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LA NUEVA ERA DE LAS PLAGAS DEL CAPITALISMO.

CAPITALISMO Y PANDEMIAS
Las pandemias serán más frecuentes, se extenderán más rápidamente y matarán a más personas (I)

IAN ANGUS

covid-salud-mental. Foto: Amin Moshrefi/Unsplash

“Hemos entrado en una era de pandemias”. – Dr. Anthony Fauci

Este es el primero de una serie de artículos sobre las causas e implicaciones del descenso del capitalismo global a una era donde las enfermedades infecciosas son cada vez más comunes. Mis opiniones están sujetas a debate continuo y a la prueba de la práctica. Espero sus comentarios, críticas y correcciones – Ian Angus.[1]

El primer caso de lo que luego se llamó Covid-19 se diagnosticó en Wuhan, China, en diciembre de 2019. En cuestión de meses, esta zoonosis –es decir, una enfermedad de origen animal– se extendió a una velocidad sin precedentes, afectando a todos los países, sino a todas las persona, del planeta.

En marzo de 2024, fuentes oficiales estimaban que 703 millones de personas en todo el mundo habían contraído el Covid-19 y que algo más de 7 millones de ellas habían muerto[2], pero la realidad es mucho peor. The Economist calcula que el “exceso de mortalidad” durante la pandemia es de dos a cuatro veces superior a las cifras oficiales[3], lo que la convierte en la tercera pandemia más mortífera de los tiempos modernos, superada sólo por la gran gripe de 1918-1920 y el VIH/SIDA desde 1980.

Además de sus efectos directos sobre la salud y la mortalidad, la pandemia ha desencadenado lo que el Banco Mundial describe como “la mayor crisis económica mundial desde hace más de un siglo”[4]: ​​el número de personas que viven en la pobreza absoluta ha aumentado en al menos 500 millones, la educación de cientos de millones de niños y adultos jóvenes se vio interrumpida y se perdieron innumerables empleos. “La actividad económica se contrajo en 2020 en aproximadamente el 90% de los países, superando al número de países que experimentaron tal caída durante las dos guerras mundiales, la Gran Depresión de la década de 1930, las crisis de deuda de las economías emergentes de la década de 1980 y la crisis financiera global de 2007-2009”[5].

A diferencia de las pandemias anteriores, el Covid-19 es parte de una ola de nuevas enfermedades infecciosas que, según los científicos, marca la llegada de un período “cualitativamente distinto” en la salud humana[6], que “revertirá muchos de los avances logrados en el siglo XX en la lucha contra las enfermedades infecciosas mortales... [y] volverá a la humanidad a un régimen de salud anterior caracterizado por una alta mortalidad debida a enfermedades infecciosas mortales”. Contrariamente a las predicciones optimistas del siglo XX, las enfermedades infecciosas no han sido derrotadas. Están proliferando nuevas enfermedades y muchas enfermedades que se creían erradicadas han resurgido y plantean una gran amenaza para la salud humana[7].

La lista de las recién llegadas incluye la chikungunya, la fiebre Q [inhalación de polvaredas contaminadas por animales infectados], la enfermedad de Chagas, las gripes múltiples, la peste porcina, la enfermedad de Lyme, Zika, SARS, MERS, Nipah [transmitido a través de bebidas y alimentos contaminados con excrementos de murciélago frugívoro], Mpox [viruela del mono], Ébola y muchas otras, además de enemigos resurgentes como el cólera, el ántrax, la polio, el sarampión, la tuberculosis, la malaria y la fiebre amarilla. Según las Proceeding of the National Academy, al ritmo actual, la probabilidad anual de epidemias extremas podría triplicarse en las próximas décadas[8].

Como escribe el epidemiólogo marxista Rob Wallace, la aparición y reaparición simultáneas de múltiples enfermedades contagiosas no es pura coincidencia.

No nos equivoquemos, estas sucesivas epidemias están interconectadas. Y no nos llegan por casualidad; representan los resultados no deseados de lo que hacemos. Reflejan la convergencia de dos formas de crisis en nuestro planeta. La primera crisis es ecológica, la segunda es médica. Cuando los dos se cruzan, sus consecuencias compartidas emergen como un conjunto de nuevas enfermedades extrañas y terribles, que surgen de fuentes inesperadas[9].

