el momento actual si lo que nos han dicho haría creer que no es posible, que existiría alguna fuerza capaz de evitarlo y una protección a la humanidad que no estamos viendo ni para los migrantes, ni para los gazatíes; que existiría alguna forma de detener y enjuiciar a Israel, etc.
Frente a esta realidad es que se intenta la construcción de fórmulas alternativas, que los países no alineados juegan un rol vital y que se desarrollan foros dentro de las multilaterales que exigen el cumplimiento de lo escrito en la Carta de la ONU y que la presión internacional, popular y ciudadana tenga una importancia tan grande. De allí que esta se quiera evitar a través de jugar con propaganda y censura para que los pueblos no despierten.
27/06/2025
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Ana Cristina Bracho. Autor de esta publicación, Abogada, escritora y columnista venezolana. Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar” 2023 en opinión. Premio Aníbal Nazoa en la categoría opinión en medios digitales 2019.
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