La guerra que Alemania desató en la URSS fue una guerra de exterminio contra los pueblos eslavos, gitanos y judíos, que para los nazis eran pueblos inferiores
La guerra eliminó en la URSS a 27 millones de personas y dejó 60 millones de heridos; destruyó en ese país 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 32.000 empresas industriales, 65.000 kilómetros de vías férreas, 98.000 cooperativas agrícolas, 1.876 haciendas estatales, 6 millones de edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas; los nazis trasladaron a Alemania 7 millones de caballos, 17 millones de cabezas de ganado vacuno, 20 millones de puercos, 27 millones de ovejas y cabras, 110 millones de aves de corral. Las pérdidas totales de la Unión Soviética fueron de unos 3 billones de dólares
Por Rodolfo Bueno
La Segunda Guerra Mundial finalizó en el Frente Europeo el 9 de mayo de 1945, con la victoria de los Aliados. El conflicto se desarrolló, en lo fundamental, en el frente soviético-alemán, donde se libraron las más decisivas e importantes batallas que resquebrajaron la espina dorsal de la Werhmacht, las Fuerzas Armadas de Alemania.
No se cumplieron las expectativas alemanas de conquistar el mundo, porque la Wehrmacht encontró en la URSS una resistencia que jamás esperó. El General Galdera, jefe de Estado Mayor de las tropas de Alemania, escribió: “Los rusos siempre luchan hasta la última persona”; además, desde el inicio de la guerra, y con la finalidad de defender a su patria, la población soviética se aglutinó bajo la consigna: “¡Todo para el frente, todo para la victoria!” Nadie permaneció indiferente.
El Plan Barbarroja, que contemplaba la destrucción de la URSS en tres meses, fue firmado por Hitler el 18 de diciembre de 1940, cuando para la Wehrmacht trabajaban cerca de 6.500 centros industriales europeos y en las fábricas alemanas laboraban 3’100.000 especialistas extranjeros. En ese entonces, Alemania poseía dos veces y media más recursos que la URSS y era la más poderosa potencia del planeta; muchos estados europeos y millones de voluntarios del resto del mundo la acompañaron en esa mortífera aventura.
La guerra de Alemania contra la URSS era esperada, pero no coincidían las fechas notificadas por los servicios secretos soviéticos sobre su inicio, muchas eran erróneas. El domingo 22 de junio de 1941, exactamente a las cuatro de la madrugada, Alemania invadió la Unión Soviética. Un ejército jamás visto por su magnitud, experiencia y poderío se lanzó al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión, desde el mar Ártico, en el norte, hasta el mar Negro, en el sur. Un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada alemana.
La guerra que Alemania desató en la URSS fue una guerra de exterminio contra los pueblos eslavos, gitanos y judíos, que para los nazis eran pueblos inferiores y ocupaban el espacio vital que les pertenecía a ellos, que eran de raza superior; por eso el elevado número de civiles muertos y los crímenes horripilantes que hubo en los territorios ocupados de la URSS, algo que no pasó en el resto de Europa.
En los primeros meses de la guerra, los grupos “Centro” y “Norte” de la Wehrmacht lograron acercarse a Moscú y Leningrado, dos de sus principales metas; sin embargo, el primer fracaso del Plan Barbarroja se dio cuando la Wehrmacht fue derrotada en las puertas de Moscú. Sobre esta batalla el General Douglas MacArthur escribe: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.
La siguiente victoria soviética se dio en Stalingrado, la más sangrienta y encarnizada batalla que se conoce, las pérdidas totales por ambas partes superan con creces los dos millones de soldados muertos; se prolongó desde el 17 de julio de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943, cuando, luego de ininterrumpidos combates, culminó con la victoria del Ejército Rojo sobre el Sexto Ejército Alemán, comandado por el Mariscal Paulus, algo que nadie en el mundo occidental esperaba.
El 19 de noviembre de 1942 comenzó la contraofensiva soviética, al cuarto día, el 23 de noviembre, 330.000 soldados alemanes fueron cercados en un anillo de entre 40 a 60 kilómetros de amplitud. El 30 de enero de 1943, Hitler ascendió al General Paulus al rango de Mariscal de Campo. En realidad, el acenso era una orden de suicidio, pues en la historia de las guerras no hubo un solo caso en el que un mariscal de campo cayera prisionero. Pero Paulus no tenía la intención de dispararse por ese cabo bohemio, como informó a sus generales, y prohibió hacerlo a los demás oficiales, que debían seguir la suerte de sus soldados.
El 2 de febrero de 1943, luego de arduos combates en los que fracasaron todos los intentos por romper el cerco, cesó la resistencia alemana en Stalingrado. El Ejército Soviético capturó un mariscal de campo, 24 generales, 25.000 oficiales y 91.000 soldados. Posteriormente, en 1944, Paulus se unió al Comité Nacional por una Alemania Libre y en 1946 fue testigo en los Juicios de Núremberg.