A mediados de 2020, mientras los políticos científicamente analfabetos seguían afirmando que la Covid-19 no era peor que la gripe y que pronto desaparecería, la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) convocó a un grupo multidisciplinario de expertos científicos para resumir el estado del conocimiento científico sobre el Covid-19 y otras enfermedades que se transmiten de animales a humanos[10]. El informe de los expertos – que tuvo la singular ventaja de no haber sido diluido ni alterado por políticos y burócratas – ofreció una explicación muy diferente de los peligros que plantean las enfermedades zoonóticas en nuestro tiempo. Aquí hay algunos extractos:“Las pandemias representan una amenaza existencial para la salud y el bienestar de las personas en nuestro planeta. La evidencia científica revisada en este informe muestra que las pandemias son cada vez más frecuentes, debido al aumento continuo de las enfermedades emergentes subyacentes que las desencadenan. En ausencia de estrategias preventivas, las pandemias aparecerán con mayor frecuencia, se propagarán más rápidamente, matarán a más personas y afectarán a la economía global con un impacto más devastador que nunca”.

“El riesgo de una pandemia está aumentando rápidamente: cada año surgen más de cinco nuevas enfermedades en humanos, cada una de las cuales tiene el potencial de propagarse y convertirse en una pandemia. El riesgo de una pandemia está vinculado al aumento exponencial de los cambios antropogénicos. Por lo tanto, es un error responsabilizar a la fauna salvaje de la aparición de enfermedades, porque la aparición es causada por las actividades humanas y el impacto de estas actividades en el medio ambiente”.

“Las causas subyacentes de las pandemias son los mismos cambios ambientales globales que están impulsando la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Estos incluyen el cambio de uso de la tierra, la expansión e intensificación de la agricultura y el comercio y consumo de especies salvajes”.

En resumen, la destrucción ecológica global que los científicos del sistema terrestre han denominado la “Gran Aceleración” [Great Acceleration] está llevando a la humanidad a una era de “Gran Enfermedad” [Great Sickening]. A menos que se realicen cambios radicales, podemos esperar que la Covid-19 no sea la última pandemia mundial, ni la más mortífera.

Un fenómeno sin precedentes en la historia

Al comienzo de la crisis, el historiador Mike Davis [1946-2022] describió la aparición del Covid-19 como una “apertura a una era de pestes”[11]. Esta nueva era de calamidades plantea un gran desafío a los movimientos por un desarrollo humano sostenible, tanto en el corto plazo: ¿qué medidas deberíamos exigir para mitigar los efectos devastadores de la Covid y sus sucesoras? –y a largo plazo– ¿cómo afectará la presencia y la probable aparición de nuevas enfermedades mortales a nuestra capacidad de levantar un mundo nuevo a partir de las cenizas del viejo?

La era de las pandemias da una nueva urgencia al lema clásico “socialismo o barbarie” y podría decirse que inclina aún más la balanza de las probabilidades sociales hacia lo que, según Marx y Engels, podría ser “la ruina de las diversas clases en lucha” [Manifiesto Comunista].

Ésta no es una crisis como cualquier otra y no debería tratarse como un paso más en la larga lista de males del capitalismo. Como escribe Sean Creaven en Contagion Capitalism, “hay muchas razones para ver la actual crisis epidemiológica de la sociedad (e incluso de la naturaleza) como cualitativamente diferente de todas las que la han precedido, es decir, como históricamente sin precedentes”[12].

Una crisis sin precedentes requiere una respuesta sin precedentes. Para afrontar el desafío, la izquierda no debe limitarse a criticar los fracasos de los gobiernos y culpar al capitalismo por ellos. No podremos superar, ni escapar a la era de las pandemias, si no desarrollamos un análisis científico (social y biológico) serio de la crisis epidemiológica del antropoceno. El colectivo revolucionario Chuang[13] lo dice claramente en su relato esencial de la pandemia en China, Social Contagion:

No es el momento de emprender un simple ejercicio marxista de “Scooby-Doo” [Scoubidou] de quitarle la máscara al villano para revelar que, sí, de hecho, ¡fue el capitalismo el que causó el coronavirus desde el principio!… Por supuesto, el capitalismo es culpable, pero ¿cómo se relaciona exactamente la esfera socioeconómica con la esfera biológica y qué lecciones podemos aprender de toda esta experiencia?[14].


