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LOS HILOS INVISIBLES DEL CAPITALISMO

UNA ENTREVISTA CON SØREN MAU

Ilustraciones: Javier Reboursin (instagram.com/javirebour)

Mute Compulsion propone un análisis específico del poder económico del capital. El libro de Søren Mau es de aquellas obras que se vuelven inmediatamente imprescindibles al llenar un hueco que no sabíamos que teníamos.

Entrevista por Martín Mosquera

La publicación de Mute Compulsion: A Marxist Theory of the Economic Power of Capital [trad. cast. (2024) Coacción muda. Una teoría marxista del poder económico del capital, Verso Libros] del joven marxista danés Søren Mau fue todo un acontecimiento editorial e intelectual. Allí el autor se adentra en la tarea de definir la naturaleza históricamente inédita de la «com­pulsión económica» que emerge con el capi­talismo. Es decir, el poder abstracto e impersonal que Marx definió genialmente como la «compulsión muda de las relaciones económicas».

Ahora bien, sucede algo realmente curioso con este libro. Los análisis sobre el carácter abstracto e imper­sonal de la dominación capitalista estuvieron especial­mente presentes en la teoría marxista de las últimas décadas. Desde los años 1970, un amplio grupo de pen­sadores se ha dedicado de manera constante a explorar esta cuestión. Este enfoque ha sido particularmente promovido por la corriente conocida como la «Nueva lectura de Marx», que tiene en Michael Heinrich a una de sus figuras principales. Otros autores, como Moishe Postone, el grupo Krisis en Alemania y toda la escuela de la «crítica del valor», también han contribuido a esta línea de investigación. En conjunto, esta corriente repre­senta una de las perspectivas marxistas más productivas y creativas en la escena contemporánea.

Sin embargo, no contábamos hasta el momento con un análisis sistemático y diferenciado del poder econó­mico del capital. El texto de Mau es de aquellos libros que se vuelven inmediatamente imprescindibles al llenar un hueco que no sabíamos que teníamos.

En el prólogo al libro, Michael Heinrich describe bien esta situación paradójica: «Hasta ahora, nunca se me había ocurrido que este concepto pudiera necesitar un análisis aparte. Mi sorpresa fue similar a la que se pro­duce en una partida de ajedrez cuando, en una apertura que ha sido analizada en la mayoría de las variantes hasta la decimoquinta o vigésima jugada, uno se enfrenta a una innovación en la cuarta. O esa jugada es terriblemente estúpida o es increíblemente buena».

Desde Jacobin conversamos con Mau sobre la na­turaleza del poder económico del capital, exploramos las implicaciones políticas de tal naturaleza y examina­mos el concepto de sociedad comunista que se deriva de este análisis.

MM
¿Podrías resumir brevemente qué se entiende por poder económico del capital?

SM
El poder económico del capital, o compulsión muda, es la capacidad del capital para moldear nuestro entorno material y social de manera que nos obligue a reprodu­cir su lógica. Es una forma distinta de poder abstracto e impersonal que no puede reducirse ni a la violencia ni a la ideología. Pero es crucial para la reproducción del capitalismo, y por lo tanto también para que los revo­lucionarios lo desmantelen.

Creo que debemos tener cuidado de no esperar di­rectrices estratégicas y tácticas de teorías abstractas del capitalismo en su promedio ideal. La estrategia y la táctica tienen que surgir de análisis concretos de si­tuaciones concretas, como decía Lenin. Pero nuestra conceptualización del capitalismo obviamente nos pro­porciona una definición negativa de lo que implicaría un modo de producción no capitalista. Así que, en ese sentido, la forma en que definimos el capitalismo tiene consecuencias sobre el modo en que pensamos en una sociedad poscapitalista o comunista.

MM
¿Podría haber poder económico en una sociedad socialista o comunista?

SM
En su sentido más abstracto, el poder económico no es más que la capacidad de modelar el entorno material y social de las personas de forma que les obligue a actuar de una determinada manera. En principio, creo que es posible imaginar un uso comunista de dicho poder, es decir, una situación en la que tomemos una decisión co­lectiva y democrática sobre la organización de nuestra reproducción colectiva de forma que se contrarreste materialmente cualquier tendencia al restablecimiento de la sociedad de clases.

MM
En una entrevista expresaste que una de las conclu­siones de tu análisis es que el socialismo no puede coexis­tir con ninguna forma de mercado, ya que la presencia de un mercado implica la existencia de capitalismo. ¿Cuál es tu perspectiva con respecto a la fase de transición entre el capitalismo y el socialismo (o comunismo)? ¿Crees que es factible, en esa etapa, combinar la socialización de los grandes medios de producción con ciertas relaciones mercantiles? ¿O ves alguna posibilidad de implementar el comunismo de manera inmediata o, siguiendo la ter­minología de Negri, de un «comunismo sin transición»?

