Propuesta para el 2025
Que se imponga la condena eterna a los genocidas de Israel y se destaque la justa y heroica lucha del pueblo de Palestina.
Por Renán Vega Cantor
30/12/2024
Fuentes: Rebelión - Imagen: Israel destruye el hospital Kamal Adwan, diciembre de 2024. Foto: Khalil Ramzi Alkahlut/Agencia Anadolu.
“Si tengo que morir / tú tienes que vivir / para contar mi historia […] / Si tengo que morir / deja que ella traiga esperanza / deja que cuente la historia”. –Rafaat Alareer (poeta y profesor de Palestina asesinado en Gaza por las fuerzas genocidas de Israel el 7 de diciembre de 2023)
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La inútil e inservible Organización de Naciones Unidas suele decretar años especiales desde 1959, cuando estableció el Año Internacional de los Refugiados. De ese momento en adelante y hasta el día de hoy e incluso hacia años por venir ya se han decretado conmemoraciones.
Algunas de ellas son verdaderamente importantes y significativas: Año de los Derechos Humanos (1968), de la Educación (1970), de la Lucha contra el Racismo y la Discriminación Racial (1971), de la Mujer (1975), del Niño (1979), de las Poblaciones Indígenas del Mundo (1993), del Agua Dulce (2003), de los Bosques (2011), de Solidaridad con el Pueblo Palestino (2014), para la Eliminación del Trabajo Infantil (2021).
Hay algunos años internacionales verdaderamente extraños y pintorescos, cuando no son verdaderos oxímorones, como este: del Turismo Sostenible y Resiliente (2027).
También están los que son casi cómicos, entre los que cabe mencionar algunos: de los Voluntarios para el Desarrollo Sostenible (2026), de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible (2022), de la Paz y la Confianza (2021), de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible (2021).
Otros son tan irreales o irrelevantes que causan risa: de la Moderación (2019), del Turismo Sostenible para el Desarrollo (2017), de la Reconciliación (2009), de las Naciones Unidas del Patrimonio Cultural (2002), del Turismo Ecológico (2002), de la Acción de Gracias (2000), del Deporte y del Ideal Olímpico (1994), de las Naciones Unidas (1985), de la Cooperación Internacional (1965).
Ahora bien, que se dedique un año a un sujeto social (mujeres, niños, población indígena…) no significa, ni mucho menos, que eso haya redundado en su beneficio o en el mejoramiento de sus condiciones de vida o en la disminución de la discriminación, la opresión, la explotación y la desigualdad.
Bien por el contrario, estas conmemoraciones fortalecen a una burocracia internacional, improductiva y parasitaria, en la que abundan las dichosas ONG, que aprovechan los nichos de mercado ‒comercial, académico, ecológico…‒ que va creando año a año la ONU, sin que eso beneficie a los asuntos o sujetos que dice apoyar, sino a intereses privados y corporativos del capitalismo realmente existente. Esos nuevos nichos de mercado producen réditos económicos y sirven para impulsar determinadas agendas políticas, construir “comunidades académicas” de vividores y vividoras de la mal llamada Cooperación Internacional que contribuyen a privatizar aún más los Estados, pero nunca a solucionar los problemas reales de aquellos a los que supuestamente la ONU le destina años especiales.
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Si la ONU sirviera para algo ‒aunque pedirle una cosa de este estilo resulta delirante‒ tendría que poner sobre el tapete de la discusión temas tan cruciales, y en los que además es directamente responsable, como el referido al genocidio perpetrado por el sionismo. Eso significaría, por ejemplo, que este próximo 2025 se convirtiera en el Año Internacional contra el Genocidio del Pueblo Palestino, con lo que todas las agendas públicas, y muchas privadas, tendrían, por fuerza mayor, que hacer alusión y mencionar los atroces crímenes del Estado sionista de Israel.
Y al plantear esto debe recordarse que en 1982 se decretó el Año Internacional de la Movilización en Torno a las Sanciones a Sudáfrica o que en 1978-1979 se proclamó el Año Internacional contra el Apartheid. Es decir, no hace mucho la ONU sirvió como una instancia de condena al régimen opresor y racista de Sudáfrica, cuya esencia no es diferente al estado genocida de Israel; son más bien hermanos siameses, estrechamente unidos por los intereses del imperialismo estadounidense.