Artículo original publicado en el sitio web Climate&Capitalism, 5/3/2024
Traducción: viento sur

Notas
[1] David M. Morens and Anthony S. Fauci, “Emerging Pandemic Diseases: How We Got to COVID-19,” Cell 182, no. 5 (September 2020): 1077. Anthony S. Fauci, immunólogo, ex-consejero sanitario en jefe el Presidente de los Estados Unidos (enero 2021-diciembre 2022) y director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases (1984-2022).

[2]Coronavirus Tracker,” March 2, 2024.

[3]Excess Mortality during the Coronavirus Pandemic (COVID-19),” Our World in Data (blog), February 29, 2024.

[4] World Bank, World Development Report 2022, (Washington, DC: World Bank, 2022).

[5] World Bank, 1.

[6] Ronald Barrett et al., “Emerging and Re-Emerging Infectious Diseases: The Third Epidemiologic Transition,” Annual Review of Anthropology27, no. 1 (October 1998): 248.

[7] Katherine Hirschfeld, “Microbial Insurgency: Theorizing Global Health in the Anthropocene,” The Anthropocene Review 7, no. 1 (April 2020): 4.

[8] Marco Marani et al., “Intensity and Frequency of Extreme Novel Epidemics“, Proceedings of the National Academy of Sciences 118, no. 35 (August 31, 2021): 1.

[9] Rob Wallace, “The Virus and the Virus,” Counterpunch (blog), June 14, 2013.


[11] Mike Davis, “C’est La Lutte Finale,” Progressive International, April 30, 2020.

[12] Creaven, Sean, Contagion Capitalism: Pandemics in the Corporate Age (London: Routledge, 2024), 255.

[13] La versión francesa tiene por título Contagion sociale. Guerre de classe et pandémie en Chine, Niet Editions, août 2022. El editor precisa: “Chuang es un colectivo comunista internacional la mayoría de cuyos miembros vive en China. En Contagion sociale, relatan la historia inédita de la epidemia de Covid-19 en Wuhan y en el resto del país, y cuentan las luchas cotidianas de la población, cercada entre un virus letal y un Estado represivo” (Réd.).

[14] Chuang, Social Contagion: And Other Material on Microbiological Class War in China (Chicago, IL: Charles H. Kerr Publishing Company, 2021), 10.

La evolución constante crea “enemigos resistentes y peligrosos” en el Antropoceno (II)

IAN ANGUS
21/MAR/2024|


[Segunda contribución de un estudio de varias partes – ver arriba la primera parte – sobre las causas e implicaciones de la entrada del capitalismo global en una era donde las enfermedades infecciosas son cada vez más comunes. Mis opiniones están sujetas a debate continuo y a la puesta a prueba de la práctica. Se aceptan aclaraciones y correcciones – IA]

La mayoría de los relatos sobre la pandemia del Covid-19 no plantean la pregunta: ¿por qué ahora? ¿Por qué un virus que durante siglos vivió pacíficamente en un animal salvaje de la China rural de repente ha atacado a millones de humanos en todo el mundo1/?

Para que un virus potencialmente mortal cause una enfermedad, las condiciones deben ser las adecuadas para que infecte a una planta o un animal y se multiplique. Y para que una enfermedad se convierta en epidemia o pandemia, las condiciones deben ser las adecuadas para que se propague rápidamente a otras personas. Las epidemias y pandemias son a la vez micro-biológicas y macro-ecológicas2/: surgen y se propagan a través de la interacción y el conflicto entre el cambio biológico y el cambio social.

Para comprender por qué están aumentando las nuevas enfermedades virales en la actualidad, primero nos centraremos en la incesante evolución de las entidades biológicas más pequeñas y numerosas de la Tierra.

