El año 2023 terminó con el mercado bursátil estadounidense alcanzado un máximo histórico.
MICHAEL ROBERTS
Los mercados financieros y los economistas ortodoxos respiraron aliviados al comprobar que la economía de EE UU no hubiera entrado en recesión; es decir que la producción nacional no encadenó dos trimestres consecutivos de contracción. Sin embargo, a pesar de que la Reserva Federal incrementase su tipo de interés al nivel más alto en los últimos quince años (el crecimiento real de política monetaria a un máximo de 15 años) el PIB real de EE UU aumentó entre un 2,0 y 2,5 %, ligeramente superior al de 2022. Al mismo tiempo, la tasa de inflación para el consumidor cayó del 8 % en 2022 al 4,3 % en 2023, con la última cifra en sólo un 3,1 %. El desempleo se situó en el 3,6 %, similar al de 2022, aunque existen señales de que aumentó en los últimos meses.
Índice S&P 500- EE UU
Así pues, el consenso de las previsiones económicas al inicio de 2023 se ha demostrado erróneo. Como escribí en mi pronóstico para 2023 titulado La caída inminente: “parece que la mayoría de las previsiones más importantes están de acuerdo: se avecina una recesión para el 2023, si bien las mismas no muestran su profundidad y las regiones a las que afectará”.
Pero como escribí en artículos previos, la referencia del PIB resulta un tanto atípica si se toma en cuenta la actividad económica basada en la renta nacional bruta. Ya que no se ha dado ningún crecimiento en el ingreso nacional real (es decir, las ganancias más los salarios). Si tomamos en cuenta estas dos tasas, el crecimiento económico de EEUU ha sido, aproximadamente, la mitad de la tasa del PIB y considerablemente más bajo que en 2022.
Promedio del PIB y de la Renta Nacional (Porcentaje de crecimiento anual)
¿Por qué esa diferencia tan significativa en 2023? La principal razón es que el crecimiento del PIB no se ha traducido en un incremento de las ventas y los ingresos al mismo tiempo, sino que se ha dado una acumulación de los bienes producidos. De hecho, la industria manufacturera estadounidense está sumida en la más larga recesión de estas dos últimas décadas. La actividad en el sector manufacturero se ha venido debilitando a lo largo de 13 meses consecutivos; la racha más larga desde 2002 según las encuestas realizadas a los directores de compras por el Instituto de Gerencia y Abastecimiento.
Índice de gestores de compra (PMI) en EE UU (por debajo de 50 =, contracción)
De hecho, si se tiene en cuenta la inflación de los precios de los productos en las tiendas y en internet, el volumen de ventas minoristas en EE UU es inferior al de 2022.
Volumen de ventas minoristas en EE UU (Porcentaje de variación anual)
Y la producción manufacturera también está cayendo.
Caída de empresas (Producción manufacturera, variación en relación al año anterior)
En EE UU, sólo el gran sector de los llamados servicios ha conocido una expansión. Y en este sector, el más rápido crecimiento se ha dado en la sanidad, la educación y, obviamente, en la tecnología. La tecnología se disparó en 2023 a medida que se multiplicaban las subvenciones gubernamentales para la industria tecnológica. La Ley de reducción de la inflación (The Inflation Reduction Act) ofrecía incentivos fiscales para los fabricantes de equipos de energía renovable y la compra de vehículos eléctricos. La ley de Chips [semiconductores] y Ciencia, incluía 39 000 millones de dólares en subsidios para los fabricantes de semiconductores.
El giro radical de las grandes tecnológicas en 2023
Valor de mercado conjunto de Alphabet, Amazon, Apple, Meta & Microsoft
El gasto en la construcción manufacturera (sobre todo en la Tecnología de Información) aumentó casi un 40 % en 2022 y ha aumentado otro 72 % en los 10 primeros meses de 2023 en relación al mismo período del año anterior.
Auge de las fábricas
Gasto mensual en la construcción de fábricas
“Tenemos estos impulsores acíclicos que están impulsando la inversión en este sector manufacturero, pero el conjunto del sector sigue en la pelea” dijo Bernard Yaros, renombrado economista estadounidense de la Oxford Economics. La inversión en las factorías se ha dado en la franja más tecnológica del sector, mientras que otras industrias se enfrentan a un exceso de almacenamiento inducido por la pandemia y tasas de interés más altas.
