La completa decodificación del genoma de esta medusa sería el primer paso hacia la búsqueda de un “interruptor de inmortalidad”
Pablo Javier Piacente
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Una especie de medusa que se originó en el Mediterráneo y que ahora abunda en todos los océanos del mundo desarrolla un ciclo de vida “eterno”, que le permite detener el deterioro propio del envejecimiento y regresar a un estado juvenil, para luego generar nuevos individuos adultos. Este organismo existe en el planeta desde mucho antes de la desaparición de los dinosaurios, hace unos 66 millones de años, pero solo ahora los científicos están comenzando a descubrir sus secretos genéticos.
Cuando la medusa Turritopsis dohrnii envejece o se daña, logra evadir la muerte volviendo a la etapa de pólipo bebé. Lo hace reabsorbiendo sus tentáculos y deteniéndose como una masa de células indiferenciadas en algún lugar del lecho marino. Posteriormente, el pólipo joven puede brotar y producir nuevas formas adultas, cada una de las cuales son genéticamente idénticas al pólipo original.
Este increíble "ciclo vital inverso" desarrollado por esta medusa "inmortal" podría aportar datos interesantes para el estudio del envejecimiento y la longevidad, sobretodo a partir de los notables avances que se están registrando en el campo del estudio del genoma humano y las características de nuestro código genético o ADN (ácido desoxirribonucleico). En un futuro, la ciencia podría ser capaz de identificar los aspectos específicos y concretos que nos hacen envejecer, deteniéndolos o hasta incluso revirtiéndolos a través de la reprogramación genética.
Video: descripción de las características de Turritopsis dohrnii, la “medusa inmortal”. Créditos: Natural History Museum / YouTube.
AVANZANDO HACIA UN “INTERRUPTOR DE INMORTALIDAD”
Aunque los expertos todavía no entienden bien cómo vive la medusa Turritopsis dohrnii durante tanto tiempo, en 2022 lograron identificar nada menos que 1.000 genes relacionados con el envejecimiento y la reparación del ADN en esta especie, según un artículo publicado en Science Alert. En este sentido, si los científicos pueden descubrir qué genes están presentes o faltantes en la “medusa inmortal” en comparación con sus parientes y otras especies, podrían comenzar a revelar los mecanismos celulares detrás de su “vida eterna”.
En un artículo que aparece en The Biologist, una publicación de la Royal Society of Biology, en el Reino Unido, el científico Ferdinando Boero, profesor de zoología en la Università del Salento en Lecce, Italia, explica los últimos avances en cuanto a la comprensión de los mecanismos que aplica esta medusa en su “ciclo de vida inverso”, que ha llevado a compararla con Benjamin Button, el personaje ficticio del novelista Francis Scott Key Fitzgerald, que nace viejo y muere joven. Al respecto, es recordado el film “El curioso caso de Benjamin Button”, protagonizado por Brad Pitt, que desarrolla al personaje de Fitzgerald.
Vale recordar que Boero estuvo a cargo del laboratorio que descubrió por primera vez la “inmortalidad” de esta medusa en la década de 1990. Ahora, luego de diferentes estudios e investigaciones realizadas por varios equipos de científicos en distintas partes del mundo, Boero cree que si se pudiera concretar la completa decodificación del genoma de esta medusa se avanzaría en el primer paso hacia la búsqueda de un “interruptor de inmortalidad”, cuyas aplicaciones desembocarían en una revolución científica que hoy resulta inimaginable.
LA CLAVE PUEDE ESTAR DIRECTAMENTE EN LA NATURALEZA
La clave del proceso que desarrolla Turritopsis dohrnii, que mide unos 4,5 milímetros, se describe científicamente como transdiferenciación: a través del mismo, todos los tipos de células de la medusa “envejecida” toman una nueva forma para crear un plan corporal completamente diferente y “regenerarse” como un individuo joven, pero que al mismo tiempo puede producir otros individuos maduros.
Para Boero, aunque hasta el momento la mayor parte de los avances sobre esta medusa se lograron al reproducir sus condiciones en un laboratorio y criar ejemplares en cautiverio, los aspectos que faltan dilucidar hacia el futuro podrían obtenerse directamente en la naturaleza. “La lección de Turritopsis es profunda: si exploramos la biodiversidad, encontraremos organismos excepcionales que hacen cosas excepcionales. Centrarse en las pocas especies que se pueden criar fácilmente en el laboratorio es una actitud miope, que nos impide encontrar otras maravillas”, concluyó en su artículo.
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