En efecto, recordemos que la Sudáfrica del apartheid existió gracias al apoyo de los Estados Unidos y Gran Bretaña hasta el final de ese régimen racista. Al respecto, valga mencionar que, a comienzos de la década de 1980, Ronald Reagan, a la sazón presidente de los Estados Unidos, preguntaba: “¿Podemos abandonar a un país que ha estado a nuestro lado en cada guerra en la que hemos luchado, un país que estratégicamente es esencial para el mundo libre por su producción de minerales?”. Y eso se decía cuando el repudio al apartheid era generalizado, tanto que un asesino químicamente puro como Benjamín Netanyahu llegó a afirmar en 1986, siendo Embajador de Israel ante la ONU, en lo que a la luz de la actualidad resultar ser una pieza maestra del cinismo: “Para el pueblo judío, el apartheid es la abominación suprema. Es una expresión de la más cruel inhumanidad. Israel hará todo lo posible para eliminar este odioso sistema”.
Claro, Netanyahu y compañía hicieron todo lo posible para, de un lado, armar y financiar a Sudáfrica y, de otro lado, exportar el apartheid y los bantustanes a tierras de Palestina, lo cual han realizado a cabalidad. Como en tiempos de racismo de estado en Sudáfrica, Israel cuenta con el apoyo, financiamiento, armas y respaldo de la comunidad internacional de delincuentes, a la cabeza de los cuales está el asesino mayor: los Estados Unidos.
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Pese a que los crímenes de Israel hayan rebasado las peores cotas del apartheid no se vislumbra en el horizonte nada parecido a lo que se realizó en el seno de la ONU hace cuarenta años, con una oposición mundial generalizada al régimen sudafricano. Esto se expresó en lo que mencionamos arriba, que se proclamaran años especiales por la eliminación del Apartheid y del Racismo. De ahí se iniciaron exitosas campañas de boicot de diversa índole, económico, académica, deportiva, todo lo cual coadyuvó a aislar internacionalmente a Sudáfrica. Esa presión fue fundamental para que internamente se fuera minando la legitimidad del apartheid y finalmente terminara de manera formal en 1991, aunque sus secuelas racistas continúan sintiéndose en la Sudáfrica de nuestros días.
Es muy difícil en el panorama actual que en el seno de la inoperante ONU se llegué a proclamar alguna condena que eleve a Año Internacional contra el Genocidio del Pueblo Palestino. Y eso, sencillamente, porque los asesinos de Israel cuentan con el respaldo de Estados Unidos y la Unión Europea, que forman esa entelequia autodenominada Comunidad Internacional.
En contravía, nos corresponde impulsar el Año Internacional contra el Genocidio del Pueblo Palestino a las organizaciones sociales y políticas, a grupos defensores de derechos humanos, a escritores e investigadores independientes, a profesores, a universidades antisionistas, a unos cuantos países del mundo ‒los que condenan los crímenes de Israel‒ y a todos aquellos seres humanos que sufren y sienten como propio el genocidio en marcha. Esta propuesta es similar a lo que hoy ya se hace en algunos lugares de nuestra América, en donde se celebra el Día de los Crímenes de Estados Unidos contra la Humanidad, el 9 de agosto, la fecha en que ese país lanzó la segunda bomba atómica de la historia, contra la inerme población de Nagasaki.
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Dada la magnitud y naturalización que ha adquirido el genocidio de la población de Palestina ‒extendido a otros pueblos del mundo árabe (libaneses, yemeníes, sirios…) ‒ no hay que callar de ninguna manera y hay que seguir denunciando a los asesinos del Estado de Israel, lo cual, por supuesto, supone denunciar a sus patrocinadores principales, los Estados Unidos, Alemania, Francia e Inglaterra.
Este es un genocidio continuado, que se ha radicalizado en el último año, después del 8 de octubre de 2023. A diario siguen siendo masacrados decenas de seres humanos en Gaza y Cisjordania, lo cual ha dejado de ser noticia, como expresión de la fuerza de los poderosos lobbies sionistas de Estados Unidos y otros lugares del occidente imperialista, que controlan los principales medios de desinformación.