Según el Departamento de Comercio, y tras realizar los ajustes por la inflación, la demanda comercial de bienes de capital, excluyendo aviones y material militar, ha estado cayendo los dos últimos años.
Pedidos de bienes de equipo excluyendo la defensa y la aviación en relación a 2019 (en %)
Así pues, si bien el sector tecnológico crece y es rentable, el resto de las empresas estadounidenses no marcha tan bien. En lo que va de año, los beneficios de las empresas no financieras sólo han crecido un 3 % en relación al año anterior y ahora mismo están cayendo.
Beneficio interanual del sector corporativo no financiero en EE UU
Y todo esto, en Estados Unidos, que es la economía más fuerte del G7 desde el fin de la pandemia.
La economía estadounidense ha superados a muchas economías europeas
Pero hay que tener en cuenta que incluso en EEUU, la tendencia del crecimiento es menor que antes de la Gran Recesión de 2008-2009 y no es mayor que la del promedio del decenio de 2010. Europa apenas levanta cabeza desde la Gran Recesión y la situación ha empeorado desde el final de la pandemia. En 2023, Europa, Suecia, Holanda y Alemania entraron en recesión, con el Reino Unido, Italia y Francia siguiéndoles muy de cerca. Canadá está en recesión y a Japón no le falta mucho para estarlo.
Pero ¿qué pasará en 2024? De cara al 2024, la opinión generalizada es que no habrá recesión en EEUU ni en todo el mundo. Douglas Porter, economista jefe de BMO Capital Markets Economics, resume esta opinión general: “Espero que la mayoría de las principales economías crezcan más lentamente en 2024 que en 2023, pero la reducción de los tipos de interés, el enfriamiento de los precios de la energía y los alimentos y la normalización de las cadenas de suministros evitarán una recesión mundial”.
Veamos. Para empezar, la opinión general es que el crecimiento mundial será inferior al de 2023. Esto es lo que afirmaba en 2023 el FMI: “El pronóstico de referencia es que el crecimiento global caerá del 3,5 % al 3 % en 2023 y al 2,9 % en 2024, muy por debajo del promedio histórico de 2000-2019, del 3,8 %. Se espera que las economías avanzadas se desaceleren del 2,6 % de 2022 al 1,5 % en 2023 y al 1,4 % en 2024 a medida que el endurecimiento de la política monetaria comience a hacer mella. Se prevé que las economías emergentes y en desarrollo experimenten una modesta disminución del crecimiento del 4,1 % en 2022 al 4 % en 2023 y 2024″.
Lo que no tiene nada que ver con un crecimiento para 2024 en EEUU y en todo el mundo.
Pero parece que los tipos de interés oficiales de los bancos centrales han alcanzado el punto más alto. Por lo tanto, ahora los mercados financieros esperan que a partir de 2024 se produzcan reducciones significativas de los tipos. Las tasas de inflación están cayendo en las principales economías, y el desempleo no aumenta, como ya lo he señalado antes. De hecho, el llamado índice de la miseria (la suma de la inflación con la tasa de desempleo) en Estados Unidos y otras economías importantes se ha reducido a la mitad en 18 meses.
Índice de miseria en EE UU (adición de la tasa inflación y desempleo) en %
Lo que desconcierta a mucha gente es que, aparentemente, la economía estadounidense está logrando un aterrizaje suave de la pandemia, con una inflación a la baja, un bajo desempleo y los ingresos medios reales comenzando a subir y que, al mismo tiempo, la opinión pública estadounidense muestre signos de depresión e inseguridad de cara al futuro.
Índice de confianza del consumidor en EE UU
El problema es que la inflación sólo se ha reducido a la mitad y aún se mantiene muy por encima del período pre-pandémico, por debajo del 2 %. Y esta reducción se debe casi en su totalidad al fin del bloqueo de los suministros provocado por la pandemia y, eventualmente, a la caída del precio de los productos energéticos y alimentarios. Como lo han explicado muchos esto tiene poco que ver con la política monetaria de los bancos centrales.
Puede que el índice de miseria haya bajado, pero en Estados Unidos, Japón y Europa muchos hogares siguen sufriendo las secuelas de la caída de la pandemia. Los precios en Europa y EEUU son un 17-20 % superiores en relación al fin de la pandemia. El empleo puede que sea abundante, pero en general está mal pagado y es a tiempo parcial o temporal. Además, según el índice de la Fed de Nueva York, la guerra en Ucrania y ahora la horrible aniquilación de Gaza podría provocar un aumento de la presión sobre la cadena de suministro internacional.
