Aún es posible actuar para entrar por el sendero ideal. Aunque no es fácil, pues el poder es como la miel: empalaga
¿Cómo ser efectivos en política electoral sin perder los principios y los valores que le han significado a la izquierda miles de mártires? ¿Cómo inmiscuirse en la disputa por la cosa pública, y, en su administración, sin perder el norte?
Equipo DesdeAbajo
Nadie aprende en cabeza ajena…, es un dicho que comprueba su validez una y otra vez. Es un decir sorprendente, en tanto que resume la paradoja del ser humano, que en el aúne de las condiciones objetivas y subjetivas necesarias, a pesar de ser racional, no actúa ni reflexiona ni concluye, haciéndole honor a esa condición que lo diferencia del resto de animales con los que comparte el planeta.
Contrario a ello, enceguecido por la soberbia que quita la luz a cada humano, a pesar de conocer lo sucedido en otras ocasiones a quienes cruzaron sin salvavidas un caudaloso río, se lanza a sus aguas, convencido de que él sí saldrá al otro lado. Y el resultado, una vez dado o con esa evidencia, no le permite lamentar el no haber “aprendido en cabeza ajena”.
Al caudaloso río de la política partidista por el control del gobierno se lanzan, una y otra vez, “puros” e “impuros”. Todos, más que seguros de no dejarse llevar por sus caudalosas aguas, mas, una vez golpeados por sus corrientes, no parece haber quien se resista y casi sin excepción, unos y otros, terminan a merced de la fuerza de esas corrientes, perdidos tras sus poderes y artimañas.
En el caso de los “puros”, reunidos casi todos por décadas en pequeñas formaciones forjadas en la oposición, en muchas ocasiones opuestas por principio a lo electoral –antielectoral, antioligárquico–, los nuevos tiempos de la acción política los conmueve y lleva a inéditos quehaceres. Es así como del idealismo de la acción política, pensando y luchando por una sociedad de iguales, con un funcionamiento orgánico de células, plenos y congresos, en tiempos casi siempre interminables, se pasa al realismo político con el cual todo gira alrededor del voto, en tiempos precisos y limitados, sin idealismo y sí con pragmatismo, en el que prima la cantidad sobre la calidad, la efectividad sobre el filosofar y lo operativo sobre lo discursivo.
Es así como, teniendo o dado por hecho, el protagonismo de x o y sectores sociales, se pasa de las ‘alianzas’ estratégicas, soportadas en las identidades ideológicas y políticas generales sobre la sociedad por construir –con un actuar táctico, caracterizado por la agitación repetida de un escenario sin precisar los matices de contradicción y polarización–, a las alianzas coyunturales centradas en el voto para el candidato a la presidencia, la gobernación o la alcaldía. Son alianzas en las que en no pocas ocasiones termina primando la capacidad del aliado para llevar gente a las urnas, y a un lado queda su pasado o presente ideológico y político, su diseño programático, su pretendido de sociedad por construir.
Es un actuar que estuvo muy presente en la campaña que lideró el Pacto Histórico en 2022 y que llevó a Gustavo Petro a la función que hoy ejerce. Como es conocido, el candidato hizo todo lo posible por ganar en primera vuelta contando como fórmula presidencial a César Gaviria, o ya en cabeza de Luis Pérez, sin importar lo que cada uno de ellos representa en buena parte del imaginario popular. ni las consecuencias que deparan este tipo de alianzas, non sanctas. Los acuerdos logrados con políticos en prisión también hicieron parte de aquello, junto con los compromisos allí adquiridos. En la estadística de la campaña presidencial estaba impuesto el cálculo de que solo concretando una de estas alianzas se sumarían los votos necesarios para obtener la primera magistratura del país. El triunfo, por tanto, de la mano de una reacción de último momento de la juventud, en el nivel nacional, de las fuerzas que arrastró Francia Márquez en el sur y el Pacífico colombianos, y de las indecisiones y contradicciones de última hora de Rodolfo Hernández, fue una sorpresa.
Tal proceder también se impuso en la incorporación de activos para un fortalecimiento artificial del Pacto Histórico, que, de manera similar con lo acaecido en Venezuela, con lo que luego fue conocido como boliburguesía, llevó al escenario nacional “rojo” o descompuso a cantidad de gente que nunca o poco antes había sido activo de las causas populares. Se trataba de un crecimiento de adherencias solo favorecido por la conveniencia que los recién llegados veían en hacer parte de los “rojos rojitos”, como decía Hugo Chávez, un carné obligatorio para ser funcionario, un trabajo visto como espacio expedito para apropiarse –robarse– de lo público. Decenas de personajes así se hicieron ricos o millonarios y habitan hoy por fuera de Venezuela, algunos de ellos huyendo de la justicia de su país, mientras otros no. Y el fenómeno se prolonga.
En Colombia apenas empieza. Meses atrás quedaron salpicadas personas del entorno inmediato del Presidente, y ahora quedan en la picota pública otras que se suponía de larga trayectoria social. Otros, de estirpe verde y rojo desteñido, recuerdan que el Estado colombiano siempre ha sido visto y asumido como coto de caza, al cual se llega para hacerse rico en pocos años.
Como parte de este devenir, hoy estamos ante un proceder que arrea los principios y valores de un proyecto histórico de cambio, baluarte ideal de la izquierda de la “vieja guardia”, y que la lleva a aparecer ante los ojos de las mayorías como “igual a todos los políticos”, hasta llegar a escuchar, con tristeza, en los comentarios informales en el vecindario, que “todos son corruptos”. Tal conclusión extenderá sus consecuencias sobre el conjunto de la izquierda y de los movimientos sociales alternativos por años, y que con dificultad será superado.
Ante una realidad que obliga a reflexionar sobre la relación entre ideal –utopía– y realidad –pragmatismo–, ¿cómo ser efectivos en política electoral sin perder los principios y los valores que le han significado a la izquierda miles de mártires? ¿Cómo inmiscuirse en la disputa por la cosa pública, y, en su administración, sin perder el norte?
Y la respuesta a ello reposa. claramente y como primer factor, en las gentes: solo actuando con una dinámica donde los de abajo son quienes controlan y determinan el rumbo del gobierno es posible no errar ni perder el horizonte. Es decir, según los principios zapatistas –tales como: mandar obedeciendo; bajar y no subir; servir y no servirse. Un actuar así, “ideal”, que impida que el triunfar –en tiempo inmediato– implique perder –en tiempo futuro.
Por otra parte, y como segundo factor, descansa en reconocer y actuar por superar la inexistencia de las grandes y siempre deseadas grandes mayorías dispuestas a movilizarse por el bien del país, es decir, robustecidos sectores sociales del factor patriótico y dispuestas por ello a liderar la reivindicación de una sociedad de iguales y en que prime la justicia y la paz real.
En todo caso, la suma de escándalos por corrupción y desmanes con la mala administración de lo público, que por meses, con mayor eco en las últimas semanas, y que han copado la cotidianidad nacional, llaman a corregir el rumbo, no sea que el actual gobierno termine siendo visto no como el primero de un período de cambio y en transición hacia la sociedad deseada y sí como el último de un gobierno con amarras dentro de lo tradicional de la política.
Aún es posible actuar para entrar por el sendero ideal. Aunque no es fácil, pues el poder es como la miel: empalaga.
Autor/a: Equipo DesdeAbajo
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