Tras la exacerbación de los vientos de guerra que marcaron el fin de año, 2025 se inicia con dos posesiones presidenciales en nuestro hemisferio que reflejan la fuerte polarización política de estos tiempos
Por Consuelo Ahumada Beltrán*
La Hoja 43, 17 Enero, 2025
La Hoja 43, 17 Enero, 2025
La primera es la juramentación de Nicolás Maduro el pasado 10 de enero en Caracas, primero ante la Asamblea Nacional de su país y después frente a una enorme, pacífica y entusiasta movilización popular cerca de Miraflores. El evento contó con la participación de dos mil invitados e invitadas internacionales, procedentes de 125 países: representantes de gobiernos, dirigentes políticos, sociales y sindicales, intelectuales, artistas, grupos étnicos, jóvenes de todas las latitudes.
La segunda es la posesión de Donald Trump, que tendrá lugar el 20 de enero, diez días después. Difícil encontrar dos acontecimientos más emblemáticos de dicha polarización.
Por invitación del gobierno de Venezuela, entre el 9 y el 11 de enero estuve en Caracas, participando en dicho evento, que se dio en el marco del Festival Internacional Antifascista.
Señalemos de entrada que, en contra de tanto terrorismo mediático repetido, la República Bolivariana de Venezuela se encuentra en calma y en franco camino de reactivación económica y comercial, tal como lo muestran las cifras de los mismos organismos internacionales.
Un breve contexto
Antes de analizar la importancia de los eventos de Caracas, miremos el contexto reciente. Desde cuando se convocaron las elecciones del 28 de julio, su resultado fue sentenciado por EEUU, las potencias occidentales y las elites latinoamericanas. Los conglomerados mediáticos dejaron en claro que solo aceptarían el triunfo de la oposición. Cualquier otro sería considerado fraude.
Se daba por sentado que el pueblo elegiría a Edmundo González, candidato de María Corina Machado, quizás la representante más visible de la ultraderecha venezolana.
Inmediatamente después de los comicios, las autoridades electorales denunciaron un saboteo informático, pero no se les creyó. Finalmente, Maduro fue ratificado como ganador por estas autoridades, conforme a lo establecido institucionalmente. La no entrega de las actas electorales se convirtió para la oposición en la prueba definitiva del fraude.
Sin duda, podría pensarse que mostrar dichas actas hubiera facilitado la situación, en especial para mandatarios progresistas que, como los de Brasil y Colombia, ante las fuertes presiones nacionales e internacionales, han incurrido en más de una contradicción frente al país vecino.
Pero el gobierno venezolano resolvió no hacerlo, como una muestra de soberanía nacional. Lo cierto es que a ningún otro país del mundo se le exige hacerlo.
En este punto, solo recordemos que quien se posesiona en EEUU es un delincuente condenado por múltiples crímenes y violaciones a la ley. Pero nadie le exige nada al respecto. Muy al contrario, una vez se conoció su triunfo, los jueces corrieron a perdonarle sus delitos.
Venezuela y la geopolítica global
Aún antes de regresar a la Casa Blanca y como muestra de sus designios imperiales, Trump ya expresó su deseo de anexar territorios en Latinoamérica y Europa: En México, Canadá, Panamá, Groenlandia.
Estará al mando del país que se auto designó hace más de un siglo como garante de la democracia y de los derechos humanos en el mundo entero. Hoy sigue siendo el primer promotor de la guerra y los atropellos contra los pueblos del mundo y el principal cómplice de Israel en el genocidio en Gaza.
Entonces, es claro que el problema de fondo no son las actas electorales. La importancia de las elecciones de Venezuela debe entenderse en un contexto histórico y geográfico más amplio. Todo empezó cuando el comandante Hugo Chávez llegó a la presidencia hace 25 años y, junto con Lula desde Brasil, encabezaron la primera ola de gobiernos progresistas en la región.