***

Si se pregunta a la mayoría de las personas qué son los virus, responderán que son microbios y bacterias. De hecho, hasta hace poco, así los veían la mayoría de los científicos: en 1977, los famosos biólogos Jean y Peter Medawar escribieron que un virus es “simplemente una mala noticia envuelta en una proteína”. Nadie podía ver un virus antes de la invención del microscopio electrónico en la década de 1930 y, a menos que causara una enfermedad, los científicos no sabían que era necesario investigarlo. Durante décadas, los virus se han clasificado según su apariencia y su impacto en la salud humana.

Sólo en este siglo el análisis genético automatizado ha permitido la rápida identificación de un gran número de virus, lo que ha provocado una revolución en el campo de la virología. Estudio tras estudio, los científicos están descubriendo miles de virus previamente desconocidos, tan numerosos que los esfuerzos para catalogarlos han tenido dificultades para mantenerse al día y no tenemos ninguna idea de lo que hacen la mayoría de ellos (si es que hacen alguna cosa).

Las cifras son terroríficas. ¿Se puede realmente entender cifras como las de los 10 31/ virus individuales estimados en la Tierra, lo que es 10 millones de veces más que el número estimado de estrellas en el Universo? Cada litro de agua de mar contiene alrededor de 100 mil millones de virus, y el polvo arrastrado por el viento transporta unos 800 millones de virus a cada metro cuadrado de la superficie terrestre cada día. Hay alrededor de un billón de virus en nuestro cuerpo en un momento dado: algunos infectan a nuestras células humanas, otros infectan a los millones de bacterias que todos albergamos y otros simplemente pasan a través de nuestra alimentación o de nuestro aliento.

Como escribe el biólogo evolutivo John Thompson, son, en muchos sentidos, “la forma de vida más exitosa en la Tierra”3/.

“Los virus son, con diferencia, las entidades orgánicas más abundantes que conocemos; de hecho, probablemente estén más extendidos que todas las demás formas de vida juntas... Cada nicho ecológico en el que se puede encontrar vida ha sido penetrado por la virosfera. Más de 100 millones de tipos de virus infectan a todas las especies de seres vivos, incluidos los animales, los microbios y las plantas”4/.

La mayoría de los virus son especialistas que sólo pueden infectar a especies concretas de microorganismos, plantas o animales y, por lo general, sólo a tipos específicos de células de especies concretas. La rabia, por ejemplo, primero infecta a las células musculares de algunos mamíferos y luego ataca sus células cerebrales. Los virus del Ébola se dirigen a las células del hígado y al sistema inmunológico de los humanos, así como a las paredes de sus venas y arterias. Los coronavirus infectan a las células del tracto respiratorio humano, algunos causan síntomas leves de resfriado y otros causan SARS (síndrome respiratorio agudo severo) o el Covid-19.

Los virus desempeñan un papel importante en los ciclos biogeoquímicos* que definen y gobiernan todo el sistema terrestre. Algunos virus matan cada día a miles de millones de organismos unicelulares en los océanos, haciendo fluir (y en última instancia reciclando) a millones de toneladas de carbono orgánico. Aproximadamente una cuarta parte del carbono fijado pasa a través de estos procesos virales, y el cinco por ciento del oxígeno que respiramos proviene de la fotosíntesis estimulada por los virus en los océanos. Muchos virus coexisten en relaciones simbióticas permanentes dentro de las células de plantas y animales, matando a bacterias dañinas, estimulando la producción de sustancias químicas esenciales, ayudando a la digestión y muchas otras cosas más. Aproximadamente el 8% del genoma humano está formado por ADN proveniente de diversos virus.

Pero en este artículo me centro en la pequeña minoría, una fracción del uno por ciento de todas las especies de virus, que pueden causar enfermedades en humanos y otros animales. Dos características biológicas, comunes a todos los virus, hacen que estos agentes patógenos potenciales sean particularmente peligrosos.