Índice de presión de la cadena de suministro global
Y lo que está ausente en todos los pronósticos optimistas es la situación de las llamadas economías emergentes o en desarrollo del Sur Global. Si se excluye a China, India e Indonesia de la ecuación, el resto de esas economías, particularmente las más pobres y a menudo las más pobladas, se enfrentan a una grave crisis de la deuda que ha provocado el incremento de los impagos de la deuda por parte de los gobiernos y las empresas de los países pobres.
He abordado este tema en muchas otras publicaciones y, aunque las tasas de interés puedan eventualmente descender a lo largo del 2024, su impacto de cara a la capacidad de muchos países para cumplir con sus obligaciones con los fondos de inversión y los bancos de los países ricos y con las agencias internacionales será más débil este año que el anterior.
Todo esto sugiere que aunque la economía estadounidense evitó técnicamente la caída en 2023, que podría haber desencadenado una contracción global, el consenso optimista que se oye este año se podría volver a mostrar erróneo; esta vez en sentido contrario al del año pasado.
Todo ello en lo que respecta a la economía en 2024. Pero también hay que tener en cuenta la política. El año 2024 es el año de las elecciones. Hay 40 procesos electorales programados, que afectarán al 41 % de la población mundial en países que representan el 42 % del PIB mundial.
La más importante de ellas tendrá lugar en Estados Unidos en noviembre, cuyo resultado tiene el potencial para desestabilizar todas las economías y mercados financieros. Donald Trump dice que el mercado bursátil y la economía sólo se mantienen fuertes porque todo el mundo espera que gane en noviembre. Si no lo hace, “entonces asistiremos a una nueva Gran Depresión”. Bueno, este pronóstico no parece probable; incluso podría ocurrir todo lo contrario. Pero no está claro quién ganará; si Biden volverá a presentarse o si Trump o Biden cumplirán otro mandato completo.
Rusia también tiene elecciones presidenciales, pero ahí el resultado no ofrece ninguna duda, no solo porque los medios de comunicación, la comisión electoral y el control estatal están totalmente bajo las manos de Putin y se reprime cualquier oposición, sino también porque la invasión rusa de Ucrania ha aumentado su apoyo popular. Por otra parte, la economía rusa ha evitado la recesión y, de hecho, ha crecido en el último año impulsada por el gasto militar.
En Europa, se tendrán las elecciones al Parlamento europeo en junio, en las que se espera un significativo aumento de los partidos de derecha contrarios a la inmigración y a la integración europea, al mismo tiempo que se oponen a la ayuda de la UE a Ucrania. Pero, probablemente, los actuales partidos de centro derecha pro-israelís y a favor de Ucrania mantendrán la mayoría. Portugal, por otro lado, celebrará elecciones en las que, casi con toda seguridad, los socialistas serán derrotados, arrastrados por los escándalos de corrupción.
Y en el Reino Unido, también habrá elecciones generales este año. El Partido laborista, en la oposición y controlado ahora por una facción de derecha proempresarial, parece dispuesto a ganar a un gobierno conservador incompetente y corrupto que ya ni siquiera cuenta con el apoyo de los miembros del partido, cada vez más enloquecidos y envejecidos. Pero ese gobierno laborista se limitará a continuar como siempre, tanto en la política económica interna como en el apoyo acrítico a la hegemonía global de Estados Unidos.
La otra gran elección se celebrará en India, donde de nuevo el actual presidente exfascista Modi, en el poder desde 2014, parece que saldrá airoso en las elecciones, dado el fuerte crecimiento económico de la India y el descalabro de los partidos de la oposición. Al otro lado de la frontera, en Pakistán, la situación es más tensa ya que el actual gobierno de derechas, respaldado por los militares, pretende derrotar al exprimer ministro Imran Khan, que se enemistó con los militares. En la vecina Bangladesh el actual gobierno autocrático ganará, ya que la oposición está dispuesta a boicotear las elecciones.
Probablemente, las elecciones en Indonesia y Corea del Sur conducirán al status quo de los gobiernos procapitalistas. Es probable que el l Congreso Nacional Africano resista en África del Sur en las elecciones que se celebrarán en mayo, ya que la oposición está dividida, pero el ANC podría caer por debajo del 50 % de los votos por primera vez desde el final del apartheid.
