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LAS GUERRAS ALIMENTAN LAS CRISIS CLIMÁTICAS

Se dispara el impacto ambiental de los conflictos bélicos y de la carrera armamentista

Paremos las guerras para salvar la Tierra. / Annette Jones/Pixabay

Eduardo Martínez de la Fe
Madrid 29 AGO 2024 

Los conflictos armados no solo devastan vidas y territorios, sino que también impactan en el cambio climático. Todos los ejércitos del mundo forman ya el cuarto país más contaminante del planeta.

El sector militar global se posiciona como uno de los mayores emisores institucionales de gases de efecto invernadero. Según un informe de "Scientists for Global Responsibility" y "The Conflict and Environment Observatory", las fuerzas armadas del mundo fueron responsables de aproximadamente el 5,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero en 2022.

Para poner esto en perspectiva, eso significa que, si todas las fuerzas armadas del mundo fueran un solo país, ocuparían el cuarto lugar entre los mayores emisores, superando incluso a Rusia.

El conflicto en Ucrania ofrece un ejemplo concreto de cómo la guerra afecta al clima. Un informe titulado "Climate Damage Caused By Russia's War in Ukraine" ha establecido que el daño climático total causado por la Federación Rusa en dos años de invasión a gran escala de Ucrania asciende a 32 mil millones de dólares. Estos datos provienen de la evaluación actualizada de la Iniciativa sobre Contabilidad de Gases de Efecto Invernadero de la Guerra (IGGAW).

Ucrania, referente

Según el estudio, durante los primeros 12 meses de la invasión rusa a gran escala de Ucrania se emitieron 120 millones de toneladas de dióxido de carbono. Sin embargo, en los 24 meses transcurridos desde la invasión, las emisiones han aumentado significativamente hasta 175 millones de toneladas de dióxido de carbono.

Esta cifra supera las emisiones anuales de un país altamente industrializado como los Países Bajos, que pone en circulación 90 millones de nuevos automóviles de gasolina o construye 260 unidades de energía a carbón de 200 MW cada una.

En los primeros meses de la guerra, la mayoría de las emisiones fueron causadas por la destrucción generalizada de la infraestructura civil, lo que hizo necesaria una extensa reconstrucción después de los ataques. Tras dos años de guerra, el equipo de investigación dice que la mayoría de las emisiones provienen de una combinación de guerra, incendios forestales y daños a la infraestructura energética.

Además, la producción y el uso de armamento, desde municiones hasta vehículos militares, contribuyen sustancialmente a las emisiones. Según el citado estudio, alrededor del 32 por ciento de las emisiones relacionadas con la guerra son causadas por la reconstrucción y el 29% por acciones bélicas directas.

Gaza: Un conflicto reciente, un impacto significativo

El conflicto en Gaza también ha sido objeto de análisis climático. Según un estudio publicado en enero pasado en la revista Social Science Research Network, las emisiones proyectadas para los primeros 60 días de la guerra entre Israel y Gaza fueron mayores que las emisiones anuales de 20 países y territorios individuales.

En total, los investigadores cifraron las emisiones en ese periodo en 281.000 toneladas de CO2 equivalentes (tCO2e), una medida que se calcula multiplicando los datos de las actividades (cantidad) por factores de emisión

La mayor parte (más del 99 por ciento) se debe a los ataques aéreos y la invasión terrestre de Israel. Los cohetes de Hamás disparados contra Israel durante el mismo período habrían producido alrededor de 713 toneladas de CO2.

Para situarnos, si incluimos la infraestructura bélica construida tanto por Israel como por Hamás, incluida la red de túneles de Hamás y la valla protectora o "Muro de Hierro" de Israel, las emisiones totales de CO2 en la guerra de Gaza aumentan al equivalente de las emisiones de más de 33 países y territorios individuales.