Antes de partir hacía Dresde, donde fue nombrado jefe del Instituto de Investigación Histórica Militar de la República Democrática Alemana, declaró: “Llegué como enemigo de Rusia, me voy como un buen amigo de ustedes”.
En Stalingrado, la Wehrmacht perdió cerca de un millón de hombres, el 11% del total de todas las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial y el 25% de todas las fuerzas que en esa época operaban en el Frente Oriental. La Batalla de Stalingrado fue el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial y resultó una auténtica catástrofe militar para los alemanes, cuyas tropas no pararon de retroceder hasta rendirse en Berlín ante el Mariscal Zhúkov, dos años y cuatro meses después.
La siguiente derrota alemana se produjo en Kursk, batalla en la que, según Hitler, los alemanes “debían recuperar en el verano lo que habían perdido en el invierno”. Para ganar la batalla crearon nuevos tipos de tanques Tigres, los mejores que fabricó Alemania durante la guerra, carros de combate tipo Pantera y cañones Ferdinand, concentró 900.000 soldados, 10.000 cañones y morteros, 2.700 tanques y más de 2.000 aviones. El 5 de julio de 1943 comenzó la batalla. Los alemanes confiaban en que sus fuerzas romperían las defensas rusas tanto en el norte como en el sur, pero la ofensiva terminó en un rotundo fracaso.
La contraofensiva soviética marcaría el fin del último intento alemán de recuperar la iniciativa en el Frente Oriental, iniciativa que a partir de ese momento quedó en manos del Ejército Soviético. La victoria soviética de Kursk demostró a los aliados de Occidente que si no desembarcaban en Europa, la URSS sola era capaz de derrotar a Alemania; fue el factor decisivo para no aplazar más el desembarco en Francia.
El 6 de junio de 1944 se inició en la playa francesa de Normandía la tan dilatada apertura del Segundo Frente, que en algo alivió la presión que las tropas alemanas habían ejercido durante los últimos tres años en el frente soviético-alemán. El Día D, así se llamó este desembarco, estuvo al mando del General Eisenhower, que comandó una fuerza expedicionaria compuesta por 1.213 barcos de guerra y 4.126 de transporte, que desembarcaron 107 mil hombres, 14.000 vehículos y 14.000 toneladas de diferente material de guerra. La fuerza expedicionaria se componía en su totalidad de 2’876.436 hombres, de los cuales 1’533.000 eran estadounidenses.
El año 1944 fue catastrófico para Alemania nazi: En 27 de enero se rompió el bloqueo de Leningrado, que duró 872 días y en el que murieron más de un millón de leningradenses de hambre y frío y por el bombardeo continuo de la aviación y el fuego de artillería alemana; el 22 de junio, los soviéticos comenzaron la Operación Bagration, que causó a la Wehrmacht una derrota que el alto mando alemán calificó de peor que Stalingrado; Finlandia firmó el armisticio de Moscú el 19 de septiembre y salió de la guerra; el Ejército Soviético liberó Odesa, Sebastópol, Lituania, Moldavia, Letonia, Lvov, Cracovia, Rumania, Hungría, Bulgaria, gran parte de Checoslovaquia, Yugoslavia, el noreste de Noruega y llegó a las puertas de Varsovia. Finalmente, el Ejército Soviético entró a Berlín y el 9 de Mayo de 1945 Alemania se rindió ante los Aliados. Esta fecha es sagrada no sólo para Rusia, porque el Día de la Victoria costó enormes sacrificios a todos los pueblos.
Estos son hechos que algunos odian recordar: La guerra eliminó en la URSS a 27 millones de personas y dejó 60 millones de heridos; destruyó en ese país 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 32.000 empresas industriales, 65.000 kilómetros de vías férreas, 98.000 cooperativas agrícolas, 1.876 haciendas estatales, 6 millones de edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas; los nazis trasladaron a Alemania 7 millones de caballos, 17 millones de cabezas de ganado vacuno, 20 millones de puercos, 27 millones de ovejas y cabras, 110 millones de aves de corral. Las pérdidas totales de la Unión Soviética fueron de unos 3 billones de dólares, aproximadamente, un 30% del total de las pérdidas en esa guerra.
La Segunda Guerra Mundial dejó cambios profundos en la consciencia colectiva de la humanidad. El Día de la Victoria es la mayor epopeya de los pueblos por conquistar el derecho a la vida, contra el nazi-fascismo, que es su negación. La lucha contra el exclusivismo, el racismo, el chovinismo, la intolerancia y el militarismo, ideas que aglutinan a los peores enemigos del género humano, continuará mientras los pueblos no se libren de sus opresores.
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