SM
No creo que sea posible responder a esa pregunta a nivel general. Eso va a depender de las especificidades de la situación revolucionaria. Pero definitivamente creo que la idea de una economía de mercado no capitalista es profundamente contradictoria, ya que la generalización de las relaciones de mercado presupone la proletariza­ción, es decir, la dominación de clase.

MM
Recientemente, Kohei Saito afirmó que, al adoptar el enfoque de Michael Heinrich sobre el capital como una lógica social, no incluye en su análisis a la lucha de clases. Dado que tus propios argumentos se apoyan en gran medida en la obra de Heinrich, ¿cuál es tu perspec­tiva respecto a esta conclusión? En otras palabras, en tu análisis lógico del capitalismo, ¿qué espacio hay para la lucha de clases, la contingencia y la agencia política?

SM
Ha habido una tendencia en la teoría de la forma del valor a restar importancia o ignorar las relaciones de clase, y creo que eso es en muchos sentidos un error. Heinrich —en contraste con pensadores como Postone o Kurz— es bastante claro sobre la relación necesaria entre la dominación universal de todos por el valor y la dominación de los proletarios por los capitalistas.

El capitalismo es necesariamente un sistema de do­minación de clase. Sin embargo, creo que es importante señalar que el antagonismo de clase fundamental que subyace al modo de producción capitalista no es la re­lación entre los trabajadores asalariados (o incluso los trabajadores en un sentido más amplio) por un lado y los capitalistas por otro, sino entre los proletarios —es decir, las personas sin propiedad que dependen de los circuitos del capital para su reproducción, independien­temente de si trabajan o no, o del tipo de trabajo que realizan— y los capitalistas. Y creo que es importante tener esto en cuenta cuando hablamos de lo que es la «lucha de clases».

La lucha de clases no es solo la de los trabajadores asalariados que se organizan en el punto de producción, sino algo que tiene lugar en todo lugar donde la gente lucha por liberar las condiciones de vida de la lógica totalizadora del beneficio.

Ilustraciones: Javier Reboursin (instagram.com/javirebour)

MM
A diferencia de otros autores contemporáneos —con los que tu análisis tiene puntos en común, como los men­cionados Postone o Kurz—, tu trabajo reconoce la centra­lidad de la clase obrera. ¿Podrías explicar tu concepción de la centralidad obrera y de la relación de esta con otras opresiones sociales (género, raza, etcétera)?

SM
El capitalismo siempre ha dependido profundamen­te de la opresión de género y racial. Como comunistas luchamos por la libertad, que es lo mismo que decir que luchamos contra cualquier forma de dominación y opre­sión, y por eso creo que es importante rechazar cualquier intento de dar prioridad a una lucha sobre otras. Además, a nivel táctico y estratégico, la dominación de clase es imposible de desligar completamente de la opresión de género y racializada.

Debemos luchar contra todo esto al mismo tiempo, y en muchas situaciones concretas lo «más anticapi­talista» que se puede hacer —es decir, la forma más eficaz de combatir al capital— podría ser participar en luchas contra el sexismo o el racismo que podrían no ser explícita o inmediatamente «anticapitalistas», pero que podrían tener el mayor potencial para derrocar el dominio del capital atacando los fundamentos de género o raciales del capitalismo. Pero, de nuevo, depende de la situación concreta.

MM
Creo haber notado que algunos de tus lectores se sintieron decepcionados por ciertas afirmaciones de tu texto «El comunismo es libertad», como tu respaldo a formas de democracia representativa en el comunis­mo. Me parece que esos lectores están más cercanos a la perspectiva de grupos como Endnotes o Krisis, que abogan por alguna forma de democracia directa a gran escala que evite mediaciones representativas. Creo que esta última concepción piensa en la sociedad comunista como un retorno, en última instancia romántico, a algún tipo de unidad orgánica y funcional que evite las me­diaciones políticas. Y considero que Mute Compulsion plantea una poderosa crítica a este tipo de enfoques. ¿Cuál es tu opinión sobre esta cuestión?

SM
No veo el problema de la representación como tal. Definitivamente veo el problema con la «democracia representativa» tal y como la conocemos, pero creo que es posible utilizar la representación —junto con otros mecanismos políticos, como el sorteo o la participación directa— de forma comunista, especialmente si se com­bina con principios de revocabilidad (como mandato imperativo), rotación, etc. ¿Por qué es un problema que alguien te represente? A nivel filosófico, podríamos incluso decir que en cualquier caso todo el mundo está ya representado, en el sentido de que el rechazo de la representación se basa en una idea insostenible de una autopresencia originaria.