Asimismo, el estudio calcula que la reconstrucción de Gaza implicará una cifra total de emisiones anuales superior a la de más de 130 países, lo que los equiparará a los de Nueva Zelanda.

La OTAN también

Una investigación publicada en julio pasado muestra, por otra parte, que el gasto militar aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero, desvía fondos críticos para la acción climática y consolida un comercio de armas que alimenta la inestabilidad durante el colapso climático.

Calcula que el gasto militar total de la OTAN en 2023, de 1,34 billones de dólares, produjo 233 millones de tCO2e. Esto es más que las emisiones anuales de gases de efecto invernadero (GEI) de Colombia o Qatar.

Asimismo, estima que el aumento del gasto militar de la OTAN de 126.000 millones de dólares en 2023 generó 31 millones de toneladas métricas adicionales de CO2 equivalente, lo que se equipara con las emisiones anuales de CO2 de alrededor de 6,7 millones de automóviles estadounidenses.

Esta investigación también señala que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) afirma que es necesario que todos los sectores reduzcan sus emisiones un 43% en 2030 en comparación con los niveles de 2019 para tener la posibilidad de mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 1,5 grados centígrados.

La OTAN concluyó en julio su cumbre de Washington con advertencias a China y apoyo a Ucrania. / Efe

Cada vez más emisiones bélicas

Esto requeriría una reducción anual de las emisiones militares de al menos un 5%. Sin embargo, la OTAN aumentó sus emisiones militares en alrededor de un 15% en 2023 y parece que seguirá aumentando las emisiones durante esta década.

La paradoja es que el aumento del gasto militar de la OTAN en 2023 cubriría la financiación climática mínima exigida por los países en desarrollo en las negociaciones climáticas de la ONU de este año. El gasto militar total de la OTAN en 2023 pagaría 13 veces este importe y comenzaría a entregar los billones necesarios para la financiación climática, añade este informe.

Y las perspectivas futuras son todavía más preocupantes: la OTAN afirma que dos tercios de sus miembros cumplirán el objetivo de un gasto militar mínimo del 2% del PIB (frente a solo seis países en 2021). Si todos los miembros cumplen el compromiso, para 2028 esto llevaría a una huella de carbono militar colectiva total estimada en 2.000 millones de tCO2e, mayor que las emisiones anuales de GEI de Rusia.

La OTAN también gastaría unos 2,57 billones de dólares adicionales, suficientes para pagar lo que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima como los costos de adaptación climática para los países de ingresos bajos y medios durante siete años.

Más guerras en el horizonte

Para terminar de perfilar este panorama desalentador, un estudio publicado en 2019 en la revista Nature señala que la intensificación del cambio climático aumenta el riesgo de conflictos armados violentos en los países.

El estudio, que sintetiza las opiniones de los expertos, estima que el clima ha influido entre el 3% y el 20% en el riesgo de conflicto armado durante el último siglo y que es probable que esa influencia aumente drásticamente.

En un escenario con un calentamiento de 4 grados Celsius (aproximadamente el camino que seguiremos si las sociedades no reducen sustancialmente las emisiones de gases que atrapan el calor), la influencia del clima en los conflictos aumentaría más de cinco veces, llegando a un 26% la probabilidad de un aumento sustancial del riesgo de conflicto, según el estudio.

Incluso en un escenario de 2 grados Celsius de calentamiento por encima de los niveles preindustriales (el objetivo declarado del Acuerdo Climático de París), la influencia del clima en los conflictos aumentaría más del doble, llegando a una probabilidad del 13%.

Estas tendencias se explican porque los fenómenos meteorológicos extremos provocados por el cambio climático y los desastres relacionados pueden dañar las economías, reducir la producción agrícola y ganadera e intensificar la desigualdad entre los grupos sociales. Estos factores, combinados con otros elementos desencadenantes de conflictos, pueden aumentar los riesgos de violencia y derivar en guerras.

Sin paz no hay justicia climática, dicen los ambientalistas.

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Fuente:

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