Un nuevo estudio revela que el 91,5% de las rutas de grandes cargueros coinciden con los hábitats de las ballenas, exponiendo a estos cetáceos a un elevado riesgo de colisiones.
Una ballena y un barco en el mar. / RR SS.
Lo que no lograron los balleneros en siglos de caza indiscriminada podría conseguirlo el tráfico marítimo moderno. Según un reciente mapa mundial de riesgos publicado en Science, la actividad de miles de cargueros intersecta los hábitats esenciales de las ballenas, donde se alimentan, migran y crían. En España, las costas gallegas, el estrecho de Gibraltar y las aguas del archipiélago canario se encuentran entre las áreas más peligrosas para estos mamíferos marinos.
El estudio, realizado por un equipo internacional de biólogos, utilizó datos de 435.370 avistamientos de ballenas —de especies como la azul, el rorcual común, la jorobada y el cachalote— y rutas de 175.900 grandes embarcaciones registradas entre 2017 y 2022 mediante el sistema AIS (Sistema de Seguimiento Automático). Al solapar esta información, los investigadores identificaron que el tráfico marítimo y los hábitats de las ballenas coinciden de forma alarmante, especialmente en zonas costeras y rutas comerciales clave.
En el caso de las aguas españolas, el archipiélago canario emerge como un punto crítico. Con más de 1,4 millones de kilómetros recorridos anualmente por ferris de alta velocidad, esta región alberga una gran biodiversidad marina, con hasta 30 especies de cetáceos documentadas. Fabian Ritter, del grupo ambientalista M.E.E.R, señala que “los ferris rápidos son especialmente peligrosos para las ballenas”, una amenaza agravada por la densidad del tráfico marítimo internacional.
“La velocidad mata”
La investigación revela que, a nivel global, los buques recorren distancias equivalentes a miles de viajes a la Luna dentro de los hábitats de las ballenas. En la costa de California, una de las zonas mejor estudiadas, se estima que hasta 80 cetáceos mueren anualmente por colisiones, un número que excede los límites de sostenibilidad para estas especies.
Las medidas para mitigar este impacto, como reducir la velocidad de los barcos o redirigir rutas, son mínimas. Según el estudio, solo el 0,5% de las zonas identificadas como de alto riesgo cuentan con regulaciones obligatorias. “La velocidad mata, como ocurre en las carreteras frente a los colegios. Es esencial aplicar medidas similares en el mar”, afirma Natacha Aguilar de Soto, investigadora del Instituto Español de Oceanografía.
Además de instar a la regulación, los científicos proponen soluciones tecnológicas como sistemas de detección térmica para evitar colisiones. Sin embargo, la clave está en la colaboración global. Heather Welch, coautora del estudio, concluye que “un pequeño esfuerzo de la industria marítima, como limitar la velocidad en un 2,6% de la superficie del mar, podría reducir significativamente el riesgo para las ballenas sin afectar drásticamente la economía”. @mundiario
María P. Martínez
Colaboradora.
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La autora, MARÍA PAULA MARTÍNEZ, colaboradora de MUNDIARIO, es Comunicadora social, especializada en Periodismo Impreso. @mundiario
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