MM
Ese texto también presenta algo que me pareció particularmente interesante: una recuperación de la distinción de Marx entre el «reino de la necesidad» y el «reino de la libertad». En lugar de presentarlos como momentos cronológicos (donde el «reino de la necesidad» se asocia a las sociedades de clases y el «reino de la li­bertad» al comunismo), se plantean como instancias que se combinan irreductiblemente al al interior del comunismo. Y algo que me llamó especialmente la atención es que el «reino de la libertad» es el de las iniciativas privadas, es decir, la parte de la economía que queda fuera de la planificación democrática general y que tiene que ver con lo que la gente puede hacer en su tiempo libre. En cambio, el mundo «público» (el de la planificación democrática) parece ser siempre del orden de la necesidad, lo que en cierto modo invierte gran parte de la concepción marxis­ta del comunismo. Incluso me recordó la concepción de Hayek de la libertad como libertad siempre económica. ¿Podrías ampliar este punto?

SM
En realidad no estoy seguro de que sea una buena idea utilizar esos términos. La «necesidad» en el «reino de la necesidad» se refiere al hecho de que siempre será necesario que los seres humanos trabajen para vivir, por lo que siempre hay cierta cantidad de trabajo necesario que hay que hacer. En una sociedad comunista, este trabajo se organizaría democráticamente. Al menos así es como yo entiendo el uso que Marx hace de esas expre­siones en el famoso pasaje del tomo tercero de El capital.

Pero es importante señalar que en un sentido políti­co es un poco engañoso caracterizar esto como un reino de la «necesidad», ya que en una sociedad comunista organizaremos las actividades en este reino democrá­ticamente y, por lo tanto, serían tan libres como fuera posible. En ese sentido, el reino de la necesidad natural también sería un reino de libertad política. Para evitar confusiones sobre de qué tipos de necesidad y libertad estamos hablando aquí, en realidad prefiero hablar de estas «esferas» de otra forma, y por eso utilizo los con­ceptos de sectores «público» y «privado» en mi ensayo.

Pero esos términos también son problemáticos, me parece, porque están muy estrechamente relacionados con la economía capitalista. Así que creo que tendremos que inventar nuevos conceptos para distinguir entre las actividades económicas bajo el comunismo a aque­llas que están organizadas por instituciones políticas de otras que serían organizadas directamente por los propios camaradas.

Ilustraciones: Javier Reboursin (instagram.com/javirebour)

MM
El sector privado de la economía al que haces refe­rencia, donde también existiría el dinero como medio de cambio, ¿no es una forma de mercado compatible con una sociedad comunista?

SM
Sí y no. Mi punto es simplemente que en una so­ciedad comunista no sería necesario prohibir el inter­cambio y que las relaciones de intercambio no serían un peligro para un modo de producción comunista. Una de las ideas importantes de historiadores marxis­tas como Ellen Wood y Robert Brenner es que no hay ninguna tendencia histórica a que el intercambio y el comercio se conviertan en capitalismo, que solo surge cuando la gente se ve obligada a depender del mercado para sobrevivir.

Si un modo de producción comunista garantiza a todos el acceso incondicional a todo lo que necesitan para vivir una vida buena y estable (como alimentos, medicinas, vivienda, educación), la existencia de algún tipo de relaciones de mercado nunca sería una amena­za. Así que si algunos comuneros, por la razón que sea, quisieran dedicar parte de su tiempo libre a producir e intercambiar bienes o servicios, no habría ninguna razón para prohibirlo, aunque decidieran ganar su pro­pio dinero. Mientras la tierra y la fuerza de trabajo no se mercantilicen, y mientras nadie dependa del merca­do, las relaciones de intercambio nunca serán más que marginales.

MM
Para concluir, me gustaría conocer tu opinión acerca de las experiencias revolucionarias del siglo XX. ¿Cuál es la relación entre las sociedades que surgieron de esos triunfos revolucionarios y el concepto de socialismo? ¿Qué enseñanzas podemos extraer de esas experiencias para la lucha socialista en este siglo?

SM
Muchas de las revoluciones socialistas del siglo XX fueron auténticos movimientos emancipadores. Pero por una serie de razones diferentes, que no pue­den resumirse en unas pocas frases, todas acabaron en sistemas políticos autoritarios que estaban muy lejos del ideal comunista de libertad. Creo que es sumamente importante aprender de las victorias, las derrotas y los errores de los movimientos socialistas del siglo XX y, aunque es imposible sintetizar estas lecciones en forma de consigna, creo que una de las lecciones quizá más im­portantes que hay que aprender de esas experiencias es que la abolición del capitalismo debe implicar también la abolición del Estado-nación moderno. 

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SØREN MAU
Filósofo e investigador postdoctoral residente en Copenhague, Dinamarca. Es autor de Mute Compulsion: A Marxist Theory of the Economic Power of Capital (Verso, 2023).

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Fuente:

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