1.- Los virus no pueden reproducirse por sí solos. Los virus no se parecen a ninguna otra forma de vida; de hecho, continúa el debate sobre si son seres vivos o no. No tienen un sistema metabólico propio ni una fuente de energía para hacer nada. Se trata de una vida (si ese término se aplica) reducida a un puñado de instrucciones de ARN (ácido ribonucleico) o ADN (ácido desoxirribonucleico) para hacer copias de sí misma. Sólo puede reproducirse entrando en una célula viva y secuestrando a sus mecanismos reproductivos. Al hacerlo, pueden crear cientos o miles de copias y liberarlas al medio ambiente en cuestión de horas.

Este proceso reproductivo puede provocar enfermedades, ya sea impidiendo que las células realicen funciones esenciales para el organismo en su conjunto, sea provocando una reacción exagerada del sistema inmunológico del huésped o mediante una combinación de ambas. Como escribe la viróloga Marilyn Roossinck:

“Si imaginamos que los virus tienen un objetivo, es simplemente multiplicarse. No están impulsados ​​a causar enfermedades ni a hacer el bien; sólo quieren producir más virus. A veces, en este impulso de reproducirse benefician a sus anfitriones y, en este caso, puede haber una fuerte selección para mantener la relación. Otras veces, accidentalmente causan daño a sus anfitriones, especialmente si ellos y su anfitrión tienen una nueva relación que aún debe perfeccionarse mediante la adaptación y la evolución. En última instancia, un virus se adaptará a cualquier cosa que favorezca su reproducción” 5/

A pesar del término de “objetivos”, los virus no buscan en modo alguno nuevas células para infectar. Cuando no están en las células, los virus son inertes y no pueden hacer nada. Sólo el contacto accidental con células adecuadas les permite comenzar a reproducirse nuevamente, pero como hay millones de ellas, existe una buena posibilidad de que algunas de ellas infecten a nuevas células y comiencen a reproducirse nuevamente6/.

2.- Los virus están en constante evolución a medida que se reproducen. A diferencia de las células, los virus no se reproducen dividiéndose. Obligan a la célula huésped a crear las proteínas necesarias y luego ensamblarlas en copias de sí misma. A diferencia del ADN, con su famosa estructura de “doble hélice”, que identifica y corrige los errores de copia cuando una célula se divide, el material genético de la mayoría de los virus es el ARN, que no tiene esa capacidad de corrección de errores. En promedio, hay un error o mutación en cada copia de un virus de ARN7/. Si dos tipos de virus infectan a la misma célula, pueden mezclar sus genes, creando híbridos. La mayoría de las mutaciones y los intercambios de genes debilitan o desactivan el virus, pero aquellos que confieren una ventaja de supervivencia tienden a propagarse por toda la población viral.

“Esta mezcla de genes crea infinitas oportunidades para que nuevos virus y partículas virales evolucionen y pasen a través de diversas formas de vida. Así, a lo largo de varios miles de millones de generaciones, los primos antiguos crean descendientes que son progresivamente más distintos entre sí”8/.

En esencia, la combinación de errores de copia y selección natural darwiniana conduce a una gran cantidad de experimentos de evolución viral simultáneos. Como señaló el biólogo Richard Levins hace tres décadas, los constantes cambios evolutivos dan a los patógenos microbianos una ventaja significativa sobre la ciencia médica.

“La composición genética de las poblaciones de patógenos... cambia fácilmente, no sólo a largo plazo, sino también en el transcurso de una sola epidemia y dentro de un solo huésped durante un episodio de enfermedad. La biología de los patógenos está sujeta a fuertes demandas opuestas para seleccionar el acceso a los nutrientes, evitar las defensas del organismo y navegar hacia un nuevo huésped. Las variaciones en el estado nutricional del organismo, su sistema inmunológico, la presencia o ausencia de otras infecciones, el acceso al tratamiento, el régimen de tratamiento y las condiciones de transmisión son factores que empujan y atraen la composición genética de las poblaciones de patógenos en diferentes direcciones. Esto significa que constantemente vemos surgir nuevas cepas, que difieren en su resistencia a medicamentos y antibióticos, su evolución clínica, su virulencia y sus características bioquímicas. Algunos incluso desarrollan resistencia a tratamientos que aún no se han utilizado si estos amenazan la supervivencia de los patógenos del mismo modo que los tratamientos antiguos” 9/.

