..Vivimos un tramo en el que está a punto de consumarse ese vaticinio que Mao Tse Tung anticipó hace más de 50 años: al cabo de “un gran desorden bajo los cielos, el viento del Este prevalece sobre el viento del Oeste”.
Por Marcelo Torres Benavides
Secretario general del Partido del Trabajo de Colombia
Asistimos, en medio de la indignada protesta universal, al martirio de un pueblo perteneciente al conjunto de aquellos herederos de la cultura de la región donde floreció por primera vez la civilización de la especie humana, el pueblo de Gaza, el pueblo de Palestina. Agredido, despojado y perseguido en su propio suelo, sin agua ni alimentos, ni hospitales, víctima de la masacre en masa hora tras hora de un fanático gobernante sionista, del bombardeo de niños, mujeres, ancianos y hombres en edad de combatir, pero sin armas de defensa al alcance de sus manos. Mil veces merecedor del banquillo de los acusados del Tribunal de Nüremberg, el mismo que juzgó a los asesinos de su pueblo en el Holocausto judío, el premier Netanyahu, el perturbado genocida, es ahora destinatario de una orden de captura por la Corte Penal Internacional.
Un vestigio postrero de los valores y principios de la humanidad democrática que desde Ginebra parecieron brillar fugazmente tras la derrota del fascismo nazi. Un último vestigio de aquella victoria, impracticable hoy por lo demás, puesto que asistimos al derrumbe en cámara lenta del engranaje institucional y de todos los principios del derecho internacional surgidos de la segunda postguerra, bajo la implacable égida imperial del hegemonismo yanqui. Una hegemonía que periclita, en decadencia, que ya no es capaz de mantener plena su vieja primacía imperial pero que aún puede provocar guerras, grandes disturbios, mortandades en escala mayor e infligir daños definitivos e irreparables a la humanidad. Estamos en plena transición del hegemonismo unipolar a un mundo donde emergen otros centros en trance de superpoderes, nuevos y viejos, la gran estrella de Oriente, China, y los BRICS, hacia un mundo multipolar, conflictivo, inestable, que con la guerra de Ucrania y el conflicto bélico que se extiende en el Medio Oriente nos empuja al borde mismo del Armagedón nuclear.
En ese telón de fondo de transición, muy fluido, cambiante, tienen lugar los acontecimientos de nuestros días, en el que los reveses y las victorias —como apunta agudamente el expresidente boliviano García Linera— se intercalan en una secuencia cuyo desenlace, un rumbo progresivo o regresivo, sólo lo definirá la lucha en cada país y la geopolítica global. Por eso celebramos la victoria del Frente Amplio de Uruguay por la elección de Yatmandú Orsi como presidente. Como lo hicimos con la derrota de la tendencia fascista en Francia gracias al frente mayoritario de diversas fuerzas lideradas por Melenchon. Al igual que saludamos, más por sus manifestaciones de resistencia que por sus resultados inmediatos, la COP 16 de Cali y la de Azherbayan. Tanto como nos solidarizamos con la protesta de Podemos liderada por Venancio Mondlane, en Mozambique, por los cuestionados resultados y la sangrienta represión oficial tras las elecciones presidenciales. Así como, por otra parte, deploramos las discrepancias derivadas en abierta reyerta en Bolivia, entre el expresidente Evo Morales y el actual gobernante Luis Arce. Repudiamos, el enorme retroceso de Argentina a manos del desorbitado y frenético neoliberal Millei y nos solidarizamos con la resistencia tenaz y valerosa de su pueblo. Hacemos eco de la alerta máxima de los sectores antifascistas y democráticos del mundo por la suicida carrera armamentista de la OTAN, y sobre todo, por la sombra amenazante que proyecta sobre el continente y el globo entero el retorno a la Casa Blanca de Donald Trump, el grotesco gamberro, imperialista, racista y xenófobo, misógino, homofóbico, acosador sexual y mentiroso, acusado de 37 cargos criminales, apoyado por la facción de extrema derecha más antigua y retrógrada del complejo militar-industrial y de alta tecnología, el núcleo de la élite dominante de los Estados Unidos.
Además de esta nota-abreboca de fin de año, hay mucho más que decir, por supuesto, sobre este cuadro convulso y mudable de la situación mundial y sus líneas gruesas. En todo caso, viene al caso recordar que vivimos un tramo en el que está a punto de consumarse ese vaticinio que Mao Tse Tung anticipó hace más de 50 años: al cabo de “un gran desorden bajo los cielos, el viento del Este prevalece sobre el viento del Oeste”.
Bogotá, 2 de noviembre de 2024
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