A toda hora son asesinados niños, mujeres, ancianos, hombres jóvenes, se destruyen las pocas escuelas y hospitales que quedan en pie, se hambrea a miles de seres humanos, se bombardea sin descanso todo lo que de señales de vida en Gaza. Y eso se realiza ante la pasividad, indiferencia y complicidad de importantes porciones de la población mundial, porque el genocidio no sería posible sin la impunidad reinante, que les deja las manos libres a Israel para masacrar a su antojo al pueblo de Palestina.
A nosotros, educadores y pensadores críticos, nos corresponde seguir manteniendo en alto nuestra voz a partir de una idea-fuerza: lo que acontece hoy en Palestina es un crimen histórico, que debe permanecer en la conciencia de la humanidad por siempre.
Crimen histórico es un concepto abarcador en el que se incluyen los crímenes de guerra, los crímenes de genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de agresión para recalcar que nos encontramos ante un hecho inusitado, que no se vive todos los días, y que por su carácter de excepcionalidad criminal no puede ser archivado ni olvidado, porque nos cuestiona e interpela como humanidad.
Y no es solamente un asunto jurídico y penal, que implicaría la condena de los responsables del genocidio, que están perfectamente identificados. Es una cuestión más profunda y de fondo: el crimen histórico alude al hecho transgeneracional que, de ahora en adelante, los habitantes del mundo de las actuales y nuevas generaciones sepan que en 2024 se está llevando a cabo uno de los crímenes más pavorosos de todos los tiempos contra una parte de la humanidad. Esto implica que en lo sucesivo debe recalcarse el carácter genocida del estado de Israel, sus pavorosos crímenes y, sobre todo, impulsar movimientos de alcance internacional que tengan la meta de aislar a ese Estado terrorista, detener el genocidio en marcha e impulsar la legitima lucha de liberación nacional del pueblo de Palestina.
Lo que sí queda claro es que, con independencia de decretar algún año especial en honor de los palestinos, 2024 queda en la historia como el año del genocidio que realizan los sionistas de Israel, puesto que ni un solo día de este funesto año los asesinos sionistas no han dejado de masacrar a los habitantes de Palestina.
En este año que está terminando, Israel quedó desenmascarado ante el resto del mundo, el de todos aquellos seres humanos que sentimos y nos estremecemos ante las injusticias, como lo que verdaderamente es, un Estado genocida, que impulsa el apartheid, la limpieza étnica, la expulsión de millones de seres humanos de sus lugares de origen y residencia, masacra en forma indiscriminada a los habitantes locales, mientras que los colonos sionistas se apropian de sus tierras y a los sobrevivientes los matan de hambre.
Esto no debería ser olvidado nunca y debería permanecer en la conciencia de la humanidad doliente, lo cual supone cuestionar a fondo el victimismo propio del estado de Israel, que renta del genocidio nazi y precisar que aquéllos que se proclaman como los herederos de los judíos que fueron perseguidos y exterminados durante la Segunda Guerra Mundial han realizado un genocidio que, a la fecha, ya supera lo que soportaron sus antecesores, lo cual no significa banalizar lo ocurrido en aquel entonces. En efecto, en la época nazi el genocidio se hizo a escondidas, sin que la opinión mundial se enterara de lo que acontecía, mientras que ahora es transmitido en vivo y en directo, incluso por los mismos que lo llevan a cabo, como lo demuestran las selfis, registros fotográficos, videos, memes… que en forma sádica captan los soldados genocidas de Israel. Eso ni siquiera lo hicieron los hitlerianos, pero sí lo hacen los sionistas de Israel. Una razón de más para establecer el genocidio como un crimen histórico, que debería convertirse en un nuevo sentido común que trascienda fronteras y generaciones, con la misma fuerza en que se condenaron los crímenes del régimen nazi de Alemania. Y eso debiera permanecer en la conciencia de la humanidad para que se imponga la condena eterna a los genocidas de Israel y se destaque la justa y heroica lucha del pueblo de Palestina.
El Fisgón, «Genocidio e impunidad».
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