Un virus que mata a su huésped muere a menos que pueda infectar a otro antes de que muera el primer huésped. Normalmente, este movimiento sólo ocurre dentro de una especie, pero pueden ocurrir infecciones zoonóticas cuando un virus salta de los animales a los humanos. En este caso, un virus que es inofensivo para la especie original puede causar enfermedades graves o incluso la muerte en la especie siguiente. Pero un virus no puede infectar a una nueva especie si no se cumplen las condiciones necesarias para que la especie cambie. El ecologista Jaime García-Moreno explica que las barreras físicas y biológicas para el cambio de una especie a otra han hecho que estos cambios sean relativamente raros.

“Los agentes patógenos a menudo están confinados a una especie huésped (o grupo de especies relacionadas) y por lo tanto, aunque uno está continuamente expuesto a múltiples patógenos que tienen otras especies como huéspedes, la mayoría de ellos no pueden infectar a los humanos y no lo hacen; aquellos que lo consiguen rara vez causan enfermedades en las personas humanas y casi siempre conducen a la ruptura de las cadenas de infección...

Está claro que la mera aparición de un nuevo patógeno no es suficiente para causar una nueva enfermedad, porque muchos factores determinan en última instancia si un agente patógeno puede infectar a un huésped potencial y si la infección puede propagarse desde el mismo -distribución del huésped, liberación del agente patógeno del huésped y supervivencia, exposición de humanos (o de otro nuevo huésped) o respuesta inmunitaria, por nombrar algunos. Estamos expuestos a muchos virus todos los días, pero sólo unos pocos de ellos han desarrollado los mecanismos necesarios para provocar un ciclo exitoso de infección en personas humanas”10/.

Sin embargo, a lo largo de los siglos, muchos virus han conseguido dar el salto. Sin duda, los primeros cazadores contrajeron enfermedades mortales a través de la sangre de los animales que mataban, despiezaban y comían, pero sus sociedades eran demasiado pequeñas para que los patógenos persistieran como enfermedades humanas. La situación cambió con la revolución neolítica, cuando la cría de animales puso a un gran número de seres humanos en contacto directo y frecuente con los animales.

“La cría ha creado una ‘ganancia inesperada para nuestros microbios’. Cuando domesticamos animales sociales, como las vacas y los cerdos, ya padecían enfermedades epidémicas que esperaban ser transmitidas a nosotros”11/.

Pero el simple hecho de cambiar a huéspedes humanos no garantizaba el éxito viral a largo plazo. Para seguir siendo patógeno para los humanos, un virus debe poder saltar a los humanos no infectados antes de que las personas infectadas mueran o desarrollen inmunidad. Esta condición se cumplió con la formación de grandes asentamientos y ciudades que acompañaron la adopción de la agricultura. Un gran número de personas que vivían muy cerca unas de otras proporcionaban un entorno ideal para que los patógenos animales se propagaran y se adaptaran a la biología humana.

Desde el período Neolítico, cientos de virus han saltado con éxito de animales a humanos, infectando primero a comunidades locales y luego propagándose a los cuerpos de soldados y comerciantes. En algunos casos –la invasión europea de las Américas es un ejemplo particularmente horrible– causó pandemias que mataron a millones de personas que no habían desarrollado inmunidad.

La mayoría de las enfermedades infecciosas que afectan a los humanos hoy en día (incluidos los virus, las bacterias, los hongos y los parásitos) se originaron en animales domésticos y salvajes. Según un informe publicado en 2020, “En todo el mundo, las 13 zoonosis más comunes han tenido el mayor impacto en los ganaderos pobres de los países de ingresos bajos y medianos y han causado aproximadamente 2.400 millones de casos de enfermedad y de 2,7 ​​millones de muertes en humanos por año”12/. Estas cifras han quedado obsoletas casi de inmediato por el Covid-19.