Claudia Sheinbaum, la candidata preferida del actual presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se sitúa en cabeza de las encuestas con un amplio margen. Otra elección clave es la de Venezuela. A través del acuerdo alcanzado con Estados Unidos, se han flexibilizado las sanciones a cambio de la celebración de elecciones generales. El objetivo de Estados Unidos es lograr acabar con el gobierno de Maduro a través del voto popular.
Sólo faltan quince días para las elecciones generales en Taiwán donde el partido gobernante independentista parece que va a retener la presidencia sobre el partido más pro-chino. Esto podría aumentar las tensiones entre Estados Unidos y China.
2024 también podría ser el año en el que el impacto en la productividad y el empleo en auge de la Inteligencia Artificial (IA) sea más evidente. Los tecno-optimistas como Goldman Sachs están babeando ante la perspectiva de fuertes aumentos en el crecimiento de la productividad de Estados Unidos durante el resto de la década actual, que se lograrían, fundamentalmente, a través de reducciones masivas de empleo en muchos sectores de servicios.
En 2024, el gasto en IA aumentará a poco más de 20 000 millones de dólares; es decir, el 0,5 % del gasto total mundial en IA, como afirma John David Lovelock, pronosticador jefe de la firma de investigación en tecnologías de la información (IT) de Gartner. En comparación, los compradores de tecnologías de la información gastarán cinco veces más en seguridad, añade. Sin embargo, Goldman Sachs estima que la inversión en IA aumentará en la última parte de esta década hasta situarse por encima del 2,5% del PIB en 2032.
Incluso si sucede esto, es posible que no se traduzca en un aumento generalizado de la productividad. La gran revolución de internet a finales de la década de 1990 produjo un auge, una burbuja y una caída del mercado de valores, pero apenas supuso un crecimiento de la productividad del trabajo en los años 2000. Como comentó en su momento el recientemente fallecido Robert Slow, sobre el impacto de la tecnología en la productividad: “La era informática está presente en todas partes, salvo en las estadísticas de la productividad”. El crecimiento de la productividad se ha desacelerado a nivel mundial a lo largo de las dos primeras décadas de este siglo.
La esperanza de los más optimistas es que la Inteligencia Artificial (IA) y los LLM [lenguajes de modelo de gran tamaño] den el pistoletazo de salida de una “década de los 20 rugiente”, similar a la vivida en Estados Unidos tras la finalización de la epidemia de gripe española de 1918-1920 y la posterior recesión de 1920-1921. Pero hoy en día no estamos en la misma situación. En 1921 contaban con una potencia manufacturera en rápido ascenso, superando a una Europa devastada por la guerra y una Gran Bretaña en declive. En estos momentos, la economía estadounidense padece un declive relativo, la manufactura se está estancando y EE UU se enfrenta a la amenaza del ascenso de China, lo que le obliga a llevar a cabo guerras por procuración para preservar su hegemonía.
Lo más probable es que 2024 sea un año más de lo que se viene llamando la Larga Depresión que comenzó con la Gran Recesión de 2008-2009, similar a la depresión de finales del siglo XIX (1873-1895) en la mayoría de las principales economías de entonces. A menos que la productividad media aumente rápidamente, el crecimiento de la inversión empresarial general seguirá átono, aun cuando la IA aumente la productividad en algunos sectores. Para lograr un cambio radical en la rentabilidad global del capital se requeriría una limpieza importante (recesión) para eliminar a las empresas débiles (zombis) y aumentar el desempleo en los sectores de bajo valor. Hasta el presente, semejante política de liquidación o de destrucción creativa no ha ganado apoyos en los círculos convencionales o en los políticos oficiales. Es mejor continuar saliendo al paso.
En resumen, 2024 parece presentarse como un año de desaceleración del crecimiento económico para la mayoría de los países y, probablemente, con una caída más aguda en Europa, América Latina y Asía. La crisis de la deuda se acentuará en los países del llamado Sur Global que no cuentan con fuentes energéticas ni minerales para vender. Por lo tanto, incluso si Estados Unidos evita una caída total este año, la mayoría de la gente en el mundo no lo percibirá como un aterrizaje suave.
Autor/a: MICHAEL ROBERTS
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Fuente:
Viento Sur