Ejercieron un claro liderazgo en la defensa de la soberanía nacional y el desarrollo de una política internacional y de un modelo de integración autónomos. Desafiando los mandatos neoliberales, priorizaron la lucha contra la pobreza, el reconocimiento de los derechos y la dignidad de poblaciones diversas, históricamente excluidas.
Chávez propició la nacionalización del petróleo y puso en jaque los intereses de las grandes multinacionales y de la vieja oligarquía venezolana, una de las más corruptas del continente.
Pero sobretodo, lo grave es que el país que posee las mayores reservas petroleras del mundo y una de las mayores en gas y oro, se les salió hace rato del redil. Ese sí es el problema de fondo.
En medio de muchas dificultades y ataques permanentes, Venezuela ha logrado avanzar en un proceso no exento de errores, algunos de ellos graves. Sin embargo, la responsabilidad principal de la crisis económica y social, e incluso de la emigración, la tienen las numerosas sanciones de todo tipo, incrementadas durante el gobierno de Trump, que han golpeado muy duro a su población, tal como lo ha señalado en varias ocasiones el presidente Gustavo Petro.
Recordemos también que el gobierno de Maduro sufrió ataques directos a su estabilidad, intentos de invasión y de golpe de Estado, impulsados desde el territorio colombiano por el gobierno de Duque, con la complicidad de la ultraderecha latinoamericana, cada vez más organizada.
María Corina Machado es la mejor representante de ese sector. Es cercana a Milei, a Álvaro Uribe y a Netanyahu. Tiene una clara trayectoria de conspiración y traición a su país. Se mueve en las altas esferas del poder en Washington. Ha llamado a intensificar las sanciones, a la invasión, a confiscar los recursos de Venezuela, para lo cual se prestó el figurín de Juan Guaidó.
Es clarísimo, entonces, que lo que quieren es un gobierno incondicional frente a EEUU, que les garantice el control del petróleo, sin ninguna restricción. Quieren convertir al país en un nuevo bastión de la ultraderecha, para amainar la honda crisis que vive, ante el avance incuestionable del mundo hacia el multilateralismo.
Caracas: eje de la resistencia antifascista
Además de la toma de posesión presidencial, entre el 9 y el 11 de enero se celebró en Caracas el Festival Internacional de la Resistencia Antifascista. El evento permitió avanzar en la coordinación e impulso de tareas de organización y en un plan de acción y difusión para enfrentar el resurgimiento del fascismo y la ultraderecha en el mundo entero.
La Internacional Antifascista, constituida hace seis meses también en Caracas, cuenta ya con setenta capítulos en igual número de países.
En el evento de la semana pasada, se propuso también realizar en 2025 una serie de encuentros internacionales de sectores diversos: juventud, intelectuales, mujeres, juristas, artistas, parlamentarios, pueblos originarios, medios de comunicación, con el objeto de articular la lucha antifascista en todos los campos.
La resolución final del Festival contempla también la puesta en marcha del tanque de pensamiento de la Internacional antifascista (esta se puede consultar en https://humanidadenred.org/resolucion-final-del-festival-mundial-intern…).
Igualmente, se trabaja en otro gran evento internacional de conmemoración de los 80 años de la derrota del nazismo y el fascismo y del ingreso del Ejército Rojo en Europa.
En el cierre del Festival, el presidente de la República Bolivariana llamó también a la conformación de un amplio frente antifascista y antiimperialista en el mundo entero, que promueva la paz, pero también que enfrente a las huestes de la ultraderecha y la guerra, si fuere necesario.
Por lo pronto, el llamado de Uribe a conformar una fuerza internacional para invadir al país vecino recibió el respaldo de algunos sectores de la ultraderecha, en especial un puñado de expresidentes latinoamericanos desprestigiados y venidos a menos. Pero también el repudio de los sectores democráticos y progresistas. Sin embargo, en un orden internacional comandado por Trump y sus secuaces, no sobra estar alerta.
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* Directora del del Colectivo de Mujeres MALU, miebro del Comité ejecutivo del PTC
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