La cantidad de patógenos microscópicos que enfrentamos hoy no tiene precedentes en nuestra historia, y habrá más por venir. Como dijo un panel de expertos científicos al gobierno de Estados Unidos en 1993:

“No es realista esperar que la humanidad logre una victoria completa sobre la multitud de enfermedades microbianas existentes o las que aparecerán en el futuro… Los microbios se encuentran entre los organismos más numerosos y diversos del planeta; los microbios patógenos pueden ser enemigos resistentes y peligrosos. Aunque es imposible predecir su aparición individual en el tiempo y el espacio, podemos estar seguros de que aparecerán nuevas enfermedades microbianas…

Aunque hay pocas posibilidades de que un organismo seleccionado al azar se convierta en un patógeno humano eficaz, la gran variedad de microorganismos en la naturaleza aumenta estas posibilidades... La coevolución de los patógenos y sus huéspedes animales y humanos seguirá siendo un desafío para la ciencia médica, porque el cambio, la novedad o ‘novedad’ son una parte integrante de estas relaciones…”13/.

Los cambios ambientales radicales, impulsados ​​por el inexorable impulso del capitalismo de crecimiento a toda costa, han debilitado las barreras naturales contra la aparición de nuevos patógenos y han aumentado las oportunidades para que virus agresivos infecten a los humanos. Como resultado, estamos viendo el surgimiento de un mayor número de enfermedades zoonóticas y podemos esperar que las pandemias globales caractericen cada vez más el Antropoceno.

16/3/2023


Artículo original publicado en el sitio web de Ian Angus Climate&Capitalism, 14/3/2024
Traducción: viento sur

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Notas

1/ Algunos lectores han preguntado sobre las afirmaciones de que el virus proviene de un laboratorio chino. Se están realizando investigaciones sobre el origen exacto, pero la evidencia del origen animal es muy sólida, mientras que la evidencia de un vínculo de laboratorio es prácticamente inexistente. Ver: https://www.msnbc.com/the-mehdi-hasan-show/the-mehdi-hasan-show/covid-origin-report-lab-leak-theory-manmade-debunked-rcna91500

2/ Chu?ng, Social Contagion: And Other Material on Microbiological Class War in China (Chicago, IL: Charles H. Kerr Publishing Company, 2021), 24.

3/ John N. Thompson, Relentless Evolution (Chicago: Univ. of Chicago Press, 2013), 113.

4/ Anne Aronsson; Fynn Holm, “Multispecies Entanglements in the Virosphere: Rethinking the Anthropocene in Light of the 2019 Coronavirus Outbreak,” The Anthropocene Review 9, no. 1 (2022): 26.

5/ Marilyn J. Roossinck, Viruses: A Natural History (Princeton: Princeton University Press, 2023), 64.

6/ Dorothy Crawford, Viruses: The Invisible Enemy, 2nd ed. (Oxford: Oxford University Press, 2021), 14.

7/ Roossinck, Viruses, 138.

8/ Pranay G. Lal, Invisible Empire: The Natural History of Viruses (Gurugram, Haryana, India: Penguin/Viking, 2021), 41.

9/ Richard Levins, “When Science Fails Us”, International Socialism, September 1996.

10/ Jaime Garcia-Moreno, “Zoonoses in a Changing World,” Bioscience 73 (n.d.): 712.

11/ Jared M. Diamond, Guns, Germs, and Steel: The Fates of Human Societies (New York: Norton, 1999), 205–6.

12/ Md. Tanvir Rahman et al., “Zoonotic Diseases: Etiology, Impact, and Control”, Microorganisms 8, no. 9 (September 12, 2020): 1405.

13/ Institute of Medicine, Emerging Infections: Microbial Threats to Health in the United States, ed. Joshua Lederberg, Robert E. Shope, and Stanley C. Oaks, 3. (Washington, DC: National Acad. Press, 1993), 32, 44.

___________________
* Un ciclo biogeoquímico es el proceso de transporte y transformación cíclica (reciclaje) de un elemento o compuesto químico entre los grandes reservorios que son la geosfera, la atmósfera, la hidrosfera, en los que se encuentra la biosfera.

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Fuentes:


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